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Niño frente al autobús escolar | Foto: Getty Images
Niño frente al autobús escolar | Foto: Getty Images

Maestra ve que niño no se monta en el último bus escolar: "Nadie me espera en casa", dice él - Historia del día

Mayra Pérez
28 sept 2022
20:00

Una noche, un niño escuchó a sus padres decir algo horrible sobre él y, al día siguiente, no quiso subirse al autobús de regreso. Su maestra lo acompañó a casa y descubrió la asombrosa verdad sobre lo que había sucedido.

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"Mateo, ¿por qué sigues aquí? ¿Ese no fue el último autobús escolar?”, le preguntó Julia a su alumno después de salir de la escuela y verlo parado en la acera, arrastrando los pies y con apariencia de sentirse perdido.

“No lo sé. Decidí no subirme”, respondió el chico, encogiéndose de hombros y mirando hacia abajo. Pero Julia sabía que algo andaba mal. Mateo era un buen chico, aunque no un destacado estudiante.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

“¿Se trata de la prueba de ayer? ¿Tus padres se enojaron? Está bien. Puedo darte crédito adicional para compensarlo”, ofreció la docente.

Sabía que algunos padres eran demasiado estrictos con las notas de sus hijos. Mateo había obtenido una calificación baja y probablemente lo habían regañado por eso.

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“Sí, mis padres estaban enojados... no me dieron postre después de la cena como castigo. Pero es más que eso. Ellos... nadie me espera en casa. Los escuché”, dijo Mateo, con la voz quebrada y lágrimas en sus ojos.

“¿Qué pasó? ¿Qué te dijeron?”, preguntó Julia, frunciendo el ceño e inclinándose un poco.

“Dijeron: ‘Ya no puedo lidiar con él. Deberíamos haberlo dejado cuando nos mudamos. Es tan molesto’. Bueno, mi mamá dijo eso. Pero luego, papá dijo: ‘Sí, creo que tienes razón’”. Sus lágrimas estaban cayendo abiertamente ahora.

“¡Oh, querido!”, exclamó Julia y envolvió sus brazos alrededor del niño. Las calificaciones no siempre determinaban el futuro de un niño. Eso no tenía sentido. No podía creer que ningún padre dijera que abandonaría a su hijo por bajas notas. “Vamos, cariño. Te llevaré a casa”.

Mateo la siguió y subió al auto sin decir una palabra, pero Julia escuchó sus sollozos silenciosos. Tendría que hablar con los padres sobre esta situación porque ningún niño merecía escuchar algo así. Además, tenía que saber si tenía que llamar a Servicios Sociales.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Llegaron a su casa rápidamente; estaba a solo 15 minutos de la escuela en auto. Salieron y ella acompañó al niño hasta la puerta.

“¡Señorita Julia! ¡Qué agradable sorpresa!”, dijo la mamá de Mateo, Delia. “Pase adelante”.

Julia la saludó y el padre de Mateo, Manuel, también apareció. “Maestra Julia, ¿está aquí para hablar sobre las calificaciones de Mateo? Iba a llamarla para hacer un trabajo de recuperación. Él puede hacerlo. No quiero que esta prueba baje sus calificaciones finales”, dijo el hombre.

“Bueno, sí. Podemos hacer eso, seguramente. Ya le dije a Mateo sobre el crédito extra. Pero estoy aquí por otra razón. Mateo se saltó el último autobús escolar y me dijo algo preocupante”, comenzó Julia. “Tal vez deberíamos sentarnos”.

Los padres de Mateo mostraron expresiones de preocupación y se sentaron a escuchar a Julia. Mateo se quedó a un lado para escuchar. Cuando la maestra terminó de contarles todo, el niño lloró una vez más.

“¡Dios mío, Mateo!”, dijo Delia, poniéndose de pie y acercándose a su hijo. Sus manos fueron a sus hombros. “Nunca diríamos eso de ti. ¡Estábamos hablando de Bobby!”.

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

“¿Bobby?”, preguntó Mateo. Sus ojos llorosos se encontraron con los de su madre.

“¡Sí, Bobby!”, confirmó Manuel, de pie junto a ellos. Y de repente, la expresión de Mateo cambió por completo. Sonrió y abrazó a su madre con fuerza.

“Lo siento. ¿Quién es Bobby?”, preguntó Julia, confundida. ¿Mateo tenía un hermano? Si era así, la situación no era mucho mejor.

“Le mostraré”, dijo Manuel y se fue a su dormitorio. Unos segundos después, regresó sosteniendo… un cactus en sus manos. “Mateo llamó a este cactus Bobby y se lo regaló a su madre hace un año”.

“¿Se trataba de un cactus?”. Julia se levantó y comenzó a reírse.

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“Sí, estuvimos hablando de él anoche”, explicó Delia, todavía sosteniendo a su hijo alrededor de su cintura. “Quiero deshacerme de él porque tengo que recortarlo todo el tiempo para mantenerlo en ese pequeño matero. Es molesto y me pincho demasiado”.

La docente se rio aún más fuerte y todos se unieron a ella. La invitaron a cenar y el resto de la velada fue encantadora. Justo cuando estaba a punto de irse, Julia hizo una sugerencia y salió de la casa de Mateo con el cactus en sus manos.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Los mejores maestros son los que se preocupan por sus alumnos incluso cuando termina la clase: Julia vio a su estudiante triste y lo escuchó, lo que la llevó a averiguar qué estaba pasando en casa.
  • Cuando hay niños en casa, los adultos deben tener cuidado con lo que hablan: Los padres siempre deben estar atentos a la presencia de sus hijos en sus hogares, especialmente cuando tienen conversaciones de adultos que pueden ser malinterpretadas.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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