Pagué a un desconocido para que pusiera celoso a mi ex, pero las cosas no salieron según lo planeado - Historia del día

Pensé que irme de vacaciones con un desconocido para hacer que mi ex se arrepintiera de haberme dejado era el plan perfecto. Parecía bastante sencillo: actuar feliz, hacer que se diera cuenta y ver cómo todo encajaba. Pero a medida que pasaban los días, nada salió como esperaba, lo que me hizo cuestionármelo todo.

Puede que hubiera hecho la mayor locura de mi vida, pero ya no había vuelta atrás. Estaba en el aeropuerto, mirando nerviosa el móvil cada pocos segundos, preguntándome si Travis aparecería. Toda la situación me parecía ridícula.

Hace unos días, era sólo un desconocido en un bar, alguien a quien apenas conocía. Recordé cómo mencionó casualmente que andaba escaso de dinero mientras yo, destrozada, le contaba que Josh me había dejado.

De algún modo, en aquel lío de conversación, se me ocurrió una idea salvaje, impulsiva y quizá un poco brillante.

"Hola", una voz interrumpió mis pensamientos. Era Travis.

"Oh, hola", dije, intentando parecer tranquila.

"¿Sigues pensando que es una buena idea?", preguntó.

"No estoy segura", admití. "Pero podría funcionar. ¿Y tú?".

"Para mí no hay inconvenientes. Me voy de vacaciones con una chica linda y me pagan por ello", dijo Travis con una sonrisa.

Sentí que me ardían las mejillas. "Si fuera linda, no me habría dejado".

"No es más que un idiota", replicó Travis.

Pasamos el control de seguridad y subimos al avión. Fue entonces cuando lo vi: Josh. Y, por supuesto, su nueva novia estaba a su lado. Parecía sorprendido de verme.

"¿Ari? ¿Qué haces aquí?", preguntó.

Sentí que Travis deslizaba su brazo alrededor de mi cintura. "Me voy de vacaciones con mi novio", dije, aunque apenas podía ocultar el pánico que bullía en mi interior. Quería que Josh se sintiera celoso, pero parecía completamente imperturbable.

"Sí, necesitábamos un tiempo a solas", añadió Travis con suavidad.

"Oh, estamos haciendo lo mismo...", empezó Josh, pero Travis le cortó.

"Lo siento, tenemos que buscar nuestros asientos", dijo, apartándome.

Seguía aturdida cuando nos sentamos y nos abrochamos los cinturones. Una vez acomodados, por fin pude darle las gracias a Travis. "Me quedé completamente helada. Gracias por intervenir".

"Para eso estoy aquí", respondió con una sonrisa juguetona.

Mientras el avión despegaba, me quedé mirando por la ventanilla, observando las nubes que se arremolinaban bajo nosotros y repitiendo todo lo que tenía en la cabeza.

El plan era sencillo, al menos sobre el papel. Poner celoso a Josh, hacer que se arrepintiera de haberme dejado marchar y recuperarlo.

Había pensado en cada detalle, asegurándome de que pareciera natural. Se suponía que Travis y yo éramos la viva imagen de una pareja feliz y despreocupada.

Incluso alojarnos en el mismo hotel que Josh no era una coincidencia. Gracias a unos amigos comunes, lo sabía todo sobre sus planes de vacaciones. Ahora sólo quedaba desempeñar mi papel y hacer que se diera cuenta.

Cuando llegamos al hotel, el cansancio me golpeó como una tonelada de ladrillos. Estaba dispuesta a dejarlo todo y desplomarme en la cama.

Sin embargo, esa esperanza se desvaneció en cuanto abrimos la puerta y vimos la habitación.

"Sólo hay una cama", dije, con la voz quebrada por la incredulidad.

"Sí, ya lo veo", respondió Travis, demasiado divertido.

"Esto tiene que ser un error. He reservado una habitación con dos camas". insistí, cogiendo ya el teléfono.

"Tal vez se hayan confundido", dijo Travis. "No pasa nada. Podemos compartirla".

"Claro que no", repliqué.

"¿Cuál es el problema? ¿Tienes miedo de que Josh se entere? ¿No es exactamente lo que querías?", bromeó.

