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Una sala de cine de aspecto vintage | Un hombre pasando frío | Foto: flickr.com/Dougtone (CC BY-SA 2.0)
Una sala de cine de aspecto vintage | Un hombre pasando frío | Foto: flickr.com/Dougtone (CC BY-SA 2.0)

Dueño del cine permite que entren indigentes para mantenerse calientes por la noche: ve allí al hijo que una vez lo dejó - Historia del día

Vanessa Guzmán
10 ene 2023
16:40

El hijo de Eduardo, Lucas, lo abandonó durante su momento más vulnerable. Años más tarde, se sorprendió al descubrir que él estaba entre las personas sin hogar a las que trató de ayudar. Luego, escuchó todo lo que vivió Lucas.

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"Lucas, por favor, debemos trabajar juntos para mejorar las cosas. Si consigues un trabajo de medio tiempo y yo trabajo turnos dobles, podemos salvar nuestra casa", le dijo Eduardo a su hijo una noche.

Desafortunadamente, la vida no había sido amable ni fácil para el padre soltero. Los últimos años habían sido más duros que nunca, y estaba a punto de perder la casa por la que tanto había trabajado.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Sin embargo, su hijo Lucas, de 18 años, podía comenzar a ayudar en lugar de quedarse en casa y jugar videojuegos después de la escuela.

"La casa no es mi problema, papá", replicó Lucas y siguió jugando en su consola.

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"¿Dónde vivirás exactamente si perdemos esta casa?", preguntó Eduardo, poniendo sus manos en su cintura.

Lucas puso los ojos en blanco. "Tú eres el padre aquí. Tienes que resolverlo. Todavía estoy en la escuela secundaria. ¡No es mi responsabilidad!".

"Hijo, comencé a trabajar a los 15 años y te he brindado todo durante los últimos 18 años de tu vida, incluido ese estúpido videojuego que adormece tu cerebro. ¡Ahora es el momento de ser adulto y trabajar por lo que deseas! ¿Quieres comer? ¿Quieres un techo sobre tu cabeza? ¡Necesitas trabajar!”, gritó Eduardo, después de perder los estribos.

No quería que su hijo trabajara tan duro como lo había hecho él desde muy joven. Pero la economía era difícil ahora. Parecía que un ingreso apenas podía alimentar a una persona hoy en día, y Lucas necesitaba comenzar a aprender el valor del trabajo duro.

Sin embargo, el joven de 18 años también perdió los estribos. Arrojó su control de Playstation al suelo, agarró su mochila y salió furioso de su habitación. "¡Bien! ¡Me voy!".

"¡No puedes irte!", gritó Eduardo, lamentando su dura actitud.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

"Dijiste que ahora soy un adulto. Bueno, ¡puedo ir y venir cuando me plazca!", respondió el joven desde la puerta principal.

"Lucas, por favor. Necesito tu ayuda. Solo necesitaba que me ayudaras con un trabajo de medio tiempo para que no perdiéramos esta casa. Después de algunos años de pago, será tuya y no tendrás que preocuparte por pagar el alquiler. Eso es todo lo que quiero para ti y estoy luchando solo en este momento”, destacó el padre en voz baja. Su ira se disipó por completo cuando vio a su hijo amenazar con irse. "Por favor".

Lucas frunció los labios y parecía haber una lucha interna en sus ojos. Pero levantó la barbilla y salió, cerrando la puerta en su camino. Eduardo cerró los ojos y se frotó la frente. Intentaría que su hijo entendiera mejor las cosas cuando regresara

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Sin embargo, Lucas se fue por varios días y, en algún momento, Eduardo regresó de su doble turno en el trabajo y descubrió que la mayoría de las cosas del adolescente habían desaparecido, incluida su consola de videojuego y su ropa.

"¿Él realmente se fue?", se preguntó el hombre al ver el vacío de la habitación de su hijo. "¿Ninguna nota o algo?".

Eduardo intentó ponerse en contacto con algunos de los amigos de su hijo, pero nadie le dijo nada sobre el joven. La policía no hizo nada porque Lucas ya tenía 18 años. Sin embargo, el padre descubrió más tarde que su hijo había abandonado la escuela y el director no pudo detenerlo, pues Lucas ya no necesitaba el permiso de sus padres.

Eduardo lloró mucho esa noche, pensando en todas las cosas que podría haber hecho diferente por su hijo. Se preocupó por el joven que se había esforzado tanto en criar.

De niño, Lucas había sido aventurero y curioso acerca de la vida, pero su adolescencia fue dura. Sus amigos no eran la mejor influencia, y Eduardo tuvo que trabajar aún más a medida que la economía empeoraba.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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Eduardo sintió que había fallado en todo. Después de que la madre de Lucas desapareció, pensó que podía hacer las cosas por su cuenta. Tal vez, ese fue su primer error. Tal vez debería haberse casado con una mujer encantadora que pudiera ser una figura materna para su hijo. Pero también había estado muy ocupado.

