Mi amiga me pidió que averiguara qué pensaba de ella su cita mientras yo iba disfrazada de payaso, pero no tenía ni idea de cómo acabaría - Historia del día

Ser locutora de radio y dar consejos sobre citas no facilita las cosas en el amor. Cuando me colé en la primera cita de mi mejor amiga vestida de payaso todo fue inesperado, y ahora estoy atrapada en una situación que nunca vi venir. A veces, la vida te lleva donde menos te lo esperas.

Una vez más, me encontraba en la acogedora cocina de Lucy, que hablaba animadamente de otro hombre que había captado su atención. La vida amorosa de Lucy siempre bullía de actividad, a diferencia de la mía.

Encontrar pareja no me resultaba fácil: no quería tener citas sólo para evitar estar sola.

Creía que era mejor esperar que conformarse, aunque eso significara volver a casa con mi gato en vez de con una pareja.

"¡Es perfecto!", dijo Lucy, sacándome de mis pensamientos. "Nos hemos estado mandando mensajes sin parar. Es tan dulce. Creo que podría ser diferente".

"Entonces, ¿aún no lo conoces?", pregunté, enarcando una ceja.

"Todavía no, pero quedamos el viernes. Estoy muy emocionada. Siento que va a ser genial", dijo.

Sonreí sin querer.

"¿A qué viene esa mirada?", preguntó entrecerrando los ojos.

"A nada. Es que... aún no le conoces. La gente puede parecer increíble en Internet pero ser completamente diferente en la vida real", dije.

"Eres muy desconfiada. Por eso no tienes un hombre", replicó Lucy, cruzándose de brazos.

"No tengo un hombre porque los hombres son idiotas", dije encogiéndome de hombros.

"Mike no. Es maravilloso. Creo que incluso podría ser el elegido", dijo ella.

"Escucha a tu corazón", le contesté. Ese era mi consejo habitual, aunque Lucy decía de todos los chicos que conocía que era el elegido.

Después de aquella noche, me olvidé de la próxima cita de Mike y Lucy, hasta que llegó el viernes y recibí un mensaje suyo.

Allí estaba yo, vestida de payaso, rodeado de niños -amigos de mi sobrina- porque mi hermano se había olvidado de contratar a un animador para su fiesta de cumpleaños.

El traje de payaso a rayas me quedaba demasiado ajustado y la peluca roja me picaba como una loca. Sentía que el sudor me chorreaba por la espalda mientras los niños me tiraban de los zapatos demasiado grandes y me pinchaban en los costados.

"Bueno, puedes hacerlo", había dicho mi hermano, como si pedirme que hiciera malabarismos con globos y hiciera reír a los niños no fuera gran cosa.

"¡Soy locutora de radio, no animadora!", espeté.

"Es básicamente lo mismo", respondió con una sonrisa.

Aunque quería marcharme enfadada, los dos sabíamos que no lo haría. Siempre intervenía en favor de la familia, por ridícula que fuera la petición.

Mientras intentaba evitar que los niños me arrebataran la peluca, mi teléfono zumbó en el bolsillo. Lo comprobé rápidamente, con cuidado de mantener mi nariz de payaso en su sitio.

@Lucy

¿Cuándo estarás libre?

@Yo

En media hora

@Lucy

¡¡¡¡Necesito tu ayuda!!!!

@Yo

¿Qué ha pasado?

Fruncí el ceño. Lucy estaba en su cita con Mike. ¿Había salido algo mal?

@Lucy

¡No sé si le gusto a Mike! ¡Necesito que lo averigües!

@Yo

¿Cómo voy a hacerlo?

@Lucy

¡Lo haces todo el tiempo en tu programa de radio!

@Yo

¡¡¡Llevo un disfraz de payaso!!!

@Lucy

Por favorrrrrr

@Yo

Bien, pero me debes una.

@Lucy

¡¡¡¡¡¡¡Gracias, gracias, gracias!!!!!!!

Suspiré y volví a meterme el teléfono en el bolsillo. Después de despegar a los niños y despedirme de ellos, envié un mensaje a Lucy para pedirle la dirección y llamé a un taxi.

Cuando entré en el bar poco iluminado, Lucy me vio al instante y me saludó con entusiasmo.

Dudé, ajustándome la ridícula peluca de payaso mientras un grupo de desconocidos me miraban confusos. Respiré hondo y me dirigí a su mesa.

