Anciana se cae en la calle, luego oye a jóvenes en vehículo de lujo burlarse de ella - Historia del día
Virginia caminaba con su compra cuando resbaló en la carretera helada de un paso de peatones. Un grupo de jóvenes en un lujoso automóvil comenzó a reírse y a tocarle la bocina. Ella recordó a su padre y se defendió de una manera que nadie imaginó.
La Sra. Virginia Fuentes acababa de terminar de hacer las compras con su hija, Vanessa, y le dijo que prefería caminar a casa.
“Pero mamá, hace mucho frío. Déjame llevarte a tu casa”, protestó su hija. Virginia rechazó el ofrecimiento, pues Vanessa vivía a 20 minutos de ella.
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Las calles estaban cubiertas de nieve, aunque no hacía tanto frío. Las carreteras estaban algo heladas, y los conductores sabían que debían tener cuidado. La mujer de 74 años tomó sus dos bolsas de la compra y se detuvo en el paso de peatones.
Cuando apareció la luz roja y los vehículos se detuvieron, Virginia comenzó a cruzar. Desafortunadamente, subestimó lo resbaladizo que sería el piso y tropezó con sus bolsas. Cayó de cadera y no había otros peatones que la ayudaran a levantarse.
Se dio cuenta de que un grupo de jóvenes adolescentes se reían de ella desde su nuevo Mercedes Benz. No podían tener más de 17 años.
“¡Eso fue muy gracioso! ¡Hazlo de nuevo!”, dijo el conductor mientras se reía de ella. Virginia no podía creer lo crueles que eran con una persona mayor.
“Los jóvenes de hoy día no saben de respeto”, pensó mientras trataba de ponerse de pie. Pero no podía hacerlo sola, y los chicos comenzaron a tocar la bocina, asustándola.
“¡MUÉVETE, VIEJA! ¡TENEMOS PLANES!”, gritó el chico en el asiento del copiloto mientras el conductor seguía tocando la bocina. Aunque el semáforo estaba en verde, ella obstruía su camino mientras otros autos pasaban.
De repente, un hombre amable vino a ayudarla a levantarse. “¿Está bien, señora? ¿Puedo ayudarle con sus bolsas?”, le preguntó. Virginia estaba agradecida, sin embargo no podía olvidar a los jóvenes del coche, que seguían causando revuelo y tocando la bocina con rudeza.
Ella los miró con las manos en las caderas. “¡Oye, vejestorio! ¡No nos mires así! ¡Sal del camino ahora mismo, o te atropellaremos!”, amenazó el conductor. Virginia no pudo soportarlo más.
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Recordó una historia que su difunto padre, el coronel Frank Lambert, le había contado tiempo atrás. Durante la Segunda Guerra Mundial, su grupo perdió la mayor parte de sus municiones durante una batalla particularmente desagradable. Solo quedaron algunas granadas.
En ese entonces era un soldado raso, pero decidió arrojar varias granadas hacia los tanques nazis y una hacia los soldados. Esto ayudó al resto de la compañía a escapar y encontrar refugio. La historia de guerra de su padre le dio una idea.
Virginia se enderezó y abrió una de sus bolsas de la compra. Sacó un paquete de lentejas y lo abrió con la boca como lo harían los soldados con granadas en las películas, luego arrojó las lentejas en el parabrisas del coche de lujo.
“¡¿QUÉ ESTÁS HACIENDO?! ¿¡ESTÁS LOCA!?”, gritó el conductor. Virginia no se detuvo. Cogió una bolsa de arroz e hizo lo mismo. Le siguieron varias latas de atún, que abollaron el coche. Luego vinieron productos frescos, incluidos tomates y huevos.
Varias personas se habían detenido alrededor y miraban a la anciana, quien silenciosamente se preocupaba por los daños en el auto y si los chicos la denunciarían a la policía. Sin embargo, ya era demasiado tarde para lamentar sus acciones.
El hombre que la había ayudado a levantarse no paraba de reír, mientras los jóvenes salían del auto, aterrorizados por la anciana. Cuando terminó, Virginia miró a cada uno de ellos, se secó las manos y comenzó a alejarse.
Esa noche, Vanessa la llamó muy alterada, porque alguien había subido todo a YouTube. “¡Se está volviendo viral, mamá! ¡Estás loca! ¡Esos chicos podrían haberte hecho daño!”
“Oh por favor. Se asustaron cuando les arrojé unos tomates a su auto. Se rieron de mí por haberme caído, pero no pudieron soportar el arrebato de una anciana. Fue tan catártico, cariño”, respondió Virginia.
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“¡Abuela!”, “¡Eres increíble! ¡Les mostraste a esos hombres que no debían meterse contigo!," dijo Marco, el hijo de Vanessa. “Compartí el video en mi FB, ¡y todos mis amigos están encantados!”
Virginia se rio del entusiasmo de su nieto y lo animó a enfrentarse a los matones. “Recuérdame que te cuente la historia de tu bisabuelo durante la guerra”, agregó y terminó la llamada.
Al día siguiente, Alexander, también conocido como el joven que conducía el lujoso automóvil, llegó a su casa con sus padres. Vieron el video y reconocieron a la Sra. Fuentes. Entonces preguntaron por la ciudad si alguien sabía su dirección.
Virginia esperaba que estuvieran enojados; en lugar de eso estaban decepcionados de su hijo. El video incluía la caída y la rudeza de Alexander. Le hicieron disculparse y ella lo aceptó. No obstante, se ofreció a pagar los daños causados por las latas de atún.
“No se preocupe por eso, señora. Mi hijo se merecía esa lección y ahora se va a poner manos a la obra para arreglar esas abolladuras. ¿Estoy en lo cierto, Alexander?”, dijo su padre con una expresión severa.
“Sí, señor”, respondió Alexander, mirando al suelo.
“Nunca volverá a hacer algo así”, pensó Virginia, sonriendo.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Ser respetuoso con los mayores. Esos jóvenes le faltaron el respeto a Virginia, a pesar de que ella es una persona mayor, y obtuvieron lo que se merecían.
- Hay que defenderse. Si bien no aplaudimos lo que hizo Virginia, es importante enfrentar a los matones o seguirán acosando a los demás.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.