A los 13 años, él estaba perdidamente enamorado de una chica de 16 - Entonces arriesgó su vida para salvar la de ella

El primer amor es el regalo más precioso, pero para Mike nunca estaba destinado a ser. Él tenía 13 años y ella 16. Por tonto que pareciera, su amor por Angelina era más grande que la vida. Pero cuando el destino puso a prueba su devoción y amenazó con arrebatársela, arriesgó lo más preciado de todo - su vida.

Mike estaba sentado a la mesa de la cocina, con los deberes de álgebra extendidos ante él, pero las ecuaciones bien podrían haber estado escritas en griego antiguo. Su lápiz flotaba sobre el papel y, en lugar de resolver los problemas, dibujaba distraídamente un corazón rojo.

Su atención se desviaba hacia el salón, donde su hermana Mia y su mejor amiga, Angelina, estudiaban para el examen de química. El sonido de la risa de Angelina hacía que el corazón de Mike diera saltos mortales cada vez.

A los 13 años, Mike era consciente de lo ridículo que podía parecer su enamoramiento a los demás. Angelina tenía 16 años, estaba en el último curso y era la chica más linda que había visto nunca. Su pelo dorado caía en ondas perfectas por encima de sus hombros y, cuando sonreía, toda su cara se iluminaba como el sol después de la lluvia.

"¡Mike! ¿Estás escribiendo una carta de amor a tus deberes de matemáticas?". La voz de Mia interrumpió su ensoñación. "¡Parece que planeas quedarte mirando el mismo problema de matemáticas toda la noche!".

Mike sintió que le ardían las mejillas. "Sólo estoy... pensando".

"Pues mejor piensa en prepararnos unos bocadillos", dijo Mia con una sonrisa cómplice. "Aquí nos morimos de hambre".

Su corazón dio un salto ante la oportunidad. "¡Claro! Quiero decir, sí, no hay problema".

En la cocina, Mike se movía con la precisión de un maestro cocinero. Había memorizado todo sobre el sándwich perfecto de Angelina durante los últimos meses de sus sesiones de estudio con Mia.

Pan de masa madre, ligeramente tostado. Pavo en lonchas finas. Aguacate fresco, lo bastante maduro. Un susurro de mayonesa, lechuga crujiente y una pizca de su condimento favorito que él había notado que le añadía una vez.

"Algo huele increíble", dijo Angelina desde el salón. "Mike, ¿eres en secreto un chef profesional?".

A él casi se le cae el cuchillo que sostenía. "Sólo pruebo algo nuevo", consiguió decir, orgulloso de que no se le quebrara la voz.

Cuando sacó los platos, los ojos de Angelina se abrieron de par en par. "¡Esto luce increíble!" Dio un mordisco y cerró los ojos en señal de agradecimiento. "Mike, en serio, es el mejor sándwich que he comido nunca. Algún día harás muy feliz a alguien".

Se acercó a él y le alborotó el pelo, rozándole suavemente el cuero cabelludo con los dedos. El contacto le produjo electricidad por todo el cuerpo, pero lo que le dolió fueron sus palabras.

A alguien. No ella. Nunca ella.

"Gracias", murmuró, y se retiró a hacer los deberes mientras intentaba ignorar el hormigueo que sentía en la piel donde ella lo había tocado.

Al día siguiente, durante la comida, los amigos de Mike volvieron a atraparlo mirando a Angelina desde el otro lado de la cafetería.

"Hombre, estás siendo superobvio", dijo su mejor amigo Rob, lanzándole una patata frita a la cabeza.

"Sí, ¿por qué no se lo dices, hombre?", añadió Alex, sonriendo. "Lo peor que puede hacer es reírse".

"Eso es exactamente lo que me temo", gimió Mike, dejándose caer sobre la mesa. "Tiene 16 años, chicos. Probablemente piense que soy un niño tonto".

"No eres tonto", señaló Rob. "Eres literalmente avanzado en todo. Y entraste en el equipo de fútbol en primer año".

"Además", añadió Alex con una sonrisa maliciosa, agarrando su botella de refresco, "he oído a Jessica, de Biología, decir que eres guapo".

"Me da igual lo que piense Jessica", murmuró Mike. "Es que... no puedo dejar de pensar en Angelina".

"¡Pues haz algo al respecto!", insistió Rob. "Escríbele uno de tus poemas o algo".

Mike levantó la cabeza. "¿Cómo sabes eso?"

"Vamos, literalmente los escribes durante la clase de Matemáticas. Todos los hemos visto".

Mike sintió que le ardía la cara. "Si se lo cuentan a alguien...".

