Mi cuñada exigió que le diera a mi bebé como regalo de cumpleaños, pero recibió exactamente lo que se merecía – Historia del día

Mi cuñada siempre se ha sentido con derecho a todo lo que ha querido, pero nada me preparó para su exigencia más escandalosa: quería que tuviera un hijo sólo para quedárselo como regalo. Cuando se negó a aceptar un no por respuesta, decidí darle una lección que nunca olvidaría.

¿Crees que tienes parientes locos? Pues déjame que te cuente de los míos y quizá cambies de opinión.

Harry y yo llevábamos siete años casados, casi quince juntos, y teníamos dos hijos maravillosos, Maya y Luke.

Nuestra pequeña familia lo era todo para mí, pero cuando se trataba de nuestra familia extensa, las cosas no eran tan sencillas.

Me di cuenta de que algo no iba bien con mi suegra, Charlotte, y mi cuñada, Candice, el primer día que las conocí.

Me dije que sólo eran nervios, que le estaba dando demasiadas vueltas. Entonces no tenía ni idea de los problemas que traerían a mi vida.

Antes de nuestra boda, Candice demostró lo egocéntrica que era. Hizo un berrinche en toda regla porque tuve la audacia de elegir a otra persona como mi dama de honor.

Peor aún, afirmó que mi vestido era más bonito que el suyo. ¡Como si mi boda tuviera que girar en torno a ella!

Estuvo a punto de arruinar todo el día, pero, por suerte, Grace, la abuela de Harry, intervino.

Grace era la única alma verdaderamente bondadosa de aquella familia, aparte de mi esposo. Por desgracia, vivía demasiado lejos para rescatarnos a menudo.

Pero justo antes del trigésimo cumpleaños de Candice, ocurrió algo que me hizo cuestionarme la realidad misma.

Candice rara vez nos visitaba, y cuando lo hacía, mantenía las distancias con los niños, quejándose siempre de que eran "demasiado ruidosos" o "le daban dolores de cabeza".

Pero aquel día fue diferente. Se pasó horas jugando con Maya, y algo en ello me produjo un escalofrío. Resultó que tenía motivos para preocuparme.

Durante la cena, Candice no dejaba de mirarnos a Harry y a mí. Sabía que quería llamar la atención. Pero no sabía por qué.

"¡Tengo algo que anunciar!". Su voz resonó en el comedor. "Voy a ser mamá", soltó.

Harry se atragantó con la comida. Tosió y cogió agua. Me quedé paralizada con el tenedor a medio camino de la boca.

"¿Qué?", pregunté.

Harry se limpió la boca. "¿Quién... es el padre?". Frunció el ceño. "Ni siquiera estás saliendo con alguien".

Tenía razón. Al último novio lo había abandonado después de que ella le gritara por no comprarle un bolso caro.

Candice hizo un gesto con la mano. "En realidad, por eso he venido hoy". Se enderezó en la silla. "Los padres de mi hija serán uestedes dos".

Se me retorció el estómago. "¿Qué?"

Suspiró como si yo fuera la loca. "Tengo casi treinta años y no tengo esposo". Sonrió. "El regalo de cumpleaños perfecto sería una hija".

Abrí la boca y la cerré. Mi cerebro se esforzaba por procesar sus palabras.

Harry se frotó las sienes. "¿Quieres que Stephanie sea tu madre de alquiler?".

Candice negó con la cabeza. "No, quiero que ustedes dos tengan un bebé para mí".

Puse las manos sobre la mesa. "Entonces, sería nuestro hijo, ¿y esperas que te lo demos?".

"No sólo dármelo... dármelo por mi cumpleaños. ¿Cuál es el problema?". Su tono era ligero, casual, como si estuviera pidiendo un suéter.

La miré fijamente. "¿En serio no ves ningún problema?". Levanté la voz. "Harry y yo no vamos a tener más hijos. No voy a tener un bebé sólo para dártelo a ti".

Candice se burló. "Stephanie, siempre has sido muy egoísta".

La silla de Harry rozó el suelo al incorporarse. "No, Candice. Stephanie tiene razón. No vamos a hacer esto".

"¿Pero por qué? ¡Ya tienen dos! ¿Qué problema hay en tener uno más?". Su voz alcanzó un gemido agudo.

Apreté los puños. "¡No soy una incubadora! ¡Un niño no es un objeto! Un niño es una persona!"

"¡Es que no quieres que sea feliz! Quieres ser la única que tenga hijos!", chilló Candice.

Harry golpeó la mesa con la mano. "¡Basta ya! Márchate. Ahora".

La cara de Candice enrojeció. Se puso en pie, temblando de rabia. "Se lo contaré a mamá". Se dirigió a la puerta, la abrió de golpe y la cerró de un portazo.

Exhalé. "¿Cómo se le ha ocurrido?"

Harry negó con la cabeza. "Está completamente loca".

Candice permaneció callada un rato. Esperaba que eso significaba que por fin lo había superado. Debería haberlo sabido.

Una tarde, Candice se presentó en nuestra casa con Charlotte a su lado.

