Reuní a mi familia bajo un mismo techo solo para anunciar las nuevas condiciones de mi herencia, y sus verdaderos rostros quedaron al descubierto — Historia del día

Reuní a mi familia bajo un mismo techo, con la esperanza de pasar tiempo con ellos. Pero aquella noche oí susurros a puerta cerrada: intrigas, planes ocultos, traiciones. Así que puse nuevas condiciones a mi herencia que no podían ignorar.

Siempre dije que en la vejez sólo tienes dos opciones: o te conviertes en una abuela tranquila y apacible que se sienta en una mecedora, hornea pasteles y reparte caramelos a sus nietos, o te conviertes en una persona intrigante y brillante que no deja que su familia se relaje ni un segundo. Sin duda, yo pertenecía al segundo grupo.

Tenía 78 años, vestía batas de diseño, bebía jugo natural por las mañanas, practicaba snowboard siempre que quería y sabía que, incluso a esa edad, la vida podía mantenerse bajo control. La clave estaba en jugar bien tus cartas.

Pero últimamente mis hijos habían empezado a actuar como si yo no existiera. En cuanto a mis nietos, nunca me los traían, temiendo que mi influencia pudiera cambiar su actitud hacia sus padres.

Mientras tanto...

Barajaba las cartas, sentada en mi salón, mientras mis "chicas" me entretenían con su conversación, esperando para jugar al bridge.

Dolly volvía a hablar de cómo su misterioso admirador seguía dejándole flores sin nota.

"¡No puedo más!", puso los ojos en blanco y se apretó el pecho. "¡Esto es insoportable! Ese hombre está jugando a algún extraño juego!"

Margo, que no tenía paciencia para tonterías, se limitó a burlarse.

"¿El mismo que la última vez?"

"¡O quizá uno diferente! A lo mejor soy un imán para el amor".

Di la vuelta a las cartas entre las manos y miré a Margo.

"¿Te das cuenta de que las pide para ella, verdad?".

"Por supuesto", contestó, dejando el café.

"¡Muy gracioso!", Dolly me miró ofendida. "Pero, que conste, ¡esto no va conmigo! Dime, ¿cómo están tus hijos?"

Me encogí de hombros. "Vivitos y coleando. En teoría. Se acuerdan tan poco de mí que ya no estoy segura de que recuerden siquiera mi aspecto".

"¿Y Gregory?". Margo enarcó una ceja.

"Oh, el 'señor Grizzly' está en su forma habitual. Sentado en casa, refunfuñando sobre las injusticias de la vida".

Puse las cartas sobre la mesa.

Margo soltó una risita, mientras Dolly echaba otro terrón de azúcar en su café. "¿Y Verónica, su esposa?".

¿"Hashtag"? Sonreí burlonamente. "Está tan ocupada diseñando la vida perfecta para las redes sociales que ni siquiera estoy segura de que recuerde cómo mantener una conversación de verdad. Pero es la que mantiene a la familia a flote con contratos publicitarios. Un hombre en bata mientras su mujer está en el escenario. Es como una especie de mundo al revés".

"¿Y tu hija, Belinda?"

Hice una pausa.

"Belinda... bueno, como siempre, trabaja para asegurarse de que la vida de todos los que la rodean se ajusta a su visión del orden perfecto. Ni familia, ni hijos, ni siquiera un atisbo de relación".

Margo dejó las cartas y me miró atentamente.

"¿Y tus nietos? ¿Mia, Theo?"

"'Mia probablemente esté en algún lugar descalza en las montañas, explicando a los árboles cómo meditar correctamente. En vez de prepararse para los exámenes o al menos ir a fiestas, está completamente inmersa en sus meditaciones".

"Ella tenía la teoría de que los objetos tienen memoria, ¿no?".

"Ah, sí. Y que nos oyen cuando les gritamos. Una vez regañé al microondas: me ignoró durante todo el día".

"¿Y qué me dices de Scooter, tu pequeño detective?".

Sonreí. "El único hombre de mi familia que aún conserva algo de sentido común".

"¿Sigue siendo un espía?"

"Un espía. Lleva a cabo investigaciones activas".

"¿Y qué está investigando?"

"Lo último que vi es que se arrastraba bajo el sofá con una lupa. No sé si está reuniendo pruebas o sólo intenta entretenerme".

