Pobre mujer se pone pálida cuando conoce a niño ciego sin hogar que es idéntico a su hijo - Historia del día
María iba de camino a casa cuando vio a un niño ciego pidiendo limosna. Por compasión, la joven madre se acercó a él para ofrecerle dinero, pero se sorprendió al ver que se parecía mucho a su hijo Teodoro.
María nació en la década de 1990, pocos años antes del atentado que terminó con la vida de sus padres.
Cuando todo esto ocurrió, la pobre niña solo tenía cinco años. Sus abuelos la criaron, pero cuando cumplió 15 años, se fueron a su hogar celestial, y ella se quedó sola.
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Tras perder a su familia, María decidió mudarse de ciudad y afortunadamente, las cosas mejoraron para ella.
A los pocos días de mudarse a Miami, María se encontró con Javier. Era un músico que la cautivó al interpretar una melodía romántica mientras ella caminaba hacia la cafetería donde trabajaba como mesonera.
El hombre la hipnotizó con su mágica voz y ella no pudo evitar sonreírle. Javier quedó prendado de sus ojos marrones y de su encantadora sonrisa.
"Entonces, ¿te ha gustado mi canción de hoy?", le preguntó mientras recogía sus instrumentos después de su actuación.
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"¡Sí, me ha gustado!", exclamó María con entusiasmo. "¿La has escrito tú?".
"¡Por supuesto!", dijo Javier con una sonrisa. "Cada canción es importante para mí, y puse mi corazón y alma en ella".
Agregó: "Voy a dedicarte la próxima canción. Es una promesa". María se sonrojó ante su comentario y volvió a enamorarse de él.
Con el paso del tiempo, estos encuentros se convirtieron en citas, y finalmente se fueron a vivir juntos. Javier siguió escribiendo y tocando canciones en la calle mientras María continuaba trabajando en la cafetería.
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La pareja esperaba que el talento de Javi lo llevara a tener mucho éxito algún día, y que se convirtiera en un verdadero artista. Sin embargo, pasaron varios años, pero la deseada fama no llegó. Mientras tanto, María quedó embarazada.
A pesar de sus dificultades económicas, Javier aceptó hacerse responsable de su hijo. Sin embargo, con el paso del tiempo, empezó a impacientarse por cualquier cosa y a menudo arremetía contra María.
"¿Cuánto hace que no vas al médico, María?", la reprendió una noche.
"Cariño, estoy bien", explicó María. "De todos modos, hace poco me hice un chequeo, así que no veo la necesidad de hacerme otro".
"¿Y por qué no me has contado lo que pasó en la revisión?".
"No quise molestarte porque estabas ocupado con el trabajo. Todo está bien. No te preocupes", dijo ella y le abrazó. "¿Te molesta algo?".
"Lo siento, cariño", se disculpó Javier enseguida. "No debería haber arremetido así. Solo estoy un poco tenso".
"No pasa nada. Son cosas que pasan", dijo María antes de que se dirigieran a cenar.
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Al día siguiente en el trabajo, la jefa de María, la Sra. Méndez, le preguntó si quería solicitar la baja por maternidad porque ya estaba en el sexto mes de embarazo. Con un bebé en camino, Javier y María necesitaban más dinero, así que la futura madre anunció que se tomaría unas semanas de permiso antes de la fecha de parto.
La señora Méndez insistió en que se tomara el permiso, prometiendo pagarle la mitad de su sueldo, pero María se negó y la jefa se vio obligada a ceder.
Un día, María fue la primera en llegar al café. Mientras se dirigía a la despensa para tomar un paquete de granos de café frescos, la señora Méndez la llamó. "Tendrás que abrir el café hoy, María, voy al banco y puede que llegue tarde", le dijo.
Cuando Méndez regresó más tarde esa mañana, vio que el cartel del café seguía diciendo "CERRADO". Miró su reloj. Eran las 11 de la mañana, una hora después de su horario de apertura.
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“¿Por qué sigue cerrada la cafetería? ¿María se fue de repente?” se preguntó la mujer.
"¿Estás ahí, María?", preguntó al entrar en la cafetería, pero nadie respondió. Marcó el número de teléfono de María y escuchó un timbre procedente de la despensa. El corazón de la anciana se aceleró mientras se apresuraba a llegar, y cuando abrió la puerta, se quedó helada de horror. María estaba inconsciente y tendida en un charco de sangre.
"¡María! ¡Despierta, cariño! Tienes que estar despierta", gritó la mujer y llamó al 911. Por un breve momento, los ojos de María se abrieron ligeramente y oyó la sirena de la ambulancia y la voz de la señora Méndez, pero el dolor y el cansancio fueron demasiado para ella y volvió a desplomarse.
Unas horas más tarde, cuando se despertó en el hospital, se dio cuenta rápidamente de lo que había pasado. "¿Dónde está mi hijo? ¿Qué ha pasado?", gritó al darse cuenta de que su barriga había desaparecido.
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"Su hijo está bien, señora", le dijo una enfermera al entrar en su habitación con pasos apresurados. "Sin embargo, como es prematuro, lo han retenido en la UCIN".
María dejó escapar un suspiro de alivio, con los ojos todavía llenos de lágrimas. "¿Cómo está? ¿Y por qué me duele tanto cuando me muevo?", preguntó, retorciéndose de dolor. "Le han hecho una cesárea, señora. Tiene que descansar. El médico vendrá dentro de un rato a verla", respondió la enfermera antes de salir de la habitación.
Los pensamientos de María se dirigieron ahora a Javier. ¿Dónde estaba? ¿Sabía siquiera lo que había pasado? ¿Alguien le había informado de que ella estaba en el hospital? Llamó a la enfermera y le pidió que marcara el número de Javier, pero fue interrumpida por su amiga Alicia, que entró en la habitación con expresión afligida. "No es necesario, María. No podrá venir".
