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Buzón lleno de cartas | Foto: Shutterstock
Buzón lleno de cartas | Foto: Shutterstock

Hombre ignora las cartas que su madre le manda cada día hasta que recibe una invitación a su funeral - Historia del día

Mayra Pérez
02 nov 2022
18:30

Charlie estaba cansado de leer las aburridas cartas de su madre todos los días y comenzó a ignorarlas. Meses después, decide finalmente revisarlas cuando descubre algo que lo deja devastado.

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“¡Finalmente, un poco de descanso!”, pensó Charlie. Estaba cómodamente instalado en su nuevo sofá, en su nueva casa en remodelación, mientras miraba las cortinas ondeando suavemente con la cálida brisa de la tarde.

Todavía tenía mucho trabajo por hacer, pero su gran cambio al vecindario más elegante de la ciudad se sentía genial.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

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Las otras casas en el callejón lucían costosas y había una exuberante alfombra verde hasta donde sus ojos podían ver. Se sentía un pacífico silencio alrededor, excepto por uno o dos autos de lujo que pasaban eventualmente.

Justo cuando Charlie finalmente se había quedado dormido, sonó el timbre y lo despertó sobresaltado. Era el cartero. “Otra vez no”, se quejó. Frunció el ceño mientras abría la séptima carta que había recibido en los últimos siete días.

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“Estimado Charlie,

¿Cómo estás, hijo mío?

¿Has estado recibiendo estas cartas? Es que no he sabido nada de ti...

Te extraño, eso es todo. Soñé contigo, otra vez.

¿Cómo está el tiempo hoy? ¿Llovió allí anoche? Aquí estaba lloviendo a cántaros. Ese gato callejero volvió a pasar y le di un poco de leche tibia.

¿Estás comiendo bien, hijo? Ayer hice tu plato favorito, pollo parmesano. Intenté agregar un toque extra esta vez, ya sabes. En lugar de agregar queso rallado, yo…”.

Charlie se estaba quedando dormido por lo aburrida que le resultaba la carta.

“¿Por qué tiene que escribirme todos los días?”, pensó y puso los ojos en blanco. “Quiero decir, lo entiendo; está aburrida y me extraña. Pero no tengo tiempo para leer las mismas cosas sobre el clima, el gato y las recetas todos los días”.

Charlie no había respondido a ninguna de las cartas que había recibido desde que se mudó de la ciudad donde vivía su madre. Prefería llamarla o, mejor aún, enviarle un mensaje de texto.

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

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“¡Ese es un método eficiente de comunicación!”, afirmaba el joven y exitoso abogado corporativo.

Pero la verdad es que también se había olvidado de llamar o enviar un mensaje de texto a su madre. Hojeó la carta de tres páginas escrita con la letra diminuta y cuidadosa de su madre y bostezó.

“Eso es todo”, dijo, tirando las páginas sobre la mesa y volviendo a su siesta. “Terminé de leer estas largas divagaciones. ¡Lo último que necesito es leer más papeles!”.

Al día siguiente, Charlie le pidió al cartero que no tocara el timbre cuando le trajera alguna carta de su madre. Que simplemente la dejara en el buzón y se fuera.

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Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses. Ya habían pasado varios meses en el nuevo capítulo de la vida de Charlie, y le estaba yendo fantásticamente bien.

Su hermosa casa se había convertido en un lugar para que los compañeros de trabajo pasaran el rato. Intercambiaban ideas sobre los casos, celebraban las victorias con fiestas extravagantes y, ocasionalmente, pasaba la noche con una asistente legal de su oficina.

“¿Qué es esto?”, preguntó la chica en una de esas noches. Señaló una caja junto a la puerta llena de sobres.

Charlie estaba sorprendido; se había olvidado de ellas. “Esas son cartas de mi madre. Solía ​​enviarme una todos los días cuando me mudé aquí”, respondió.

“Y quiero decir todos los días, lloviera o tronara, el cartero me traía un sobre de ella. Mi buzón se estaba desbordando y se me ocurrió meterlas en esa caja. ¿Te imaginas?”. Charlie trató de sonreír.

“¡Ay, eso es tan adorable! ¡Suena como una mujer increíble!”, dijo la joven, tocando la mejilla de Charlie.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

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“Sí…”, admitió Charlie, quitando una capa de polvo de la pila de cartas y sintiendo una punzada de culpa en su corazón. “¡Sí, ella es bastante increíble!”.

Charlie había estado tan ocupado con su vida que se había olvidado de las cartas que su madre le enviaba. Había pensado en llamarla una o dos veces hace meses, pero luego lo había olvidado.

“Esos botones diminutos no los puedo tocar con estas manos temblorosas”, le había dicho ella cuando Charlie trató de enseñarle cómo usar una aplicación de mensajería.

Ya era bastante perturbador para Charlie que se hubiera olvidado de responderle a su madre o de al menos llamarla a ver cómo estaba. Pero se dio cuenta de algo mucho más preocupante.

“¿Cuándo fue la última vez que recibí una de sus cartas?”, trató de recordar Charlie. Habían pasado varias semanas, y estaba a punto de descubrir la desgarradora razón.

Su cita se había marchado y Charlie debería haberse estado preparando para la gran reunión con el cliente prevista para el día siguiente. Pero esa noche, no podía apartar los ojos de la caja de cartas.

“¿Por qué no me has seguido escribiendo, mamá?”, se preguntó, mientras se sentaba y abría carta tras carta.