"¡Lo quiero!". Dolly se puso teatralmente las manos sobre el corazón. "¿Sabe que eres su única aliada?".

Suspiré y volví a barajar las cartas. "Sigue pensando que soy la principal sospechosa".

Margo se inclinó más hacia mí, entrecerrando los ojos.

"Vivi, estás tramando algo".

"Más de lo que crees", tendí las cartas ante mí. "Si mis hijos no se fijan en mí mientras vivo, tendré que asegurarme de que no puedan ignorarme".

Levanté mi vaso de jugo de pomelo. El amargor me produjo escalofríos.

Abrí la boca para decir algo más, pero, de repente, un dolor agudo me atravesó el pecho.

Mi visión se oscureció, la habitación se inclinó y Dolly soltó un grito agudo:

"¡Llamen a una ambulancia! Ahora!"

***

Estaba acostada en la cama del hospital, envuelta en una manta caliente, escuchando al médico mientras explicaba algo a mis amigos. Su voz flotaba en el aire como una nube amortiguada.

"Su estado es estable, pero a su edad debe tener mucho cuidado", dijo, hojeando unos papeles.

Dolly estaba a mi lado, apretando las manos en una exagerada muestra de angustia, como si estuviera a punto de dar la trágica noticia al mundo entero.

"¡Es tan activa, doctor!", soltó un suspiro dramático. "¿Podrá... vivir como antes?".

"Necesita descansar. Sin tensión, con el mínimo estrés. Y, por supuesto, debe tener a su familia cerca".

Capté la mirada que Margo intercambió con Dolly.

"Nos quedaremos contigo el fin de semana", declaró Dolly, mirándome a los ojos como si me retara a discutir.

"Sólo para asegurarnos de que todo está realmente bajo control", añadió Margo.

"Tenemos que llamar a tu familia. Deberían estar aquí contigo. Quién sabe cuánto tiempo..."

"Dolly, no exageres", le lancé una mirada mordaz.

Sin embargo, algo en sus palabras me hizo detenerme. Mi estado requería atención. Pero no atención médica. Atención familiar. Si por ellos fuera, ni siquiera me habrían preguntado si aún respiraba cuando me llevaron al hospital. Pero en aquel momento... Bueno, podía recordarles quién era.

"Tienes razón", murmuré. "Los necesito aquí".

Dolly dio una palmada. "¡Por fin lo admites!".

Margo asintió satisfecha.

"Esto es lo que haremos. Les enviaremos un mensaje nosotros mismos. Si se lo pides a los dos niños a la vez, supondrán que estás exagerando. Así que enviaremos mensajes separados a cada uno de ellos".

Dolly levantó un dedo de forma dramática. "¡Y les diremos que hagan las maletas durante un mes! Por si acaso..."

Le dirigí una mirada larga y escéptica. "Dolly, estás disfrutando con esto más de lo que deberías".

"Sólo soy una mujer dramática, ¿qué puedo decir?".

Margo ya estaba sacando su teléfono y giró la pantalla hacia mí:

"Belinda, acabo de volver del hospital. Mi estado es muy inestable. No quiero preocuparte, pero tengo miedo. Por favor, ven. Te quiero aquí".

Asentí con la cabeza.

"Ahora Gregory", dijo Dolly, ya tecleando.

Eché un vistazo al mensaje que había compuesto. Una pequeña sonrisa de satisfacción se dibujó en mis labios.

"Perfecto".

Mi familia ya estaba en camino. Y no tenían ni idea de lo que les esperaba.

***

Me acomodé en la cama, cuidadosamente envuelta en una manta de cachemira. La sala de estar zumbaba: cada uno tenía su papel que desempeñar. La puerta crujió al abrirse y la primera en entrar fue Belinda.

"Mamá, ¿cómo estás?"

Solté un suave suspiro. "Tan bien como cabe esperar, querida...".

Gregory apareció en la puerta justo después de ella. "Mamá..."

"Oh, hijo mío", susurré.

Detrás de ellos irrumpieron mis nietos. Mia dejó una bolsita de tela, sacó un puñado de varitas de incienso y empezó a colocarlas por la habitación.

"Esto es para limpiar el espacio, abuela. Los hospitales llevan una energía pesada".

