Fui la única a la que no invitaron a la boda de una gran amiga - Cuando me escabullí en ella, me sorprendió descubrir la razón

Ivy nunca espera quedarse fuera de la boda de su mejor amiga, hasta que se escabulle en ella y se entera de la impactante verdad. ¿El novio? Es alguien a quien conoce de toda la vida... ¿La traición? Imperdonable. Cuando su pasado choca con su presente, Ivy debe decidir: ¿alejarse para siempre o enfrentarse al novio?

La primera vez que alguien mencionó la boda de Amber, me reí.

"Espera, ¿qué Amber?", pregunté, sorbiendo mi café y completamente distraída por la enorme porción de tarta de queso que tenía delante.

La mesa se quedó en silencio. Cuatro pares de ojos parpadearon mirándome como si acabara de confesar un asesinato.

"¿Hablas en serio, Ivy?", preguntó por fin Lauren. "Amber Amber. Nuestra Amber".

Se me revolvió el estómago.

"No, ella me lo habría dicho. ¡Seguro! ¡Solo se burlan de mí!".

Jack se movió incómodo, casi volcando su café.

"Ivy, ella... envió las invitaciones hace semanas. Hace casi un mes", dijo.

Casi se me cae el café.

Mi invitación nunca llegó.

Al principio me dije que era un error. ¿Quizá se perdió en el correo? ¿O quizá estaba esperando para decírmelo en persona?

Pero no tenía sentido. Cuando crecíamos, siempre hablábamos de ser damas de honor la una de la otra... así que, ¿qué era esto?

Pasaron las semanas. Se enviaron más invitaciones. Vi a algunas de mis otras amigas publicando en las redes sociales y etiquetándola, todas emocionadas porque iban a compartir el gran día de Amber con ella.

¡Estamos impacientes por celebrarlo!

¡Vas a ser la novia más bella, Amber!

¡Despedida de soltera!

Se compraron vestidos.

"Tengo un vestido azul noche precioso, Ivy", me dijo Lauren por teléfono. "Y los pendientes de mi abuela rematarán el look a la perfección. ¿Has decidido ya lo que te vas a poner?".

"Lauren, todavía no me ha invitado", le dije. "Entonces..."

No le pregunté a Amber por qué. Esperé. Y le di todas las oportunidades para que me lo dijera. Pero nunca lo hizo. Ni siquiera cuando fuimos a hacernos la manicura.

No estaba segura de querer pasar tiempo con ella, pero quería ver si me decía la verdad. O algo sobre su boda. Y si te soy sincera, me sorprendió mucho que hubiera aceptado venir conmigo.

"Quiero unas uñas neutras", dijo Amber, sonriéndome.

Cuando miré su mano, ni siquiera llevaba el anillo de compromiso.

"Precioso", le dije. "Yo quiero un rojo fuego".

¿Qué le había hecho para que estuviera dispuesta a ocultarme aquel gran secreto? ¿La había herido de alguna manera?

¿Creía que iba a impedir su boda y huir con su novio?

¿Qué demonios?

Pero algo no iba bien, y lo sabía en el fondo de mis huesos. Amber me estaba evitando y necesitaba saber por qué.

Así que, el día de la boda, me escabullí.

No había vuelto a hablar con Amber desde aquella cita de las uñas, ni desde que la conversación sobre la boda se me estaba yendo de las manos. Incluso me había bloqueado en las redes sociales, y Lauren compartió conmigo capturas de pantalla de sus publicaciones.

"Lo siento, Ivy", me dijo una tarde que estábamos sentadas en el parque comiendo helado. "No sé qué le pasa a esta chica. ¿Has intentado hablar con ella?"

"Nos hicimos las uñas hace unas semanas", confesé. "Pero no se lo pedí directamente. No llevaba anillo ni nada. Supongo que realmente no me quiere allí".

Pero ahora estaba delante del local, viendo entrar a los invitados, con las risas burbujeando en los labios y la charla alegre llenando el aire. Me sentía fuera de lugar. Conocía a la mayoría de la gente. Amber y yo éramos amigas desde hacía tanto tiempo que su familia también era muy cercana a mí.

