Madre oye a su nuera revelar bajo anestesia: "No es tu nieto" - Historia del día
Rebecca estaba contenta con su vida cuando llevaba a su nuera Lucy a casa después de ir al dentista. Pero una sorprendente revelación durante la charla inducida por la anestesia de Lucy dejó a Rebecca cuestionándoselo todo. Dividida entre la verdad y la paz familiar, Rebecca se enfrentó a un dilema que podría cambiar sus vidas para siempre.
Rebecca recorrió las carreteras familiares de su barrio, el sol de la tarde proyectaba un cálido resplandor sobre el paisaje suburbano. Mientras conducía, su teléfono estaba bien sujeto al salpicadero, lo que le permitía hablar con el manos libres.
"Sí, Carl, no me he olvidado. Acabo de llegar al dentista", dijo Rebecca, mirando el reloj del salpicadero. Podía oír la preocupación en la voz de su hijo al otro lado de la línea.
Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pexels
"Mamá, ten cuidado con ella. El médico dijo que la anestesia duraría unas horas más", advirtió Carl, con tono serio.
"Carl, es una simple intervención, deja de preocuparte tanto. Tu esposa sólo va a hablar raro, ¿quieres que grabe un vídeo de Lucy en este estado?". Rebecca se rió, intentando aligerar el ambiente.
"¡Mamá! Avísame cuando estés cerca de casa", insistió Carl.
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"De acuerdo. ¡Cuida del bebé!" respondió Rebecca, terminando la llamada con una sonrisa.
No pudo evitar que la invadiera una sensación de satisfacción. La vida parecía ir perfectamente.
Su hijo había encontrado una esposa cariñosa y tenían un hijo precioso, Bobby. Rebecca ya tenía un nieto, y sólo pensarlo la llenaba de alegría.
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Rebecca aparcó el automóvil delante de la clínica dental, un edificio pequeño y limpio con grandes ventanales.
Entró en la clínica, saludada por el aire fresco y el leve olor a antiséptico. La recepcionista, una mujer joven de sonrisa amable, levantó la vista cuando Rebecca se acercó.
"Buenas tardes. Vengo a recoger a Lucy", dijo Rebecca.
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"Por supuesto. Siéntate, por favor. La sacaremos dentro de unos minutos", respondió la recepcionista, señalando una fila de sillas contra la pared.
Rebecca se sentó y echó un vistazo a la sala de espera, observando la suave música de fondo y la ordenada pila de revistas que había sobre una mesa cercana.
Unos minutos más tarde, se abrió la puerta de la consulta y salió la recepcionista, guiando suavemente a Lucy por el brazo. Lucy parecía divertidamente desorientada, con los ojos entrecerrados y una sonrisa bobalicona en la cara.
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"Aquí está, señora Harris. Todavía está un poco atontada por la anestesia. La extracción de una muela del juicio siempre es un poco complicada, puede decir cosas raras durante una hora, pero se pondrá bien", dijo la recepcionista, sonriendo.
Rebecca se levantó y cogió a Lucy del otro brazo, sosteniéndola mientras caminaban hacia el automóvil. Los pasos de Lucy eran inseguros y soltaba una risita para sí misma. Parecía una niña que acabara de despertarse de una profunda siesta, inocente y despreocupada.
"Gracias", dijo Rebecca a la recepcionista, que asintió y volvió a su escritorio.
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Rebecca ayudó a Lucy a subir al coche, guiándola suavemente mientras se tambaleaba un poco sobre sus pies.
Sentó con cuidado a Lucy en el asiento del copiloto, asegurándose de que estuviera cómoda antes de abrocharle bien el cinturón.
Cuando estuvo segura de que Lucy estaba a salvo, Rebecca se dirigió al lado del conductor, se sentó en el asiento y arrancó el motor.
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Mientras conducían, Lucy empezó a parlotear, con una mezcla de pensamientos y observaciones. "Ese árbol parece un brócoli gigante", dijo entre risitas, señalando por la ventanilla. Rebecca sonrió, divertida por el asombro infantil de Lucy.
Pasaron por delante de un parque donde un grupo de niños jugaba al fútbol. Los ojos de Lucy se abrieron de par en par cuando vio a un hombre guapo haciendo footing por la acera.
"¡Para el auto! ¡Míralo! ¡Es tan guapo!", exclamó, con la voz llena de emoción.
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Rebecca se rió, sacudiendo la cabeza. "Lucy, no puedo parar junto a ese hombre".
"¿Por qué no?" preguntó Lucy, poniendo mala cara.
"Porque tu marido, Carl, te está esperando en casa, ¿recuerdas?". le recordó Rebecca con suavidad, intentando devolverla a la realidad.
