La boda de John Kennedy y Jacqueline Bouvier: 1.200 invitados y un padre ebrio
John F. Kennedy y su mujer, Jacqueline, se han convertido en figuras icónicas de la historia del siglo XX. Su boda fue espectacular, pero no exenta de malos presagios.
En las apariencias, la boda y el matrimonio de John Fitzgerald Kennedy y Jacqueline Bouvier fueron perfectos. La belleza de la novia en una ceremonia de cuento hizo soñar a Estados Unidos, y las postales de su vida familiar se volvieron un ícono del sueño americano.
John F. Kennedy y su esposa Jacqueline en Washington, 1960. | Foto: Getty Images
La realidad, sin embargo, fue menos brillante. Una boda con percances dio paso a un matrimonio que llegó varias veces al borde del colapso.
EL NOVIAZGO ADECUADO
Jacqueline Bouvier y John Fitzgerald Kennedy tenían muchas cosas en común. A él le decían Jack, a ella Jackie. Ambos habían nacido en el seno de familias adineradas que colocaban grandes ambiciones sobre los hombros de sus hijos. Para más, ambos eran católicos, en un país muy mayoritariamente protestante.
John F. Kennedy y Jacqueline en 1952. | Foto: Getty Images
Cuando se conocieron, durante una cena en 1951, ella tenía 22 años y él 34. Ella comenzaba una promisoria carrera como reportera, y él ya había hecho sus primeras armas en la política, que le valió un escaño en el congreso.
Aves de un mismo plumaje, Jack y Jackie se atrajeron. Pero, en principio, ninguno de los dos tenía en mente ese enlace. Ambos tenían otras vidas y otras prioridades en mente.
John F. Kennedy y Jacqueline, comprometidos, en Hyannis Port en 1953. | Foto: Getty Images
Ese mismo año 1951, Jackie planeaba casarse con John Huster Jr., un agente de bolsa. La boda, sin embargo, nunca llegaría a realizarse. Janet, madre de la joven, se enteró del módico pasar económico del prometido de su hija y puso el grito en el cielo: para ella, un casamiento económicamente conveniente era una condición no negociable.
Él, por su parte, gozaba del beneplácito de las damas que le otorgaban su carismática belleza y su poder político. La soltería le sentaba muy bien.
Sin embargo, su padre, el magnate Joseph P. Kennedy, intervino: quería impulsar la carrera política de su hijo, y soñaba con verlo en la Casa Blanca. Y sabía muy bien que una familia era lo que John necesitaba para devenir un candidato presidencial viable.
John F. Kennedy y Jacqueline Bouvier en la década de 1950. | Foto: Getty Images
Desde el punto de vista de ambas familias, Jack y Jackie eran el uno para la otra: ambos pertenecían al mismo estamento social, y ambos eran católicos. Tras dos años de noviazgo intermitente, se comprometieron.
UNA BODA ACCIDENTADA
La boda se celebró el 12 de septiembre de 1953 en la iglesia de Santa María de Newport, con el fasto de un casamiento de la realeza. Jackie hubiera deseado algo más íntimo, pero la familia de su prometido tenía muy claro que quería hacer del evento otro hito de campaña, e invitaron a 1.200 personas, incluyendo personalidades de la política, las finanzas y el espectáculo.
John F. Kennedy y Jacqueline el 12 de septiembre de 1953, Newport. | Foto: Getty Images
El primer mal augurio se dio cuando el taller de la diseñadora Ann Lowe, encargada del vestuario de la novia y las damas de honor, se inundó días antes de la boda. Los vestidos quedaron inutilizables, y Lowe y sus ayudantes tuvieron que hacerlos de nuevo en poco más de una semana.
El esfuerzo de la diseñadora consiguió que el desastre pasara completamente inadvertido. Jackie, sin embargo, no se sintió a gusto con los 50 metros de tela de su falda, y manifestaría luego que se sintió vestida como "la pantalla de una lámpara".
John F. Kennedy y Jacqueline el 12 de septiembre de 1953, Newport. | Foto: Getty Images
No fue lo único que hizo falta ocultar. Enfadado por no haber sido invitado a una recepción el día antes, el padre de la novia, John Vernou Bouvier III se presentó a la boda borracho como una cuba.
Quien llevó a Jackie del brazo al altar, de improviso, fue Hugh Auchincloss, el segundo marido de su madre. Mientras, otros familiares se encargaron de mantener al padre ebrio fuera del ojo público.
John F. Kennedy y Jacqueline el 12 de septiembre de 1953, Newport. | Foto: Getty Images
UN MATRIMONIO AMARGO
Tras la agotadora recepción, que incluyó horas de saludos a los doce centenares de invitados, los recién casados se fueron de luna de miel a Acapulco. Allí, al menos, disfrutaron de unos días de felicidad marital.
Lo que vendría después sería menos armónico. Jackie se quejaría por años de que la política la privaba demasiado de su marido, que la dejaba todo el tiempo sola.
John F. Kennedy y Jacqueline con sus hijos en Palm Beach, 14 de abril de 1963. | Foto: Getty Images
Por otra parte, John F. Kennedy se casó, pero no cambió sus costumbres, y los rumores de sus amantes no cesaban de aparecer. Esto complicó tanto las cosas que considerarían más de una vez el divorcio durante los años que duró el matrimonio.
A esto se sumaron luego problemas para tener descendencia. En 1954, Jackie sufrió un aborto espontáneo de su primer embarazo. El segundo, en 1956, terminó en tragedia: la niña, Arabella, nació muerta.
John F. Kennedy y Jacqueline con sus hijos en 1963. | Foto: Getty Images
Recién en 1957 nació Caroline, la mayor de las hijas de la pareja. John Jr. llegaría en 1960. El último hijo de la pareja, Patrick, llegó al mundo en agosto de 1963, prematuro y con problemas respiratorios severos: viviría solo 39 horas.
El trágico final es conocido por todos: el 22 de noviembre de 1963, John F. Kennedy fue asesinado en Dallas. Años más tarde, Jackie aceptaría una oferta de matrimonio de un viejo conocido: el magnate Aristóteles Onassis. Pero esa, claro, es otra historia.