Hombre ayuda a pobre señora y lo despiden por llegar tarde: recupera el trabajo después de que ella irrumpe en oficina del jefe - Historia del día
Jacobo perdió su primer trabajo estable en mucho tiempo solo porque eligió ayudar a una mujer mayor esa mañana. No esperaba que la dulce e indefensa anciana sería la responsable de que le devolvieran su empleo.
Si quieres sobrevivir a la avalancha de problemas en tu vida sin amargarte por ellos, debes pensar como Jacobo. Él vivía solo en un apartamento diminuto, que siempre dejaba medio desordenado. Pensaba que se volvería a desordenar al día siguiente de todos modos.
Jacobo tenía dos camisas, a ambas les faltaba un botón y la tela alrededor del cuello era de un color marrón que ni el mejor detergente podía blanquear. Pero no le importaba porque en cada lugar donde había trabajado le daban un uniforme propio.
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Le gustaba pensar en sí mismo como un hombre del Renacimiento: solo el año pasado, había trabajado como plomero, asistente de estacionamiento, cobrador de boletos y lavador de cabello, entre otras cosas. Fue hasta bailarín de respaldo en un video musical.
Pero Jacobo finalmente había encontrado un trabajo estable en la ciudad como encargado en la tienda de comestibles más antigua de Santa Fe. Estaba emocionado de agregar otro uniforme a su mochila, y también le gustó mucho el aspecto de este.
Estaba inusualmente alegre esa mañana. Estaba orgulloso de sí mismo por hacer su cama y dejar su habitación más limpia que de costumbre. Había ensayado el inicio de conversación perfecto con Rita, la cajera, y había programado su mañana para llegar a la tienda 5 minutos antes de su turno.
"¡Buenos días!", decía Jacobo en voz alta, asintiendo con la cabeza a los extraños que pasaban junto a él.
Una mujer mayor le devolvió el saludo con igual entusiasmo, lo que aumentó la felicidad de Jacobo.
Pero un segundo después de que se cruzaran, Jacobo escuchó un ruido, seguido de una voz frustrada.
Jacobo se dio la vuelta y era la misma mujer que le había sonreído unos segundos antes. Solo que esta vez, estaba murmurando y tratando de perseguir las manzanas y las papas que rodaban por el pavimento mientras luchaba por sostener una bolsa rota llena de comestibles.
"¡Muévase, señora!", indicó un extraño mientras empujaba a la anciana hacia un lado.
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“¡Oye! ¿Esa es la actitud encantadora que debes tener con personas mayores?", preguntó Jacobo en voz alta para que el extraño escuchara.
"Tengo justo lo que necesita, señora", le dijo a la mujer y sacó dos bolsas de tela dobladas de su mochila.
"Sacúdase la rabia mientras yo la ayudo a empacar las compras que se le cayeron”, dijo Jacobo.
La mujer se sintió alentada por la amabilidad del hombre extraño y divertida por su estado de ánimo optimista.
"Muchas gracias por ayudar a esta vieja torpe, señor…".
"Oh, solo llámeme Jacobo. Lo que hice por usted es en realidad lo que hago para ganarme la vida en estos días. Trabajo en una tienda de comestibles".
"Ah, ¿En verdad? Lo siento, pero mantengo mi opinión sobre sus bolsas de papel. ¡Demasiado endebles!"
"No podría estar más de acuerdo, señora".
"Oh, por favor, llámame Sandra".
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La conversación continuó tan tranquila que, antes de que se dieran cuenta, Sandra y Jacobo habían caminado hasta su casa. Jacobo se había ofrecido como voluntario para llevarle las compras sin que ella siquiera se lo pidiera.
"Esto es increíblemente dulce de tu parte, Jacobo. Entra, déjame hacerte un café".
"Oh, no, señora, gracias. Ya voy tarde al trabajo. ¡Nos vemos!".
Jacobo corrió tan rápido como pudo, pero las ampollas que le dejaban sus zapatos gastados lo obligaban a detenerse.
Cuando finalmente llegó a la tienda resoplando y resoplando, el dueño lo estaba esperando. Se veía enojado y tenía las mangas arremangadas.
"¿A qué hora empieza tu turno?", preguntó el hombre con voz gruñona.
"A las 12 del mediodía, señor".
"¿Y qué hora es ahora?", volvió a preguntar el hombre alzando la voz.
"12:10 p. m., señor".
"Entonces, ¿qué dice eso sobre ti?". El jefe comenzaba a disfrutar de este formato de preguntas.
"¿Que llego… tarde?".
"¡Que eres POCO PROFESIONAL!", gritó el hombre, apretando los puños.
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"Con el debido respeto, señor. Podría ser muchas cosas, pero no…".
El dueño de la tienda no iba a permitir que se le discutiera. No frente a una tienda repleta. "¡Tú! ¡Fuera! ¡Estás despedido! No quiero que gente perezosa como tú trabaje en mi tienda".
