Badiya bint Ali: la trágica historia de la última princesa superviviente de Irak
Badiya bint Ali se convirtió en la última princesa de la familia real iraquí que falleció a los 100 años en su exilio en Londres sin tener una ceremonia de despedida.
Bint Ali no volvió a pisar su país natal tras sobrevivir a un sangriento golpe militar que acabó con la monarquía iraquí en el año 1958.
“Con el fallecimiento de la princesa Badiya bint Ali, termina un brillante e importante capítulo de la historia moderna de Irak. Ella fue parte de una era política y social que representó a Irak de la mejor manera. Qué descanse en paz y mis sinceras condolencias a su familia y seres queridos”, escribió en Twitter el primer ministro iraquí, Mustafa al Kazemi.
Badiya nació en el seno de una familia real liderada por el rey Faisal I de Siria, que luego fue designado por Gran Bretaña para liderar un Irak poscolonial.
La neonata familia real hachemita iraquí le dio al nuevo reino una etapa de progreso económico y social desde el año 1921.
Este cambio vino acompañado de buenas relaciones con occidente y cierto recelo con otros países de la zona al calor del movimiento panarabista.
La princesa Baiya era hermana de Abdel Ilah, príncipe que gobernó tras la muerte del rey Ghazi en 1939.
Abdel estuvo en el mandato hasta 1953 cuando su sobrino Faisal II cumplió la mayoría de edad y asumió el trono.
Baiya fue la única sobreviviente del golpe de Estado efectuado el 14 de julio de 1958. Faisal II y otros miembros de la casa real fueron fusilados en los jardines del palacio de Al Rehab.
Los hombres de Abdul Karim Qasim, quien luego fue presidente, participaron junto a Sadam Hussein en la matanza.
Ella logró escapar de la masacre junto con su esposo, Sherif al Hussein bin Ali, y sus tres hijos.
La familia encontró refugio en la Embajada de Arabia Saudí en Bagdad por los lazos que tenían con la ciudad sagrada de La Meca, donde nació el primer rey de Irak, Faisal I.
Tuvieron que abandonar Irak bajo las amenazas de los golpistas y buscar amparo en países de Oriente Medio y Europa, hasta que lograron radicarse en Londres en donde ella entregó el legado a su hijo, Sharif Ali bin al Hussein.
Sharif salió de Bagdad a los dos años y volvió a su país natal luego de que Estados Unidos invadiera y derrocara a Sadam Hussein en 2003 para reclamar, sin éxito, el trono que ya no contaba con seguidores.