Anciana sin hogar gasta todo su dinero en un regalo para un niño rico - Historia del día
Una señora sin hogar gastó todo el dinero que le quedaba en una barra de chocolate. La compró para un niño cuya madre estaba demasiado ocupada y le dio una lección.
La Sra. García pasaba la mayor parte de los días mendigando afuera de Altamira Plaza. En el pequeño edificio comercial hay una lujosa supertienda, una panadería, un gimnasio, un spa y algunos lugares de comida rápida.
Se trata de un lugar concurrido y la gente a menudo mostraba su amabilidad con mujer. Algunos días eran mejores que otros, pero en su mayoría, lo que reunía le alcanzaba para comprar hogazas de pan antes de anochecer.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
A la mujer mayor le gustaba observar a las personas, especialmente a las familias. Muchas madres ocupadas asistían al spa para recibir tratamientos al estar sin sus hijos, pero un día fue diferente.
La Sra. García notó a una dama en. Ella iba al gimnasio todas las mañanas y luego al spa. Más tarde, salía vestida como una ejecutiva. Eso le recordaba a la mendiga su propio pasado.
Un día, la mujer trajo a su hijo con ella. Era un niño de no más de ocho años y no se veía feliz de estar allí con su mamá. “Jimmy, vamos. Tengo que llegar al gimnasio ahora mismo y apurarme para llegar al trabajo a tiempo”, dijo la madre.
"¡Pero, mamá!", el chico se quejó. "¿Qué voy a hacer mientras haces ejercicio?". La mujer le contestó: "Te vas a sentar ahí con tu tableta y te quedarás callado hasta que mamá termine. ¿Está claro?", precisó con severidad.
“¿Puedes al menos comprarme un caramelo? He sacado buenas notas. Dijiste que me comprarías si superaba la prueba de matemáticas, y lo hice”, replicó el niño.
Pero la mamá le comunicó que no tenía tiempo y que tenía que apresurarse a entrar o comenzaría su rutina tarde.
La mujer tomó la mano del niño y corrió al gimnasio, ignorando por completo a la Sra. García. Eso era normal. Mucha gente ignoraba su presencia y ella no podía culparlos.
En su juventud había hecho lo mismo. Nunca imaginó lo sombrío que sería su futuro. Ahora, estaba mayormente sola y no tuvo ayuda en su jubilación.
Luego de la acción de la madre, la Sra. García pensó en algo. A pesar del poco dinero que había recaudado en los últimos días, quería tener un buen gesto con el chico.
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Entonces, entró al supermercado. El guardia de la puerta la miró con el ceño fruncido. Sabía que ella era la dama sin hogar que pasaba sus días afuera. Había entrado en la tienda en otras ocasiones, pero solo compraba pan viejo.
El guardia la comenzó a seguirla discretamente, preocupado de que pudiera robar algo. Esto no era nuevo para ella. La gente a menudo se mostraba cautelosa con su presencia, especialmente en las tiendas. No podían echarla sin una razón, pero querían hacerlo la mayor parte del tiempo.
La mujer caminó por los pasillos en busca de una buena barra de chocolate para ese chico. Ella solo quería animarlo. Cuando llegó al lugar correcto, vio a una niña mirando el chocolate y le sonrió.
La niña le devolvió la sonrisa, pero su madre pronto se dio la vuelta y se alejaron de la Sra. García, quien agarró la barra de chocolate que quería.
Fue a la caja registradora y se puso en fila justo detrás de un simpático joven. Disculpe, señora. La caja registradora del siguiente carril está vacía. ¿Por qué no va allí?", preguntó el hombre con el ceño fruncido.
La mujer le sonrió y le dijo que se quedaría allí porque tenía mucho dolor en sus piernas. El hombre pensó que la Sra. García le rogaría que le comprara algo de comida. Pero ella nunca haría eso.
La joven en la caja registradora tomó la barra de chocolate y de inmediato comentó: "Señora. Este chocolate es bastante caro. Son cinco dólares la barra. Hay varias opciones más baratas y podría ahorrar su dinero”, dijo.
"No, este es el chocolate que quiero", respondió la Sra. García. La joven le facturó y ella pagó con las monedas de un dólar que había recogido. Este chocolate era realmente caro, lo que significaba que no podría comprar pan ese día. Pero era un sacrificio digno que ya había procesado en su mente.
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Salió de la tienda y esperó a que terminaran el niño y su madre. La vio salir primero y al chico siguiéndola abatido. “Oye, chico. Aquí está la barra de chocolate que querías", dijo García.
"¡Muchas gracias!", dijo el chico y sonrió. Cogió la barra de chocolate y se subió a su coche. La Sra. García vio que su madre notó la barra de chocolate y hablaron por un segundo. Ella se mostró sorprendida y salió del auto rápidamente.
Fue hasta un café y salió con una bolsa y una taza de chocolate caliente. "Señora, muchas gracias por comprarle un chocolate a mi hijo. Aquí tiene”, dijo la mujer.
La mendiga le agradeció y expresó que el chocolate caliente era ideal para el clima frío. La madre del niño le sonrió, pero se quedó preocupada.
"Si no le importa que le pregunte, ¿por qué le compró a mi hijo esa barra de chocolate? Es bastante caro, especialmente en este mercado", preguntó la mujer.
La Sra. García manifestó que ese día quiso hacer feliz a alguien y le comentó que su hijo le recordó al de ella, con el que no había hablado en un buen tiempo.
“Una vez fui una mujer joven y ocupada como tú, pero no tenía tiempo para mi familia. El trabajo siempre fue lo primero”, detalló la Sra. García.
La madre del chico le preguntó dónde estaban sus seres queridos, al tiempo que la interrogó queriendo saber por qué estaba en esa situación.
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“Mi hijo y mi hija no querían tener nada que ver conmigo porque nunca tuve tiempo para ellos. Se fueron de casa al ser adultos. Entonces mi negocio quebró. Perdí todo pagando deudas y, finalmente, perdí mi casa”, reveló.
La adinerada dama expresó con lágrimas en los ojos que de seguro los hijos de la mendiga la perdonarían si supieran sobre su condición.
Pero García agregó que estaba segura de que no sabían lo que le había pasado, y puntualizó que no merecía su perdón porque fue una madre ausente. “Eso siempre será mi mayor arrepentimiento”.
La mujer le agradeció una vez más su amabilidad y se subió a su coche, donde estaba esperando el chico. Abrazó a su hijo con fuerza antes de encender el motor. Nunca más ignoró a su niño.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Valora a tu familia mientras están aquí: No hay nada más importante que compartir con los seres amados en esta vida. Deben ser lo primero.
- Aprende de las experiencias de otros: A veces, solo puedes tomar el ejemplo de otros para mejorar.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.