Ella me lo habría contado. Debería habérmelo dicho.

¿Por qué no lo hizo?

Pensé en la última vez que habíamos hablado, antes de que se mencionara la boda, ya fuera entre nuestros amigos o en las redes sociales de Amber.

Habíamos estado en su apartamento, sentadas en el suelo, compartiendo una botella de vino. Había revistas de bodas repartidas entre nosotras, y yo había marcado con un círculo un vestido que sabía que le encantaría.

Aquella noche había estado callada. Tensa. Yo lo había ignorado, suponiendo que estaba estresada por el trabajo.

"¿Por qué tienes tantas revistas de bodas?", le había preguntado.

"Porque es el próximo proyecto en el que estoy trabajando", dijo con cuidado. "Diseñar un vestido de novia, y también confeccionarlo. Si lo hago bien, Ivy, tendré más clientes. Lo sé".

¿Había mentido? ¿También estaba planeando su boda?

Volví a ver su expresión, sus manos apretando demasiado fuerte la copa de vino cuando le hice preguntas sobre el vestido de novia de sus sueños. La cosa empeoró aún más cuando le pregunté por el novio de sus sueños.

"Hemos superado eso de querer que nuestros novios fueran estrellas de cine", me reí. "Entonces, ¿tienes una imagen cuando piensas en ello?".

"Vives demasiado en tu cabeza, Ivy", dijo, quitándome importancia.

Debería haber sabido entonces que algo iba mal.

No me escabullí como en una escena dramática de película. Me limité a cruzar las puertas con aire de confianza, intentando que pareciera que se suponía que tenía que estar allí.

Incluso cuando decidía qué ponerme, no quería destacar. Quería pasar desapercibida, estar lo bastante linda para la ocasión, pero sin llamar la atención.

El lugar era impresionante, todo luces doradas suaves y una decoración elegante. Era perfecto. Llevaba el sello de Amber por todas partes. Se había volcado en su boda.

Los invitados se arremolinaban alrededor, escuchando la música suave y romántica, con el champán en la mano mientras se dirigían a sus asientos.

Y por un momento me convencí de que todo aquello era un horrible malentendido.

Hasta que entré en la sala principal, donde los invitados ya estaban tomando asiento.

¿Y sabes qué? Toda la sala se quedó en silencio.

La gente se quedó mirando, algunos susurrando, otros compadeciéndome. Como si acabaran de presenciar algo trágico.

Se me retorció el estómago con tanta fuerza que creí que me desplomaría.

Sigue respirando, Ivy, me dije.

Pero, sinceramente, ¿qué demonios estaba pasando?

Entonces, la vi.

Amber estaba de pie delante de la sala, con un precioso vestido blanco, parecía un ciervo sorprendido por los faros.

Y entonces lo vi a él.

En el altar, con un elegante esmoquin negro, rodeando a Amber con el brazo, estaba mi padre.

El mismo padre que me abandonó cuando tenía diez años. El mismo padre que no había vuelto a ver desde entonces.

De repente, el mundo se volvió borroso. Y sentí como si el suelo hubiera desaparecido por completo debajo de mí. Abrí la boca, pero no salieron palabras.

Amber lo sabía.

Lo había sabido todo este tiempo. Por eso no me había invitado.

Me lo había estado ocultando.

Deseé hundirme en la tierra y desaparecer.

Entonces habló mi padre.

Su voz era más grave de lo que recordaba, pero en el momento en que dijo mi nombre, volví a tener diez años, de pie junto a la ventana, esperando a un hombre que nunca volvía.

Pero yo ya no era aquella niña.

Y no iba a permitir que fingieran que esto era normal.

Respiré hondo y di un paso adelante, con los tacones resonando en el suelo pulido.

Los invitados seguían congelados, con la mirada perdida entre Amber, mi padre y yo.

Amber.

La chica que había sido mi mejor amiga, mi confidente, mi hermana en todo menos en la sangre, me había estado ocultando esto.

Me volví hacia mi padre. Su rostro era ilegible.