Lucy sonrió cuando me senté. "Mike, esta es Trish, mi mejor amiga", dijo.

"Encantado de conocerte", dijo Mike. Sus ojos se desviaron brevemente hacia mi nariz roja y brillante.

"Hola", contesté, intentando ignorar lo ridícula que me veía.

Lucy se lanzó a una pequeña charla, pero la conversación cambió rápidamente. Mike mencionó una película clásica, y no pude evitar intervenir.

"¿Te gustan las películas antiguas?", pregunté, intrigada.

"A lo grande", dijo Mike, y se le iluminó la cara.

Intercambiamos nuestros títulos favoritos y nos sumergimos en directores y escenas. Lucy estaba inquieta, parecía desinteresada. Intenté cambiar de tema, pero Mike me lo devolvía.

Cuando Lucy se excusó, me incliné hacia él. "¿Qué opinas de Lucy?", le pregunté.

"Um… Quiero decir que es mona", dijo Mike, desviando la mirada como si no estuviera seguro de qué contestar.

"¿Mona? Lucy es más que eso. Es increíble", dije, con voz firme. "Es divertida, inteligente y una gran cocinera. A veces voy a cenar a su casa porque no soporto cocinar".

"Me encanta cocinar", dijo Mike, sonriendo un poco.

"¿Ves? Ya tienen algo en común", dije, intentando animarle. Pero entonces me miró fijamente.

Sus ojos parecían estudiar los míos y, por un momento, sentí algo extraño. Fue como una chispa, algo inesperado. Se me calentaron las mejillas y le devolví rápidamente la sonrisa.

"Pero no quiero discutir sobre quién cocina la cena", dijo Mike, rompiendo el momento. "Sólo debería haber un chef en la cocina".

Me reí. "Entonces, ¿tú eres el chef?", pregunté, enarcando una ceja.

"Siempre", dijo con una sonrisa, y los dos nos echamos a reír.

Justo entonces, Lucy volvió a la mesa. "¿Qué les hace tanta gracia?", preguntó, mirando entre nosotros. "¿Estaban hablando de mí?".

"Más o menos", dije.

El teléfono de Mike zumbó y se excusó para atender la llamada. En cuanto se fue, Lucy se volvió hacia mí con impaciencia. "¿Y? ¿Qué piensa de mí?".

"Piensa que eres guapa", dije con cuidado. "¿Qué piensas tú de él?".

"No lo sé", dijo, frunciendo el ceño. "Viéndolos a los dos, me parece que él es más tu tipo".

"¿Qué? ¡No! ¿Qué? No", balbuceé.

"No eres muy convincente", dijo con una sonrisa burlona.

"No importa. Es tu cita", dije con firmeza. "Hay una regla: nunca vayas detrás del chico de tu amiga".

"Sólo es una primera cita", dijo Lucy encogiéndose de hombros. Luego sonrió. "Pero me alegro de que reaccionaras así: creo que me gusta de verdad".

Le devolví la sonrisa, pero en el fondo algo no encajaba. Me invadió una pequeña punzada de tristeza, y no sabía por qué.

Nos quedamos un rato más e intenté cambiar el enfoque para que Mike y Lucy pudieran hablar.

Pero cada vez que decía algo para encauzar la conversación, Mike volvía a dirigir sus respuestas hacia mí. Era difícil no darse cuenta, y Lucy no parecía entusiasmada.

Cuando decidimos irnos, Lucy se dirigió de nuevo al baño, dejándome a solas con Mike. El aire de la noche era fresco y me estremecí un poco.

"Entonces, ¿trabajas como animadora?", preguntó Mike, con tono ligero.

"¿Por qué lo preguntas?", respondí, entrecerrando los ojos juguetonamente. Entonces vi que echaba un vistazo a mi atuendo y me di cuenta. "¡Oh, no! Soy presentadora de un programa de radio. Sobre todo doy consejos sobre citas. Mi sobrina tenía una fiesta de cumpleaños y mi hermano se olvidó de contratar a un animador". Señalé mi disfraz de payaso con una sonrisa tímida.

"Qué atrevido por tu parte", dijo Mike, sonriendo.

"Iba bien hasta que los niños intentaron destrozarme el disfraz. Son unos salvajes", bromeé.

Mike se rio. "Los niños pueden ser salvajes. Tienen una energía infinita".

