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Niño en una tienda de zapatillas | Foto: Shutterstock
Niño en una tienda de zapatillas | Foto: Shutterstock

Niño renuncia a zapatos soñados para comprarle botas a pobre compañero: pronto un camión se detiene en su casa para recompensarlo - Historia del día

Un niño estaba emocionado porque compraría tenis nuevos tras ahorrar durante meses, pero decidió comprar calzado para su compañero de clase, pues sus zapatos estaban muy desgastados. No sabía que su amabilidad sería recompensada.

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David siempre encontraba un asiento junto a la ventana en el autobús escolar de regreso a casa. Como de costumbre, abría la ventana de par en par y dejaba que la brisa de la tarde le acariciara el rostro mientras recordaba el partido del día.

“¡Eso fue increíble, lo que hiciste en el campo hoy!”, le dijo uno de sus compañeros después del partido ese día.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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“Creo que tenemos un jugador de nivel nacional, muchachos. ¡Consigan sus autógrafos mientras puedan!”, bromeó otro jugador, dándole palmaditas en la espalda a David, casi demasiado fuerte.

Ese era su sueño lejano: jugar para su país y hacer historia, como todos sus héroes del fútbol. El chico casi podía saborearlo; el dulce aire de victoria y orgullo cuando su equipo y él sostuvieran el trofeo dorado del campeonato y sonrieran para las fotografías.

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David ensayaba constantemente lo que diría para las cámaras y los periódicos al final del partido. Cómo había logrado levantarse desde sus humildes comienzos. Y cómo le debía a su madre todo en lo que se había convertido.

“Disculpa, ¿puedo sentarme aquí?”.

El jovencito estaba tan sumido en su ensoñación que no se había dado cuenta de que uno de sus compañeros de clase le había pedido permiso para sentarse a su lado.

El niño se sentó al lado de David, abrazó su mochila y comenzó a soñar su propio sueño. “Quiero convertirme en el mejor jugador de fútbol de la escuela. Al igual que David. ¡No puedo creer que esté sentado a su lado!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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El chico era un verdadero fan de David como jugador y no perdía la oportunidad de verlo en un partido. En su mente, él era todo lo que quería ser. Quería jugar como él, tener un montón de amigos como él, e incluso usar esos elegantes zapatos de fútbol que usaba David.

“Estos zapatos viejos y andrajosos deberían servir... por ahora”, pensó el niño, escondiendo sus pies debajo del asiento por vergüenza.

Guillermo siempre era tímido y le resultaba difícil hacer amigos. Un día, el niño finalmente encontró el coraje para hablar con su héroe.

“¡Hola, David! Soy Guillermo. ¡Soy tu mayor fan!”.

“¿Ah? ¡Hola, Guillermo! Gracias”.

Hubo un silencio incómodo cuando David comenzó a soñar despierto nuevamente.

“¡Eh... me gustan mucho tus zapatos!”. Guillermo soltó lo primero que se le vino a la mente.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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“¿Estos? Son muy viejos y las suelas ya comenzaron a desprenderse. Deberías ver los zapatos nuevos que me voy a comprar en unos meses”. Los ojos de David se iluminaron, pensando en el par de tenis de ensueño por los que había comenzado a ahorrar.

“¡Cuéntame más sobre ellos!”, dijo Guillermo, metiendo lentamente los pies debajo del asiento. No quería que David viera lo feos y andrajosos que eran sus propios zapatos.

“¡Bueno, son perfectos! Son de color naranja neón y tienen un agarre inigualable”.

Habían pasado siete meses desde que David había comenzado a ahorrar para comprar el par de zapatos que quería. Esta era la primera vez que el niño de 12 años quería comprar algo por su cuenta.

Y quería hacerlo sin agobiar a su madre. Sabía lo duro que trabajaba ella y cuánto se esforzaba por mantenerlo a él y a sus dos hermanas gemelas más pequeñas.

“Mamá, no es necesario que contribuyas. Tania y Katy cumplirán año muy pronto, y debes ahorrar para organizar una fiesta de té, ¿recuerdas?”.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

Después de un tiempo, David había ahorrado suficiente dinero. Lo había hecho repartiendo periódicos en una ruta corta todas las mañanas. También había guardado el dinero que había ganado con un puesto de limonada que había instalado en las últimas vacaciones.

Hasta que un día, su alcancía estaba llena y finalmente tuvo suficiente para llevar los zapatos de sus sueños a casa. Un día, en el viaje en autobús de la escuela a su casa, no podía dejar de hablar de eso con Guillermo, con quien forjó una amistad en poco tiempo.

