Hijos se burlan de su padre "sordomudo" mientras reparten su herencia hasta que él dice "es mi turno" - Historia del día
Los hijos de un 'sordomudo' se llevan una sorpresa cuando llegan a su casa para repartir la herencia. Apenas terminaron de discutir, insultarse y ofender a su padre creyendo que no podía escucharlos, el hombre les habla.
"Son $32,90". Sandra suspiró mientras registraba las compras del cliente; luego, con voz monótona, agregó: "Que tengas un buen día".
"Igual para ti. Muchas gracias", respondió el cliente con una sonrisa y se alejó. Ni la sonrisa ni el agradecimiento del cliente supuso ninguna diferencia para Sandra.
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El pitido de los lectores de códigos de barras continuó mientras los otros compradores que esperaban su turno se acercaban a la caja registradora. Sandra cargó sus artículos a su ritmo habitual y les deseó un "buen día" triste y cansado, como lo hacía todos los días.
Sandra tenía solo 19 años y trabajaba como cajera en una tienda de comestibles. No había podido asistir a la universidad y no tenía la preparación para conseguir un mejor trabajo, así que se resignaba a ser la cajera de la tienda de comestibles.
Cuando tenía seis años, un accidente automovilístico se llevó a sus padres. Muy pronto ingreso al sistema de hogares de acogida. Cada uno de los lugares terminó siendo peor que el anterior.
Sandra solía llorar y abrazar a su osito de peluche, el señor Blanquito, rogándole a Dios que le enviara a su mamá y papá de regreso. Un día, una trabajadora social le informó que habían localizado a un familiar. El primo de su difunta abuela estaba dispuesto a acogerla. Se llamaba Ben.
"¡Oh, mírate! ¡Eres muy linda!". Ben sonrió a la niña, quien le devolvió la mirada con grandes ojos azules.
Ben tenía 62 años en ese entonces, tenía los dientes rotos y olía raro.
Sandra sostuvo al señor Blanquito cerca de ella mientras decía: "¿Eres Ben?".
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"Sí, así es", respondió el anciano. "¡Y tú debes ser Sandra! Parece que tienes un amigo contigo", comentó, señalando su osito de peluche.
"Él es el señor Blanquito. Mi mamá y mi papá me lo regalaron. ¿Te gusta?", le preguntó.
"¡Oh, sí! ¡Me encanta! ¿Les gustaría a ti y al señor Blanquito acompañarme a casa? Sé que soy un anciano y no es divertido estar cerca de mí. Pero somos familia, pequeña".
Sandra afirmó con la cabeza y una pequeña sonrisa apareció en sus labios. "¡Eres gracioso!", dijo entre risas. "¡Hueles raro! ¡Me agradas, Ben!".
Desafortunadamente, Ben estaba discapacitado y no pudo obtener la custodia de Sandra, por lo que les pidió a sus hijos que se hicieran cargo de la niña, lo que aceptaron sin convicción.
Con el paso del tiempo, se cansaron de cuidarla y comenzaron a considerarla una carga. Eventualmente, Sandra se mudó con Ben y su vida cambió para siempre.
Era un viudo que había criado solo a sus tres hijos y no sabía nada acerca de niñas, pero hizo todo lo posible para brindarle un hogar lleno de amor.
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El viejo Ben jugaba con Sandra, la inscribió en una buena escuela y le dio el amor de una familia. Le enseñó a cocinar; hacían deliciosas hamburguesas en el patio trasero. A la edad de 13 años, Sandra era la que cuidaba a Ben.
Además de ser amable y cariñosa, Sandra también era una estudiante brillante. Ben tenía grandes expectativas y quería que ella lograra cosas increíbles en la vida. Pero cuando comenzó en la escuela secundaria, la salud del anciano comenzó a deteriorarse.
Estaba más delgado y pálido cada día y solo contaba con Sandra. Los hijos de Ben se habían distanciado de él al ver como trataba a la adolescente, y nunca más lo visitaron.
Un día, Sandra regresó a casa y encontró a Ben inconsciente en el piso del baño. Preocupada y muy asustada, llamó al 911 y lo llevaron al hospital.
"Fue un pequeño accidente cerebrovascular. El paciente está estable ahora, pero nos preocupa que haya perdido la capacidad de hablar y escuchar".
El diagnóstico de Ben fue un duro golpe para Sandra. Fue declarado sordomudo por los médicos y necesitaba alguien que lo cuidara las 24 horas del día, los 7 días de la semana.
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Sandra había recibido una beca de una de las mejores universidades. Podría haber hecho una exitosa carrera, pero después de ese diagnóstico, decidió dejar su vida en un segundo plano.