Sin embargo, era inútil pensar más en esas cosas, porque el daño ya estaba hecho. Su hijo había abandonado la escuela secundaria y Eduardo no tenía idea de dónde estaba. Además, el padre probablemente perdería su casa sin la ayuda del chico.

Estaba atrasado en los pagos de su hipoteca porque varias cosas habían tenido prioridad, como la comida y las reparaciones del automóvil y zapatos nuevos para Lucas para su práctica de fútbol.

El padre había tratado de vender algunas cosas. La mayoría de sus cosas eran de segunda mano y ahora básicamente no valían nada. Por eso le rogó ayuda a su hijo, pero el joven se había ido y el mundo de Eduardo se derrumbó aún más.

Lo único bueno de pasar por momentos difíciles es que te enseñan mucho sobre ti mismo. La resiliencia es algo que nunca pensé que tendría hasta que perdí mi casa, recordó Eduardo hace varios años cuando el banco embargó su vivienda y se quedó con la ropa que llevaba puesta y su auto destartalado.

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Estaba lidiando con demasiado en ese momento, pero tenía que recuperarse de alguna manera. Sabía el significado del trabajo duro y que podía volver por el buen camino. Pero Eduardo también estaba deprimido porque su hijo se había ido para siempre. Aun así, la vida tenía que seguir.

Durmió algunas noches en su automóvil, en la casa de un amigo y en algunos refugios mientras se entrevistaba para obtener mejores trabajos y, finalmente, lo consiguió.

Una carrera en la construcción era mucho mejor que su pago por hora en una fábrica de conservas, por lo que comenzó de inmediato, aprendió todo lo que pudo, se ofreció como voluntario para ayudar a todos sus colegas y agregó más y más horas a su horario.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Eduardo reunió lo suficiente para alquilar un apartamento y comenzó a ahorrar. Inevitablemente, el banco vendió su antigua casa cuando los precios subieron de forma increíble en su antiguo barrio, pero volvió a encontrar una casa nueva y más pequeña. Su crédito era pésimo, pero de alguna manera logró obtener una hipoteca nuevamente y la pagó por completo en unos pocos años.

Perdió la esperanza de que Lucas volviera o se comunicara con el paso del tiempo. Ninguno de sus amigos en la ciudad sabía realmente a dónde había ido, pero Eduardo esperaba que su hijo al menos hubiera madurado y comenzara a trabajar para su futuro. Esperaba que Lucas no hubiera seguido malos pasos, ni se hubiera dejado engañar por los encantos del dinero fácil.

Una vez que tuvo su casa pagada, Eduardo decidió hacer realidad su sueño de la infancia y abrió un pequeño cine en su pequeño pueblo.

La mayoría de la gente tenía que ir a la ciudad a media hora de distancia cuando querían ver una película, y él quería darle algo a la gente. No era un gran lugar de entretenimiento. Nunca habría grandes estrenos de películas allí, pero a la gente le encantó.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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Tenía todos los típicos puestos de comida y un poco de tecnología, pero con un toque vintage que todos en la comunidad apreciaban. Así que, por una vez, la vida de Eduardo parecía ir bien. Solo podía esperar que su hijo también fuera feliz.

Sin embargo, Eduardo era consciente de que a muchas otros no les había ido bien. La crisis económica había golpeado a mucha gente; y a diferencia de él, muchos nunca se habían recuperado. Algunas personas que perdieron sus hogares todavía vivían en las calles, y el invierno se perfilaba como muy frío.

Una noche, cerró su cine por la noche y vio a un hombre parado afuera frotándose las manos y tratando de calentarse un poco. "Señor, ¿se encuentra bien?", preguntó Eduardo, preocupado.

"En realidad, tú eres el dueño aquí, ¿verdad? Me preguntaba si te sobró algo de café del día", precisó.

"Aquí no vendo café, pero puedo darle un vaso de leche tibia", ofreció Eduardo, sintiéndose inútil por no tener lo que el hombre pedía.

"Eso también sería genial. Cualquier cosa ayuda", respondió el indigente. "Soy Roger, por cierto".

"Eduardo", respondió. "Sígame".

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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Entraron. Eduardo sacó un poco de leche tibia y se la dio a Roger.

"Gracias, hombre. Este frío es una locura, ¿verdad?", comentó Roger, terminando su vaso y ajustando su chaqueta.

"Oye, ¿tienes un lugar para pasar la noche?", preguntó Eduardo antes de que Roger pudiera irse.

"Bueno... no. He estado en las calles por un tiempo", dijo Roger de mala gana.

Eduardo pensó por un segundo. "Bueno, sabes que este no es el lugar más cálido del mundo, pero es mejor que allá afuera. ¿Quieres quedarte aquí?".

"¿Estás seguro?".

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"Sí", dijo Eduardo y miró a su alrededor. "También puedes tomar algo de comida del puesto, pero solo escribe lo que comiste para fines de inventario".

