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Un automóvil | Foto: Shutterstock
Un automóvil | Foto: Shutterstock

Nadie sabe que anciana ha vivido en su auto durante años hasta que un vecino se entera - Historia del día

Diego Rivera Diaz
22 nov 2021
15:15

Un hombre quedó horrorizado al descubrir que su frágil y anciana vecina había estado viviendo en su viejo y averiado automóvil a pesar de tener una casa propia.

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A veces, puede tomarnos mucho tiempo el darnos cuenta de que algo anda mal. David Núñez estaba acostumbrado a ver a su vecina Olivia Mercedes llegar y salir en su coche al mismo tiempo que él.

Una noche, David llegó a casa de madrugada, y vio a la Sra. Mercedes dentro de su auto. Parecía estar durmiendo. David pensó que quizás se había quedado encerrada. Pero entonces, recordó que en realidad nunca la había visto conducir el vehículo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

Preocupado, David se acercó al viejo automóvil y dio un vistazo a su interior. La Sra. Mercedes estaba reclinada en el asiento del copiloto, cubierta por un edredón grueso, profundamente dormida.

En el asiento trasero había varias cajas de víveres y artículos de primera necesidad perfectamente organizados. Era obvio que la Sra. Mercedes, a sus 79 años, estaba viviendo en su carro.

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David estaba horrorizado y no entendía la razón. Ella era dueña de la casa contigua a la de él. Era una linda casa de dos pisos en estilo victoriano. Se veía algo descuidada desde la muerte del Sr. Mercedes, pero eso era todo.

David se fue a casa y despertó a su esposa. "Lidia, creo que la Sra. Mercedes está viviendo en su auto. Amor, ¿puedes por favor arreglar el cuarto de invitados? Le voy a pedir que entre".

Lidia saltó de la cama. "¡Dios mío, David! ¿La Sra. Mercedes? ¡Pero si tiene como 90 años! ¿Cómo va a estar durmiendo en un auto?", exclamó la mujer.

"Lo sé", dijo David con un tono grave. "Nunca pensé que vería a alguien que conozco viviendo en la calle. Voy a ir a buscarla", dijo, y salió de nuevo.

"Cuidado, amor. No vayas a asustarla, por favor", dijo Lidia mientras entraba al cuarto de invitados.

"No te preocupes, no lo haré. Esta noche hace mucho frío. No voy a dejar que pase una noche así durmiendo en un carro", dijo David.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

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David volvió a la calle y se acercó al coche de la señora Mercedes lentamente. Tocó a la ventana tan suavemente como pudo, hasta que vio sus párpados agitarse. "Sra. Mercedes, soy David, el vecino de al lado", dijo gentilmente.

La Sra. Mercedes despertó. Parecía un poco asustada, pero al ver la amable sonrisa de David, se calmó. "Sra. Mercedes. Por favor, salga de ahí, venga conmigo. Mi esposa tiene una cama tibia y una taza de chocolate esperándola", dijo.

"David... estoy bien, todo está bien. Por favor, no se preocupe", dijo la Sra. Mercedes.

"No pienso irme de aquí a menos que venga conmigo, Sra. Mercedes. Hace demasiado frío para dormir en la calle hoy", dijo David. La Sra. Mercedes abrió la puerta y salió del viejo Ford Taurus. Él la envolvió con un edredón y la acompañó hacia adentro.

Lidia ya tenía lista una taza de chocolate humeante. La Sra. Mercedes probó el primer sorbo y se le llenaron los ojos de lágrimas. "Le hacía chocolate caliente así a mi Carlitos, cuando trabajaba los turnos nocturnos...", dijo tristemente.

"Sra. Mercedes, ¿qué hacía durmiendo en el carro?", preguntó Lidia gentilmente.

La Sra. Madison cerró los ojos. "No puedo ir a casa. No lo sé... desde que Carlitos...".

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

"Ya va... ¿no ha estado en casa desde que falleció su esposo?", preguntó David sorprendido.

La Sra. Mercedes comenzó a llorar silenciosamente. "Al principio, sí, pero luego...", dijo, y tragó grueso. "Había un terrible silencio en todas partes. Abría un cajón o una puerta y lo olía, como si acabara de haber salido por la puerta", explicó.

"No podía vivir con su ausencia, ni con los constantes recuerdos, David, no podía vivir con ese dolor. Una noche tomé mi edredón y salí al coche. Esa fue la primera noche que dormí tranquila desde que perdí a mi Carlitos", dijo.

"Así que empecé a dormir ahí, pero después, se me hizo difícil entrar a la casa. Cerré la llave del agua, apagué los interruptores de la electricidad, y empecé a vivir en el coche. Han pasado dos años. Eres la primera persona que se ha dado cuenta".

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"Pero... ¿qué haces cuando necesitas ir al baño, o algo así?", preguntó Lidia, incrédula.

"Carlitos y yo éramos miembros de un grupo de gimnasios para personas mayores. Son membresías de por vida. A veces voy y me baño y hago mis cosas. Me las arreglo", explicó la señora.

En ese momento, David habló suavemente. "Sra. Mercedes. ¿No cree que debería vender su casa? Podría mudarse a otro lugar, sin tantos recuerdos".