"No puedo compartir la cama con alguien a quien apenas conozco", dije con firmeza.

"¿Por qué no? Sólo es dormir", replicó.

"Porque está mal... No soy ese tipo de persona", insistí.

"Eres demasiado estirada", dijo Travis, sacudiendo la cabeza.

"Y tú eres demasiado relajado", repliqué.

Sin decir nada más, me dirigí a la recepción para arreglar las cosas. Pero cuando le expliqué el asunto, la recepcionista me dijo que no había ningún error.

"Reservé expresamente dos camas", argumenté.

"¿Cuál es el problema, Ari? ¿Algo va mal?", intervino de repente la voz de Josh, cogiéndome desprevenida.

"¿Qué? No, ningún problema", balbuceé.

"Bueno, tenemos un...", empezó la recepcionista.

"Todo es perfecto", interrumpí. "La habitación es preciosa. Muy romántica. Mi novio y yo estamos encantados".

La recepcionista parecía confusa, pero no insistió más.

"Así que... un novio, ¿eh?", dijo Josh con una sonrisa burlona. "No esperaba que siguieras adelante tan rápido".

"Bueno, no has venido exactamente solo", le respondí.

"Pero somos diferentes", dijo.

"He decidido encontrar a alguien que me aprecie", respondí con una sonrisa antes de alejarme.

Para mi sorpresa, sentí una extraña sensación de poder. Hace una semana, me había imaginado rogándole a Josh que volviera conmigo. ¿Y ahora? No tanto.

De vuelta en la habitación, le dije a Travis que nos quedábamos y que no hiciera preguntas al respecto.

Decidimos acostarnos temprano y nos metimos en la cama, cada uno pegado a su lado. Me estiré lo más lejos posible de él.

"Así que eres ese tipo de persona", dijo Travis justo cuando me estaba quedando dormida.

Al principio no entendí lo que quería decir. Luego me di cuenta y sentí que se me calentaba la cara.

Sin pensarlo, cogí una almohada y le di un almohadazo con ella, riéndome a mi pesar.

"Eres imposible", murmuré, dándome la vuelta para ponerme de cara a la pared.

Detrás de mí, sonaba su risa, fuerte y despreocupada, como si no tuviera ni una sola preocupación en el mundo.

De algún modo, era extrañamente reconfortante. Me quedé dormida con aquel sonido, con los labios curvados en una sonrisa involuntaria.

Los días siguientes transcurrieron en un torbellino de encuentros meticulosamente planeados con Josh y su novia.

Travis y yo nos dedicamos a actuar, interpretando a la pareja perfecta y despreocupada. Para mi sorpresa, no parecía forzado.

Travis lo hizo todo fácil. Era divertido, espontáneo y tenía la habilidad de hacerme olvidar por qué estaba allí.

Pasamos las tardes construyendo castillos de arena, riéndonos cuando Travis insistía en que el mío parecía una "tortita ladeada".

Imitamos a guías turísticos demasiado alegres hasta que se me saltaron las lágrimas. Y en el océano, nos salpicábamos como niños, mientras las olas se tragaban nuestras risas. Con Travis sentí algo que no esperaba: paz.

Una noche, después de cenar, Travis se levantó de repente. "Vámonos", dijo, tendiéndome la mano.

"¿Adónde?", pregunté, desconfiada.

"Confía en mí", dijo, tirando de mí hacia fuera y hacia la playa.

"Sabes que se supone que no debemos estar aquí de noche", susurré, mirando nerviosa a mi alrededor.

"Tranquila. ¿Qué es lo peor que puede pasar?", dijo antes de levantarme y llevarme hacia el agua.

Grité, me reí y le supliqué que me bajara, pero no paró hasta que los dos estuvimos empapados. Incluso entonces, se aferró a mí.

"Estás loco", le dije, aún riendo.

"¿Y?", preguntó él, clavando sus ojos en los míos.

Por un momento, sentí que el tiempo se detenía. Nuestros rostros se acercaron, pero entonces la realidad me golpeó como una tonelada de ladrillos.