"Gracias", dijo Roger, sin aliento.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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Eduardo se alejó sin saber qué encontraría al día siguiente. Pero Roger durmió en uno de los cómodos sofás de la sala de espera y solo comió una barra de chocolate. Hablaron un rato y Roger lo ayudó a abrir la tienda.

"¿Necesitas ayuda aquí?", preguntó Roger.

"De hecho, sí. ¿Quieres trabajar aquí? Te puedo ofrecer un lugar para dormir en la parte de atrás porque no puedo pagar tanto, pues es un negocio nuevo", respondió Eduardo.

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"Eso es mejor que cualquier otra cosa que me hayan ofrecido en años", dijo Roger, y se puso a trabajar de inmediato. Roger resultó ser una incorporación fantástica a su equipo y un gran trabajador.

Ese invierno, Eduardo permitió que otras personas sin hogar se refugiaran en su salón. El pueblo se enteró de su amable gesto y la gente se ofreció a ayudar con mantas, comida y más.

Todo lo que Eduardo exigió fue que el lugar permaneciera impecable para el público. Se sentía muy bien al poder ayudar a personas que pasaban por lo que él pasó en algún momento. Nunca imaginó que su amable gesto traería de regreso a Lucas.

"Hasta mañana, Roger. Me voy. ¿Están todos adentro ya?", preguntó Eduardo mientras se ponía la chaqueta.

"Sí, y hay una persona nueva. Odio que tantos jóvenes no tengan futuro en estos días", respondió Roger y continuó barriendo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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Eduardo estuvo de acuerdo, pero al menos estaban ayudando de alguna manera. Sin embargo, caminó entre la multitud y vio a un hombre sentado en el suelo con los brazos alrededor de sí mismo. Llevaba una chaqueta de invierno de color rojo brillante que Eduardo no había visto antes. Debía ser el chico nuevo, y claramente tenía frío.

"Oye, hombre. ¿Necesitas algo?", preguntó Eduardo, tal como lo hizo tiempo atrás con Roger, pero esta vez… todo cambió. Porque el hombre que lo miró era… Lucas.

"¿Papá?", dijo en voz baja, y las lágrimas se acumularon en sus ojos.

"¡Hijo! ¡Hijo! ¡Oh, Dios!", repitió Eduardo, mientras se arrodillaba y tomaba a su hijo en sus brazos. "¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué te pasó?".

Lucas no respondió y solo lloró en el hombro de su papá. Unos minutos más tarde, Roger se acercó a ellos sin saber toda la situación. Pero ayudó a levantar a Lucas para llevarlo al coche de Eduardo.

El propietario le dijo a Roger en voz baja que el chico nuevo era su hijo y luego se llevó a Lucas a casa, quien se dio un largo baño al llegar. Su padre le preparó sopa caliente y bocadillos, que devoró rápidamente. Eduardo casi muere pensando que su hijo podría no haber comido en un tiempo o dormido en una cama o tomado una ducha.

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Pero evitó hablar de nada serio y lo animó a relajarse esa noche. Quería ser paciente, como debería haber sido hace años. Tal vez su hijo no se habría marchado si él no lo hubiera presionado tanto.

Al día siguiente, Lucas finalmente se abrió, comenzando con las palabras: "Lo siento mucho, papá. No sabía lo bien que estaba a tu lado".

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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Luego explicó cómo saltó de sofá en sofá durante unos días hasta que uno de sus amigos le ofreció trabajo y una habitación en un pueblo vecino. Fue entonces cuando abandonó la escuela y se fue para siempre.

"Mi vida dio un giro después de eso, y quise volver tantas veces, pero no pude. Quiero decir... no sabía si estabas en una situación peor", murmuró Lucas, mostrando su frustración.

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"Yo solo... desearía no haber sido tan estúpido".

El amigo finalmente lo echó después de robar los pocos dólares que Lucas había logrado ahorrar, y había estado en las calles desde entonces. Regresó a su pueblo ese año, con la esperanza de tener el coraje de encontrar a su padre nuevamente. Pero se topó con el cine que dejaba entrar a las personas sin hogar y decidió comenzar a quedarse allí durante este crudo invierno.

"No tenía idea de que era tuyo. ¿Cómo lo conseguiste? Pensé... pensé que estarías peor que yo", dijo Lucas, bajando la cabeza.

"Bueno, es una larga historia", comenzó Eduardo y le contó todo a su hijo. Lucas volvió a llorar, y su padre también.

Después, el joven prometió trabajar duro y cumplió su palabra: consiguió un trabajo en la misma empresa constructora y obtuvo un segundo empleo en el cine de su padre. Había aprendido la lección, aunque le hubiera llevado años.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Nunca es demasiado tarde para volver a casa siempre que haya aprendido de sus errores: Un buen padre siempre le dará la bienvenida a su hijo, especialmente cuando se disculpa.
  • Enseñe a sus hijos el valor del trabajo duro y la responsabilidad desde una edad temprana: Eduardo cometió el error de dejar que su hijo fuera demasiado irresponsable y ambos pagaron el precio.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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