La Sra. Madison se sonrojó, avergonzada. "¡Ay, David! Créeme, lo he pensado muchas veces. Pero la casa está hecha un desastre, me daría vergüenza tratar de venderla así", dijo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

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"Bueno, vaya a la cama ahora, y mañana podemos ir a verlo juntos, ¿le parece?", propuso David. "Si me lo permite, haré que limpien la casa y usted podrá venderla".

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La Sra. Mercedes les dio a David y Lidia un gran abrazo de agradecimiento. "Mil gracias, jóvenes. De verdad que han logrado darme un poco de esperanza".

Al día siguiente, David llamó a un amigo suyo que tenía un pequeño negocio restaurando casas antiguas y le pidió que visitaran juntos la casa de la Sra. Mercedes. Cuando entraron a la casa, quedaron impactados.

La casa estaba cubierta de esquina a esquina por gruesas capas de polvo. Enormes telarañas colgaban de todas partes. Lo peor de todo era que las paredes estaban cubiertas del suelo al techo con una extraña sustancia negra.

"¡Vámonos ya mismo!", exclamó el amigo de David y lo empujó hacia la puerta. Fue a su coche y trajo dos mascarillas y una serie de tubos de vidrio.

Los hombres volvieron a entrar y David observó cómo su amigo recogía muestras de la sustancia. Según él, podía tratarse de un peligroso tipo de moho tóxico.

El amigo de David lucía muy preocupado. "Oye, esto podría ser algo muy malo. Voy a llevar esto al laboratorio para ver qué dicen. Pero temo que serán malas noticias. Ya he visto esto antes", dijo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

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"Bueno, tampoco hay que ser tan dramático, ¿no? Siempre podemos llamar un servicio de limpieza. ¿Qué tan difícil puede ser quitar algo de moho y polvo? No es el fin del mundo", dijo David.

Pero el amigo de David negó con la cabeza. "Si esto es lo que creo que es, no hay forma de que esta casa quede limpia, o que llegue a ser segura o habitable", dijo.

"¿Cómo que no es segura?", preguntó David. "¿De qué estás hablando?"

"Creo que es moho tóxico negro. Y si tengo razón, se habría filtrado a cada grieta de la casa, debajo de cada tabla del piso, dentro de cada pared. Si tu vecina hubiera estado viviendo aquí, ya estaría muy enferma", explicó.

Tres días después, llegó la noticia del laboratorio. Efectivamente, se trataba de moho tóxico negro. Era una variante que nunca habían visto antes, y la consideraron un "caso extremo". La única solución era destruir todas las esporas.

David le dio las malas noticias a la Sra. Mercedes. Siguiendo la recomendación del laboratorio, decidieron llamar al Departamento de Bomberos de la ciudad y pedir su ayuda para lidiar con la situación.

El experto del Departamento de Bomberos les dijo que la única forma de asegurarse de que el moho no se propagara a los vecinos sería quemar la casa. Desmantelarla enviaría nubes de esporas a todo el vecindario.

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A la Sra. Mercedes no le quedó más remedio que aceptar la recomendación del Departamento de Bomberos. Vio con sus propios a su antiguo hogar siendo consumido por las llamas de un incendio controlado.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

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Y mientras su vieja casa ardía, lloró. David le dio un abrazo y le dijo: "Usted siempre tendrá un hogar con nosotros, Sra. Mercedes. Durante el tiempo que sea. Quiero que sepa eso".

La Sra. Mercedes asintió con la cabeza. "Lo sé, David. Muchas gracias por eso. Pero realmente esperaba recuperar mi propio espacio...", dijo con tristeza.

En ese momento, David tuvo una idea. Al día siguiente convocó una reunión de vecinos. "Como todos saben, la Sra. Mercedes quemó su casa para evitar propagar un peligroso moho que podría habernos hecho mucho daño a todos".

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"Creo que todos deberíamos colaborar para tratar de resolver su problema. ¿Alguien tiene alguna idea?", preguntó.

Una mujer levantó la mano. "Soy agente de bienes raíces. La parcela de la Sra. Mercedes es muy grande, mucho más grande que cualquiera de nuestras parcelas. ¡Conozco a un desarrollador que podría estar interesado!".

El desarrollador resultó estar más que interesado. David negoció con él y obtuvo un trato excelente en nombre de la Sra. Mercedes. Solo hacía falta que ella estuviera de acuerdo.

El desarrollador estaba construyendo unas residencias para adultos mayores. Como parte de la generosa oferta, la Sra. Mercedes podría vivir en una de las mejores unidades de por vida.

Gracias a la amabilidad de David, la Sra. Mercedes vendió su terreno a un excelente precio, y obtuvo además un lugar donde vivir por su cuenta. Y lo mejor de todo es que pudo quedarse en el vecindario con sus mejores amigos, Lidia y David.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Muchos de nosotros pasamos por este mundo sin ver realmente lo que nos rodea. David había estado viendo a la Sra. Mercedes viviendo en su vehículo, pero como no le prestó atención, no se dio cuenta.
  • De la peor tragedia puede nacer una gran bendición. La Sra. Mercedes se salvó del moho tóxico únicamente porque estaba viviendo en su carro.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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