Me aparté, murmurando algo sobre Josh. Mientras volvía a la orilla, me di cuenta de que cada vez pensaba menos en Josh. Sentada en la arena, no pude evitar sentirme en conflicto.

"¿Por qué quieres que vuelva?", preguntó Travis, uniéndose a mí.

"Lo quiero", dije.

"¿Lo quieres?", preguntó él, poco convencido.

"Estuvimos juntos mucho tiempo", argumenté.

"Pero no te trataba bien. Por lo que me has contado, te hacía sentir pequeña", dijo Travis.

"Eso no es cierto", repliqué a la defensiva.

"Quizá es que no lo ves. He hablado con él. No parece un gran tipo".

"¿Has hablado con él?", grité.

"Vino a preguntarme si íbamos en serio", explicó Travis. "Pero no te merece, Ari. No ve lo increíble que eres".

"¿Y en qué sentido soy increíble?", pregunté, con auténtica curiosidad.

"Eres inteligente, divertida, asombrosa...".

"Basta", le interrumpí, pero siguió.

"Arrugas la nariz cuando bebes refrescos, eres adorable cuando te enfadas y definitivamente roncas".

"¡Yo no ronco!", dije, golpeándole ligeramente.

"Sí que roncas. Apostaría por ello", bromeó. "Eres amable con todo el mundo, incluso cuando no se lo merecen. ¿Y he mencionado lo guapa e inteligente que eres?".

Lo miré fijamente, con el corazón palpitante. Y entonces, sin pensarlo, lo besé. No se parecía en nada a besar a Josh: era mejor. Más cálido. Real.

Cuando por fin me aparté, Travis sonrió. "Vaya, no me lo esperaba".

"Cállate", respondí, riendo mientras me inclinaba hacia él. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí completamente en paz.

A la mañana siguiente, me desperté con alguien zarandeándome. No era Travis. Abrí los ojos y vi a Josh de pie junto a mí.

"Tenemos que hablar", me dijo.

De mala gana, le seguí fuera. "¿Qué pasa?", le pregunté.

"No puedo hacerlo, Ari. Verte con otra persona... Aún te quiero. He sido un idiota. Por favor, acéptame de vuelta", me suplicó.

Antes de que pudiera pensar, me besó. Pero en lugar de la emoción que esperaba, no sentí nada. Absolutamente nada. Le aparté de un empujón.

"No, Josh. No puedo seguir así", le dije. "Tengo a alguien que me ve como realmente soy, y no puedo perderlo".

"Podemos arreglarlo", insistió.

"No", dije con firmeza. Me giré para buscar a Travis, pero se había ido. Se me encogió el corazón. Debía de haberlo visto todo.

Corrí por el hotel, desesperada por encontrarlo. Por fin lo vi salir de nuestra habitación con su maleta.

"¡Travis!", grité. No se detuvo. "¡Por favor, espera!".

Hizo una pausa, pero no se volvió. "Ya tienes lo que querías. Ya no me necesitas", dijo fríamente.

"No, te equivocas. No lo quiero", dije, con la voz temblorosa. "Te quiero a ti. Eres el único que me ha hecho sentir así. Me aterra perderte".

Me miró fijamente, con expresión ilegible. "Le dije que no", añadí en voz baja.

Aun así, no dijo nada. Se me partía el corazón. "Por favor, Travis. No te vayas".

Después de lo que me pareció una eternidad, soltó la maleta y volvió hacia mí. Me cogió la cara con las manos y me besó como si su vida dependiera de ello.

"Después de todo, compartir la cama no fue tan mala idea", susurré entre lágrimas.

"La mejor idea del mundo", respondió con una sonrisa antes de darme otro beso.

Dinos qué te parece esta historia y compártela con tus amigos. Puede que les inspire y les alegre el día.

Si te ha gustado esta historia, lee esta otra: Ser locutora de radio y dar consejos sobre citas no facilita las cosas en el amor, sobre todo cuando me colé en la primera cita de mi mejor amiga vestida de payaso. Lo que ocurrió aquella noche fue inesperado, y ahora estoy atrapada en una situación que nunca vi venir. A veces, la vida te lleva donde menos te lo esperas. Lee la historia completa aquí.

Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.