Mi esposo nos abandonó, dejando sólo una nota que decía "Lo hice por uds", y la espeluznante verdad salió a la luz años después
Celia y Daniel llevaban siete años casados. Sin embargo, cuando su negocio empezó a tambalearse, él se volvió cada vez más retraído, hasta que una mañana desapareció y dejó a su esposa y a su hija para recoger los pedazos.
Durante siete años, mi vida con Daniel fue un sueño. Éramos almas gemelas, y nuestro vínculo se hizo más fuerte cuando vino al mundo nuestra hija, Abby.
Daniel no sólo era un gran esposo, sino también un padre devoto. Nuestra familia se sentía completa, perfecta.
Pero entonces las cosas cambiaron.
Padres con su bebé | Foto: Pexels
Daniel empezó a distanciarse. Su calidez y afecto hacia Abby y hacia mí fueron sustituidos por un frío silencio. Preocupada, intenté tenderle la mano.
"Cariño, ¿qué pasa?", le pregunté una noche mientras fregábamos los platos después de cenar. "Últimamente estás muy distante".
"Es sólo... el trabajo, Celia", murmuró, dando un trago a su cerveza. "El negocio está difícil ahora. Ya me las arreglaré".
Quería creerle, apoyarle en lo que fuera que le atormentaba. Pero antes de que pudiera encontrar la forma de hacer que Daniel se abriera a mí, se había ido.
Una mañana, mientras preparaba el desayuno para Abby antes de ir al colegio, encontré una nota en la encimera de la cocina:
Hago esto por nosotros. Recuerda que las quiero.
Persona fregando los platos | Foto: Pexels
Eso era todo. Sin explicaciones, sin despedidas. Daniel desapareció, dejándonos atrás a nuestra hija y a mí.
Las semanas se convirtieron en meses, y finalmente, un año después, los papeles del divorcio llegaron de sopetón. Daniel me lo dio todo, sin rechistar. Su abogado dijo que quería que Abby y yo lo tuviéramos todo.
Era como si quisiera borrar su existencia de nuestras vidas.
Aproximadamente un año después de mi divorcio, Abby quería irse de campamento de verano.
"¡Por favor, mamá!", decía con los ojos muy abiertos por la emoción. "Todos mis amigos van a ir".
Cedí. La niña había vivido con el dolor de su padre ausente, igual que yo. Necesitaba un poco de alegría.
Niños haciendo manualidades | Foto: Pexels
Con dos semanas libres, decidí visitar a mi mejor amiga, Emily. Vivía a dos ciudades de distancia y siempre estaba dispuesta a alojarme cuando necesitaba una escapada.
"Ven en coche", dijo Emily alegremente al teléfono. "Hablaremos de todo, nos consolaremos mutuamente y nos beberemos todas las botellas de vino que tengo".
Una escapada era exactamente lo que necesitaba.
En mi segundo día en casa de Emily, la dejé trabajando mientras yo daba un paseo hasta una tienda cercana, ansiosa por satisfacer mis ansias de panecillos.
Fue como ver un fantasma.
Dos copas de vino | Foto: Pexels
Allí, en un pequeño supermercado, lo vi, o al menos eso creí.
Daniel, con otra mujer y un niño algo más pequeño que Abby. Parecían una pequeña familia perfecta.
Aferré con fuerza el paquete de panecillos. Parpadeé varias veces, preguntándome si me estaba volviendo loca.
Pero no, allí estaba él. Justo delante de mí, agarrado de la mano de la mujer.
"¡Daniel! ¿Es aquí donde has estado?", exclamé, con mi voz resonando por toda la tienda.
El hombre se volvió y me miró, con confusión en todo el rostro. Un rostro que una vez conocí tan bien.
"Cariño, ¿quién es?", preguntó la mujer.
"Daniel, no te atrevas a fingir que no me conoces", siseé. "¿Abandonaste a tu familia y ahora estás aquí jugando a la casita con otra?".
Panecillos apilados | Foto: Unsplash
"No tengo ni idea de quién eres", dijo.
"Daniel, vamos", le dije. "Entonces, ¿tampoco te acuerdas de Abby?".
Entonces, me miró, con ojos firmes.
"Tú debes de ser Celia. Me llamo Mark, el hermano gemelo de Daniel".
Me quedé estupefacta. No sabía nada de un hermano gemelo. Al parecer, se habían separado cuando sus padres se divorciaron. Daniel prefirió irse con su madre. No estaba muy unido a su padre.
"Ven, camina con nosotros", dijo Mark, indicando el camino de salida de la tienda.
La esposa y el hijo de Mark iban delante, comiendo rosquillas recién compradas en el supermercado, mientra él y yo íbamos detrás.
"Quiero disculparme por lo de antes. Me gustaría preguntarte si le has visto, a Daniel", pregunté.
Mark asintió. "¿Y sabes dónde está?", pregunté.
Gemelos tocando la guitarra | Foto: Pexels
"Está aquí. Mira, tenía graves problemas, las deudas se acumulaban y su negocio fracasaba. Pensó que desaparecer era la única forma de proteger a su familia. Y si todo estaba a tu nombre después del divorcio, no podrían embargar nada".
"¿Por qué no pudo decirme eso?", pregunté, con un nuevo cúmulo de dolor y confusión instalándose en mí.
Resultó que Daniel estaba avergonzado. Al parecer, no quería arrastrar a su familia con él. Pero al desaparecer, había hecho precisamente eso. A Abby y a mí nos había pesado su abandono.
Mark me dio la dirección de Daniel y me sugirió que me enfrentara a él para obtener las respuestas que necesitaba.
Y así lo hice.
Nuestro reencuentro no se pareció en nada a lo que había imaginado. Daniel estaba arrepentido, las lágrimas corrían por su rostro mientras suplicaba perdón.
Hombre con las manos en la cabeza | Foto: Pexels
"Creía que las estaba protegiendo", sollozó. "No pensé que te destrozaría a ti y también a Abby. Celia, ¿puedes perdonarme?".
Mirándole a los ojos, vi al hombre que una vez amé, pero que había cambiado demasiado. La confianza entre nosotros era inexistente.
"Daniel, no creo que pueda. Y no quiero hacerle daño a Abby".
Nos separamos, con una mezcla de tristeza y resignación flotando en el aire.
Volví a casa al día siguiente y esperé el regreso de Abby.
Niña con un juguete | Foto: Pexels
¿Qué habrías hecho tú?
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