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Furgoneta oxidada en la calle. | Foto: Shutterstock
Furgoneta oxidada en la calle. | Foto: Shutterstock

Mamá aterrada ve a hija adolescente subir a una vieja furgoneta oxidada y la sigue - Historia del día

Karen era una madre soltera que quería mucho a su hija Lily, una estudiante sobresaliente. Aunque tendía a ser sobreprotectora y a controlar la vida de su hija, todo cambió cuando vio a Lily subirse a una furgoneta sospechosa.

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Karen era madre soltera de su hija adolescente, Lily. Ella significaba todo para Karen. Tras separarse de su exesposo, Karen puso toda su energía en proporcionar a Lily la mejor vida posible.

La adolescente era una estudiante sobresaliente, y Karen hacía todo lo que podía para asegurarse de que las cosas siguieran así. Aunque las intenciones de la madre eran siempre puras, pues sólo quería lo mejor para su hija, era sobreprotectora con ella, imponiendo constantemente su voluntad sobre su vida.

Un día, Karen iba de camino al supermercado cuando vio a Lily a un lado de la carretera, cerca de un edificio abandonado. Para la madre no tenía sentido porque su hija le había dicho que iba a la biblioteca a estudiar.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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“¿Por qué me mentiría? Lily nunca me había mentido antes. ¿Estará todo bien?”, pensó Karen. Sentía que estaba empezando a caer en un estado de pánico. Entonces estacionó su auto a un lado de la carretera, se tranquilizó y luego llamó a Lily.

“¡No, Lily! ¿Qué estás haciendo?”, murmuró Karen mientras veía a su hija subir a la vieja y maltrecha furgoneta. Su corazón latía profusamente en su interior mientras veía al vehículo alejarse

“Hola, cariño. ¿Cómo te va? ¿Sigues en la biblioteca?”, preguntó Karen.

“Sí. Puede que me quede un rato más, mamá. Creo que estoy progresando”, respondió Lily.

A estas alturas, Karen empezaba a preocuparse de verdad. Su hija nunca le había mentido, pero allí estaba, claramente tomándole el pelo. Decidió hacer algunas preguntas más.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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“Me alegro de oír eso, cariño. ¿En qué biblioteca estás? Puedo recogerte de camino a casa”, dijo Karen.

Su hija dudó un momento antes de contestar: “Es la que está junto al parque. No hace falta que me recojas. Estaré aquí unas horas más. Todavía tengo mucho trabajo que hacer”.

Karen no podía creer lo que estaba oyendo. Su hija le estaba mintiendo descaradamente. La ansiedad de Karen crecía, su corazón latía con más fuerza mientras veía a Lily cortar la llamada y caminar hacia una vieja y oxidada furgoneta que acababa de detenerse a su lado.

“¡No, Lily! ¿Qué estás haciendo?”, murmuró Karen mientras veía a su hija subir a la vieja y maltrecha furgoneta. Su corazón latía profusamente en su interior mientras veía al vehículo alejarse. Karen los siguió inmediatamente, manteniéndose a una distancia prudencial.

“¿Qué está haciendo esta niña? Así no es como te he criado, Lily”, murmuró la madre mientras seguía a la furgoneta. De hecho, Karen siempre había sido muy intencional con la forma en que criaba a su hija desde que su esposo las dejó.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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El padre de Lily, y exesposo de Karen, se había divorciado de ella y se había mudado a otro estado donde formó una nueva familia. Después de eso, apenas se involucraba en sus vidas, y Karen prefería las cosas así.

Lily siempre había sido una buena estudiante, siempre responsable y trabajadora. Karen siempre había estado orgullosa de los logros de su hija y hacía todo lo que estaba en sus manos para asegurarse de que tuviera las mejores oportunidades que la vida podía ofrecerle.

Se aseguraba de que las notas de Lily estuvieran por encima de los demás y de que participara en todas las actividades extraescolares pertinentes.

Pero, como efecto secundario inevitable de todo ello, Karen era la clásica madre sobreprotectora. Sin saberlo, tomaba el control de todos los aspectos de la vida de su hija. Desde la gente con la que pasaba el tiempo hasta su horario, su alimentación e incluso sus notas, Karen se encargaba de todo.

