Mi suegra parecía perfecta hasta que un mensaje errado fue el punto de inflexión que cambió para siempre mi forma de verla - Historia del día

Siempre pensé que me había tocado la lotería con mi futura suegra. Era cálida, acogedora y me trató como de la familia desde el principio. Mientras mis amigas contaban historias horribles sobre sus suegras, yo me sentía afortunada, hasta que un repentino mensaje suyo lo cambió todo.

¿Conoces esas historias de suegras terribles que odian a sus nueras?

Bueno, yo siempre me preguntaba sobre esas historias. Tenía mucho miedo de que me ocurriera a mí también. Pero la vida tiene una forma curiosa de sorprenderte.

De algún modo, debí de hacer algo realmente bueno en mi vida, porque acabé no sólo con el futuro esposo perfecto, sino también con la suegra perfecta. Lo sé, suena demasiado bueno para ser verdad. Créeme, yo también lo pensaba.

Tim y yo nos conocimos cuando yo tenía treinta y pocos años. Para entonces, ya había oído más historias de terror de las que podía contar.

Las amigas se desahogaban tomando café sobre cómo sus suegras nunca les dejaban vivir en paz, encontrando siempre algo que criticar.

Así que, cuando llegó el momento de conocer a la madre de Tim, mis nervios estaban al límite. Pero cuando por fin conocí a Carla, me quedé alucinada.

Aún recuerdo aquel día como si hubiera ocurrido ayer. Llegamos a casa de Carla y yo ya estaba hecha un manojo de nervios. Pero cuando vi su enorme casa, casi me desmayo.

Tim me había dicho que su madre era rica, pero yo no tenía ni idea de que lo fuera hasta ese punto.

Mientras crecía, mi padre trabajaba de conserje y mi madre hacía trabajillos donde podía para mantenernos a mi hermana y a mí.

Nunca tuvimos mucho, pero mis padres siempre se aseguraron de que tuviéramos lo que necesitábamos. Les estaba infinitamente agradecida.

Pero de pie frente a la mansión de Carla, no podía evitar sentirme pequeña. Me preguntaba si alguna vez podría encajar de verdad en el mundo de Tim.

Tim debió de percibir mi malestar porque me apretó la mano con fuerza. "Estarás bien", susurró.

Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió de golpe y allí estaba Carla.

"¡Vaya, por fin! Te estaba esperando", dijo Carla. Su voz era cálida, pero sentí un escalofrío en la espalda.

"Encantada de conocerte", conseguí decir. Me temblaba la voz y esperaba que no se diera cuenta.

"¿Qué ha pasado para que Angela no abriera la puerta?", preguntó Tim. Sonaba tan despreocupado, como si aquello fuera normal.

"No todos los días mi hijo trae a su prometida a conocerme", dijo Carla. "Quería saludarte yo misma". Sonrió, se volvió y nos hizo un gesto para que la siguiéramos. "Vamos, la mesa está preparada".

Tim me tomó de la mano y la seguimos por un largo pasillo.

"¿Quién es Angela?", susurré.

"El ama de llaves", dijo Tim.

Asentí con la cabeza. De donde yo venía, la gente sólo podía permitirse ser un ama de llaves, no contratarla.

Nos sentamos a la mesa, y casi se me cae la mandíbula ante la cantidad de comida para sólo tres personas.

La mesa brillaba con la vajilla fina, la cubertería de plata y los vasos de cristal que captaban la luz.

Me obligué a sonreír, manteniendo las manos firmes mientras tomaba mi vaso de agua. No podía dejar que se me notaran los nervios. Tenía que parecer a gusto, como si perteneciera a este lugar.

Para mi sorpresa, a pesar de tanta sofisticación y riqueza, Carla resultó tener los pies en la tierra.

No actuó con superioridad ni me hizo sentir pequeña. En cambio, me hizo todo tipo de preguntas, mostrando verdadero interés.

"¿A qué te dedicas?", me preguntó con tono amable.

"Trabajo en una empresa de marketing. No es un gran trabajo, pero me encanta", le dije.

"Es estupendo", respondió. "La pasión es más importante que el estatus".

Sus palabras aliviaron el nudo que tenía en el estómago. Me habló como a una igual, como a alguien a quien realmente quería acoger en su familia.

Al final de la velada, me sentí mucho más tranquila. Charlé con Carla, respondiendo a sus preguntas con creciente confianza.

Tim parecía complacido, sonriendo amablemente y sin soltarme la mano.