“¡Finalmente, logré obtener el dinero para comprarlos! Voy directo a la tienda después de terminar la tarea esta tarde y compraré los mejores zapatos de la ciudad. De hecho, me gustaría que me acompañaras a la tienda. ¡Será súper!”.

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El niño sentía verdadera felicidad por su ídolo. Fue entonces cuando el autobús de repente se sacudió al pasar un bache. Uno de los zapatos de Guillermo, que los llevaba en una bolsa debajo de su mochila, cayó al piso del autobús.

David se sorprendió al ver el zapato gastado y ennegrecido. Era un par de zapatos de verano delgados y de baja calidad que habían visto demasiadas temporadas. Había agujeros en la suela y la lona se estaba deshaciendo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

Guillermo dejó caer el otro zapato, cediendo al sentimiento de vergüenza. David tenía lágrimas en los ojos cuando miró al niño, escondiendo su rostro entre sus manos, sollozando en silencio, pero sin control. Los dos niños no supieron qué decirse durante el resto del viaje.

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“¡Prepárate a las 5 en punto!”, dijo David después de unos minutos, para recordarle al chico el plan para visitar la tienda. No había forma de que él fuera solo al lugar. No después de lo que había visto.

“¡Ah, David! ¿Estás aquí para comprar tu nuevo par de zapatos de fútbol? Los tengo empacados y listos aquí mismo”.

“Espere, señor. ¿Podría mostrarme un par de esos en un tamaño más pequeño?”, dijo el niño, señalando un par de botines de fútbol.

El dueño de la tienda, el Sr. Mijares, estaba confundido. “Pero los que empaqué son de tu talla exacta, hijo”.

“No son para mí, son para mi amigo aquí”, respondió David.

Guillermo no podía creer lo que había escuchado. No podía permitir que su amigo hiciera eso. “No, David, no necesito…”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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David apretó la mano de Guillermo y parpadeó suavemente para calmarlo. “Yo me encargo, Guillermo. Siempre dices que soy tu héroe. Déjame tratar de ser uno de verdad”.

El Sr. Mijares escuchó este intercambio entre los niños y sintió una calidez de amor y afecto crecer en su pecho. Sabía exactamente qué hacer.

“Vaya, estos te quedan genial, amigo. Y es absolutamente lo mejor que tenemos en esta tienda”.

David finalmente quedó satisfecho con el par de botas que había comprado para su amigo. La vergüenza de Guillermo se había convertido en agobio, gratitud y pura alegría por su regalo inesperado.

Cuando los niños salieron de la tienda y se alejaron en bicicleta, el Sr. Mijares hizo una señal a su personal. “Escuchan, hay algo que debemos hacer de inmediato”.

“¡David! ¡Hay alguien en la puerta para ti! Llegó con un camión, en realidad”. La madre de David tampoco podía entender tan extraña visita.

El niño corrió hacia la puerta y encontró a una persona familiar allí. “¿Por qué vino aquí?”, preguntó el niño.

Era el Sr. Mijares, el dueño de la zapatería. “Te escuché hablar con tu amigo en la tienda, hijo. Sé lo que hiciste”.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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La madre de David se inclinó con una arruga de sospecha en su frente.

“Sé cuánto querías esos zapatos con pinchos, y te he visto vendiendo limonada y repartiendo periódicos. Y ayer te vi dejar ir todo ese deseo, solo para poder ayudar a un amigo que estaba más necesitado que tú”.

David bajó la cabeza por timidez, vislumbrando la mirada orgullosa en el rostro de su madre por el rabillo del ojo.

“Y creo que este tipo de bondad y amistad debe celebrarse en estos tiempos. ¡Así que vamos! Súbete a la parte trasera de este camión y recoge todos los pares de zapatos que quieras. Para ti, tu madre, y las gemelas. No te preocupes por el dinero, todo esto corre por mi cuenta”.

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David dudó, mirando a su madre en busca de aprobación. Tan pronto como ella asintió, corrió hacia el gran vehículo con los ojos brillantes de la emoción.

“Date prisa, todavía tenemos que llegar a la casa de tu amigo. ¡También hay zapatos gratis para él y su familia!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Ayuda a los necesitados siempre que puedas: Aunque David había trabajado duro para comprar tenis nuevos, usó el dinero para ayudar a Guillermo, que usaba zapatos rotos.
  • Un acto de bondad puede ser contagioso: El dueño de la zapatería notó la amabilidad de David. Se inspiró en las acciones del niño y decidió ayudar a su familia y la de su amigo.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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