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No podía creer haberme encontrado a mi exsuegra sentada junto a un contenedor de basura - Historia del día

Diego Rivera Diaz
31 oct 2021
11:40

Me topé con mi exsuegra, desamparada, sola y frágil. Cuando me contó lo sucedido, supe que debía hacer algo por ella. Pero no me imaginé que eso me ayudaría a recuperar algo que había perdido años atrás.

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"Señora Fiore, ¿qué hace aquí?", le pregunté a mi exsuegra, sentada junto a un contenedor de basura.

"¿Eres tú, Carlos?", preguntó.

"Sí, señora Fiore. ¿Qué pasó?", insistí. Ella tenía una manta hecha jirones, y sus pertenencias estaban en el piso a su alrededor. Parecía una indigente, pero eso no tenía sentido. La Sra. Fiore era dueña de su propia casa.

Mujer anciana sin hogar. | Foto: Shutterstock

Mujer anciana sin hogar. | Foto: Shutterstock

Yo me casé con Elisa, la hija de la Sra. Fiore, hace más de 20 años, luego de que ella saliera embarazada. Fue una bendición para mí, pero el bebé la hizo sentirse atrapada. Usaba todo el dinero que le daba para el bebé y lo gastaba en sí misma.

Solía irse de farra por las noches, sabiendo que yo trabajaba de noche casi toda la semana. La Sra. Fiore me ayudó muchas veces a cuidar de Rubén. También trató de hacer que Elisa asumiera sus responsabilidades, pero ella era muy egoísta.

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Pasaron los años. La salud de la Sra. Fiore fue de mal en peor. Ya casi nunca podía cuidar a Rubén. Sin embargo, para ese entonces pude cambiar de horario en el trabajo y conseguir una guardería.

No quería divorciarme para no separar a la familia. Pero Elisa era demasiado egoísta en todo. Toleré sus berrinches y su malcriadez por varios años más, por Rubén. Hasta que un día tuvimos una fuerte discusión.

"¡Rubén ni siquiera es hijo tuyo!", me gritó enfurecida. "¡¿Qué?!", pregunté atónito.

"¿Qué no te has dado cuenta de que no se parece a ti para nada?", me cuestionó con sarcasmo. "Pues a mí no me interesa a quién se parezca. ¡Rubén es y siempre será mi hijo!", exclamé.

Discusión de pareja. | Foto: Shutterstock

Discusión de pareja. | Foto: Shutterstock

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Elisa solicitó el divorcio, y recibió custodia exclusiva. Tuve que pagar la manutención de mi hijo y una pensión alimenticia a mi ex mientras intentaba reconstruir mi vida.

No fue nada fácil. Tuve que vivir en casa de un amigo por varios años, mientras ahorraba el dinero suficiente para comprarme un departamento. Entretanto, Elisa se encargó de alejarme de Rubén por todos los medios.

La Sra. Fiore intentó intervenir, pero Elisa la amenazó con sacarla de su vida también. No quería provocar más problemas, así que permití que me distanciara de mi hijo. Eventualmente, conseguí un hogar propio y comencé a salir con Lía.

Lía era una mujer amorosa y dulce. Nos casamos poco después. Nunca dejé de intentar forjar una relación con mi hijo, pero Elisa solo nos dejaba hablar una o dos veces al mes. Él me extrañaba mucho, y yo a él. Le decía que fuera paciente.

También le decía que cuidara de su abuela, y él decía que lo haría. Pero con el paso de los años, hablamos cada vez menos. Cuando me topé con la Sra. Fiore, supuse que Rubén no tenía idea de que su abuela estaba desamparada.

"Ay, Carlos. Fue mi hija quien me hizo esto", comenzó a explicar la Sra. Fiore. "Le firmé los papeles de mi casa, era una formalidad, para evitar molestias después de mi muerte. No pensé que me echaría a la calle".

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Documentos de bienes raíces. | Foto: Shutterstock

Documentos de bienes raíces. | Foto: Shutterstock

"Somos dos", le respondí. "Es que tiene un nuevo novio, él es horrible. La animó a que me echara. ¡Y luego vendieron mi casa!", explicó la Sra. Fiore. "No pude hacer nada al respecto. Y ella no me deja vivir con ellos".

"¿Y Rubén? ¿Está bien mi muchacho?", pregunté. "Eso creo", respondió la señora. "Juega mucho fútbol y se inscribió en muchas cosas para no tener que pasar tiempo en casa. Odia al novio de su mamá. Pero es un joven fuerte", dijo.

No podía dejar a la pobre mujer en esas condiciones. Llamé a mi esposa y le pregunté si estaba de acuerdo con que la llevara a casa. "¡Dios mío! ¡Por supuesto! ¡Tráela!", me dijo.

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La Sra. Fiore pasó la noche en nuestro dormitorio de invitados. Al día siguiente, le dimos una buena comida caliente, y Lía me dijo que debería vivir con nosotros. Terminó convirtiéndose en parte de nuestra familia.

Además, me puse en contacto directo con Rubén, y lo invité a vivir con nosotros. Ya era mayor de edad, así que pudo tomar la decisión por su cuenta. Cuando supo las condiciones en las que había hallado a su abuela, fue una fácil decisión.

Ya no tenía que pagar la manutención, así que nos mudamos juntos a un hogar más espacioso. Vivíamos en perfecta armonía. Tuve a mi hijo de vuelta, y la Sra. Fiore pudo vivir tranquila los últimos años de su vida.

Abuela y nieto sentados en sofá. | Foto: Shutterstock

Abuela y nieto sentados en sofá. | Foto: Shutterstock

¿Qué podemos aprender de esta historia?

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Las buenas personas pueden hallar la felicidad incluso en tiempos difíciles. Elisa era una mujer horrible, pero Carlos y su familia lograron encontrar la felicidad a pesar del egoísmo de la madre.

Agradece a tus padres. La Sra. Fiore no merecía que la echaran de su casa, pero afortunadamente, había un buen hombre en su vida que la apreciaba.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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