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"Ah, Carl. Ya. Ahora me acuerdo. ¿Por qué no está aquí?" preguntó Lucy, con evidente confusión.
"Se quedó en casa con Bobby, mi nieto y tu hijo", explicó Rebecca, sin apartar los ojos de la carretera.
Lucy se volvió para mirar a Rebecca, con expresión repentinamente seria. "No es tu nieto".
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En ese momento, Rebecca sintió que el corazón le daba un vuelco. Las palabras flotaban en el aire, pesadas e inquietantes.
Miró a Lucy, intentando comprender lo que quería decir. ¿Era la anestesia la que hablaba o había una verdad más profunda oculta en sus palabras?
"Lucy, ¿qué estás diciendo? Soy la madre de Carl, así que Bobby es mi nieto", dijo Rebecca, con voz tranquila pero con un deje de ansiedad.
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"Carl no es el padre...", soltó Lucy, con palabras instintivas y crudas,
Rebecca se quedó callada, con la mente acelerada. Aquella revelación fue como un rayo caído del cielo. No sabía qué pensar.
¿Podía Lucy estar diciendo la verdad, o sólo se trataba de la medicación diciendo tonterías? Quería preguntar más, comprender, pero se quedó sin palabras.
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Cuando se acercaron a la casa de Carl, Rebecca lo vio de pie en el porche, saludándolas con una sonrisa.
Se detuvo en el camino de entrada y apagó el motor, todavía dándole vueltas a lo que acababa de oír.
¿Qué debía hacer con aquella información? ¿Debía enfrentarse a Lucy cuando estuviera más coherente o debía hablar con Carl? Su mente bullía de preguntas y dudas.
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Carl sostuvo suavemente a Lucy mientras entraban en la casa. Ella se apoyaba en él, con los pasos aún inseguros por la anestesia.
Rebecca la seguía de cerca, con la mente dándole vueltas por el peso de lo que Lucy había dicho en el coche. Carl ayudó a Lucy a llegar al sofá, donde se tumbó inmediatamente, con los ojos cerrados.
"Gracias por tu ayuda, mamá", dijo Carl, volviéndose hacia Rebecca. "¿Qué te pasa? ¿Te ha pasado algo? Estás pálida como si hubieras visto un fantasma".
Rebecca forzó una sonrisa, intentando ocultar la agitación que sentía en su interior. "Nada, hijo. Sólo me sentí un poco indispuesta en la clínica. Ya sabes que no me gustan los dentistas".
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Carl frunció el ceño, con la preocupación grabada en el rostro. "¿Seguro que estás bien?".
Rebecca asintió, aunque no entendía por qué le mentía. Quizá porque tenía miedo de hacerle daño o porque sabía que la verdad podría destrozar a su familia. "Estaré bien, Carl. Sólo necesito descansar un poco".
Carl suspiró, pasándose una mano por el pelo. "Mamá, me siento incómoda pidiéndote ayuda otra vez, pero ¿podrías cuidar de Bobby y Lucy? Necesito ir urgentemente a la oficina. Volveré dentro de una hora".
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"Por supuesto. No hay ningún problema. No es ninguna molestia", contestó Rebecca, intentando parecer alegre.
Cuando Carl se fue, Rebecca se quedó sola con Lucy y Bobby. Lucy ya estaba dormida en el sofá, con la respiración profunda y uniforme. Rebecca dirigió su atención a Bobby, que jugaba con sus juguetes en el suelo.
Cuando vio a Rebeca, extendió las manos hacia delante, sonriendo inocentemente. Este gesto siempre derretía el corazón de Rebecca, pero ahora, sabiendo lo que Lucy había dicho, la llenaba de miedo y dudas.
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Dudó un momento y cogió a Bobby. Sus pequeños brazos le rodearon el cuello y él soltó una risita.
Si lo que Lucy había dicho era cierto, el niño que tenía en brazos no era su nieto. Era el hijo de otro hombre. Pensar que Lucy había traicionado a su hijo era casi demasiado para soportarlo.
Rebecca llevó a Bobby a su habitación, intentando contener sus emociones. Lo tumbó suavemente en la cuna, cubriéndolo con una manta suave.
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Bobby la miró con ojos muy abiertos y confiados, y Rebecca sintió que le brotaban lágrimas de los ojos. ¿Cómo podía algo tan inocente y puro ser la causa de tanta confusión?
"Duerme bien, pequeño", susurró, dándole un suave beso en la frente. Lo observó durante unos instantes, asegurándose de que estaba tranquilo, antes de salir de la habitación.
Rebecca bajó las escaleras en silencio. La casa estaba en calma, el único sonido era el suave tic-tac de un reloj en el pasillo.
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Cuando entró en el salón, vio a Lucy revolviéndose en el sofá, despertándose lentamente de la siesta inducida por la anestesia.
