Chofer de bus encuentra en su nuevo apartamento una foto de mujer a la que echó al frío una vez - Historia del día
Antonio impidió que una mujer mayor subiera al autobús una noche fría. Se sintió culpable, pero se olvidó de ella. Meses después, se mudó y vio una foto dejada por los inquilinos anteriores en su nuevo hogar. Era la misma dama a la que había rechazado y decidió hallarla deseando que no fuera tarde.
“Este es un gran lugar”, pensó Antonio para sí mismo después de que terminó de traer la última de sus cajas. Se estaba mudando a un nuevo apartamento y no podía estar más feliz.
Este año había sido duro. Lo habían despedido de su trabajo poco antes de Navidad, pero afortunadamente consiguió otro, pocos meses después, de la Navidad del año anterior.
Dejó su antigua casa, ya que le pidieron que la desocupara porque la iban a vender. Solo quedaba un mes de contrato, por lo que Antonio tuvo que encontrar un nuevo sitio rápidamente. Por fin, halló una que le gustaba y podía pagar. No era demasiado cara, y estaba ubicada en una zona aún mejor que el anterior.
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Era hora de poner todo en orden y empezar a desempacar. Pero mientras Antonio barría y movía sus cajas, casi pisó un viejo marco de fotos. “Oh, los viejos dueños debieron dejarlo aquí”, se dijo, recogiéndolo con una mano, mientras sostenía la escoba en la otra.
Cuando el chofer le dio la vuelta al marco, quedó completamente sorprendido. Era una foto de una anciana sentada en una silla de aspecto antiguo y sonriendo a la cámara. Ubicó su rostro de inmediato.
Hacía aproximadamente un año, casi había terminado con su ruta de autobús cuando una anciana quiso subir a su autobús. Era una noche fría y no estaba de buen humor. Había rumores de despidos y tenía miedo de perder su trabajo justo antes de Navidad.
La mujer comenzó a hablar con él en lugar de escanear su tarjeta de autobús. "Señor, lo siento. Dejé mi billetera en casa. ¿Todavía puede dejarme entrar y le pagaré lo más pronto posible?".
"Señora, no puedo hacer eso. ¿No tiene algo de efectivo?", contentó Antonio.
"No señor. ¿Puede hacerme este favor? Le dejaré mi número de teléfono y le daré el dinero más tarde. Por favor, hace mucho frío”, suplicó la mujer.
"Lo siento. Mis jefes lo prohíben estrictamente. Por favor salga”, expresó Antonio y cuando la mujer trató de suplicar nuevamente, el chofer perdió los estribos. "¡SALGA AHORA MISMO!".
Con lágrimas en los ojos, la mujer se dio la vuelta y salió del autobús.
Al día siguiente, Antonio se despertó lleno de culpa. Las noticias de la mañana dijeron que hubo una gran tormenta de nieve esa noche, y se preguntó si la mujer habría podido llegar a casa sana y salva.
Sin embargo, se olvidó de ella rápidamente después de recibir una llamada telefónica de su supervisor. Lo acaban de despedir y no podía hacer nada al respecto.
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Pasó varios meses trabajando a tiempo parcial en diferentes lugares hasta que consiguió un puesto permanente. Era un trabajo aún mejor pagado, así que al final todo le salió bien.
Al mirar la fotografía de la anciana, Antonio pensó que ella habría sido la anterior inquilina de su apartamento. No podía creer la coincidencia y la culpa volvió a él con toda su fuerza.
Había pasado casi un año desde el incidente. Sus manos se cerraron con más fuerza alrededor del marco mientras se preguntaba qué le había pasado a la mujer.
"Por favor Dios. Dime que no murió esa noche por mi culpa", rezó Antonio mirando hacia el cielo mientras las lágrimas corrían por su rostro. "Por favor. ¿Qué puedo hacer para mejorar las cosas?", se preguntó.
De repente, tuvo una idea. Iba a llamar a su arrendador y preguntarle por el ocupante anterior. Así fue como descubrió el nombre de la dama, Helen.
