Luisa Isabel Álvarez de Toledo, la duquesa que conoció la cárcel y el exilio, se casó con su secretaria y dejó a sus hijos sin herencia
Su vida estuvo rodeada de controversia. Fue a la cárcel por organizar una protesta, vivió una vida de desenfreno y no tenía casi contacto con sus hijos.
Luisa Isabel Álvarez de Toledo conoció a la que se convertiría en su esposa en la boda de su primogénito en 1983. En aquel entonces, continuaba casada con el padre de sus tres hijos, José Leoncio González de Gregorio y Martí.
La duquesa de Medina Sidonia y el conde de la Puebla de Valverde contrajeron matrimonio en 1955. Después de que tuvieron a sus tres hijos casi no volvieron a verse. A continuación, podrás leer sobre los escándalos de su vida.
Luisa Isabel Álvarez de Toledo, duquesa de Medina Sidonia, en su archivo en el palacio de Sanlúcar de Barrameda, Cádiz. | Foto: Getty Images
SU TIEMPO EN LA CÁRCEL
En 1969, Luisa Isabel permaneció presa durante varios meses por haber organizado una manifestación. Era para exigir que indemnizaran a los agricultores que habían sufrido pérdidas por el accidente nuclear de Palomares.
En la década de los setenta, al parecer la duquesa también sostuvo una cercana colaboración con la agrupación terrorista ETA. Según reseñó Vanitatis, presuntamente también les llegó a prestar ayuda económica.
Después de salir de prisión gracias a una amnistía, se exilió a París. Allí, la mujer también conocida como ‘la Duquesa Roja’, llevó una vida de desenfreno y derroche. “Sentó” cabeza tras su regreso a España.
Posteriormente, Luisa Isabel Álvarez de Toledo inició una relación sentimental con Lilian Dahlmann. La historiadora había ingresado a trabajar en el palacio de Medina Sidonia como secretaria personal de la duquesa, unos meses después de que se conocieron.
La aristócrata llevaba muchos años de amor con la mujer de quien se enamoró en la boda de su hijo mayor, en los años ochenta. Pero seguía presentándola como su secretaria.
La rubia, que era veinte años más joven que Luisa, jugaría un papel determinante en su vida y en la de sus descendientes. Los detalles, a continuación.
Luisa Isabel Álvarez de Toledo, duquesa de Medina Sidonia, en una manifestación anti-Estados Unidos, el 17 de enero de 1967. | Foto: Getty Images
FINAL OFICIAL DE SU UNIÓN
Aunque no se veían y su relación era nula, Luisa Isabel y José Leoncio González de Gregorio y Martí, padre de sus hijos, todavía estaban casados.
No obstante, su matrimonio terminó de manera oficial en 2005, cuando el conde de la Puebla de Valverde solicitó la separación ante un juzgado. El juez no dudó en conceder el divorcio, pues el par ya llevaba años viviendo separado.
La duquesa ya había estado compartiendo su tiempo con Liliane durante mucho tiempo. Y fue a ella a quien dejó su legado antes de su partida. Su decisión dio inicio a una prolongada batalla legal:
MATRIMONIO Y PARTIDA
Dos horas antes de la muerte de Álvarez de Toledo el 7 de marzo de 2008 debido al cáncer, la mujer y la duquesa contrajeron matrimonio en una ceremonia exprés que se llevó a cabo ante una jueza y doce testigos.
Después de eso, Dahlmann permaneció en la propiedad como duquesa viuda. La boda y el posterior fallecimiento de Luisa Isabel significó el comienzo de una incesante batalla legal por la herencia familiar.
NO QUERÍA QUE VENDIERAN SU LEGADO
Las partes involucradas eran los hijos que tuvo durante su matrimonio con José Leoncio, con quienes tenía poco contacto, y la viuda, Liliane.
Ella había heredado la administración de la fundación en la que, desde 1990, su fallecida esposa había organizado el enorme patrimonio documental de su familia.
Se trata del archivo privado más grande de Europa. Dahlmann también había heredado el palacio familiar. En 1977, la duquesa ya había solicitado al director de Patrimonio Artístico Nacional que el archivo fuera declarado bien de interés cultural.
“Quisiera pedirle que, con el fin de evitar nuevas pérdidas, lo declarase monumento histórico-artístico”, dijo en aquel entonces, según reseñó Mujer Hoy.
Luisa Isabel creó esta fundación y clasificó los miles de legajos que datan de hace más de mil años para evitar que sus hijos vendieran este patrimonio. Así daría oportunidad de que los historiadores e investigadores accedieran a él.