Policías cumplen el último deseo de una anciana de visitar a su hijo a 2000 km de distancia: hallan una casa destruida - Historia del día
Un par de oficiales respondieron a una llamada de emergencia y encontraron a su antigua maestra, que tenía un plan sorprendente. Decidieron ayudarla y viajaron con ella, solo para descubrir una realidad desgarradora. Pero su viaje no fue en vano.
El oficial Martín estacionó frente a la estación de autobuses y vio que una ambulancia había llegado antes que ellos. Habían recibido una llamada sobre una mujer mayor que había colapsado, y él y su compañera, la oficial Santana, acudieron de inmediato.
Ambos salieron de su patrulla y vieron a los paramédicos atendiendo a una señora mayor, que parecía estar consciente y hablando.
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"¿Señora Laura?", preguntó la oficial Santana con los ojos muy abiertos. El oficial Martín frunció el ceño. Él también había reconocido a la mujer.
"Señora Laura. ¿Está bien?", preguntó, mientras ambos se acercaban.
La mujer mayor levantó la vista y entrecerró los ojos, pero finalmente los reconoció. "¡Julián! ¡Christina! ¿O debería llamarlos 'oficiales'? No los había visto desde que se graduaron de la escuela secundaria. ¿Qué están haciendo aquí?", dijo sin aliento.
"Nos pidieron que viniéramos en respuesta a una llamada de emergencia. ¿Está todo bien? ¿Qué está haciendo en esta estación de autobuses?". La oficial Santana se sentó y puso su mano sobre los hombros de su querida docente.
Julián y Christina habían sido compañeros de clase muchos años atrás, y la señora Laura fue su profesora de matemáticas. La mujer siempre había sido encantadora a pesar de ser estricta. Se había jubilado y vivía en su casa en una zona tranquila de la ciudad.
"Bueno, esperaba viajar a la costa. Necesito ver a mi hijo", dijo la señora Laura, con el rostro arrugado.
"¿Pedro? ¿Por qué? ¿Le pasa algo?", preguntó Christina, sin dejar de tocar el hombro de la mujer.
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"No lo sé. No he sabido nada de él en meses. Él no acostumbra llamarme con frecuencia, pero normalmente responde cuando lo llamo de vez en cuando", explicó la señora Laura, mirando hacia abajo y sacudiendo la cabeza.
"Bueno, estoy seguro de que podríamos llamar a algunas personas para hacer un chequeo en su casa o algo así", ofreció Julián, pero la anciana negó con la cabeza.
"Es que quisiera ir en persona. Necesito ver si mi hijo está bien, y yo... No creo que me quede mucho tiempo en este mundo, y deseaba ver el mar por última vez", dijo la mujer en voz muy baja.
El paramédico se puso de pie y Christina lo miró. "No necesita venir con nosotros, pero está muy frágil. No recomendaría dejarla viajar sola en autobús, especialmente hasta la costa", dijo el socorrista y se fue.
"Señora Laura, ya lo escuchó. Tiene que ir a casa y descansar", dijo Julián suavemente.
"No puedo. ¡Tengo que hacer ese viaje! Mi hijo y el mar me están llamando. Puedo sentir que pasa algo, pero no sé qué es. Por favor, ¿me ayudan?", rogó la señora Laura.
Julián y Christina se miraron. No podían obligarla a irse a casa, a descansar. Ninguno de los dos sabía qué podían hacer por ella hasta que la oficial tuvo una idea.
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"Hay una razón por la que terminamos aquí. Tenemos que ayudarla. Técnicamente, puede que no sea nuestro trabajo, pero ser policía se trata de ayudar a la gente, ¿verdad?", le argumentó Christina a su compañero.
Julián suspiró. "Bueno, no necesariamente es así. Pero también me gustaría ayudarla. Vamos a hacerlo".
Su capitán no quedó contento con esa decisión. Unos días después, Julián y Christina utilizaron su tiempo libre para llevar a la señora Laura a la costa. Estaba a 2000 km de distancia y sabían que sería un viaje duro.