Cuando por fin salimos de casa de Carla y subimos al automóvil de Tim, exhalé sonoramente.

"Sinceramente, pensaba que iría mucho peor", dije.

"Te dije que saldría bien. Le gustaste", dijo Tim, besándome la frente.

"Sí", dije, por fin me podía el cansancio.

Cuando empezó la planificación de la boda, Tim y yo nos decidimos por una ceremonia pequeña.

Quería contribuir económicamente y no dejar que todo recayera sobre los hombros de Tim.

Mi sueldo era mucho más bajo que el suyo, así que una boda modesta parecía la solución perfecta. Pero cuando Carla se enteró, insistió en que lo canceláramos todo.

"Se merecen una gran boda de ensueño. ¿Por qué conformarse con menos?", dijo Carla. Estaba de pie en la cocina, con los brazos cruzados, mirando de mí a Tim.

"Mamá, ya lo hemos decidido. Una boda pequeña es lo que más nos conviene", dijo Tim. Su voz era tranquila, pero vi cómo se le tensaba la mandíbula.

"Tonterías", dijo Carla. "Si se trata de dinero, yo pagaré toda la boda. No deberías contenerte".

"Mamá, eso no es necesario", dijo Tim. Sus ojos se encontraron con los míos, y supe que aquello no le gustaba.

"No se puede discutir", dijo Carla.

En realidad, no teníamos elección. Me di cuenta de ello a medida que iba conociendo mejor a Carla. Cuando tomaba una decisión, no se podía discutir con ella.

Tenía una forma de hablar, firme y definitiva, que no dejaba lugar al desacuerdo.

Tim y yo intercambiábamos miradas cada vez que empezaba a hablar de la boda. Veía en sus ojos la misma inquietud que yo sentía en mis entrañas.

No me gustaba la idea de que Carla lo pagara todo. Me hacía sentir pequeña, como una invitada a mi propia boda.

Siempre había valorado mi independencia. Incluso con Tim, insistí en que dividiéramos los gastos a partes iguales.

Trabajaba muchas horas, igual que él. Nunca quise que nadie pensara que estaba con él por su dinero o, peor aún, por la riqueza de su madre.

En honor a Carla, no interfirió en nada de la planificación. No eligió las flores ni el lugar de celebración.

No eligió el menú ni la música. Tim y yo tomamos todas las decisiones.

Carla se limitó a extender los cheques. Me pareció una pequeña victoria, mantener el control al menos de esa parte.

Una noche, estaba sentada en la cama, navegando por las redes sociales. Mi teléfono zumbó y apareció un nuevo mensaje de Carla en el chat de nuestro grupo familiar. Lo leí y sentí que se me iba la sangre de la cara:

Estoy segura de que esta cazafortunas sólo está con Tim por mi dinero. En el mejor de los casos, podría ser su ama de llaves, pero desde luego no su esposa.

Casi al instante le siguió otro mensaje:

Menos mal que lo he planeado todo y no será ella quien camine hacia el altar.

Me temblaban las manos, pero conseguí hacer capturas de pantalla. Menos mal que lo hice porque, en cuestión de segundos, los mensajes desaparecieron.

Bajé las escaleras, donde Tim estaba sentado en el salón, con los pies apoyados en la mesa de centro y los ojos fijos en el televisor.

"¿Has visto los mensajes que ha enviado tu madre?", le pregunté.

Tim no apartó la vista de la pantalla. "No, mi teléfono se está cargando. ¿Qué ha pasado?".

Me acerqué, sujetando el teléfono como si fuera una bomba de relojería. Me senté a su lado y saqué las capturas de pantalla. Me temblaban las manos cuando le pasé el teléfono.

"¿Pero qué...?". Los ojos de Tim se abrieron de par en par al leer los mensajes.

"Ya los ha borrado. Creo que los envió al chat equivocado", dije.

Tim apretó la mandíbula. Me devolvió el teléfono y se pasó las manos por la cara. "La invitaré mañana. Tenemos que hablar de esto".

Asentí con la cabeza. ¿Era así como se sentía de verdad? Si pensaba que yo no era lo bastante buena para Tim, lo había ocultado muy bien hasta ahora.

Al día siguiente, Carla llegó a casa. Su sonrisa era brillante, pero no pude ver más allá de las palabras de sus mensajes.

Tim la condujo a la cocina mientras yo preparaba té. Me temblaban las manos mientras llenaba la tetera.

