Hombre sin hogar le dio su último pedazo de pan a un niño perdido - Historia del día
Un vagabundo compartió su última comida con un niño al que nunca había conocido antes, y al día siguiente, se despertó con una nueva vida y un nuevo comienzo.
Roberto estaba desperdiciando su vida. Era un tipo de sesenta y tantos años y vivía en una gran mansión que había sido de su familia durante varias generaciones. Contaba con diez habitaciones, todas equipadas con baños y closets, y estaba ubicado en un hermoso barrio.
Era una propiedad privilegiada, y él lo sabía, pero eso no lo hacía sentir mejor, especialmente porque tenía que vivir solo en el sitio. A veces, imaginaba el sonido de pies corriendo en sus pasillos, pero sabía que era demasiado tarde para él.
Había probado suerte en el amor y había fracasado miserablemente, por lo que ahora tenía que vivir solo. En verdad, Roberto nunca se había imaginado a sí mismo como alguien que envejecería solo, pero fue lo que le tocó.
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Roberto había estado casado una vez con una mujer llamada Patricia. Ella era hermosa, pero con un temperamento desagradable y una afinidad por la manipulación, aunque él solo se dio cuenta después de su separación.
Ahora podía recordarlo, claro como el agua. Habían sido una pareja feliz en los primeros meses de su matrimonio. Quizás fue todo el romanticismo de estar recién casado... hormonas por doquier, pero cuando eso desapareció, las cosas comenzaron a descontrolarse.
Patricia, que nunca podía pasar un día sin confesarle su amor, de repente dejó de comunicarse y hablar de cómo se sentía. En cambio, sus risitas se convirtieron en quejas y su radiante sonrisa se transformó en una furia tormentosa provocada por las cosas más triviales.
Era peor porque se negaba a reconocer sus faltas, pero rápidamente culpaba a Roberto de todo lo malo. Él podía recordar un evento en particular que fue la gota que derramó el vaso.
Sucedió antes de que se jubilara como fabricante de muebles. Él acababa de regresar del trabajo cuando ella lo confrontó porque se perdió un concierto “por culpa” de Roberto.
En casa solo había un automóvil que él se llevó al trabajo ese día, y debido a unos pedidos improvisados, Roberto se tardó para salir de la oficina e irse a casa. De ahí su tardanza, pero a Patricia no le importó.
"Soy tu esposa", dijo. "¡Debería tener prioridad sobre tu trabajo!"
"Mi trabajo nos alimenta, Patricia", respondió Roberto. "Si tuviera que dejarlo todo el tiempo para satisfacer tus caprichos, estaríamos en la ruina".
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Ella no escuchó razones, y ese era su modus operandi habitual. Pasaron los años y dieron la bienvenida a una niña, pero la maternidad solo hizo que Patricia se pusiera más irracional. Y él no era perfecto, eso lo sabe.
Las peleas solo aumentaron en frecuencia, y aunque Roberto trató de evitar las discusiones por el bien de su hija, había mucho daño de por medio. Patricia estaba más amargada que nunca.
Roberto no podía pensar en ninguna razón por la que su mujer dejó de quererlo tan drásticamente. Finalmente, decidió divorciarse de ella, pero incluso eso no salió como estaba planeado.
Patricia le advirtió que no lo hiciera e incluso amenazó con desaparecer con su hija si procedía.
Él había sido joven y quizás temerario, por lo que pensó que ella se calmaría después de que se efectuara el divorcio. Pero desafortunadamente, ese no fue el caso. Cuando se firmaron los papeles, Patricia hizo las maletas, se llevó a su hija y desapareció de su vida.
Había estado solo desde entonces y extrañaba terriblemente a su hija. "Nada por eso", pensó. "La vida es la vida."
Pero un día, Roberto escuchó un golpe en su puerta. La abrió y vio a una mujer joven que sostenía la mano de una niñita. Él estaba sorprendido. La mujer se parecía a su esposa y, sin embargo, no era ella. Sus palabras cayeron como balde de agua fría.
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"Hola, padre", dijo.
Roberto se sintió abrumado por la alegría, pero antes de que pudiera reaccionar, ella reveló que su exesposa estaba muerta.
