Madre en duelo no puede aceptar la muerte de su hijo y cada día le manda mensajes de texto: un día recibe respuesta - Historia del día
Una mujer se negaba a creer que su único hijo había muerto y le enviaba mensajes de texto a diario, con la esperanza de que le respondiera. Un día, le envió su último mensaje y se quebró cuando su teléfono recibió una respuesta.
¿Qué madre puede aceptar la muerte de un hijo? Durante meses, después de recibir la notificación de parte del ejército de que Adán había muerto en combate, Darla se negó a hablar con nadie. Cuando la gente le daba el pésame, ella gritaba: "¡Es mentira! ¿Me oyes? Es todo mentira".
El corazón de Darla le decía que Adán no estaba muerto. ¿Cómo podría estarlo? Ella había encontrado su diario un día mientras limpiaba su habitación, donde él había escrito una lista de cosas que quería hacer.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
"Ser marido y padre" era la segunda en la lista, "servir al país para siempre" era la primera.
Darla sabía que Adán odiaba dejar algo sin terminar. Había leído su lista de deseos con una sonrisa, pues sabía que Adán volvería. Aquellas personas que habían dicho que estaba muerto se arrepentirían entonces de sus palabras.
Con esa esperanza, Darla escribía mensajes a Adán a diario. Ella creía que él los leería y respondería cuando tuviera tiempo. La noche que encontró su diario, escribió:
"Encontré tu lista de deseos, cariño. Sé que no debería haberlo hecho, pero no pude resistirme a leerla. He limpiado la habitación. Está todo listo. Sé que tu avión llegará pronto".
Pero no recibió respuesta. Así que al día siguiente le escribió: "¿Estás ocupado, cariño? ¿Tienes algún problema con la red? Sea cual sea la razón, esperaré una respuesta. Te quiero". Pero esta vez tampoco obtuvo respuesta.
Eso decepcionó a Darla. Llevaba meses enviándole mensajes de texto, pero él no había respondido. Darla quería contárselo a alguien, así que llamó a su terapeuta, al que había estado visitando desde la muerte de Adán por recomendación de un amigo. Él sabía que Darla le escribía mensajes a Adán a diario.
"Señora Martínez", dijo el terapeuta. "Tenemos una sesión esta semana, ¿no?".
"Doctor, por favor", dijo Darla. "Usted no entiende. Estoy ansiosa. Han pasado meses, ¡y Adán no me ha enviado ni un solo mensaje!".
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"Mire, señora Martínez, lamento decirle esto", dijo en voz baja, "pero no veo ningún progreso. Adelantaré la cita. ¿Está usted disponible este viernes?".
"¡No lo entiende!", gritó Darla. "¿Sabe lo que se siente cuando tu hijo no responde a tus mensajes o cuando la gente empieza a decir que está muerto? No quiero verlo más, doctor. Contactar con usted fue una mala idea".
El médico quiso decir algo, pero Darla colgó. Estaba echando humo de la rabia. Agarró el jarrón de cristal que había en la mesa del salón y lo lanzó contra la pared. Cuando se rompió en múltiples pedazos, Darla también se quebró.
"¡Nadie me entiende! No pueden entenderme", gritó. "¡Cómo se atreven a menospreciar mis preocupaciones por mi hijo! Soy su madre. Lo sé todo sobre él, ¡y ellos no saben nada!".
La muerte es un proceso, y cada uno hace el duelo a su propio ritmo
Darla quería una respuesta de Adán. ¿Cómo podría decirle a toda esa gente que aseguraba que su hijo estaba muerto, que estaban equivocados? Entonces Darla decidió enviar un último mensaje a Adán.
"Este puede ser el último mensaje que te escriba", tipeó. "Quería demostrarles que estaban equivocados… a los que te daban por muerto… a los que me llamaban loca por creer en ti. Sé que siempre estás vivo en mi corazón. Sé que estás conmigo, cariño. Veo tus fotos todos los días y recuerdo todos esos hermosos momentos… la primera vez que me tomaste de la mano y caminaste, y la primera vez que me llamaste 'mamá'. Te quiero".
El texto pasó y Darla guardó el teléfono a un lado. Pero su corazón no estaba tranquilo. Se sentía asustada, un poco preocupada y quizás un poco tensa. No podía explicar esa sensación. Nadie podía hacerlo.
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Una hora más tarde, Darla estaba almorzando. Decidió ver algo de televisión mientras lo hacía, pero en cuanto tomó el control de la televisión, su teléfono emitió un sonido.
Darla se estremeció. Ese teléfono no había sonado desde que había recibido la comunicación del ejército. No había sonado desde el día en que la convocaron a un funeral y le dijeron que era el de Adán. Al fin y al cabo, nadie se había puesto en contacto con ella después. ¿Quién podría ser?
Con las manos temblorosas, Darla tomó el teléfono y antes de darse cuenta, se puso a llorar. Había un mensaje del número de Adán en su teléfono. Darla pulsó el mensaje para leerlo. ¡Cuánto tiempo había estado esperando esto!
Entonces la realidad la golpeó. El mensaje no era de Adán. Su número había sido reasignado a otra persona. En el mensaje, el nuevo propietario había escrito que había recibido un par de mensajes de Darla, pero que nunca los había contestado. Dijo que entendía que ella estaba pasando por un momento difícil.
"Quería darte un poco de espacio, pero tu último mensaje me ha conmovido. Recientemente, he perdido a mi madre. Me disculpo por no presentarme adecuadamente. Soy el oficial Jiménez. Soy un agente de policía. Me mudé hace poco a esta ciudad, y este número me fue asignado por el proveedor de servicios. Sé que no puedo aliviar tu dolor, pero hazme saber si puedo ayudar".
Darla seguía sin palabras. Adán ya no tenía número de teléfono, y ella no podía enviarle mensajes de texto. La idea de que su hijo había muerto golpeó a Darla por primera vez.
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Se desplazó hasta su último mensaje y lo releyó. "Siempre estás vivo en mi corazón". Luego envió un mensaje al oficial.
"¿Te importa si quedamos para comer mañana?", le preguntó.
El oficial Jiménez respondió con el lugar y la hora, y al día siguiente, Darla llegó media hora antes.
La mujer pidió su plato favorito y hablaron durante horas. No había conversado con nadie de esa manera desde la muerte de Adán. El agente Jiménez le habló de su madre, y ella le habló de Adán y de lo mucho que le quería.
Con el tiempo, estos almuerzos se convirtieron en una rutina, y el corazón roto de Darla comenzó a sanar. Había encontrado a alguien que se identificaba con su dolor y la ayudaba a superarlo.
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Un día, Darla le enseñó la lista de deseos de Adán al oficial Jiménez y, tras leerla, le dijo: "Estaba planeando pedirle matrimonio a mi novia. Si todo va bien, la boda se llevará a cabo en algún momento del próximo mes. Estoy seguro de que echaré de menos a mi madre. Si no te importa asistir, Darla, tenerte allí me sería de gran ayuda".
Darla sonreía a pesar de las lágrimas en sus ojos. "Lo veo en ti…", dijo tras una pausa, " a mi hijo, Adán. Las madres tienen que estar ahí para sus hijos. Te prometo que estaré ahí".
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- La muerte es un proceso, y cada uno hace el duelo a su propio ritmo: Darla estaba destrozada por la muerte de Adán y necesitaba tiempo para recuperarse. Después de meses, pudo aceptar su muerte y seguir adelante.
- Comprender el dolor de una persona puede ayudarla a sanar: El agente Jiménez se solidarizó con Darla porque comprendió su dolor, y con su ayuda, pudo superarlo.
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