"Sí, pero tienen buenas intenciones", dije.

Hizo una pausa. "Escucha, Trish…", empezó, con voz más suave, pero antes de que pudiera terminar, apareció Lucy.

"¿Quieres acompañarme a casa?", le preguntó alegremente. "Vivo cerca".

"Por supuesto", dijo Mike, acercándose a ella.

Se volvió hacia mí y ambos dudamos. Fue a por un abrazo mientras yo le ofrecía un apretón de manos, y acabamos chocando los cinco torpemente.

Nos hizo reír, pero mientras se alejaban, sentí algo extraño, una pequeña punzada en el pecho.

Los días siguientes transcurrieron en silencio. Lucy no habló mucho de Mike, lo cual no era habitual en ella.

Sólo mencionó que él no había querido subir a su apartamento después de la cita.

Se encogió de hombros, pero me di cuenta de que no estaba entusiasmada. No la presioné para que me diera más detalles.

Una mañana, mientras sorbía mi café, mi teléfono zumbó. Era un mensaje de un número desconocido.

@desconocido

Hola :) Soy Mike. Sé que es raro, pero ¿te gustaría salir alguna vez?

Me quedé mirando la pantalla, con el estómago revuelto.

@Yo

¿Cómo has conseguido mi número?

@desconocido

Secreto ;) ¿Qué dices?

Fruncí el ceño, intentando calmar mis pensamientos.

@Yo

Lo siento, no tengo citas con hombres que gusten a mis amigas.

@desconocido

Lucy y yo sólo tuvimos una cita. Pero hacía años que no sentía una conexión así... con nadie. No hasta que te conocí a ti.

Se me oprimió el pecho. Me quedé mirando las palabras más tiempo del debido.

@Yo

Lo siento, pero no.

Dejé el teléfono. Decir que no era lo correcto, pero sus palabras seguían ahí, dejando un nudo que no podía deshacer.

Intenté quitármelo de encima y centrarme en el trabajo. Durante mi programa de radio, puse mi habitual voz alegre, fingiendo que mi corazón no era un desastre.

"Hola, soy Trish. ¿Cómo puedo ayudarte con tus problemas amorosos?", dije, deseando que alguien pudiera ayudarme con los míos.

"Hola", dijo una voz de hombre, tranquila y familiar. "No tengo muchas citas. Me cuesta encontrar una conexión con alguien. Pero hace poco tuve una cita con una mujer. Su amiga apareció disfrazada de payaso. Y, bueno, con la amiga sentí algo que no había sentido en años... quizá nunca".

Me quedé helada. El corazón me dio un vuelco. Era Mike.

"Pero no quiere salir conmigo. Dice que está mal. No sé qué hacer", dijo. "Me gusta de verdad".

Se me secó la boca. "Quizá deberías escucharla y no insistir", conseguí decir, con voz temblorosa.

"Es inolvidable. El tipo de persona que se queda contigo toda la vida", dijo suavemente.

Sonreí, sorprendida. "Probablemente piensas eso porque iba disfrazada de payaso", dije, con un tono más suave.

"La recordaría se pusiera lo que se pusiera", respondió sin dudar. "Entonces, ¿esta chica saldrá conmigo?".

Vacilé, sintiéndome desgarrada. "Me temo que eso es imposible", dije en voz baja.

Antes de que pudiera decir nada más, entró mi productor. "Atiende la siguiente llamada, es importante", dijo.

Cambié de línea. "¡Sal con él! Tienes mi bendición", gritó Lucy a través de la línea. Parpadeé, atónita. "¡Por fin, un chico que te gusta!".

"Pero te gusta", tartamudeé, dándome cuenta de que seguíamos en directo.

"En realidad, no. Y tú si le gustas", dijo Lucy.

"No está bien", protesté débilmente.

"Olvídate de lo que está bien o mal. Escucha a tu corazón. Siempre se lo dices a los demás. Sigue tu propio consejo por una vez", me instó Lucy.

"Entonces, ¿qué dices?". Volvió la voz de Mike, suave pero insistente. "Su amiga le dio su bendición".

Suspiré, mis muros se derrumbaban. "Sí", susurré.

El técnico de sonido tocó una pista de aplausos y no pude evitar reírme. Me ardía la cara mientras me sonrojaba, sintiéndome completamente expuesta, pero extrañamente feliz.

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