Lucy parpadeó varias veces y sus ojos se centraron en Rebecca. "¡Hola! Dios, me siento fatal", gimió, frotándose la frente.
"Es normal. Se te habrá pasado el efecto de la anestesia. Puede que te duela un rato después de la operación", respondió Rebecca, sentándose en una silla frente a ella.
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"Duele mucho", dijo Lucy, haciendo una leve mueca de dolor. "¿Por qué pareces tan triste? No dije ninguna tontería mientras estaba anestesiada, ¿verdad? Sabes que no debes tomártelo en serio".
El corazón de Rebecca latió con fuerza al recordar la impactante confesión en el automóvil. Respiró hondo, intentando mantener la voz firme. "Dijiste algo... Dime, ¿quién es el padre de Bobby?".
Los ojos de Lucy se abrieron de par en par, sorprendida. "¿El padre de Bobby? Claro, es Carl. ¿Por qué preguntas algo así, Rebecca?".
"¿Carl? En el coche me dijiste que no era él", dijo Rebecca, con la mirada firme.
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La cara de Lucy se sonrojó. "Estaba medicada, Rebecca. Por favor, no te lo tomes en serio. Sólo decía tonterías".
Rebecca se inclinó hacia delante, con expresión seria. "Entonces, ¿quizá debería decírselo a Carl, hacer tú una prueba de paternidad y que estemos más seguros?".
La actitud de Lucy cambió al instante, su rostro se volvió serio y un poco desesperado. "Por favor, no, Rebecca. Sabes cuánto quiero a Carl. Esto lo destruiría".
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"¿Entonces es verdad? ¿Bobby no es su hijo?" preguntó Rebecca, su voz apenas un susurro.
"Sí... Te lo contaré todo, pero, por favor, no se lo digas a Carl", suplicó Lucy.
"Depende de cuál sea la respuesta", dijo Rebecca, con voz firme.
Lucy suspiró profundamente, con los ojos llenos de lágrimas. "Sabes que luchamos por tener un hijo durante mucho tiempo. Lo intentamos, pero nada funcionó. Carl me culpaba por ello".
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Rebecca asintió ligeramente, instándola a continuar.
"Aquella noche tuvimos una gran pelea y me fui a un bar. Estaba muy enfadada con él. Me sentía fatal porque me culpaba de nuestra incapacidad para tener un hijo. Bebí demasiado y me acosté con un hombre que conocí en el bar", confesó Lucy, con la voz temblorosa.
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"¿Y crees que el comportamiento de mi hijo justifica tus acciones?". El tono de Rebecca era cortante, lleno de decepción.
"¡No! Me sentí muy avergonzada a la mañana siguiente. Huí inmediatamente de la casa de aquel hombre".
"Cuando descubrí que estaba embarazada, supe no era hijo de Carl, pero no me atrevía a abortar", admitió Lucy, con lágrimas en los ojos.
"Mi hijo merece saber la verdad", insistió Rebecca.
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"Lo sé... Pero, por favor, no se lo digas. Ahora no es el momento. Encontraré el momento adecuado. Carl no lo entendería", suplicó Lucy.
Antes de que Rebecca pudiera responder, se abrió la puerta principal y entró Carl. "Cariño, ¿cómo te encuentras?", preguntó, con evidente preocupación en la voz.
"Estoy bien, cariño", dijo Lucy, forzando una sonrisa.
"¿Dónde está Bobby?" preguntó Carl, mirando a su alrededor.
"Lo he dormido", contestó Rebecca. Carl fue inmediatamente a la habitación de Bobby, abrió la puerta en silencio y sonrió al asomarse al interior.
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"Carl, ¿podemos hablar?" preguntó Rebecca, con voz suave pero firme.
"Sí, claro, sólo dame un minuto. Me encanta verlo dormir", contestó Carl, con el rostro iluminado por la alegría.
Rebecca observó la expresión feliz de su hijo, con el corazón lleno de dudas. ¿Debía decirle la verdad? ¿Revelar que Carl no era el padre de Bobby sería realmente lo mejor para la familia?
Carl cerró con cuidado la puerta del cuarto de los niños y se acercó a Rebecca. "¿Mamá? ¿Querías hablar de algo?", preguntó, con los ojos llenos de curiosidad.
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Rebecca forzó una sonrisa. "Nada importante, hijo. He recordado que podía hacerlo yo misma. Creo que ya me voy".
"Gracias, mamá, por ayudarnos", dijo Carl, abrazándola con fuerza.
"De nada, hijo", replicó Rebecca, devolviéndole el abrazo. Sabía que él acabaría sabiendo la verdad tarde o temprano, pero decidió que por ahora lo mejor era guardar silencio.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.