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Un restaurante | Foto: Shutterstock
Un restaurante | Foto: Shutterstock

Mesera alimenta a un indigente que paga y deja una nota debajo de su plato - Historia del día

Mayra Pérez
12 oct 2021
22:00

Una mesera fue recompensada por alimentar a un mendigo que pagó y dejó una nota debajo de su plato. Ni ella ni sus compañeros imaginaban lo que ocultaba este personaje.

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Marta y Mary eran meseras en un restaurante que acababa de abrir sus puertas en la ciudad. Ambas habían estado buscando trabajo durante semanas cuando se encontraron con un anuncio solicitando camareras, por lo que aplicaron.

Ninguna tenía esperanzas de ser seleccionada, ya que había una gran cantidad de candidatas dispuestas: era un restaurante nuevo, lo que significaba una gran oportunidad. Mary y Marta empezaron a trabajar allí al día siguiente. Recibieron uniformes y un formulario que contenía las reglas a cumplir dentro del restaurante. La primera regla era tratar a todos los clientes con amabilidad.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Marta estaba satisfecha con el trabajo, principalmente porque el restaurante atendía a la clase alta de su ciudad, lo que significaba que todo estaba limpio y en orden. No había peleas de bar ni multitudes revoltosas. Para ella, era el cielo.

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Por su parte, Mary también estaba feliz. La paga era excelente y había aprendido que los clientes dejaban propinas más grandes cuanto más frecuentemente sonreía y hacía contacto visual. Tampoco era alocada la idea de conquistar a un soltero millonario, así que siempre se aseguraba de lucir lo mejor posible.

Un mes después de que empezaron a trabajar, un indigente entró al restaurante. Iba mal vestido con ropa remendada y emanaba un distintivo olor a suciedad. Todos los ojos estaban puestos en él en el momento en que entró.

Se sentó en la parte trasera del restaurante, pero aun así se destacaba entre toda la clientela. Después de un momento, solicitó el menú con la intención de pedir algo de comida.

Mary se enojó. No podía creer el coraje del vagabundo para entrar en un establecimiento tan elegante con su aspecto y olor. “Necesitamos que seguridad eche a esta alimaña de aquí”, dijo con ira en su voz.

“¿Pero qué tal si tiene hambre y solo quiere comer?”, preguntó Marta.

Mary estaba furiosa, pero Marta sentía pena por el vagabundo. Al final, ella fue la única entre las camareras que lo atendió. Le llevó el menú e incluso le recomendó sus mejores platos, todo con una sonrisa.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

A Mary no le gustó esa actitud. “¿Sabes algo?”, preguntó cuando coincidió con Marta en la cocina. “Si este vagabundo no paga, el gerente deducirá el dinero de tu salario”.

“Lo sé y si llega a pasar eso, estoy segura de que puedo arreglar algo con la gerencia”, respondió Marta.

“¿Estás loca?”, gritó Mary. “¡Sabes que no puedes pagar por todo lo que está comiendo!”.

“Bueno, no podemos rechazarlo”, respondió Marta. “Se convirtió en cliente cuando entró y las reglas dicen que los tratemos bien a todos”.

Marta alimentó al vagabundo a pesar de la molestia de Mary. Todas las camareras lo vigilaban mientras comía; no confiaban en que él no huyera sin pagar.

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El hombre los sorprendió a todos cuando sacó una billetera y pagó la comida. Después de que él se fue, Marta fue a recoger la mesa y encontró una propina de 100 dólares y una nota debajo del plato.

Decía: “Marta, has encontrado el secreto de la felicidad, que es la bondad. Mira cómo la bondad que me mostraste hoy vuelve a ti”.

Marta se sorprendió por lo que leyó, pero cuando se lo mostró a Mary, su amiga ignoró la nota.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

“Probablemente haya robado ese dinero en las calles”, dijo Mary.

“Si hubiera sido así, no me lo habría dado todo como propina, ¿cierto?”, se preguntó Marta tratando de darle sentido a lo sucedido.

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La vida continuó normalmente después de eso, y las chicas rápidamente se olvidaron del extraño vagabundo que podía pagar la comida de su restaurante. Los pensamientos sobre él cruzaban ocasionalmente por la mente de Marta, pero ella simplemente los dejaba de lado.

Exactamente un mes después del hecho, el hombre regresó. Mary temió una vez más que se escapara sin pagar, pero Marta lo atendió de nuevo. Después de que terminó su comida, el hombre se puso de pie y aplaudió dos veces. Inmediatamente se hizo un silencio en el lugar.

“Mira, te dije que estaba aquí por algo más que comida”, le susurró Mary a Marta mientras veían al hombre caminar hacia el centro del salón.

“Mi nombre es Enzo Caraballo”, exclamó. “Y soy dueño de este restaurante”.

Todos se quedaron en silencio después de su declaración. La seguridad fue convocada de inmediato, pero mientras caminaban hacia el hombre, él se quitó el sombrero mugriento y la barba artificial que se había pegado en la cara.

Eso detuvo a los guardias en seco mientras miraban al hombre que los había contratado, vestido con ropa sucia.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

“Ahora que tengo su atención, tengo algunos anuncios que hacer”, dijo Enzo. Destacó a Marta y la elogió por tomarse el tiempo para atenderlo amablemente a pesar de que no parecía merecerlo.

“Ella demostró que se puede tratar a las personas con respeto, sin importar cómo se vean o cuán ricos sean”, dijo.

Enzo ascendió a Marta ese día y le dio el codiciado puesto de gerente mientras él se iba a supervisar sus otras empresas.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • La bondad siempre encuentra su camino de regreso. Marta fue amable con Enzo incluso antes de saber quién era realmente. Mary trató de evitarlo, pero ella sabía qué era lo correcto y se mantuvo firme en su decisión de tratar bien al vagabundo. Y aunque nunca esperó ser recompensada, lo fue de todos modos. Su bondad se le devolvió.
  • No tengas miedo de destacar. Marta fue la única trabajadora del restaurante que decidió atender al vagabundo. Sus colegas eligieron la otra opción, y Marta podría haberse unido a ellos para sentirse apoyada, pero no lo hizo. En cambio, defendió sus valores y fue recompensada.
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