Hombre hace prueba de ADN y descubre que no es padre de su hijo: se entera de que esposa tampoco es la madre - Historia del día
El mundo de un hombre se puso patas arriba cuando conoció que el ADN de su hijo no coincidía con el suyo. Pero peor aún fue cuando incluso el ADN de su esposa tampoco coincidía con el del niño. ¿Cómo llegaron al fondo de este dilema?
María Fuentes escuchó que cerraron con mucha fuerza la puerta principal de su casa y se sobresaltó. Estaba en la cocina donde había estado preparando la cena para su familia.
La puerta había hecho un ruido tan fuerte porque su esposo, un hombre de casi dos metros de alto, la había cerrado de golpe. Parecía furioso mientras caminaba hacia la cocina.
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Fue todo un espectáculo para María, que rara vez había visto a su esposo Cristóbal tan enojado. De hecho, podía contar con una mano las veces que lo había visto molesto.
Era la persona más bondadosa que había conocido, por lo que su furia la inquietó. Inmediatamente, se puso de pie y fue hacia él. "¿Qué ocurre?", preguntó ella, pero él solo le entregó una carta en lugar de darle una respuesta.
"¡Lee esto!", gruñó furiosamente antes de pasar junto a ella para tomar el asiento que ella dejó vacío. Se veía gracioso en la pequeña silla, pero María no se atrevía a reír.
En cambio, centró su atención en la carta y, cuando la abrió, vio los resultados de una prueba de ADN. Cristóbal siempre se había quejado de cómo sus amigos bromeaban sobre lo diferente que se veía su hijo de él.
Los resultados fueron prueba de que Cristóbal no era el padre de su hijo Eduardo. No podía creer que su esposa lo hubiera engañado y lo obligara a criar al hijo de otro hombre.
"Debo haberte parecido realmente un tonto", dijo de repente, con los ojos fijos en ella. "He estado atendiendo a una familia que nunca fue mía".
"¡CRISTÓBAL!", gritó María. "¿Cómo puedes decir tal cosa?".
"¡Dime que no es cierto entonces!", exclamó. "¡Dime que es algún tipo de error, que nunca te acostaste con otro hombre y luego me hiciste creer que su hijo era mío! ¡Dime!".
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"Por favor, créeme, Cristóbal", sollozó María. "Nunca podría amar a otro hombre, mucho menos acostarme con uno. Tiene que haber algún tipo de error. Solo pido que confíes en mí".
"¿Quieres confianza? ¿Qué tal el 100 por ciento de confianza que los médicos y todos los demás en el mundo ponen en las pruebas de ADN?", preguntó Cristóbal.
"Dice que Eduardo no es mío, pero tú, que nunca has inventado nada en tu vida, crees que hay una falla en alguna parte".
"¡Tú no eres la Virgen María! Simplemente, no metiste un bollo en el horno gracias a algún ser superior en algún lugar, y claramente no lo engendré yo. Mi pregunta es, ¿quién fue?".
"Cristóbal, ¿cómo puedes decir esto?", sollozó María. Estaba muy herida por las palabras que su marido le decía y por sus acusaciones.
"¿Es Kelvin de tu gimnasio? ¿El Sr. Gutiérrez de la tienda del veterinario?", preguntó Cristóbal, subiendo cada vez más la voz.
Gritó tanto que despertó al niño de cinco años. Preguntó por qué había tanto alboroto mientras caminaba hacia la cocina. Entonces de pronto escuchó a su padre decir que no lo había engendrado y luego vio cómo dejaba a su madre llorando.
No podía entender lo que estaba pasando, pero sabía dos cosas; su madre no estaba contenta y su padre acababa de negarlo.
Al día siguiente, María hizo un viaje al hospital y se hizo una prueba de ADN. Para su sorpresa, los resultados también demostraron que ella no era la madre de Eduardo. Esto la desconcertó. No era el resultado que ella esperaba.
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Estaba segura de que Cristóbal era el padre de Eduardo y ahora acaba de enterarse de que no es su madre. ¿Cómo es posible que ninguno de sus ADN coincidiera?
Llamó a su marido y le reveló la noticia cuando salía del hospital. Ella también le envió una foto de los resultados de su prueba y eso lo sorprendió.
Lo mejor que pudieron hacer fue regresar a la maternidad, donde habían recibido a su bebé cinco años antes. Se encontraron con la enfermera que ayudó durante el parto, pero la mujer trató de evitar el tema.
"Escucha, mujer, hemos tenido una discusión bastante ruidosa sobre esto y tenemos evidencia de ADN que dice que ninguno de nosotros tuvo nada que ver con la creación de Eduardo. Si no te sinceras ahora, revelaré la verdad", gruñó Cristóbal.
Acobardada por su figura intimidante, la enfermera les dio instrucciones para llegar a la familia que había terminado con su hijo biológico.
"Lo siento, pero alguien confundió a los recién nacidos y ya era demasiado tarde cuando lo descubrimos, así que hubo un encubrimiento. Los habría contactado, pero me iba a quedar sin trabajo. ¡Lo siento!", explicó llorando la mujer.
Cristóbal no tenía simpatía que ofrecer, así que dio media vuelta y se alejó. Sin embargo, María le dedicó a la mujer una sonrisa tranquilizadora antes de seguirla. Rastrearon la dirección, pero María se acobardó cuando llegó el momento de conocer a la familia.
"¿De verdad crees que deberíamos estar haciendo esto?", preguntó mientras se sentaban en el auto.
"Por supuesto, tenemos derecho a saber por lo menos", respondió su marido. "¿Por qué no nos tomamos las cosas con calma y nos acercamos a su puerta?".
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María llamó después de unos minutos y una extraña dama abrió la puerta. Detrás de ella, agarrándose a su falda, estaba el niño por el que habían venido María y su esposo. Era idéntico a Cristóbal y la madre lo notó de inmediato.
"¿Cómo es esto posible?", se preguntó la mujer.
"¿Por qué no le explicamos mientras nos tomamos un té?", sugirió María. La mujer, que se presentó como Marta, estuvo de acuerdo.
Cuando los padres de Eduardo le revelaron todo a Marta y a su esposo Juan, les pidieron que se fueran. "Si alguna vez desean ponerse en contacto, pueden comunicarse con nosotros aquí", dijo Cristóbal mientras dejaba su tarjeta de presentación.
No esperaban una llamada, pero al día siguiente, Marta llamó a María y le dijo que quería reunirse. Durante su encuentro, Marta explicó que los niños no eran muebles que pudieran intercambiarse o moverse como tal.
No podían simplemente cambiar a los niños, incluso si habían estado criando a uno que ellos mismos no concibieron.
Cristóbal vio sentido en sus palabras, por lo que ambas parejas decidieron seguir criando al niño que el destino les trajo mientras seguían siendo amigos. Estuvieron en contacto cercano para que también pudieran presenciar el crecimiento de sus hijos biológicos.
Cristóbal se disculpó con su esposa por culparla injustamente de haberlo engañado. Amaba escuchar a Eduardo, llamarlo papá y pensaba que su esposa era la mejor mujer del mundo.
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¿Qué aprendimos con esta historia?
- Los niños merecen lo mejor: Ningún niño merece ser abandonado solo porque el ADN no coincide. El amor de los padres no debe reservarse solo para los niños biológicos.
- Mantén la calma, incluso si tienes pruebas sobre algo trascendental en tu vida: Cristóbal creyó que tenía pruebas de que su esposa le había sido infiel, y las tenía. Pero resulta que estaba equivocado y que todo había sido una confusión. Se disculpó después de darse cuenta de su error y pudieron superarlo.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.