Los brazos de Candice rebosaban de bolsas de la compra de tiendas de bebés. Lo primero que pensé fue que había decidido ser una buena tía y traer regalos para Maya y Luke. Pero la expresión de arrogancia de su rostro me dijo lo contrario.

Charlotte entró, sin esperar invitación. Se sentó en el sofá y nos hizo un gesto a Harry y a mí para que nos uniéramos a ella. Candice estaba cerca, sonriendo.

"Candice me ha dicho que has accedido a darle un bebé", dijo Charlotte.

"¿Qué? No, le dijimos que no íbamos a hacerlo", dije.

"¿Por qué no?", preguntó Charlotte.

"Porque es una locura", contestó Harry.

"¿De verdad es tan difícil? Estefanía, como mujer, deberías saber que cuanto mayor te haces, más difícil es tener hijos. Candice ya tiene casi treinta años", argumentó Charlotte.

"No voy a darle mi hijo a tu hija, que no tiene ni idea de lo que significa ser madre", dije con firmeza.

"¡Eso no es verdad! Ya lo he comprado todo!", anunció Candice, sacando ropa y vestidos de bebé de sus bolsas.

"¿Te das cuenta de que un bebé no es una muñeca a la que puedes vestir sin más, verdad? Los bebés lloran, gritan, escupen y hacen un montón de cosas desagradables", señaló Harry.

"Mi hija no será así. Será como tu Maya. Nunca he visto llorar a Maya", dijo Candice con seguridad.

"Eso es porque nunca has pasado suficiente tiempo con ella", repliqué.

"Entonces te traeré a mi hija cuando llore", dijo Candice.

"Los bebés lloran día y noche. ¿Piensas traérmela todas las veces?", pregunté.

"Sí. ¿Qué problema hay con eso?", preguntó Candice, realmente confundida.

Harry enterró la cara entre las manos: "Esto es imposible. Candice, no estás preparada para ser madre. Y pedirle a alguien que tenga un hijo para ti es una completa locura", dijo.

"¡Pero si eres mi hermano!", gritó Candice.

Mientras discutían, me di cuenta de que Charlotte había desaparecido. Fui a buscarla y la encontré en nuestro dormitorio, agujereando los condones.

"¿Qué estás haciendo?", grité.

"Facilitándole la vida a todo el mundo", dijo tranquilamente.

"¿Te has vuelto loca?", grité.

"Escucha, para ti no sería difícil tener otro bebé, pero sí lo es para Candice. Así que he decidido ayudar un poco", dijo.

"¿Ayudar?", grité. "¡Estás interfiriendo en nuestra vida personal!".

"No todo el mundo tiene la suerte de tener un esposo como mi hijo. Deberías entenderlo", replicó Charlotte.

"¡Nos tratas a mí y a tu hijo como a una incubadora! ¿Por qué no puede Candice recurrir a un donante de esperma?", pregunté.

"Los donantes son gente cualquiera. Pero Harry y tú ya tienen dos hijos sanos, así que Candice sabría con seguridad que su bebé estaría bien", dijo Charlotte.

"¡Sería nuestro hijo! Nuestro!", grité.

"Pero lo tendrías por Candice, así que sería su hijo", argumentó Charlotte.

"¿De verdad crees que le daría mi hijo a alguien que cree que se puede elegir el sexo de un bebé? ¿O que los bebés no lloran?", pregunté.

"La ayudaré", dijo Charlotte.

"Eso empeora..." Eso empeora aún más la situación, quise decir, pero me detuve.

Se me ocurrió una idea: una forma de darles una lección a Candice y a Charlotte y demostrarles a todos lo locas que estaban.

"¿Sabes qué? Si vas a ayudarme, estoy de acuerdo", dije.

Charlotte sonrió. "¡Por fin! ¿Por qué no lo dijiste antes?", dijo, y luego fue a contarle a Candice las "buenas noticias".

En cuanto se fueron, Harry se volvió hacia mí sorprendido. "¿De verdad has accedido a esto?", preguntó.

"Tengo un plan", dije.

Durante los nueve meses que precedieron al cumpleaños de Candice, interpreté bien mi papel.

Sonreí, me toqué la barriga a menudo y actué como la embarazada más feliz.

Cada vez que Candice llamaba, le aseguraba que todo iba sobre ruedas. Incluso la dejaba divagar sobre los temas de la habitación del bebé y sus nombres.

Era agotador. Mantener la actuación me agotaba, pero tenía que seguir adelante.

Cuando llegó el momento, anuncié que daría a luz en otra ciudad. Candice hizo un mohín, pero aceptó mi razonamiento: le dije que el "regalo" tenía que seguir siendo una sorpresa hasta su cumpleaños. Al fin y al cabo, era un regalo, ¿no?

El gran día, toda la familia se reunió para la revelación. Incluso Grace había viajado para estar allí.

Candice les había contado a todos su "gran sorpresa", preparando el momento como si le hubiera tocado la lotería.