La calma en el rostro de Jacobo desapareció. Sabía que no podía permitirse el lujo de perder este trabajo.
"No, señor, por favor. De hecho, salí de mi casa más temprano de lo habitual esta mañana. Pero había una anciana que necesitaba ayuda en el camino. Llevaba una bolsa pesada de comestibles, y el asa de la bolsa se rompió, tirando todo en el pavimento. Yo solo...".
"Oh, entonces la amabilidad es la excusa de tu elección, ¿verdad? ¡Muy original! Eso no cambia nada. Si quieres pararte en la acera y ayudar a los transeúntes a llevar sus compras, hazlo. No pierdas mi tiempo y dinero".
"Pero señor…".
"No me hables. ¡Vuelve a poner esa estúpida sonrisa alegre en tu rostro y sal de mi tienda!"
“Otra oportunidad perdida”, pensó Jacobo mientras se paraba afuera de la tienda. “¿Por qué no puedo mantener un solo trabajo? ¿Por qué parece que no puedo hacer algo con mi vida? Tal vez mi padre tenía razón. No tengo futuro”.
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"¡Hola, Jacobo! ¡Esperaba verte aquí!".
Jacobo asintió con una sonrisa vacía. Era la anciana, Sandra.
"Te traje pastel de manzana en agradecimiento por haberme ayudado esta mañana".
Jacobo se sintió conmovido por el amable gesto de Sandra.
"Puedes compartirlo con tus compañeros. Tengo más para ti y tus colegas”.
El rostro de Jacob se volvió sombrío de nuevo.
"¿Qué pasa?", preguntó Sandra, preocupada.
"Me acaban de despedir. El dueño de la tienda me despidió por llegar 10 minutos tarde. Le dije la razón de mi retraso, pero no pareció importar".
"¿Qué? ¿Arnold te despidió?".
Jacobo se sorprendió al escuchar el nombre de su jefe de la boca de la mujer.
"¿Conoces a mi jefe?".
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"¡Por supuesto que sí! A veces puede ser un verdadero fastidio, tiene el enojo tan fácil. ¡Pero esto no se hace!". Sandra pasó de sonar como una anciana dulce y cariñosa a una maestra estricta y molesta.
"¿Arnold? ¡Arnold!". Sandra entró llamando al gerente con voz chillona. Jacobo trató de quedarse tan atrás como pudo.
"¡Tía Sandra, hola! ¿Cómo puedo ayudarte hoy?". Arnold se sorprendió al verla por segunda vez ese día.
"¡Oh, no me vengas con eso!", expresó Sandra.
"¿Despediste a este joven por llegar tarde hoy?", preguntó Sandra mientras señalaba a Jacobo.
"No entiendo”, respondió Arnold.
"Te dijo que estaba ayudando a una anciana en la calle, ¿no? Bueno, ¿adivina quién era esa mujer, Arnold? ¡Yo!".
Los empleados de la tienda habían detenido su trabajo y los clientes también estaban atentos a lo que ocurría.
"¡Está bien, está bien, tía Sandra!", dijo Arnold. "No tenía idea de que era a ti a quien estaba ayudando. Aunque no debería importar a quién ayudaba. He estado tan estresado con el trabajo que me desquité con este hombre bien intencionado. Lo lamento, no debí actuar de esa forma”.
"¿Estás seguro de que lo lamentas? ¡Porque estoy lista para sermonearte por otra hora si eso es lo que se necesita!", manifestó Sandra justo antes de que Arnold la abrazara, rogándole que se calmara.
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"Jacobo, me disculpo por cómo actué antes. Puedes recuperar tu antiguo trabajo. En realidad, también voy a echar un vistazo a tu salario. Te mereces más de lo que te pago porque tienes mucha más experiencia laboral. Arreglaré eso en la próxima semana".
Jacobo estaba paralizado justo a la sección de alimentos congelados. No podía creer lo que acababa de pasar y que una dulce anciana había instruido a su jefe para que lo contratara de nuevo.
"¡Bueno, no te quedes ahí parado, Jacobo!", instruyó Sandra a Jacobo con entusiasmo. "¡Vuelve a tu trabajo! La primera tarea en tu lista es buscar mejores bolsas para empacar las compras".
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- No juzgues un libro por su portada: Jacobo nunca hubiera esperado que Sandra tuviera tanta influencia sobre su jefe, y mucho menos que lo ayudara a recuperar su trabajo.
- Necesitamos más amabilidad en este mundo: El mundo necesita más personas como Sandra para celebrar los actos de bondad como el que llevó a cabo Jacobo.
Esta pieza está inspirada en historias de la vida cotidiana de nuestros lectores y escrita por un escritor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes son solo para fines ilustrativos. Comparte tu historia con nosotros; tal vez cambie la vida de alguien. Si desea compartir su historia, envíela a info@amomama.com.