"Relájate, Romeo", se rió Alex. "Tu secreto está a salvo con nosotros. Pero en serio, deberías decirle lo que sientes".

"Quizá", dijo Mike en voz baja, mirando cómo Angelina se reía con sus amigas al otro lado de la cafetería. "Quizá algún día".

Más tarde, aquella misma noche, se sentó con las piernas cruzadas en la cama, con un cuaderno desgastado abierto en el regazo. Las páginas estaban llenas de poemas, algunos tachados y otros rodeados de círculos... todos sobre ella. Había empezado a escribir poesía en secreto después de que su profesor de inglés elogiara su facilidad de palabra, pero últimamente cada verso parecía girar en torno a Angelina.

Cuando llamaron a la puerta, se apresuró a esconder el cuaderno. "¡Adelante!"

Mia se deslizó dentro, cerrando la puerta tras de sí. "Bueno", dijo, sentándose en el borde de la cama. "¿Quieres que hablemos sobre ello?"

"¿Sobre qué?"

"¿Sobre cómo has estado enamorado de mi mejor amiga durante los últimos seis meses?"

A Mike se le cayó el estómago. "No sé de qué estás hablando".

"Por favor". Mia puso los ojos en blanco. "¿Los bocadillos? ¿La forma en que siempre te ofreces a ayudar a llevar sus libros? ¿La poesía que escondes debajo del colchón?".

"¿Lo sabes?" El horror le subió por la espalda.

"¡Las hermanas mayores lo saben todo!" Se acercó un poco más. "Mira, lo entiendo. Angelina es increíble. Es amable, inteligente y linda. Pero Mike, también es tres años mayor que tú".

"¿Crees que no lo sé?". Mike se dejó caer en la cama, mirando al techo. "Sé que es una estupidez. Sé que probablemente piense que sólo soy un niño. Pero no puedo evitarlo, Mia. Cuando ella está cerca, todo parece... diferente. Y mejor. Como si ella fuera todo mi mundo. Como... mi estrella polar".

"No eres estúpido", dijo Mia con firmeza. "Eres uno de los chicos más listos de tu curso. Entraste en el equipo de fútbol en primer año, algo que no ocurría desde hacía una eternidad. ¿Y tu poesía? Es muy buena, Mike. Quiero decir muy buena".

"Pero nada de eso importa porque yo tengo 13 años y ella 16".

"Sólo... ten cuidado, ¿vale? No quiero que te hagas daño".

Mike soltó una risita seca, mirando al techo mientras aferraba una almohada roja con forma de corazón. "Sí, sí... ¿qué podría hacerme más daño que su rechazo?".

Se le apretó el pecho al decirlo, las palabras pesaban más de lo que quería admitir. Mia no contestó. Quizá porque ambos sabían la verdad: había "muchas cosas" que podían doler más.

Mike suspiró y se puso de lado, con los dedos distraídos acariciando el borde de la almohada. Sus ojos se cerraron, pero su mente permaneció inquieta.

Angelina. Su risa. Su sonrisa. La forma en que le alborotaba el pelo como si aún fuera un niño.

"Tengo que encontrar la forma de decírselo". Su último pensamiento despierto se aferró a su nombre, repitiéndose una y otra vez en su cabeza mientras el sueño finalmente lo arrastraba.

La oportunidad llegó un viernes por la noche, cuando Mike oyó a Mia hablar por teléfono. "¿Tus padres se van todo el fin de semana? ¡Hora de la fiesta!"

"Ni hablar", se había reído Angelina por el altavoz. "Sólo yo y mis deberes. Quizá algo de Netflix. Y café".

El corazón de Mike se aceleró mientras una idea se formaba en su mente. El jardín de su abuela estaba en plena floración, lleno de rosas, lirios y sus preciadas orquídeas. Probablemente lo castigaría de por vida si lo descubría, pero algunas cosas merecían el riesgo.

Aquella noche, cuando todos se habían acostado, Mike salió sigilosamente al jardín con unas tijeras. La luna proporcionaba la luz suficiente para seleccionar las flores más perfectas: rosas rojas como la sangre, lirios blancos como estrellas y una orquídea púrpura perfecta que sabía que combinaba con el jersey favorito de Angelina.

Le temblaban las manos mientras las colocaba en un ramo, ignorando las espinas que le pinchaban los dedos. Éste era su momento. Quizá por fin ella lo vería como algo más que el hermano pequeño de su mejor amiga.

Las calles estaban tranquilas mientras pedaleaba hacia la casa de ella, con las flores sujetas con cuidado en una mano. El corazón le latía con tanta fuerza que apenas oía el canto de los grillos en el cálido aire del atardecer.