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

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“... hijo, te extraño terriblemente. Pero estoy muy orgullosa de ti…”.

“Cómo está el clima allí…”.

“¡Feliz cumpleaños, querido Charlie! Te extraño. No puedo creer lo grande que estás y lo exitoso que eres. Todavía recuerdo llevarte en mi barriga, trabajar en dos trabajos…”.

“... esa vez, tu padre y yo fuimos al cine, y me enamoré del personaje principal, Charlie. ¡Así nació tu nombre! Y ahora mírate, mucho más guapo que el actor... ”.

Charlie se rio entre dientes y deseó haber leído estas cartas antes. Tenían tantas pequeñas historias divertidas de su infancia. Pero a medida que revisaba las cartas más recientes, estaban a punto de volverse más serias.

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“... Charlie, los doctores dicen que no se ve bien. Quieren que haga una terapia, pero no estoy tan segura... ¿Qué piensas, hijo?”.

“... el tratamiento no funcionó. He estado acostada sola en este hospital, y el dolor es insoportable…”.

“... He tenido mucho tiempo para pensar en esta cama de hospital, y quiero que sepas que te extraño y te amo muchísimo. No es tu culpa que no estés aquí. No es tu culpa que no estuviste aquí para mi cumpleaños ayer. Nada de esto es culpa tuya, hijo mío. Eres un joven trabajador, gentil, inteligente y amable. Así es como te críe”.

“Creo que esta va a ser mi última carta para ti, Charlie. La habré besado un millón de veces cuando llegue a ti. Te amo, mi bebé. Estoy cansada. Creo que descansaré ahora…”.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

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El corazón de Charlie latía dolorosamente en su pecho y sentía que se le estaba acabando el aire. Quedaba una última carta por leer. Y las manos de Charlie temblaban, sabiendo que no podía ser algo bueno porque era de un abogado.

“... falleció en la UCI ayer a las 7:32 p.m... el funeral se llevará a cabo mañana por la mañana…”.

Se sentía como si todo el aire hubiera salido de sus pulmones de Charlie. Como si toda la vida a su alrededor se hubiera detenido. Parecía que el mundo había conspirado contra él para darle una dura lección.

Porque no solo su cariñosa madre había muerto, el funeral también había pasado. Hacía un mes entero desde que su dulce, divertida y solitaria madre había sido enterrada.

Incapaz de pensar en qué hacer a continuación, Charlie saltó al siguiente vuelo a su ciudad natal, donde su madre había vivido toda su vida. Cuando llegó al patio delantero de la casa de su infancia, Charlie lo vio cubierto de ramitas y hojas secas.

No había nadie dentro de la casa, salvo un pájaro de aspecto misterioso que había hecho un nido en el fregadero de la cocina y un gato posado en la vieja mecedora que la madre de Charlie solía amar.

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Mientras caminaba arrastrando los pies ​​hacia cada habitación y veía cómo el tiempo se había detenido, las lágrimas de Charlie no se detenían. Si tan solo hubiera hecho el esfuerzo de escribirle, aunque sea una vez, habría tenido algo a lo que aferrarse.

En cambio, la madre que tanto lo había amado y se había preocupado por él estaba sola cuando murió. Y él no había podido decirle cuánto la amaba. Charlie había seguido con la vida, sin darse cuenta de que había perdido a la única familia que le quedaba.

Sobre el viejo escritorio de su madre, vio un bolígrafo sin tapa, un sobre vacío y una hoja de papel en blanco. “¡Seguro que aún tenía ganas de escribir!”, pensó y siguió llorando.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

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Unos minutos más tarde, notó una tarjeta de presentación sobre la mesa. ¡Pertenecía al mismo abogado cuya carta había recibido sobre el funeral! Condujo hasta su oficina, y el amable hombre accedió a llevarlo a la tumba de su madre.

El epitafio decía “Nuestra amada Marianna. Creyente y educadora devota. Madre orgullosa”.

Incluso en el lugar donde descansaba para siempre, Marianna era recordada por su amor por Charlie.

“No sé qué decir, mamá. ¡Lo siento mucho! Te abandoné. Todas esas cartas... gracias por ellas. Las apreciaré por siempre. He tenido todo tu amor, tu calor, pero lo único que me queda para aferrarme es ese montón de cartas que con tanto amor escribiste”.

“No podré abrazarte más, pero puedo escribirte y leerte, esperando que me escuches de alguna manera…”.

“Te amo, mamá. Sé que volveremos a vernos”.

Se arrodilló frente a la lápida con lágrimas en los ojos e hizo lo mismo todos los días por meses. Regresó a la antigua casa de su madre, la renovó y volvió a leer sus cartas casi todas las noches.

Leyó las mismas viejas historias sobre el clima, el gato, los vecinos, los años dorados y oscuros de sus vidas. Esas palabras calmaron su dolorido corazón y nunca se cansó de ellas.

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A lo largo de los años, Charlie le escribió muchas cartas a su madre y las leyó en voz alta en su tumba. Pero hasta el día de su muerte, no haber respondido a su madre todos esos años atrás fue su mayor arrepentimiento.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

El amor de una madre es precioso, no lo descuides. Charlie ignoró las cartas de su madre durante meses y terminó lamentándose cuando ni siquiera pudo despedirse de ella antes de su muerte.

Nada mejor que el presente para decirle y demostrarle a esa persona cuánto la quieres. Charlie no solo no leyó las cartas de su madre, sino que nunca más se acordó de llamarla o de visitarla y pasó el resto de su vida arrepintiéndose de eso.

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