La madre tenía sus razones, por supuesto. Ella también había sacrificado mucho para mantener a Lily. Pero en algún momento, perdió el equilibrio y se volvió demasiado controladora.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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No podía soportar la idea de que algo malo le sucediera a su hija, así que se encargaba de asegurarse de que todo saliera bien. El estatus era esencial para Karen, y lo transmitía también a la vida de su niña. A Lily le resultaba algo pesado crecer así, porque sus relaciones y experiencias estaban dictadas por las expectativas de estatus social de su madre.

¿Qué hacía Lily en un barrio así con un chico de aspecto tan desaliñado? ¿Y si era un traficante de drogas? “¡Oh, no! ¿Lily se está drogando?”, pensó Karen.

Con los años, Karen se había acostumbrado tanto a tener el control que se había convertido en parte de su naturaleza. No se daba cuenta de que su sobreprotección estaba asfixiando a Lily y a menudo provocaba tensiones entre ellas.

Y mientras la madre conducía detrás de la misteriosa y vieja furgoneta, nunca se le ocurrió que esta acción sólo podría aumentar la tensión. Lo único que pasaba por su mente era si su hija estaba o no en problemas.

La ansiedad de Karen y su imaginación plagada de miedo seguían aumentando a medida que observaba el vecindario al que se dirigía la furgoneta. Era un barrio empobrecido, con infraestructuras viejas y decadentes, e indigentes en cada esquina. Para Karen, no era un lugar adecuado para su hija.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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Finalmente, el vehículo se detuvo frente a una casa pequeña y destartalada que había vivido tiempos mejores. Mientras Karen se detenía y observaba desde la distancia, se dio cuenta de que la casa tenía un cierto aire de abandono. La pintura exterior estaba desconchada y el tejado parecía necesitar reparaciones.

“¡Oh, no, Lily! ¿En qué te has metido? Por favor, no entres ahí”, dijo Karen en voz baja, golpeando nerviosamente el volante con las llaves del auto. La adolescente salió de la furgoneta con un chico de ropa desgastada. La madre vio que ambos desaparecían dentro de la casa.

¿Qué hacía Lily en un barrio así con un chico de aspecto tan desaliñado? ¿Y si era un traficante de drogas? “¡Oh, no! ¿Lily se está drogando?”, pensó Karen. Su imaginación se estaba apoderando de ella mientras se le ocurrían todo tipo de horribles teorías en su cabeza.

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La madre sacó su teléfono y marcó el número de la policía, luego se tomó un momento, considerando si debía o no presionar el botón de llamada.

“¡Vamos, Karen! Vamos. Es ahora o nunca. Sólo Dios sabe cuánto tardará la policía en llegar a una zona como ésta”, murmuró la madre. De repente, guardó el teléfono, sacó un spray de pimienta del bolso, salió del auto y corrió hacia la casa.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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Karen no podía aguantar más el suspenso. Estaba muy preocupada por lo que pudiera estar pasando dentro. A medida que se acercaba, pudo ver mejor lo destartalada y ruinosa que estaba la vivienda. Estaba segura de que nada bueno podía salir de aquel lugar.

Con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho, la madre llegó a la puerta y la abrió. Mientras se abría paso por la sala poco iluminada, Karen comenzó a escuchar un sonido sordo procedente de la otra habitación. Siguió el sonido, que la condujo a una puerta cerrada. Dudó un momento antes de estirar la mano para abrirla.

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Para su alivio, encontró a Lily y al chico sentados en un sofá, hablando y riendo. Ambos miraron a Karen cuando entró en la habitación, y la sonrisa de Lily se desvaneció al ver la expresión de preocupación en el rostro de su madre.

“¿Qué rayos está pasando aquí?”, preguntó la madre, con la mirada perdida entre los dos adolescentes.

“¿Qué estás haciendo aquí?”, preguntó Lily, confundida.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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“Yo... estaba preocupada por ti. Estaba en la calle y te vi entrar en una furgoneta con ese chico”, dijo Karen, señalando al joven, llamado José.

“Mamá, cálmate”, dijo la adolescente, poniéndose de pie y soltando la mano de José. “Este es José... mi... mi novio”.

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“¡¿Tu qué?!”, preguntó Karen, poniéndose roja.

“Sí, mamá”, dijo Lily, con la voz ligeramente temblorosa. “Llevamos saliendo unos meses”.

