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Anciano mirando por una ventana | Fuente: Shutterstock
Anciano mirando por una ventana | Fuente: Shutterstock

Anciano pide a su hijo que le lleve a una residencia en vez de vivir con su familia - Historia del día

Susana Nunez
01 ago 2024
23:15

Donald tuvo que mudarse con su hijo Peter después de que se quemara su casa. Pero empezó a pensar que estaba agobiando a su hijo porque salían hasta tarde todas las noches. Por eso, el anciano decidió trasladarse a una residencia. Pero su hijo le tenía reservada la sorpresa más hermosa.

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"Te lo aseguro, Donald. Tu hijo perderá pronto la cabeza y te pedirá que te mudes. Es mejor que seas previsor y busques otra cosa por tu cuenta antes de que eso ocurra y su relación se resienta", oyó decir una vez más a Mary. Llevaba hablando de eso desde que empezaron a tomar el té en el porche de su hijo.

La casa de Donald Harper se incendió hace dos meses mientras estaba en el supermercado, y sufrió un infarto al llegar a casa. Lo llevaron al hospital, y su hijo, Peter, y su esposa habían insistido en trasladarlo con ellos cuando se recuperara. Pero eran una pareja de treintañeros con tres hijos pequeños, y ahora tenían que ocuparse de un hombre mayor en su casa.

Imagen con fines ilustrativos | Fuente: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Fuente: Pexels

A Donald le había preocupado ser una carga durante un tiempo, pero ellos insistían en que les encantaba tenerlo cerca, y los nietos siempre estaban contentos de oír sus historias. Pero Mary, la vecina de Peter, que tenía más o menos la edad de Donald, le había dicho lo contrario.

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"¿Crees que Peter y su esposa son demasiado educados para decirme que me mude?", preguntó Donald, llevándose la taza de té a los labios con la mano derecha y sorbiendo lentamente.

Mary hizo lo mismo mientras asentía con la cabeza con vehemencia. "¡Claro que sí! A mí me pasó, y sólo estuve tres semanas con mi hija. Me culpó de todo lo que salió mal. Decía que hacía demasiado ruido por las mañanas y que le subía la factura de la luz. Sólo fumigaban mi casa, pero te juro que quería volver a casa sin más", continuó. "Hace tiempo que no nos hablamos por eso".

Donald suspiró y asintió, pensando que Mary podía tener razón. Obviamente, su hijo era mucho más educado, porque no tenía ni una mala palabra que decir sobre su padre.

También se dio cuenta de que Peter y su esposa, Sandra, volvían a casa cada día más tarde. Él estaba encantado de cuidar a los niños por ellos, pero quizá, pensó, no estaban contentos de verle en su casa. Decidió que tal vez había llegado el momento de mudarse.

Aquella noche, al llegar a casa, el hombre mayor apartó a su hijo y le sugirió que lo trasladara a una residencia, pero Peter le dijo que volverían a hablar de ello más tarde. "Papá, ahora no es el momento para eso. Hablaremos de ello más tarde".

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Imagen con fines ilustrativos | Fuente: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Fuente: Pexels

Pasaron varios meses, y Donald estaba preocupado. Peter y su esposa parecían agotados cada vez que llegaban a casa, aunque siempre sonreían por él. No había vuelto a hablar del tema de la residencia de ancianos, pero había llegado el momento de intentarlo una vez más. Tenía ahorros suficientes para pagar una residencia asistida decente, así que no sería terrible.

Incluso había entrado en Internet para buscar lugares, y había uno cerca, en su barrio de Chesapeake, Virginia, que estaba a sólo unos minutos de la casa de Peter. Había impreso la información y estaba listo para enseñársela a su hijo.

"Vale, papá. Vamos a visitarlo mañana", aceptó Peter aquella noche, y Donald se sintió aliviado. Mary había vuelto a insistir en que prolongara su estancia, y al le preocupaba que eso arruinara su vínculo con su hijo y con la familia.

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Así que, a la mañana siguiente, Donald se subió al asiento del copiloto del automóvil de Peter y empezaron a conducir hacia la residencia de ancianos que él había sugerido. Por alguna razón, Peter dio varias vueltas, y Donald frunció el ceño. "¿Estás seguro de que éste es el camino correcto? Me da la impresión de que vas a dar un rodeo para volver a tu casa", le dijo a su hijo.

"No te preocupes, papá. Primero tenemos que recoger algo del 7Eleven", respondió Peter, con las manos moviendo el volante y los ojos concentrados en la carretera.

Imagen con fines ilustrativos | Fuente: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Fuente: Pexels

Donald asintió sin darle importancia. Tomó los papeles que había impreso y leyó en voz alta algunas de las prestaciones que figuraban en la página web de la residencia.

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Se concentró tanto en la lectura que no se dio cuenta cuando Peter paró el coche. "Tráeme una bolsa de patatas fritas, por favor", dijo Donald distraídamente.

"No estamos en el 7Eleven, papá. Mira hacia arriba", intervino Peter. Donald levantó la cabeza y miró a su hijo, que señaló hacia la ventanilla del acompañante. El anciano se volvió y se dio cuenta de que estaban en su antigua calle, justo delante de su casa.

La última imagen que recordaba de aquel lugar había sido pura ceniza y dolor. Había comprado aquella casa con su esposa, y allí habían criado a Peter. La sorpresa de verla derruida tras un enorme cortocircuito en la cocina había sido demasiado para su corazón de anciano.

Imagen con fines ilustrativos | Fuente: Pexels

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Pero la imagen que veía ahora no se parecía en nada a lo que recordaba. La casa había recuperado su forma. Estaba completamente remodelada. Donald enarcó las cejas mirando a su hijo. "No, no lo hiciste", susurró.

"Claro que sí. Bueno, lo hicimos. Sandra trabajó para encontrar los mejores presupuestos", añadió Peter con una enorme sonrisa en la cara.

"Es demasiado dinero, Peter. Déjame devolvértelo", dijo Donald mientras empezaban a llenársele los ojos de lágrimas.

"De ninguna manera. ¿Creías que iba a dejar que mi padre viviera en una residencia? No sé de dónde has sacado esa loca idea. Además, mamá y tú me criaron en esa casa. No podemos perderla en absoluto, aunque tenga una propia a unas manzanas de aquí. Me encanta esta casa, y esto es más de lo que te mereces por todo lo que hiciste por mí mientras crecía", afirmó Peter mientras también se le humedecían los ojos.

Imagen con fines ilustrativos | Fuente: Pexels

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Donald empezó a llorar abiertamente, y su hijo tiró de él para darle un fuerte abrazo. Dieron una vuelta por la nueva casa, que Peter y Sandra también habían amueblado, aunque ahora era más moderna.

Donald no podía creer que su hijo hubiera hecho aquello, y ahora comprendía por qué siempre llegaban tarde a casa. También se dio cuenta de que no debería haber escuchado a su entrometida vecina, Mary. Estaba claro que se equivocaba.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • La experiencia de una persona no tiene por qué ser la tuya. Mary le dijo a Donald que su hijo se cansaría de su presencia en su casa, a juzgar por su propia experiencia, pero estaba totalmente equivocada. Porque lo que le ocurrió a ella no tendría por qué ocurrirle a Donald.
  • Cuida de tus padres en su vejez. A veces, internar a tus padres en una residencia es inevitable, pero cuida de ellos si puedes, porque la familia es lo único que importa en este mundo.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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