"¿Por qué? ¿Está todo bien?”.
"La verdad es que no", respondió Alicia con un tono triste. "Tu jefe le llamó justo después de que te llevaran al hospital, pero le dijo que no quería volver a verte. Le dio mi número y manifestó que estaba cansado de adaptarse cada día y que quería grandes cosas en la vida y que había encontrado una chica que podía ayudarle a conseguirlo."
"¿Qué?" La cara de María se puso pálida. "No, Alicia. Esto no puede ser verdad".
"Lo siento, María, pero Javier no va a volver".
María rompió a llorar ante el comentario de Alicia. “Estoy sola de nuevo. Quizás no debería haber metido a un niño en todo esto. Ahora sufrirá por mi culpa”. María no podía dejar de culparse a sí misma.
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"Cálmate, María. Estoy aquí", dijo Alicia, intentando consolarla. Ninguna de esas palabras pudo consolarla. Lloró durante varias horas ese día y semanas después, lamentando su horrible destino.
Alicia la cuidó como una madre y se quedó con ella hasta que su hijo recibió el alta del hospital. Con el tiempo y con la ayuda de su amiga, María pudo superar su depresión y desarrollar una visión positiva de su vida. Sin embargo, le esperaba otro secreto.
UNOS AÑOS MÁS TARDE
María volvía a casa después de dejar a Teodoro en el colegio, cuando un chico que estaba al otro lado de la calle llamó su atención. Llevaba gafas y tenía un aspecto frágil, como si no hubiera comido en días. Sintiéndose fatal por su estado, María decidió acercarse a él.
"Hola, joven", le dijo en voz baja. "¿Te gustaría almorzar conmigo?".
"¡Me encantaría!", respondió él con una sonrisa. "¿Puede pasarme el bastón, por favor? No lo encuentro".
El corazón de María dio un vuelco. “Oh, Dios, ¡no puede ver! ¡Por eso llevaba esas gafas!”. Tomó el bastón y se lo entregó rápidamente. El niño se lo agradeció con una sonrisa.
"¿Cómo te llamas?", preguntó María mientras se dirigían a un restaurante.
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"Puede llamarme Adrián. Así me llaman todos en el orfanato. Allí no me alimentan bien, así que a menudo mendigo en las calles".
"Entonces, Adrián, ¿estás completamente ciego? ¿No puedes ver nada en absoluto?"
El chico esbozó una leve sonrisa. "Sí, soy completamente ciego". El niño se quitó las gafas para demostrarlo y reveló sus ojos, totalmente nublados por las cataratas.
"¡Oh, no! ¡Esto no es posible!", jadeó María, tapándose la boca con la mano. Sin las gafas, ¡Adrián se parecía mucho a su hijo Teodoro!
"Lo siento, no quería asustarla", murmuró el chico, poniéndose de nuevo las gafas con manos temblorosas.
"No, lo siento, no me has asustado, Adrián", dijo María con calma. "¿Te importaría decirme cuándo es tu cumpleaños?".
"Oh, es el 13 de agosto. Pero, ¿por qué me lo pregunta? ¿Me enviará un regalo ese día?" El chico soltó una risa.
La cara de María se sonrojó al escuchar la respuesta de Adrián. El niño no solo era una viva imagen de su hijo, sino que además compartía el mismo cumpleaños que él. "Algo no está bien. ¡Tendré que averiguar cómo es posible!", se prometió María.
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Tras salir del restaurante ese día, María llevó al chico a su casa para saber más sobre su vida y sus padres. Sin embargo, Adrián dijo que no sabía nada, salvo que había estado en el orfanato desde su nacimiento.
En los días siguientes, María se propuso cotejar el ADN de Adrián con el suyo. Pero, sorprendentemente, los resultados fueron negativos. Entonces hizo otra prueba, cruzando el ADN de Teodoro con el de Adrián, y esta vez, los resultados fueron sorprendentes, compartían el 92% de su ADN.
Curiosa por saber cómo era posible, empezó a indagar más y presentó una demanda contra el hospital. Imagina su sorpresa cuando Javier admitió que estaba al tanto de la situación.
El hombre reveló que el hijo de María había nacido muerto. Ese mismo día, una mujer sin hogar había abandonado a sus gemelos recién nacidos en el hospital. Tras la llamada de la Sra. Méndez, Javier acudió al hospital, pero cuando descubrió el estado de su hijo, sobornó a la enfermera para que sustituyera al bebé y huyó.
"No quería estar contigo, María, porque estaba cansado de nuestro pobre estilo de vida. Pero me sentí mal por dejarte", dijo. "Recuerdo lo triste que estabas cuando me contaste lo sola que te sentías después de que tu familia te dejara, así que me aseguré de que tuvieras a alguien contigo incluso después de que me fuera".
María se quedó sin palabras. Rompió a llorar cuando la policía detuvo a la enfermera y a Javier, pero no porque estuviera molesta por la traición; sollozaba porque el hermano de Teodoro tenía que sufrir por culpa de su supuesto exmarido y de la patética enfermera.
Al final, sintiéndose fatal por Adrián, María decidió adoptar al niño y comenzó los trámites. La llegada de Adrián trajo la alegría a su vida. Le había pedido a Dios un solo hijo, pero la bendijo con dos adorables niños.
Madre e hijo. | Foto: Pexels
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Las mentiras siempre salen a luz: La enfermera y Javier esperaban que la verdad sobre el cambio de bebés nunca se revelara, pero no fue así.
- Hay una historia detrás de cada persona que conocemos: María conoció a Adrián porque estaba destinada a tener dos hermosos hijos.
Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.
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