Gregory puso los ojos en blanco, pero Mia lo ignoró y encendió una. Theo, por su parte, abrió dramáticamente su cuaderno, con el bolígrafo preparado.

"Voy a averiguar qué ha pasado exactamente y cómo arreglar tu estado".

"Theo, deja de inventarte historias", murmuró Veronica sin levantar la vista, mientras preparaba el teléfono para grabar lo mejor posible.

"Últimamente el corazón me da guerra, niños". Hice una pausa y añadí con mi ironía habitual: "Claro que también podría tratarse de una reacción alérgica a que me hayan ignorado durante meses. Es difícil saberlo".

Se hizo el silencio.

"Puedo contratarte una enfermera privada", se ofreció Verónica.

Gregory se paseaba de un lado a otro, al teléfono, sin duda buscando al "mejor cardiólogo". Belinda, siempre tan planificadora, ya estaba pensando diez pasos por delante.

"Mamá, yo me ocuparé de tus preparativos médicos. Encontraremos a los mejores especialistas. Incluso estoy estudiando la posibilidad de un trasplante de corazón".

"No necesito un corazón nuevo ni médicos", dije, mirando por encima del borde de la tisana que Mia se había servido cuidadosamente de su termo. "Lo que necesito es a mi familia".

Belinda vaciló y luego miró a Gregory, como buscando apoyo.

"Sólo digo que quiero pasar tiempo con ustedes. Por eso van a pasar todos la noche aquí", anuncié, sin dejar lugar a discusiones.

Belinda se puso rígida de inmediato. "Mamá, si estás bien, tienes a tus amigas contigo. Yo tengo reuniones importantes... Me pasaré mañana".

Gregory murmuró algo en voz baja. Respiré lenta y largamente y luego dije,

"Si alguien quiere irse, la puerta está abierta. Pero no sé cuánto tiempo me queda, y sólo pido una noche con mi familia".

Se hizo el silencio. Entonces Belinda exhaló y asintió levemente con la cabeza.

"Por supuesto, mamá".

Gregory se frotó la nuca. "De acuerdo. Dime dónde voy a dormir".

"En tu antigua habitación, por supuesto".

"Fantástico", gimió. "Mi espalda de 52 años estará encantada con ese aparato de tortura de madera al que llamas cama".

Verónica se cruzó de brazos. "¿Al menos funciona bien el Wi-Fi?".

"No te preocupes, querida. Me aseguré de que no tuvieras que sufrir los horrores de una existencia sin conexión".

Tras una breve cena, todos se dispersaron hacia sus habitaciones.

***

Más tarde, aquella misma noche, me dirigía a dar las buenas noches a mis nietos cuando me detuve a medio paso. Algo se movía en el pasillo. Al principio pensé que era mi gato, Bugsy, pero luego oí voces apagadas.

Me acerqué, silenciosa como una sombra. La puerta de Gregory estaba ligeramente entreabierta.

"Tenemos que averiguar si ya ha cambiado los documentos", susurró Verónica.

"¡No podemos preguntar sin más!", dijo Gregory. "Si aún no ha reescrito el testamento, ya sabes a quién va a ir todo...".

Fruncí los labios. Interesante. Avancé sigilosamente por el pasillo y capté la voz de Belinda procedente de su habitación.

"No, no puedo reunirme contigo ahora. Si mamá sospecha algo, todo se viene abajo".

Un escalofrío me recorrió la espalda. ¿Qué se derrumbaría exactamente, Belinda?

De repente, una pequeña sombra pasó a mi lado. ¡Theo! Se quedó inmóvil cuando se dio cuenta de que lo había visto.

"¿Y qué haces exactamente, Scooter?"

"Investigando".

Miré su cuaderno abierto:

1. Mamá y papá cuchicheando sobre la abuela.

2. Belinda canceló una reunión secreta.

3. La abuela Vivi jugando a las cartas.

Sonreí. Sólo quería reunir a mi familia aunque sólo fuera por una noche... pero en aquel momento ni siquiera estaba segura de conocerlos realmente. Sus secretos sonaban peligrosos.

"Vete a la cama, Scooter. Los veré a ti y a Mia más tarde".

Me volví hacia mi habitación. Sólo me quedaba una cosa por hacer.