"Estaré bien, Ben", escribió en un bloc de notas para él. "Quiero estar allí para ti, ¿de acuerdo? Haremos esto juntos".
"No tienes que hacer esto, cariño. Podemos contratar a una enfermera", escribió Ben con manos temblorosas.
"No", escribió ella. "Estuviste allí cuando te necesité, así que quiero estar allí para ti también. Por favor. Quiero hacer esto".
Y fue entonces cuando Sandra dejó atrás todas sus metas y sueños y se convirtió en la cuidadora de Ben. En el fondo, él estaba profundamente herido porque sus hijos no habían aparecido cuando más los necesitaba.
¿Había sido en vano todo su amor y cuidado por ellos? ¿Qué había hecho él para merecer ese trato? ¿Por qué no merecía su amor?
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Una noche, Ben estaba sentado solo en su estudio y miraba por la ventana. Mientras recordaba cómo había criado solo a sus tres hijos después de la muerte de su esposa, las lágrimas corrían por sus mejillas.
Logan, Zacarías y Gavin eran su sangre y su carne, pero nunca se preocupaban por él. Cuando tuvo el derrame cerebral, ni siquiera se molestaron en presentarse en el hospital o preguntar si estaba bien. Todo lo que hicieron fue enviar algunos mensajes.
"Oye, papá, ya sabes cómo son las cosas en el trabajo… todo es una locura en este momento. Espero que puedas entender".
"Espero que los médicos estén haciendo un buen trabajo. Técnicamente, no puedo hacerte mejorar, papá. Quiero decir, tienes que cuidarte".
"Me alegro de que estés bien ahora. Tal vez me tome un tiempo la semana que viene y te visite".
En algún momento, Ben sintió que a sus hijos no les importaba si vivía o moría. Así que tomó una decisión. Esa noche, mientras estaba en el estudio, escribió un mensaje y se lo envió a cada uno de ellos.
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"Hola hijos,
Espero que todos estén bien. Como saben, mi salud no está en la mejor forma. He decidido ocuparme de mis asuntos antes de que Dios me llame, así que quiero verlos a todos en mi casa este viernes. Voy a repartir la herencia entre ustedes. Vengan a las 2 de la tarde.
Papá".
También le escribió un mensaje a Sandra. En cuestión de segundos, su teléfono sonó con su respuesta.
"¡No necesito nada de ti! Has hecho más por mí que cualquier otra persona. Gracias, Ben. Te quiero. Estaré en el supermercado este viernes. Horas extras. Hagamos una fiesta de pizza cuando regrese. ¿Necesitas que te lleve algo?".
Los ojos de Ben se llenaron de lágrimas mientras escribía: "También te quiero, cariño. Buenas noches. Estoy bien".
Durante los días siguientes, los hijos de Ben respondieron, algo que solo hacían si les resultaba rentable, y todos decían que llegarían a tiempo.
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Mientras tanto, Ben persuadió a Sandra para que estuviera allí cuando se dividiera la herencia, pero ella se negó. Argumentó que pronto él gozaría de buena salud y correría maratones y que ella no quería nada de él.
"Me ayudaste a conseguir un trabajo en el supermercado y puedo ganarme la vida. También me diste un hogar cuando mis padres murieron. ¿Qué más necesito? Nada, Ben, nada. Solo quiero que vivas muchos años más!", le escribió Sandra.
Pero los hijos de Ben no pensaban igual. Logan, Zacarías y Gavin llegaron a la casa de su padre antes de lo esperado. Cuando el anciano se sentó en la silla frente a ellos, deslizó una lista y una nota sobre la mesa.
"No quiero que ninguno de ustedes me guarde rencor cuando muera, así que determiné que esta reunión era obligatoria. Por favor, no duden en expresar cuánto de la herencia les gustaría tener a su nombre".
"Tienen una lista de mis activos, y quiero que tomen sus propias decisiones sin mi interferencia. No quiero que peleen entre ustedes cuando me haya ido".
"No necesitabas escribir tanto, papá", se rio Logan, con la nota en sus manos. "Todo lo que tenías que escribir era: '¡Cojan sus acciones antes de que mis pulmones se rindan y acabe muerto!'. Oh, espera, no puedes oírnos, ¿verdad? ¡Déjame escribirte eso!".
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Los ojos de Ben se llenaron de lágrimas al leer lo que había escrito su hijo menor. "Lo que has dicho es una falta de respeto, Logan", pensó. "No debes olvidar que soy tu padre".