Pero su maestra tenía un deseo, que podría ser el último, y estaban decididos a hacerlo posible. El camino fue largo y sinuoso, pero se divirtieron mucho más de lo que esperaban.
La señora Laura siempre había sido amistosa, pero los oficiales aprendieron mucho sobre ella durante el viaje. Llegaron a la costa después de cuatro días de viaje.
Habría sido más rápido, pero se detuvieron en hoteles en el camino para dejar descansar a la señora Laura. Sin embargo, no tenían idea de lo que les esperaba hasta que llegaron a la casa de su hijo.
"¿Qué pasó aquí?", dijo la señora Laura, mirando con los ojos muy abiertos la escena ante ella.
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"¿Está segura de que esta es la casa de Pedro, señora Laura?", preguntó Christina, igual de confundida y alarmada.
Julián miró a su alrededor, mientras los peores pensamientos acudían a su mente. La casa de Pedro estaba completamente destruida. Algo había pasado. Las casas alrededor no estaban en las mejores condiciones, pero era evidente que estaban siendo reparadas.
"Voy a preguntar. Espérenme aquí", dijo Julián, acercándose a las casas vecinas.
"No se preocupe, señora Laura. Llegaremos al fondo de esto. Me alegro mucho que la hayamos acompañado en este viaje", dijo Christina, abrazando a la anciana.
Julián logró hablar con un vecino, pero no recibió buenas noticias. Caminó de regreso hacia la docente y su compañera, pensando en cómo les diría lo que había ocurrido.
La señora Laura se derrumbó sobre el hombro de Christina y ella la consoló. Un huracán había pasado por la zona y Pedro se había negado a evacuar. Murió cuando la rama de un árbol cayó sobre el techo de su casa.
Los vecinos reunieron dinero entre todos para pagar el entierro de Pedro; no tenían idea de que tenía familia, por eso nadie le había informado a Laura. Le dijeron a Julián dónde estaba su tumba.
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"Lo siento, hijo. Siento no haber sido la madre que necesitabas. Debí haber hecho más. Debí haber llamado antes y debí haberte ofrecido mi casa para que nos hiciéramos compañía".
La señora Laura lloró sin consuelo sobre la sencilla lápida de su hijo. Christina y Julián decidieron darle espacio a la afligida madre para despedirse.
"Me alegro de que hayamos venido con ella", dijo Christina, y Julián asintió.
Después de unas horas, la señora Laura estaba lista para irse y les pidió que la llevaran a la playa más cercana. Los oficiales no dudaron en complacerla.
Las olas del mar les dieron una sensación de paz. Estaban cansados del viaje y de las desgarradoras noticias del día. La señora Laura se quitó los zapatos, se sentó en la arena y dejó que el agua tocaran los pies. Christina y Julián hicieron lo mismo.
La mujer mayor suspiró. "Me encanta la playa. No la visité lo suficiente", comentó. "No cometan ese error, muchachos. Visiten el océano con más frecuencia".
"Lo haremos, señora Laura", les aseguró Christina. Todos se quedaron en silencio y disfrutaron de la puesta de sol sobre el horizonte.
Poco tiempo después de su regreso, la señora Laura falleció. Christina y Julián organizaron su funeral y entierro; ella no tenía familia. Algunos de sus compañeros de la comisaría acudieron a apoyarlos.
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Los oficiales quedaron marcados por esos últimos días con su antigua profesora. Nunca la olvidarían a ella ni a sus palabras... "Tenemos que ir a la playa más a menudo", le dijo Julián a Christina cuando terminó el entierro.
"Lo haremos", dijo ella con una sonrisa.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
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Ayuda a tu prójimo siempre que te sea posible: Julián y Christina ayudaron a la señora Laura a cumplir su último deseo y estuvieron con ella cuando recibió las peores noticias, apoyándola.
- Vive y disfruta la vida; no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy: La señora Laura tenía muchos arrepentimientos en el ocaso de su vida, y aconsejó a los policías que disfrutaran cada día.
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