Los ojos de Karen se entrecerraron mientras miraba a José. “Y, ¿a qué te dedicas?”, preguntó escéptica.

“Estoy en el último año en la Secundaria Farías”, respondió José con calma. “Tengo un promedio de 4,0 y estoy en camino de entrar en una de las mejores universidades del país”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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Karen no parecía convencida. “¿Y qué hay de tu familia?”, preguntó. “¿Son de por aquí?”.

José suspiró, mirándose los pies. “Soy huérfano, señora. Mis padres murieron en un accidente automovilístico cuando yo tenía dos años. Lo único que me queda es mi abuelo, y éste es el único sitio donde podemos permitirnos vivir. Aún no puedo permitirme mi propio auto, así que tomé prestada la vieja furgoneta de mi abuelo para recoger a Lily”, explicó.

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Cuanto más escuchaba Karen y miraba a su alrededor, más fuerte sentía una punzada de culpabilidad que la invadía. Se dio cuenta de que sus suposiciones sobre José y su situación eran injustas e infundadas.

“Lo siento, José. No tenía idea. Es sólo que, como madre, me preocupa la seguridad de mi hija”, dijo con más calma.

José asintió en señal de comprensión. “Lo entiendo. Y quiero que sepa que me preocupo mucho por Lily”.

Karen sintió una oleada de empatía por José. No era lo que ella había esperado en absoluto. Se dio cuenta de que estaba vestido con ropa desgastada pero limpia, y que se comportaba con una tranquila confianza que a ella le intrigaba.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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“Pero cariño, sólo tengo una última pregunta. ¿Por qué me mentiste sobre lo de ir a la biblioteca? ¿Por qué no pudiste decirme la verdad?”.

Lily dudó un momento antes de contestar. “¿En serio, mamá? ¿Me habrías dejado de buena gana salir con un chico que me recogiera en una furgoneta vieja y oxidada? Habrías encontrado la forma de controlarme y evitar que fuera, como siempre. Como si fuera tu marioneta”.

Karen quedó helada al ver cómo su hija revelaba sus emociones reprimidas. Se sintió abrumada por la culpa y la vergüenza, al darse cuenta de cómo su sobreprotección y sus prejuicios habían afectado a su hija.

“Lo siento, Lily. Nunca quise hacerte sentir que no podías ser sincera conmigo. Es sólo que quiero lo mejor para ti, y a veces, o demasiado a menudo, me preocupo”, explicó Karen, acercándose a su hija.

“Lo sé, mamá”, dijo Lily, tomando la mano de su madre y suavizando su voz.

“Pero a veces pareciera que no confiaras en que pueda tomar mis propias decisiones. José es una buena persona, y es muy inteligente. Va a entrar en una de las mejores universidades”, dijo Lily, mirando a su madre con expresión esperanzada.

Karen escuchó las palabras de su hija y se dio cuenta de que tenía que confiar más en ella y darle más libertad para tomar sus propias decisiones. “De acuerdo, Lily. Te escucho. Siento haber sido tan controladora. Confío en ti y quiero que seas feliz. Sólo prométeme que estarás a salvo y tendrás cuidado”, dijo Karen, abrazando a su hija.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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“Y no vuelvas a asustarme así”, concluyó Karen.

“No te preocupes, no lo haré, mamá. Sólo recuerda que me criaste bien”, concluyó Lily, todavía fuertemente envuelta en los cariñosos brazos de su madre.

Después de ese día, hubo más confianza y libertad en la relación de Karen y Lily. La madre llegó a conocer mejor a José y se encariñó con él. Su hija y él siguieron saliendo durante toda la universidad. Karen sigue esperando con impaciencia que se casen.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • La confianza y la honestidad son lo más importante en una familia: A pesar de las mejores intenciones de los padres, la sobreprotección puede acarrear malas consecuencias. La sobreprotección de Karen en la vida de su hija sólo consiguió alejarla de ella. Tanto es así que Lily sintió que había partes de su vida que no podía compartir con Karen.
  • No juzgues a una persona por su apariencia: Karen juzgó al novio de Lily por su origen pobre cuando, en realidad, tenía un maravilloso carácter. Sus prejuicios no sólo la afectaron a ella, sino que también limitaron las experiencias vitales de su hija.
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