"¡Esto es muy gracioso!", se burló Zacarías. "Quiero decir, ¡ni siquiera puede hablarnos o escucharnos! Entonces, ¿espera que nos sentemos aquí y pasemos el rato escribiéndole lindos mensajes? ¡Horror! ¡Podría haber llamado al abogado!".
"¡Vamos, chicos!", intervino Gavin. "¡Es un viejo! Y no puede oírnos, así que no tenemos que fingir que nos importa. Pongamos todo en orden y larguémonos de aquí, ¿de acuerdo? Empezaré yo… Soy el mayor, tengo derecho a la mayor parte".
"¡Espera!", exclamó Logan. "Solo porque papá es un holgazán y no quiera decidir nada, no significa que harás lo que quieras, ¿de acuerdo? ¡Todos merecemos nuestra parte justa!".
"¡Todo es culpa de papá!", dijo Zacarías. "¿No puede hacer nada correctamente? ¿Cómo se enfermó no puede ocuparse de sus asuntos legales? ¡Qué desastre! ¿Qué tan difícil es repartir todo?".
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La reunión fue un asunto repugnante, con los tres hijos de Ben peleándose como perros callejeros por la herencia. Numerosas veces, los tres jóvenes despreciaron a su padre por dejar que ellos eligieran lo que recibirían.
"¿Por qué tenemos que dejarle algo a ella?", preguntó Zacarías, cuándo Ben les escribió otra nota, diciéndoles que quería que Sandra fuera incluida en la división de la herencia.
"¡Porque yo lo digo!", insistió Ben, a tiempo que negaba con la cabeza.
"¡Es una bruja! ¡La odio! ¿Has perdido la cabeza?", escribió Zacarías.
"¡Ella tiene que ser parte de esto! ¡Es mi decisión!", volvió a escribir Ben.
"¡Está bien! ¡Le dejaremos algo!", escribió Logan. "¡Aunque ni siquiera es parte de nuestra familia!".
Después de un par de horas de insultarse mutuamente y a Ben, los tres muchachos se pusieron de acuerdo sobre la repartición. Entonces su padre sonrió e hizo algo que los chicos nunca hubieran imaginado.
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"Es mi turno. ¿Vale, chicos?", dijo, y sus tres hijos le miraron incrédulos.
"¿Acabas de hablar?". Los ojos de Zacarías se abrieron desmesuradamente. "¿Cómo es eso posible?".
"Eso significa que… ¡Escuchaste todo! ¡Nos escuchaste!", exclamó Gavin.
Ben asintió. "Es tan horrible que mis tres hijos, a quienes críe con tanto amor y cuidado, sean tan indolentes", suspiró.
"Muchas gracias a todos por venir. Todo esto fue una artimaña para averiguar cuáles eran sus verdaderas intenciones. Hace poco tiempo que recuperé la audición y la capacidad de hablar".
Los tres hombres salieron furiosos de la casa de Ben, maldiciéndolo por haberles hecho perder el tiempo. Lo que no sabían era que en realidad estaba bastante enfermo y no tenía mucho tiempo.
Ben tampoco le había contado a Sandra sobre su plan porque quería determinar su verdadero heredero. Cuando murió una semana después, cada uno de sus hijos recibió un sobre de él.
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"Ya que eres el mayor, Gavin", decía la nota en el sobre, "te voy a dejar $2. ¡Qué lamentable que este hombre mayor que no podía hablar o escuchar solo te dejara $2! ¡Espero que eso te enseñe algo!".
"Querido, Zacarías, lamento que este 'maldito enfermo' haya estado al tanto de tus ofensas e insultos. Espero que el $1 en este sobre te enseñe que el dinero no puede comprarlo todo".
"¡Logan, mi hijo menor! ¡Tu padre era muchas cosas, pero no un holgazán! Tenía un corazón bondadoso, ¡así que decidió dejarte $1! Ni siquiera te merecías eso por tus palabras insultantes y degradantes, pero era un mejor humano que tú".
El último sobre era para Sandra, e hizo que la jovencita llorara como una niña.
"Querida Sandra,
Un corazón que da amor debe aprender a recibir amor. Te dejo toda mi herencia porque te preocupaste por mí sin esperar nada a cambio. Dicho esto, no creas que me debes nada. Recibe lo que te mereces con gratitud.
Con amor,
Ben".
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- La generosidad solo trae cosas buenas. Sandra cuidó de Ben sin esperar nada a cambio, y ese cariño volvió a ella en la forma del amor y el legado de Ben.
- Puedes dar amor a alguien, pero no puedes hacer que lo honren y lo respeten. Ben crió a sus hijos con amor, pero no pudo lograr que tuvieran valores; solo querían su dinero.
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