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Niño rico y mimado se burla del mayordomo y su padre es testigo - Historia del día

Un hombre rico tenía un hijo que no apreciaba las cosas y se sentía con derecho a todo. Trataba a su mayordomo con desprecio hasta que un día su padre se cansó de su mala educación.

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Joel y Teresa le dieron la bienvenida a su hijo hace algunos años. Pero la pareja no tenía idea de que se convertiría en un adolescente maleducado y malagradecido.

El niño se llamaba Alejandro. Su padre era un rico magnate inmobiliario que tenía poco tiempo para compartir con su hijo. Para el hombre, asegurarse de que su retoño tuviera todo lo que necesitaba era lo mejor que podía hacer por él.

Enorme salón de una casa con muebles elegantes. | Foto: Shutterstock

Enorme salón de una casa con muebles elegantes. | Foto: Shutterstock

Cuando Alejandro aún era un niño pequeño, su madre, Teresa, murió en un accidente. Eso lo dejó sin nadie que lo cuidara, con excepción de los muchos sirvientes de la casa.

El chico apenas veía a su padre. Cuando Joel llegaba a casa del trabajo, se dormía rápidamente. Antes de que el niño se despertara al día siguiente, su padre ya había salido de la casa.

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Como era su único hijo, el hombre trataba de hacer que la vida fuera cómoda para él. En su quinto cumpleaños, le compró una mini mansión junto con otros juguetes con los que otros niños de su edad solo soñarían.

Joel se sentía culpable por tener poco tiempo para Alejandro. Así que, para compensar la culpa, se aseguraba de darle lo mejor que el dinero pudiera pagar. El niño no hacía tareas domésticas ni contribuía de ninguna manera. Sin embargo, obtenía lo que quería.

Niño jugando en el pasto con un carro de juguete. | Foto: Shutterstock

Niño jugando en el pasto con un carro de juguete. | Foto: Shutterstock

A medida que crecía, se volvía más egoísta y arrogante, especialmente en lo relacionado con ayudar en la casa. No le importaba si sus acciones causaban daño a quienes lo rodeaban. Todo lo que le importaba era obtener suficiente satisfacción y diversión.

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Cuando tenía 8 años, se montaba en la espalda de su mayordomo como si fuera un caballo. Incluso después de que el hombre, llamado Abelardo, se quejó de que le dolía la espalda por el juego. Alejandro dijo con insolencia: “Los caballos no hablan”.

A medida que crecía, era más malagradecido. Nunca reconocía el esfuerzo de aquellos que le ayudaban a hacer su vida más fácil.

Por ejemplo, una mañana durante el desayuno, el cocinero le había servido sándwiches. Pero Alejandro afirmó que estaban malos y le ordenó que preparara otros inmediatamente.

El hombre trató de disculparse, pero el chico dijo bruscamente: “Necesito un sándwich, no tu disculpa”. No había nadie que lo corrigiera ni nadie que le mostrara cómo comportarse de manera apropiada y cortés.

Mayordomo con una bandeja en su mano. | Foto: Shutterstock

Mayordomo con una bandeja en su mano. | Foto: Shutterstock

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Cuando cumplió 18 años, Joel le compró un auto deportivo nuevo, con la esperanza de que su hijo se entusiasmara. Esa mañana, también hizo que el sirviente decorara la casa, pues quería que su hijo se sintiera encantado.

Luego, llevó al chico afuera y señaló el auto deportivo azul en el garaje. Le entregó las llaves con una sonrisa y le dijo: “Feliz cumpleaños hijo. Toma estas llaves, este auto único es tuyo”.

“Papá, creo que te vendieron un auto defectuoso”, dijo Alejandro con un tono de ingratitud. Luego le devolvió las llaves a su padre y agregó: “Puedes comprarme el mismo coche, pero esta vez que sea verde”.

El padre se sintió decepcionado, pero no le dio mucha importancia. Hasta que un día, durante el desayuno, Alejandro hizo otra escena con el mayordomo. En presencia de su padre, reprendió al hombre sin pensar que era un ser humano que merecía respeto y amabilidad.

Joel ya se había cansado de la actitud de su hijo y pidió que lo dejaran a solas con él. Le informó que le quitaría su apoyo financiero hasta que entendiera la importancia del trabajo duro.

Automóvil deportivo de color azul estacionado. | Foto: Unsplash

Automóvil deportivo de color azul estacionado. | Foto: Unsplash

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El hombre le pidió al joven que le hiciera un jarrón con sus propias manos. Pero, en lugar de eso, el arrogante chico decidió pagarle a un maestro artesano para que le hiciera uno.

Cuando le presentó el objeto a su padre, después de que el hombre lo examinó detenidamente, preguntó: “¿Hiciste este jarrón tú mismo?”. El joven respondió con una sonrisa y un tono que reflejaba mala actitud, “¡Claro!”.

Joel dejó caer el objeto y, después de que se estrellara contra el suelo, se quejó de que no era lo suficientemente bueno. Decepcionado, Alejandro regresó con el maestro artesano y ordenó una nueva versión.

Luego, le llevó el nuevo jarrón a su papá y lo mostró como su trabajo. Una vez más, el hombre lo miró con atención y lo estrelló contra el suelo. Joel dijo: “Lo siento hijo, debes intentarlo de nuevo”.

Hombre vestido de traje con rostro serio. | Foto: Pexels

Hombre vestido de traje con rostro serio. | Foto: Pexels

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El joven estaba furioso con el fabricante de jarrones. Se preguntaba por qué a su padre no le gustaba ninguna de sus obras. Enojado, el artesano dijo: “Tal vez debería intentar hacerlo usted mismo”. Se ofreció a enseñarle de forma gratuita.

Por primera vez en su vida, Alejandro se tomó en serio el aprendizaje de un oficio. Esto fue lo primero que se había tomado tan en serio. Su primer intento fue el esperado; estaba por debajo de la media, pero siguió haciendo todo lo posible.

Trabajó en ello todo el día hasta que consiguió algo presentable. Finalmente, se acercó a su padre con su jarrón. Después de analizarlo detenidamente, el hombre le pidió que lo intentara de nuevo, pero cuando tiró el jarrón al suelo, el joven se lanzó para atraparlo.

“¡No! Pasé mucho tiempo en esto. ¿Sabes lo difícil que fue hacerlo?”, le dijo a su padre.

Sorprendentemente, Joel dijo: “Hijo, este es el jarrón que estaba buscando”. Lo puso en el gabinete donde guardaba sus premios. Explicó que había estado buscando un jarrón especial para enseñarle a su hijo el valor del trabajo.

Joven pensativo con su mano sobre su boca. | Foto: Pexels

Joven pensativo con su mano sobre su boca. | Foto: Pexels

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Después de ese día, Alejandro se transformó. En lugar de ser arrogante, se volvió servicial y agradecía a todos los que lo ayudaban. Comenzó a tratar a sus sirvientes con respeto y, a cambio, ellos le brindaban su aprecio.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

El valor del trabajo. La gente tiende a dar las cosas por sentado y por eso no se esfuerzan. Al igual que Alejandro, cuando las personas invierten su tiempo y esfuerzo en una tarea, se vuelven más agradecidas y menos críticas con los demás.

Pasar tiempo con la familia. Alejandro habría seguido siendo un mocoso mimado si su padre no hubiera tenido tiempo para observarlo y guiarlo. Es importante crear tiempo para la familia y ayudar en su desarrollo.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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