Según el hombre que le alquiló el inmueble, la persona en el contrato de arrendamiento era en realidad la nieta de Helen, Angélica, y no tenía idea de por qué se habían mudado ni dónde estaban.
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Sin embargo, Antonio le suplicó su número de teléfono y el propietario se lo dio a regañadientes. Le tomó un tiempo reunir el valor para marcar los dígitos, pero necesitaba saber qué le había sucedido a Helen y así lo hizo.
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"¿Hola?", respondió una mujer.
"Sí, hola. ¿Eres Angélica?, dijo Antonio.
"Sí. ¿Quién es?", contestó la nieta de Helen.
“Hola, mi nombre es Antonio. Esperaba poder hablar con tu abuela, Helen. ¿Está ella contigo?", comentó el chofer.
Antonio estaba muy ansioso. Se dio cuenta de que le sudaban las manos y se secó una en sus jeans.
"Ah, sí. Dame un segundo", respondió Angélica.
Fue entonces cuando Antonio dio un suspiro de alivio. La señora estaba viva.
"¿Hola?", dijo la mujer mayor.
"¿Señora Helen?, consultó Antonio.
"Sí. ¿Puedo ayudarte?", indicó ella.
"Puede que no me recuerde, señora. Mi nombre es Antonio. Nos vimos brevemente por esta época el año pasado. Yo era conductor de autobús”, comenzó diciendo el hombre mientras caminaba por todo su apartamento.
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"Oh. ¿De verdad eres tú?”, preguntó Helen.
"¿Te acuerdas de mí? Sí, señora. Soy yo. Yo soy el que te echó en el frío", continuó. "Lo siento mucho. Eso fue horrible de mi parte. Estaba del peor humor posible y me preocupaba que te pudiera haber pasado algo".
“Bueno, agradezco tu disculpa, joven. Pero no entiendo por qué llamas un año después. ¿Cómo consiguió el número de mi nieta?", lo interrogó Helen.
“Vivo en tu antiguo apartamento y dejaste un portarretratos aquí. Te recordé de inmediato. Quería que supieras que lamenté mis acciones ese día. Pero el karma me pagó por completo. Perdí mi trabajo y luego perdí mi apartamento”, explicó Antonio. Ya se había calmado y se sentó en su sofá.
"No le desearía nada malo a nadie, pero debo admitir que estaba bastante enojada contigo esa noche. Acababa de visitar la tumba de mi esposo y necesitaba regresar a casa antes de que el clima empeorara. Tuve que caminar a casa y me enfermé después de lo ocurrido”, reveló Helen.
"¡Oh no! No puedo creer que fuera tan idiota. ¿Cómo podría hacerle eso a alguien?", comentó Antonio.
"No te preocupes. ¡Estoy bien ahora! Pero... fue bastante horrible. Espero que nunca más le vuelvas a hacer eso a alguien, ¿de acuerdo?”, lo regañó la mujer.
"Nunca más, señora. Y por favor, quédese con este número. Si alguna vez necesita algo, no dude en llamarme. Aprovecharé cualquier oportunidad para compensarla".
“Hmmm… ahora que lo mencionas. El centro para personas mayores necesita a alguien este fin de semana para ayudar a mover algunas cosas. ¿Te gustaría ser voluntario?", preguntó Helen.
Antonio aceptó y trabajó incansablemente ese fin de semana. Vio a Helen una vez más en persona y también a su nieta. Posteriormente, se ofreció como voluntario en el centro varias veces al mes y desarrolló un vínculo encantador con la mujer mayor.
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Había aprendido la lección y nunca más maltrató a nadie, sin importar su estado de ánimo.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Las personas no tienen que pagar por tu mal humor: Antonio trató a Helen horriblemente y la dejó en una situación peligrosa porque estaba enojado. Se arrepintió de inmediato.
- Repara tus errores, no importa cuánto tiempo haya pasado: Antonio logró enmendar su error un año después, gracias a que reconoció que había actuado mal aquella noche.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.