Busqué algo, remordimiento, vergüenza, cualquier cosa, pero lo único que vi fue vacilación.

Como si no estuviera seguro de si debía reconocerme.

No le di opción.

"Tú". Mi voz era firme, pero por dentro mi corazón era una tormenta furiosa.

"¿Vas a quedarte ahí como si no hubiera pasado nada?"

Su nuez de Adán se balanceó al tragar y sus dedos se crisparon a los lados.

"Yo... Ivy..."

Entonces, Amber se precipitó hacia delante, interponiéndose entre nosotros, con ojos suplicantes.

"Escucha, iba a decírtelo...".

"¿Cuándo, Amber?", espeté. "¿Antes o después de la luna de miel? ¿O quizá cuando estuvieras embarazada de mi hermanastro?".

Hizo una mueca de dolor.

"No sabía cómo...".

"¿Cómo qué?" Se me quebró la voz. "¿Decirme que te ibas a casar con mi padre? ¿El hombre que me abandonó cuando tenía diez años?".

Se oyó un grito ahogado entre la multitud, pero apenas los oí.

"¿Por qué ahora? Después de todos estos años, ¿por qué Amber? ¿Por qué ella?"

Mi padre exhaló lentamente, frotándose las sienes como si aquello fuera una confrontación inoportuna y no el ajuste de cuentas que merecía.

"Sé que te debo una explicación".

Me burlé.

"Me debes más que eso".

Exhaló y por fin me miró a los ojos.

"Me fui porque tuve que hacerlo, Ivy, no porque quisiera".

Me reí a carcajadas. Salió hueca y amarga.

"Me dejaste creer que estabas muerto o algo así. Me hiciste creer que yo no merecía un adiós".

Amber estaba llorando ahora, enjugándose los ojos como si fuera ella la que hubiera perdido algo.

Me volví hacia ella, con la voz aguda.

"¿Y tú? ¿Cuándo pensaste exactamente que era buena idea casarte con mi padre desaparecido?".

Apartó la mirada, con la culpa ensombreciéndole el rostro.

"Bueno, felicidades, supongo", dije. "Ahora son oficialmente familia. Espero que haya merecido la pena".

Giré sobre mis talones y me dirigí directamente a la salida.

"Ivy, por favor. No quiero perderte otra vez, cariño".

Me detuve, pero no me volví. Mi voz era fría y distante cuando hablé.

"Por favor, Philip", dije. "Me perdiste hace años. Nunca te importó lo suficiente como para volver".

Y con eso, salí de la boda de mi mejor amiga. De la boda de mi padre.

Y finalmente, salí de la vida de ambos.

Aquella noche estaba sentada en mi automóvil, aparcado en la puerta de mi casa.

La cabeza aún me daba vueltas y no podía quitarme de la cabeza la imagen de Amber y mi padre. Había una parte de mí que quería saber más... Como por ejemplo, cómo se habían conocido y se habían juntado. Pero tampoco me importaba lo suficiente. Estaba demasiado dolida.

Amber me había enviado un mensaje.

Ivy, lo siento mucho. Por favor, habla conmigo.

Me quedé mirando el mensaje, con las manos temblorosas.

Luego, lentamente, lo borré.

Fuera, la luz de la calle parpadeaba.

Por primera vez en años, sentí que por fin había dejado de esperar junto a la ventana.

¿Qué sentido tenía esperar a aquel hombre? ¿Y esperar a que Amber se diera cuenta de lo equivocada que había estado?

No, gracias. Había terminado.

¿Qué habrías hecho tú?

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Esta obra está inspirada en hechos y personas reales, pero se ha ficcionalizado con fines creativos. Se han cambiado nombres, personajes y detalles para proteger la intimidad y mejorar la narración. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia y no es intención del autor.

El autor y el editor no garantizan la exactitud de los acontecimientos ni la representación de los personajes, y no se hacen responsables de ninguna interpretación errónea. Esta historia se proporciona "tal cual", y las opiniones expresadas son las de los personajes y no reflejan los puntos de vista del autor ni del editor.