Hermana se apoderó de toda la herencia familiar y solo dejó una manta raída para su hermano con discapacidad – Historia del día
Edward se sintió desolado cuando su hermana, Sarah, lo llamó y le dijo que su abuela había muerto. Nunca imaginó que ella también planeaba llevárselo casi todo, dejándole sólo una vieja manta...
"La abuela Sandy ha muerto. ¿Vendrás al funeral?" dijo Sarah fríamente a través del teléfono.
"Sarah, ¿cómo puedes hablar tan insensiblemente? Claro que iré al funeral", le dijo Edward a su hermana mayor. Probablemente se lo preguntó porque a Edward le costaba moverse por su discapacidad. Había sufrido un accidente de automóvil hacía varios años y había perdido las dos piernas.
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Desde entonces, su familia vivía del sueldo de su mujer, que era escaso. Gianna trabajaba mucho, pero también tenía que ayudarlo a él y sobre todo a criar a sus dos hijos. Edward no había podido encontrar un trabajo adecuado, pero en ese momento estaba esperando una oferta de trabajo desde casa.
La noticia de Sarah fue devastadora. Quería mucho a su abuela y, a diferencia de todos los demás miembros de la familia, ella hizo todo lo posible por ayudar a su familia tras el accidente. No tenía mucho dinero, pero cuidaba a los niños a menudo.
"Bueno, da igual. Ya era mayor. De todos modos, te llamo para decirte que vengas rápido o me lo llevo casi todo", añadió Sarah.
"¿A qué te refieres? ¿Que vaya adónde?" preguntó Edward, confundido.
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"A su casa. Estoy aquí ordenando cosas y ahora me llevo casi todo. Quizá pueda sacar algo de ella", explicó Sarah.
"¡No puedes hacer eso!" gritó Edward a través del teléfono.
"Sí que puedo. No dejó testamento y nosotros éramos sus únicos parientes directos. Además, me quedo con la casa porque tú ya tienes una. Estoy siendo amable y te digo que vengas aquí si quieres algo antes de que lo venda", terminó Sarah y colgó.
Gianna llevó a Edward a casa de su abuela, pero cuando llegó, Sarah no le dejó coger nada. "No, ya me lo he pedido", dijo cuando él cogió un jarrón cualquiera. No importaba. Poseer aquellas cosas no aliviaría el dolor de haber perdido a su abuela.
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"¿Qué te parece esto? preguntó Edward, cogiendo una vieja manta con un bonito estampado. Recordaba cuando él y sus amigos del vecindario la utilizaban para construir un fuerte con las sillas del comedor de su abuela.
"Ah, ¿esa cosa vieja? Claro", dijo Sarah con desdén. Edward la cogió y le dijo a su esposa que era hora de irse. No quería pasar ni un minuto más en aquella casa, viendo cómo su hermana revolvía insensiblemente las cosas de su abuela para su beneficio personal.
"Increíble la actitud de Sarah", dijo Gianna en el trayecto en automóvil a casa.
"Lo sé. Nunca fue la persona más cariñosa, pero esto es... repugnante. Si nuestros padres estuvieran aquí, se sentirían muy decepcionados", añadió Edward. Pero dejaron el tema y continuaron con sus vidas. Por fin consiguió un trabajo que le permitía trabajar desde casa.
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Todo iba mejor para su familia después de tantos años de preocupaciones. Gianna también decidió colgar la manta en su habitación, porque el intrincado dibujo del tejido era precioso. "Voy a ahorrar algo de dinero y podremos enmarcarla", dijo.
Quería a su mujer porque sabía apreciar las pequeñas cosas. Un día, su amiga Chenoa los visitó y Gianna le enseñó la manta. "¡Genial, eso sí que parece navajo!", dijo su amiga.
"¿Tú crees? Creo que la abuela de Edward la tenía desde hacía años. Puede que ella no lo supiera", añadió Gianna. Pero Chenoa era nativa americana. Seguro que lo sabía.
"Sin duda es una manta navajo, y parece antigua pero bien conservada. ¿Puedo hacerle una foto? Hay un hombre en la reserva que puede identificar a los navajos en cualquier sitio. Le enviaré un mensaje", explicó Chenoa.
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Unos minutos después, el hombre contestó y confirmó que la manta era, en efecto, auténtica y parecía antigua. Edward y Gianna invitaron al hombre a su casa, y éste les explicó que podía tratarse de una manta del siglo XIX.
"Esto es serio. Puede que se hayan encontrado una antigüedad muy valiosa", les dijo el experto navajo.
Así que llevaron la manta a un anticuario que también lo confirmó. "Podría valer entre 200.000 y 500.000 dólares... quizá más", explicó.
Al saberlo, Edward y Gianna decidieron sacar la manta a subasta a pesar de su gran valor sentimental. El hecho es que la vida es impredecible, y necesitaban el dinero para que sus hijos estuvieran a salvo. Pero no esperaban el resultado de la subasta.
"¡Vendido! ¡Por 1,5 millones de dólares!", gritó el subastador. Edward y Gianna se miraron, estupefactos. Ahora eran millonarios.
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Su gran victoria llegó al periódico local, que escribió un artículo al respecto, y toda la familia de Edward, incluida Sarah, se enteró. "¡Exijo la mitad de ese dinero, Edward! O te denunciaré". le gritó Sarah.
"Te lo quedaste todo para ti, Sarah. No tienes remedio. Este es nuestro dinero. Adiós", dijo Edward.
Edward tenía razón. Sarah no tenía un caso, así que empezó a acosarlos por el dinero. Esto instó a Edward a denunciarla y a que la detuvieran por intentar entrar en su casa. También solicitó una orden de alejamiento contra Sarah y consiguió que dejara de acosarlos.
Al final, la familia de Edward prosperó gracias a aquel dinero. Los niños tuvieron fondos para la universidad y él montó su propio negocio.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- No subestimes el valor de nada. No todas las mantas viejas del sótano de tu abuela valdrán 1,5 millones de dólares, pero Edward y Gianna vieron su valor real.
- La codicia no conduce a nada. Puede que Sarah se quedara con todo, pero al final perdió el objeto más preciado, y su odio la llevó a tener antecedentes penales.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.