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Una niña llorando | Fuente: Shutterstock
Una niña llorando | Fuente: Shutterstock

Mamá obliga a su hija de 16 años a entregar a su bebé en adopción - Historia del día

Vanessa Guzmán
01 oct 2021
13:50

Una mujer obliga a su hija de 16 años a dar a su bebé en adopción, pero años después su remordimiento la lleva a criar a su hija y a su hijo juntos.

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Graciela Fonseca quería algo mejor para su hija de lo que había tenido para ella misma, por lo que impulsó a Daria a sobresalir académicamente, en los deportes y en la música. La madre deseaba una mejor oportunidad de vida para su retoño.

El plan de Graciela para el futuro de su hija pareció arruinarse cuando Daria, de 16 años, le dio una noticia impactante a su madre. "Mamá", dijo con voz asustada y temblorosa, "estoy embarazada".

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Shutterstock

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Shutterstock

"¡Embarazada!", gritó Graciela enojada. "¡Niña estúpida! ¿Quieres arruinar tu vida? ¡Mírame! Yo fui una madre adolescente y mi vida es un infierno".

"Mamá", susurró Daria, "hablé con la consejera de mi escuela y me dijo que aún podría terminar la secundaria, tener a mi bebé e ir a la universidad... Hay programas".

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"¿Le dijiste a un extraño antes de hablar con tu mamá?", dijo Graciela enfurecida. "¿Esta consejera pone comida en tu mesa? ¡Dime eso! ¿Va a limpiar el trasero de ese niño? ¿Levantarse para las comidas de la madrugada?".

"No mamá, pero...", dijo Daria nerviosamente.

"Aquí no hay peros. No te quedarás con ese niño. Tienes una beca para estudiar violín, y no te van a querer con un saco de pañales en la mano y un bebé en tu espalda".

Daria estaba llorando. "¡No, mamá, quiero a mi bebé!".

"No sabes lo que quieres, Daria. Te diré lo que quieres, ¡y no es un mocoso en tu teta mientras yo pago las cuentas! Darás ese bebé en adopción a una buena familia y tendrás un futuro".

Graciela quería lo mejor para su hija y creía que renunciar a su bebé era la única forma de salvaguardar su futuro.

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pixabay

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pixabay

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Y así, cuando su bebé nació cuatro meses después, Daria lo entregó y firmó los papeles. Dos meses más tarde estaba en la universidad. El dolor de perder a su hija la atormentaba por las noches cuando no podía dormir.

En esas horas oscuras, le dolían los brazos y los pechos, podía oler el dulce aroma de su bebé. Susurraba el nombre secreto de su niña, Melody, y sonreía incluso mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.

Pero Graciela tenía razón en una cosa: Daria tenía un talento enorme y cuando tenía 26 años era una solista estrella que viajaba por todo el mundo, tocando su violín con algunos de los mejores directores y orquestas prestigiosas.

A los 34 años, Daria conoció a un hombre que la hizo sonreír, un hombre amable y tranquilo del que se enamoró. Ella y Robert se casaron y hablaron sobre formar una familia. Dejó sus giras y se concentró en grabar, esperando quedar embarazada muy pronto.

Pero el embarazo simplemente no sucedió. Consultaron a especialistas en fertilidad y probaron la FIV, pero nada funcionó. Después de cuatro años, Daria estaba a punto de quebrarse. Todo en lo que podía pensar era en el bebé al que había renunciado.

"Dios me está castigando", le dijo a su madre con amargura, "entregué su regalo, ahora Él no me dará otro".

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Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pexels

"Cálmate, Daria", dijo Graciela. "Hiciste lo que tenías que hacer y mira tu vida. Tienes una carrera maravillosa, un buen hombre..."

"¡Y ningún bebé, mamá, quiero un bebé!", gritó Daria.

"¡No podemos tener todo lo que queremos! ¡Solo agradece a Dios por lo que tienes!", precisó Graciela bruscamente.

"¡Tuve un bebé, mamá, y la quería y tú me hiciste regalarla!", Daria sollozó.

"¡Fue por tu propio bien! Mi mamá me echó de la casa cuando estaba embarazada de ti, ¡así que tuviste suerte!", dijo la atormentada madre de la violinista.

"¿Suerte? ¿Porque no me echaste a la calle? Mamá, podrías haberme ayudado. Podría haberlo hecho todo con tu ayuda. Todo lo que tenías que hacer era ayudar”. Daria tenía lágrimas corriendo por ella cara. "¡Pudiste haber ayudado!", exclamó.

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Esa noche, Graciela no pudo dormir. Las palabras de su hija seguían resonando en su mente. "Yo podría haber ayudado", se dijo a sí misma. "En lugar de eso, intimidé a una niña asustada para que hiciera lo que yo quería. Y sabía cómo hacerlo porque yo también había sido una niña asustada".

Dos meses después, Graciela llamó por teléfono a Daria y la invitó a almorzar en la ciudad. "¿Qué pasa, mamá?", preguntó Daria.

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Unsplash

"¡No pasa nada!", contestó su madre. "¿No puede una mamá almorzar con su hija?".

Tres días después, Daria entró al restaurante y encontró a su madre charlando con una joven de cabello largo y color castaño. Tenía los ojos oscuros y una sonrisa inquietantemente familiar. Graciela se levantó de un salto y agarró la mano de Daria.

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"Cariño, quiero que conozcas a Briana", dijo, y la joven sonrió nerviosa.

“Soy una gran fan", comentó la chica. "Yo también soy violinista, tengo todos tus discos. He estado soñando con conocerte”.

"Eso es bueno", comentó Daria. "Siempre es un placer conocer a una fan".

"Briana no es solo una fan, Daria, es tu hija", dijo Graciela. Daria sintió que la habitación giraba locamente bajo sus pies.

"Mi hija...", susurró mirando a la niña, sus ojos, su sonrisa. "Melody…"

Briana ayudó a Daria a sentarse. "Graciela me dijo que no querías renunciar a mí, que ella te obligó. Pero quiero que sepas que tengo padres maravillosos, una vida encantadora. Todo lo que he querido es conocerte".

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Unsplash

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"Te amo tanto", dijo Daria, "¡nunca quise perderte!". "Lo sé", acotó Briana en voz baja, "pero ahora estamos juntas. Mi madre es mi madre, pero tú puedes ser una amiga maternal".

"¿Tú también tocas el violín?", preguntó Daria, riendo y llorando al mismo tiempo. "Lo heredaste de mí".

Esa tarde, Daria encontró a su hija y Graciela encontró paz y redención. Seis meses después, Daria hizo un descubrimiento maravilloso: estaba embarazada. Su vida había vuelto al punto de partida.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Las buenas intenciones no te hacen una buena persona: Graciela quería lo mejor para su hija y creía que renunciar a su bebé era la única forma de salvaguardar su futuro.
  • Cuando cometas un error, admítelo y corrígelo: Graciela se dio cuenta del daño que le había hecho a su hija y decidió buscar a su nieta para regalarle algo de alegría a Daria.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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