"¿Por qué no estuviste en el funeral?", ella preguntó.
Explicó que no había tenido conocimiento de la muerte de su madre, por lo que tampoco estaba al tanto de su funeral. Pero al igual que su madre, ella no estaba dispuesta a escuchar.
"Siempre se te ocurren excusas por tus defectos", replicó ella.
Roberto sonrió incrédulamente mientras ella hablaba y mencionaba sus defectos. Por alguna razón, esa chica le recordaba a su difunta exmujer. No eran diferentes.
Finalmente, la hija reveló que fue a casa de su padre porque no tenía dónde vivir. Su nieta, Rosa, intervino para revelar que ella también había deseado conocerlo, lo que lo hizo feliz.
Él se negó a darle su casa a su hija, por lo que ella se fue con su cría. Sin embargo, tuvo la amabilidad de llevarla una vez a la semana para que la niña pudiera pasar algún tiempo con su abuelo.
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Roberto disfrutó de las visitas e incluso había empezado a crear juguetes de madera para la niña para cuando ella visitara. Un día, la pequeña Rosa le pidió que le hiciera un juguete de madera a su semejanza, y él aceptó.
Él esperó expectante la semana siguiente para mostrárselo, pero ella nunca llegó. Roberto dejó de esperar después de la tercera semana y, a la cuarta, recibió una llamada de su hija.
Rosa había tenido un accidente y necesitaba una cirugía urgente. Sin embargo, era caro y ella no tenía dinero, por lo que le pidió que vendiera su casa y le transfiriera el dinero, lo que hizo por amor a su nieta.
Su hija le prometió que lo dejaría vivir con ella en su casa para que supiera que no se quedaría sin hogar. Pero le sorprendió cuando descubrió que ella le había mentido. No le había pasado nada a Rosa, y su hija lo engañó como venganza por dejarla con Patricia tantos años atrás.
Él lloró mientras se movía de calle en calle, sin hogar y sin un centavo, hasta que una noche, un niño que estaba perdido se le acercó.
"¿Podría ayudarme, señor?", le preguntó el niño.
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Roberto escuchó, y cuando supo que el niño quedó separado de su familia durante una excursión y ahora estaba solo y hambriento, le ofreció su última comida. Después llevó al niño a la estación de policía antes de acostarse a dormir.
Al día siguiente, Roberto se despertó y vio al niño y a su padre frente a él. El padre le agradeció por ayudar a su hijo y le ofreció el desayuno. En el restaurante hablaron y el hombre se enteró de todo el mal que le habían hecho a Roberto.
A cambio de ayudar a su hijo, el padre del niño, un rico hombre de negocios, alquiló un apartamento para Roberto y le consiguió una tienda para vender sus juguetes de madera. Hizo buenas ventas de ese negocio.
Un día, recibió una llamada de su hija. Supuso que el rico la había contactado. Pero en lugar de pedirle perdón, su hija simplemente quería saber a quién le dejaría su propiedad. Prometió que Rosa lo recibiría y ella cortó la llamada.
Al día siguiente, Rosa estaba en su tienda y su hija le envió un mensaje de texto para decirle que la niña ahora era suya. Se iba del país con su amante y ya no se preocuparía por el niño.
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A Roberto no le importó en absoluto y desde ese día, se preocupó por Rosa como si fuera su propia hija. Ella creció, se convirtió en una trabajadora social exitosa y finalmente se casó con el niño cuyo padre salvó a su abuelo de las calles. Roberto estaba satisfecho y, cuando falleció, no hubo nada de lo que se arrepintiera.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- La familia es importante. Roberto habría muerto como un hombre solitario si su hija no hubiera regresado. Cuando lo hizo, trajo a su nieta, quien le dio más color a su vida. Murió en paz, sabiendo que dejó un legado atrás.
- El matrimonio no debe apresurarse. Roberto se casó con Patricia y comenzó la cadena de eventos que lo llevaron a donde había estado. Ella era la mujer equivocada para él, y se demostró en la forma en que actuó hasta su fallecimiento. Un matrimonio es un compromiso a largo plazo y debe contraerse con una cuidadosa consideración para evitar terminar con la persona equivocada.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.