Mesera renuncia a su almuerzo por un anciano mal vestido que huele mal: ve a su jefe abrazándolo - Historia del día
La mesera de un restaurante renunció a su almuerzo por un hombre mayor mal vestido que entró al local. Para su sorpresa, el dueño del establecimiento corrió hacia el anciano y lo abrazó. Lo que ocurrió a continuación dejó a la mujer atónita.
Natalie tenía dos trabajos para pagar su matrícula universitaria. Tenía clase todas las mañanas y trabajaba de camarera por la tarde y de conserje por la noche.
Un día, estaba agotada después de limpiar toda la noche por culpa de un huésped indisciplinado en la posada donde trabajaba. Tuvo que fregar los suelos y deshacerse de la basura que había dejado el cliente y quiso regalarse una buena comida.
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Después de una mañana llena de clases, se dirigió a la cafetería para comer. Aprovechó su descuento de empleada y pidió un delicioso plato de pasta, algo que no solía hacer porque intentaba ahorrar todo el dinero posible.
"Aquí tienes, Natalie. ¡Que lo disfrutes! He hecho la ración un poco más grande para ti", le guiñó un ojo su compañera de trabajo mientras le entregaba el plato de pasta.
"¡Gracias, Mia! No tenías que hacerlo, pero te lo agradezco. Ha sido una noche dura", dijo ella, tratando de entablar una pequeña charla.
Cuando estaba a punto de comer, un anciano maloliente con ropa desgastada abrió de golpe las puertas de la cafetería. Otros clientes miraron al hombre con asco y se taparon la nariz. "¡Ese hedor es insoportable!", dijo una mujer en voz alta.
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"¿Puedo comer y beber algo?", dijo el anciano, acercándose al mostrador. El encargado negó con la cabeza. "¿Tiene dinero para pagar la comida?", le preguntó.
El hombre mayor pareció confundido durante un par de segundos antes de que el gerente volviera a hablar. "Es evidente que no tiene dinero", dijo. "Salga de aquí. Está molestando a nuestros clientes con su olor".
Natalie se sintió mal por el anciano. Parecía débil, como si no hubiera comido nada decente desde hace tiempo. Antes de que pudiera salir de la cafetería, se acercó a él y le dijo que se sentara en su mesa. "Por favor, siéntese", le dijo.
El hombre se sentó y ella le acercó su plato de pasta. "Puede tomar mi comida", dijo Natalie. "Déjeme traerle una botella de agua", añadió, poniéndose de pie para comprar una botella en el mostrador.
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Sintió la mirada del encargado mientras se dirigía al mostrador. "¿Por qué ayudas a ese viejo apestoso?", le preguntó.
"Mi difunta abuela me enseñó que si estoy en condiciones de ayudar a alguien que lo necesita, debo hacerlo. No me moriré si no me como ese plato de pasta, pero ese hombre parece hambriento. Si no come, no sabremos cuánto tiempo pasará antes de que se desmaye y enferme", explicó Natalie.
Natalie observó cómo el hombre se comía la pasta a toda prisa. Cuando iba por la mitad de la comida, llegó el dueño del restaurante y preguntó al encargado por el olor.
En un instante, el gerente culpó a Natalie. "Entró un vagabundo maloliente. Intenté espantarlo, pero Natalie le ofreció su comida y ahora el hombre sigue aquí. Lo siento, señor, debería haber hecho un mejor trabajo echándolo", explicó.
El dueño se volvió hacia el anciano, y lo que ocurrió a continuación dejó atónitos a todos los presentes en el restaurante. Corrió hacia el hombre y lo abrazó con fuerza.
"¡Papá!", gritó. "¡Llevo semanas buscándote! ¿Dónde has estado?", preguntó.
"Estaba perdido... y entonces vi este restaurante, y supe que me resultaba familiar. Estaba en lo cierto. Era tu restaurante", explicó el anciano. "Esa chica de allí, me ayudó". Señaló a Natalie. "Todos intentaban echarme, incluso el gerente, pero esta chica me pidió que me sentara y me dio su comida".
El dueño del restaurante llevó a su padre a casa para que pudiera descansar y refrescarse. Al cabo de unas horas, volvió al restaurante mientras Natalie trabajaba en su turno. La llamó a su despacho y le agradeció por lo que había hecho.
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"Siempre he rezado para que Dios me dé empleados como tú, que se apasionan por lo que hacen y son compasivos con otras personas. Gracias por ayudar a mi padre, aunque no sabías quién era... He decidido ascenderte a gerente del restaurante", declaró.
"Sé que eres una estudiante trabajadora, así que te he subido el sueldo para que no tengas que tener dos trabajos. Aprovecha las tardes para descansar. ¿Qué te parece?".
Natalie ya estaba llorando. Le estaba costando mucho compaginar los estudios con sus dos trabajos, y la oportunidad de dejar uno sin perder dinero era demasiado buena para ser verdad.
"¿De verdad haría eso por mí, señor?", le preguntó.
Su jefe asintió con la cabeza. "Sí. Quiero que tengas tiempo suficiente para concentrarte en tus estudios. No puedes hacerlo con dos trabajos. Deja el otro y haz tus turnos normales aquí, pero como gerente. Te lo mereces".
Natalie agradeció a su jefe el ascenso. Tenía más tiempo para sí misma, lo que le permitía sobresalir en la universidad mientras disfrutaba de su trabajo.
Mientras tanto, el antiguo gerente recibió una lección muy dolorosa cuando fue despedido de su trabajo. El jefe le dijo que no cumplía las normas de la empresa sobre lo que significa ser un "buen empleado". Le dijo:
"En este restaurante, los valores están por encima de todo. Aquí acogemos a todo el mundo. Si no respetas eso, no debes estar aquí".
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Haz el bien, y siempre se te devolverá: Natalie quiso ayudar al anciano porque se sentía mal por él, sin darse cuenta de que estaba ayudando al padre de su jefe. Al final, fue recompensada por su desinterés, y eso cambió su vida para mejor.
- Cuando estés en condiciones de ayudar a alguien, hazlo: Cuando Natalie se dio cuenta de que nadie iba a ayudar al anciano, intervino y le ofreció su comida. Asimismo, cuando el jefe se enteró de la amabilidad de Natalie, se aseguró de recompensarla dándole un ascenso y permitiéndole ganar más, lo que alivió su preocupación por poder pagar la matrícula de la universidad.
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