***

A la mañana siguiente, todos estaban sentados a la mesa, comiendo e intercambiando charlas, fingiendo que no había pasado nada. Pero yo lo sabía. Simplemente estaban esperando a terminarse el café, presentar sus excusas y volver a sus vidas cuidadosamente construidas.

Lo que no sabían era que yo tenía un plan muy distinto para ellos. Doblé la servilleta y la coloqué sobre la mesa con cuidadosa precisión.

"He decidido qué hacer a continuación".

Belinda dejó el tenedor. "¿Sobre qué, mamá?"

"Sobre el testamento".

Gregory se atragantó con el café. Levanté la mirada.

"Las personas que heredarán mi fortuna serán las que decidan pasar conmigo mis últimos días".

Veronica se acomodó un mechón de pelo detrás de la oreja. "Bueno, eso es... interesante".

"Así que, quien quiera quedarse, que se quede. Pero en esta casa hay normas. Desayunamos y cenamos juntos. Compartimos las actualizaciones. Pasamos tiempo en familia".

Una pausa. Belinda miró nerviosamente a Gregory.

"Creo que es razonable".

"De acuerdo. Me apunto", suspiró Gregory. "Además, los chicos han estado deseando pasar tiempo aquí. Y quizá Mia estudie por fin para sus exámenes... y Theo... Bueno, tiene espacio para dejar volar su imaginación".

Me volví hacia mis nietos. "¿Ustedes dos se quedan?"

"¡Por supuesto!", sonrió Theo. "Tengo muchas investigaciones que completar".

"Entonces está decidido", dije.

Al otro lado de la mesa, mis "chicas" intercambiaron miradas cómplices. Lo sabían.

Tenía que asegurarme de que mi fortuna no fuera a parar a manos equivocadas. Porque mi familia no tenía ni idea de que yo era el mayor misterio para todos ellos.

***

Más tarde, Bugsy se recostó en mi regazo, su cuerpo regordete irradiaba calor mientras yo le acariciaba el pelaje. El suave sonido de las cartas barajadas llenaba el aire, un ritmo que me resultaba reconfortante.

Frente a mí, Dolly extendía sus cartas con una floritura dramática, mientras Margo permanecía sentada, con los dedos tamborileando ligeramente sobre la mesa. Su curiosidad me apremiaba.

"Entonces, ¿simplemente vas a... mirarlos?". Margo rompió por fin el silencio.

Sonreí con satisfacción, moviendo una carta entre los dedos. "De momento".

Dolly dio un sorbo lento a su café expreso.

"¿Y qué piensas aprender exactamente?".

Me recosté en la silla, dejando que el peso de su pregunta se asentara.

"Todo lo que ocultan". Cogí mi vaso de jugo de granada y bebí un sorbo deliberadamente, saboreando la acidez. "Ahora todos tienen algo que perder. Y lo saben".

"Oh, Vivi, querida. ¿Te das cuenta de que esto ya no es sólo un drama familiar? Esto es un misterio en toda regla".

Margo ladeó la cabeza, observándome atentamente. "¿Y estás segura de que quieres seguir jugando a este juego?".

Tracé el borde de mi vaso con la punta del dedo antes de dejarlo en el suelo.

"Margo, querida, yo soy el juego".

Y entonces lo sentí. Esa punzada en la nuca. La inconfundible sensación de ser observada.

Levanté la mano despreocupadamente, como si fuera a ajustarme el pendiente, e incliné la cabeza lo suficiente para captar el más mínimo detalle: una grieta en el techo, apenas perceptible, pero lo bastante ancha.

Un agujero de espía. Mis dedos se detuvieron en el lóbulo de la oreja. Había alguien en el ático. Observándonos.

No reaccioné. No levanté la vista. En lugar de eso, dejé que una sonrisa lenta y cómplice se dibujara en mis labios mientras deslizaba la siguiente carta sobre la mesa. Que empiece el juego.

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Si te ha gustado la primera parte de la historia, lee la siguiente: La mañana empezó con un grito: Scooter había desaparecido. No había ni rastro de él. Al mediodía, cundió el pánico. Pero mi peor temor no era que hubiera desaparecido. Era a quién había encontrado. Lee la historia completa aquí.

Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.