Harry y yo entramos cuando todos estaban sentados. Yo sostenía un portabebés, envuelto con un lazo gigante, acunándolo con cuidado. Candice exclamó, con las manos entrelazadas delante de ella.

"¡Déjame verla!", chilló, intentando mirar dentro.

"Todavía no", le dije. "Espera al gran momento".

Finalmente, Candice se puso en pie, prácticamente radiante de emoción. "¡Tengo un anuncio muy especial!", declaró. "Harry y Stephanie me han hecho el regalo de cumpleaños más increíble: ¡un bebé! La sala se llenó de exclamaciones. Los ojos se clavaron en nosotros.

Candice se volvió con los brazos extendidos. "¡De acuerdo, entrégamela ya!". Sonreí y le puse el portabebés en las manos.

Candice arrancó el lazo. Metió las manos temblorosas en el interior del transportín. Sus ojos brillaban de emoción. Luego su cara se torció de horror.

"¡¿QUÉ ES ESTO?!", chilló, sacando una muñeca.

La habitación se quedó en silencio. Todos los ojos se clavaron en ella. Harry y yo estallamos en carcajadas.

"El único bebé que eres capaz de cuidar", dije, sonriendo satisfecha.

El pecho de Candice subía y bajaba rápidamente. Sus dedos se clavaron en las extremidades de plástico de la muñeca. Me miró con pura rabia.

"¡Pero estabas embarazada!", gritó. "¡Te he visto la panza!"

"Barrigas de mentira", dije encogiéndome de hombros. "Salí de la ciudad para 'dar a luz' sólo para vender la ilusión".

Candice soltó un agudo sollozo. Charlotte exclamó y se levantó de su asiento.

"¡Bruja sin corazón!", gritó Charlotte.

"¿Y quién es exactamente una desalmada?", exclamé. "¿Las personas que se negaron a entregar a su hijo? ¿O las que esperaban un bebé como si fuera un regalo envuelto?".

Candice apretó la muñeca contra su pecho. Las lágrimas corrían por su rostro.

"¡Pero... pero si ya he comprado tantos vestidos!", se quejó. "¿A quién se supone que tengo que disfrazar ahora?".

"La muñeca sirve perfectamente", dijo Harry, aún riéndose.

A Candice le temblaron las manos al mirar el juguete. Todo su cuerpo temblaba.

Entonces noté que Grace la observaba atentamente. Tenía las manos arrugadas sobre el regazo. Sus ojos agudos parpadeaban entre Candice y Charlotte.

"¿Puede alguien explicarme qué está pasando aquí?", preguntó con voz firme.

Me volví hacia ella. "Candice acudió a nosotros hace un año exigiendo que le regaláramos un bebé por su cumpleaños".

El rostro de Grace se retorció de confusión. "¿Quieres decir... como madre de alquiler? ¿Tiene problemas de salud?"

"No", dijo Harry. "Nuestro bebé".

Grace frunció el ceño.

"Candice está perfectamente sana", añadí. "Simplemente no tiene esposo y pensó que debíamos darle un hijo".

La cara de Grace se puso roja de furia. Se levantó de su asiento y señaló con un dedo tembloroso a Candice y Charlotte.

"¿Se han vuelto locas?", rugió.

Candice se estremeció. "¿Q-qué? ¿Qué tiene de malo?", tartamudeó.

"¡Eres igual que tu madre, Candice! Le advertí a mi hijo que no se casara contigo, Charlotte, ¡pero no me hizo caso! Y éste es el resultado". exclamó Grace.

"Abuela, ¿cómo has podido decir eso?", gritó Candice.

"¡Digo la verdad!", exclamó Grace. Volvió a respirar hondo y las miró a las dos con cara de disgusto.

"Las voy a excluir a las dos de mi testamento".

La sala se quedó en silencio. El patrimonio de Grace valía mucho. Todo el mundo lo sabía. Candice y Charlotte se quedaron paralizadas.

"¿Hablas en serio?", susurró Charlotte, con voz inestable.

"Absolutamente", dijo Grace con frialdad. "No permitiré que dementes como tú tengan ningún control sobre mi riqueza".

Me invadió una profunda y satisfecha sensación de justicia. Vi cómo se daban cuenta.

"Pero...", empezó Candice.

Grace levantó una mano. "Ya basta. Nos vamos. Quiero ver a mis bisnietos, los de verdad". Se volvió hacia Harry y hacia mí. "Vámonos".

Harry y yo no lo dudamos. Nos levantamos y salimos, tomados de la mano. Detrás de nosotros, Candice sollozaba histéricamente.

Charlotte gritaba de frustración. Pero no nos importó. Tenían exactamente lo que se merecían.

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Esta pieza está inspirada en historias de la vida cotidiana de nuestros lectores y escrita por un escritor profesional. Cualquier parecido con nombres o lugares reales es pura coincidencia. Todas las imágenes tienen únicamente fines ilustrativos. Comparte tu historia con nosotros; tal vez cambie la vida de alguien. Si quieres compartir tu historia, envíanosla a info@amomama.com.