Entonces lo vio: un elegante Mustang negro aparcado en la entrada de la casa de ella. A Mike se le hizo un nudo en el estómago al reconocer el automóvil de Jason. Todo el mundo conocía a Jason: el presidente de la clase, estrella del fútbol y exactamente el tipo de chico con el que alguien como Angelina debería estar.

De repente, las flores se sintieron infantiles en sus manos. ¿En qué estaba pensando? Estaba a punto de darse la vuelta cuando le llamó la atención un movimiento en el balcón. Jason estaba allí, hablando animadamente, pasándose las manos por el pelo perfecto.

Mike dejó el ramo en el suelo, intentando tragar para superar el nudo que tenía en la garganta. Fue entonces cuando lo oyó... un sonido como un trueno que sacudió el aire a su alrededor.

¡BUM!

La explosión lo hizo retroceder, y el calor le abrasó la cara mientras las llamas brotaban de las ventanas. A través del estruendo del fuego, oyó gritos procedentes del interior.

Sin dudarlo, Mike se quitó la camiseta y la empapó con agua de la botella de su bicicleta. Mientras se la envolvía en la cara, vio una figura que salía por la puerta: Jason, tosiendo y tambaleándose. Jason se subió a su automóvil y el motor rugió.

"¡Espera!", gritó Mike por encima de las llamas crepitantes. "¿Dónde está Angelina? ¿Sigue dentro?"

Pero los neumáticos de Jason chirriaron contra el pavimento mientras se alejaba a toda velocidad, sin dejar a su paso más que humo y el acre olor de la goma quemada.

El calor golpeó a Mike como un muro cuando atravesó la puerta principal. El humo le quemaba los ojos y la garganta, pero un pensamiento lo mantenía en movimiento: Angelina estaba ahí dentro, en alguna parte.

"¡ÁNGELINA!" Su voz apenas se oía por encima del estruendo de las llamas. "¿Dónde estás?"

Se arrodilló, recordando lo que habían aprendido en la escuela sobre permanecer agachado en un incendio. El humo era más denso en el piso de arriba, pero sabía que allí estaba su dormitorio. Había visto su luz encendida desde fuera innumerables veces mientras pasaba en bicicleta por delante de su casa.

Las escaleras crujían siniestramente bajo su peso. El calor era ya casi insoportable, y las llamas lamían las paredes como hambrientas lenguas anaranjadas. Una puerta al final del pasillo estaba parcialmente abierta y, a través del humo, pudo distinguir las paredes moradas, el color favorito de ella.

Allí, junto a la cama, yacía Angelina, inmóvil.

A Mike casi se le paró el corazón. Corrió a su lado, sacudiéndole los hombros. "¡Angelina! ¡Por favor, despierta! ¡Por favor!".

Angelina abrió los ojos, y la confusión se convirtió en terror al ver el infierno que los rodeaba. "¿Mike? ¿Qué estás...? ¿Cómo has...?"

"¡Tenemos que salir! ¡Ahora!". La ayudó a ponerse en pie, pero el pasillo estaba ahora completamente envuelto en llamas.

"El sótano", tosió ella, agarrándose a su brazo. "Hay un sótano... con una entrada exterior...".

Bajaron a trompicones las escaleras llenas de humo, con los pulmones ardiendo. La puerta del sótano parecía fría en comparación con todo lo demás, y Mike agradeció en silencio a la fuerza que hubiera impedido que el fuego la alcanzara todavía. La cerró de golpe mientras descendían a la oscuridad.

El sótano estaba mohoso, pero afortunadamente sin humo. Cuando sus ojos se adaptaron a la oscuridad, Angelina dejó de toser. Se volvió hacia Mike, con las lágrimas dejando huellas limpias en su rostro manchado de hollín.

"Me salvaste la vida", susurró. "¿Por qué? ¿Por qué lo arriesgaste todo así?".

El corazón de Mike latía con fuerza, pero esta vez no por el humo. En la oscuridad, con la adrenalina todavía corriendo por sus venas, la verdad se derramó. "Porque... porque haría cualquier cosa por ti. Aunque tuviera que arriesgar mi vida".

"¿Por qué?"

"Porque yo... Yo... no importa...".

"Jason...", dijo ella en voz baja, "estaba allí para invitarme al baile. Estábamos en el balcón de mi habitación cuando noté un fuerte olor a gas procedente del interior. Acababa de decir '¿Hueles eso?' cuando explotó la cocina. La fuerza me tiró hacia atrás y debí de golpearme la cabeza. Y Jason... echó a correr. Ni siquiera intentó ayudarme. Se limitó a saltar la barandilla del balcón y huyó hacia su automóvil".