"Mamá, ¿quieres explicarme los mensajes de anoche?". La voz de Tim era aguda.

"¿Qué mensajes?", preguntó Carla. Miró a Tim con las cejas levantadas, fingiendo confusión.

"Ashley, ¿puedo usar tu teléfono?", preguntó Tim.

Se lo entregué. No me atrevía a hablar. Las palabras me pesaban en la garganta.

Tim sostuvo el teléfono delante de Carla. "Estos mensajes. Ya sabes de qué hablo".

La cara de Carla no cambió. "Debe de ser un error. Probablemente me han hackeado", dijo.

"Mamá, deja de fingir", dijo Tim.

"No estoy fingiendo. No sé qué son esos mensajes", insistió Carla.

Tim entrecerró los ojos. "¿De verdad crees que Ashley no merece ser mi esposa?".

Carla suspiró, con un sonido lleno de exasperación. "¿Cómo podría pensar lo contrario? Claro que no se lo merece. No está a tu nivel. Mira su familia. Un padre conserje, una madre que trabajaba quién sabe dónde. Claro que te eligió a ti. Pero lo que realmente quiere es tu dinero".

Sus palabras me golpearon como un puñetazo. Sentí el aguijón de cada sílaba. La imagen perfecta de Carla se hizo añicos en un instante.

Cada abrazo cálido, cada palabra amable... todo había sido una mentira. Se me nubló la vista por las lágrimas, pero me mordí el labio, negándome a quebrarme delante de ella.

"¿A qué te referías cuando dijiste que otra persona pasaría por el altar?", pregunté. Mi voz era débil y frágil.

Carla no vaciló. "He encontrado a la esposa perfecta para Tim", dijo.

"¿Qué te hizo pensar que estaría de acuerdo?", preguntó Tim.

"Porque si no lo hacías, te apartaría de tu herencia", dijo Carla.

"Esto es ridículo", dijo Tim. Se levantó y su silla chocó contra el suelo de baldosas. "Por favor, vete antes de que diga algo de lo que me arrepienta".

"No hemos terminado aquí", dijo Carla, pero su voz vaciló.

En cuanto Carla salió por la puerta, me derrumbé. Mis rodillas cedieron y me hundí en el suelo, cubriéndome la cara con las manos.

No podía contener los sollozos. Todo me parecía pesado, como si el mundo se hubiera derrumbado a mi alrededor.

Tim se dejó caer a mi lado. Me rodeó con los brazos, estrechándome. "Tranquila, Ashley", susurró. "Te prometo que todo irá bien".

Quería creerle. Me aferré a él, sacando fuerzas de sus latidos constantes contra mi mejilla.

Pero Carla no se rindió. Al día siguiente, volvió a presentarse. Esta vez trajo a un abogado.

Llevaba un traje rígido y una pila de documentos. Se sentó a la mesa de la cocina y empezó a enumerar todas las cosas que Tim perdería si no rompía conmigo.

Me quedé quieta, con las manos cruzadas sobre el regazo. Sabía que sólo era una táctica para asustarnos. Tim mantuvo la calma, con voz firme cada vez que decía: "No voy a dejar a Ashley".

Nos habíamos preparado para esto. Nos habíamos prometido mantener la calma si Carla intentaba ponerle un ultimátum.

Tim me había advertido de que podría perder el control, incluso sufrir un ataque. Así que mantuvimos la compostura, afrontando juntos la tormenta.

"¿Vas a dejar a esta indigente?", preguntó Carla. Su voz era aguda, y ni siquiera me miró.

"Uno: No llames así a mi prometida. Y dos: mi respuesta no ha cambiado. No. No voy a dejar a Ashley", dijo Tim.

La cara de Carla se puso roja. "¡Entonces lo perderás todo! ¿No has oído al abogado? ¡No tendrás nada! Y no volveré a dirigirte la palabra".

Tim se levantó lentamente. No gritó ni discutió. Se acercó a Carla y la abrazó. "Adiós, mamá", dijo. Su voz era firme.

Me agarró la mano con firmeza y fuimos al dormitorio. Cerramos la puerta y sus gritos se convirtieron en un ruido sordo de fondo.

Nos sentamos en la cama, hablando en voz baja. Empezamos a planear qué tipo de boda podríamos permitirnos ahora.

"No sabes cuánto temía que eligieras a tu madre", le dije.

"Siempre te elegiré a ti", dijo Tim. Me apretó la mano con fuerza y por fin me sentí segura.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.