Rodeó a Mike con los brazos, tirando de él. A pesar del humo y la ceniza, él aún podía oler su familiar perfume de vainilla. "Gracias, mi pequeño héroe". Sus labios se apretaron contra su mejilla, suaves y cálidos, y a pesar del caos que reinaba sobre ellos, el tiempo pareció detenerse.

De repente, empezó a gotear agua por el techo, y a Mike se le iluminó la cara. "¡Los bomberos! ¡Ya están aquí!"

"¿Mike?" La voz de Angelina era tranquila pero firme. "Nunca olvidaré esto. Jamás".

Diez años después...

El lugar de la boda brillaba con miles de lucecitas, como estrellas bajadas a la tierra. Angelina se puso en pie para pronunciar su discurso, radiante de blanco, y Mike no podía apartar los ojos de ella. Incluso después de tantos años, seguía dejándolo sin aliento.

"La mayoría de las historias de amor empiezan con un encuentro fortuito", empezó ella, y su voz se oyó en la silenciosa sala. "O quizá la presentación de un amigo, o una taza de café en el momento perfecto. La mía empezó con un chico de 13 años que me preparaba unos sándwiches perfectos y escribía poesía que creía que yo no conocía".

Las carcajadas recorrieron a la multitud mientras Mike sentía cómo se le sonrojaban las mejillas.

"Pero lo más importante es que empezó con un chico que corrió hacia un edificio en llamas para salvarme la vida, mientras otro huía. Aquella noche, mientras estábamos acurrucados en un sótano lleno de humo esperando a que nos rescataran, vi a Mike como lo que realmente era... no sólo el hermano pequeño de mi mejor amiga, sino la persona más valiente y desinteresada que jamás había conocido".

Se volvió hacia Mike, con lágrimas brillando en los ojos. "Tardé unos años en darme cuenta de que el tipo de amor que hace que alguien lo arriesgue todo para salvarte es el tipo de amor al que merece la pena aferrarse para siempre. Que el chico que me veía no sólo como una cara bonita o una posible cita para el baile de graduación, sino como alguien por quien merecía la pena morir, era el hombre con el que quería pasar mi vida".

"Las flores que trajiste aquella noche, las que dejaste en la entrada, las vi".

A Mike se le cortó la respiración.

"Cuando salí corriendo después del incendio, toda la casa había desaparecido. ¿Pero esas flores? Seguían allí, cubiertas de ceniza pero intactas por las llamas. Fue entonces cuando lo supe. Supe que venias por mí. Sabía que eran para mí".

Parpadeó para contener las lágrimas, con la voz temblorosa pero llena de amor. "Las prensé en un libro, y hoy, esas mismas flores están en mi ramo. Porque así es nuestro amor... algo hermoso que sobrevivió a las llamas y se hizo más fuerte".

Mike tragó saliva, con el corazón latiéndole con fuerza cuando ella levantó ligeramente el ramo: aquellas mismas flores prensadas entretejidas delicadamente entre pétalos frescos. Un recordatorio de dónde habían empezado. Del chico que una vez la amó en secreto.

"Y así fue como encontré mi felicidad eterna en este hombre, este hombre valiente y desinteresado que arriesgó su propia vida para salvar la mía. No porque esperara nada a cambio, sino simplemente porque así es él... el chico que me amó lo suficiente como para correr hacia un incendio, y el hombre al que amo lo suficiente como para pasar la eternidad con él".

Cuando sellaron sus votos con un beso, llovieron pétalos de rosa desde lo alto, y Mike recordó aquel primer flechazo imposible, y aquel amor desesperado que resultó no serlo tanto después de todo. Porque a veces, las mejores historias de amor empiezan con los corazones más pequeños, y los actos más valientes surgen de las intenciones más puras.

Y a veces, sólo a veces, el felices para siempre empieza con un niño de 13 años y un puñado de flores robadas.

He aquí otra historia: "Dentro de diez años, Nochebuena, Times Square... Te prometo que estaré allí", le prometió Peter a Sally la noche del baile de graduación. Una década después, llegó con esperanza en el corazón. Pero en lugar de Sally, apareció una joven portadora de una verdad que cambiaría su vida para siempre.

Esta obra está inspirada en hechos y personas reales, pero se ha ficcionalizado con fines creativos. Se han cambiado nombres, personajes y detalles para proteger la intimidad y mejorar la narración. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia y no es intención del autor.

El autor y el editor no garantizan la exactitud de los acontecimientos ni la representación de los personajes, y no se hacen responsables de ninguna interpretación errónea. Esta historia se proporciona "tal cual", y las opiniones expresadas son las de los personajes y no reflejan los puntos de vista del autor ni del editor.