
Mujer solitaria esconde a su hijo durante una cita para no espantar al hombre, pero termina lamentándolo – Historia del día
Riley, madre soltera, quería encontrar el amor, aunque era difícil. Tan pronto como sus citas sabían que tenía un hijo, el romance se desvanecía. Su desesperación creció, y Riley sintió que no tenía más remedio que esconder a su hijo. Sin embargo, pronto se arrepintió de aquella decisión.
Riley estaba delante de su hijo de 8 años, Roy, con el corazón encogido, sin saber si estaba tomando la decisión correcta. A sus 32 años, equilibrar la vida como madre soltera y tratar de encontrar el amor era como caminar por la cuerda floja.
Desde que su ex novio la abandonó en cuanto se enteró de que estaba embarazada, Riley había tenido que criar sola a Roy.

Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney
Con los años, había aceptado ser madre y había construido un mundo alrededor de su hijo, pero en el fondo seguía anhelando tener a alguien con quien compartir su vida, alguien que la quisiera tanto como ella quería a Roy.
Pero encontrar a ese alguien era más difícil de lo que jamás había imaginado. Cada vez que conocía a alguien nuevo, las cosas parecían prometedoras hasta que se enteraban de lo de Roy.
Era como si la mera mención de su hijo hiciera que los hombres se alejaran. La decepción escocía cada vez, y Riley se estaba cansando de ello.

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Ahora, con esta nueva cita en el horizonte con Mitchell, no podía evitar la sensación de que era su última oportunidad de ver si había esperanza.
Mitchell parecía diferente, amable, encantador y alguien que podría ser el elegido. Pero temía que si presentaba a Roy demasiado pronto, lo ahuyentaría como a los demás.
"Esta noche no quiero ir a casa de Kyle", gimoteó Roy, agarrando con fuerza su juguete favorito entre los brazos.
Tenía la cara fruncida en un mohín y los ojos grandes suplicantes.

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"Quiero quedarme aquí contigo".
Riley se agachó hasta quedar a la altura de su hijo, tratando de apartar el sentimiento de culpa que la corroía. Le apartó suavemente un mechón de pelo de la frente y forzó una sonrisa.
"Roy, es sólo una noche", dijo, intentando parecer optimista.
"Siempre te diviertes mucho con Kyle. Se van a quedar despiertos, verán películas, jugarán juegos... Será genial. Y te recogeré a primera hora de la mañana".

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La expresión de Roy se suavizó ligeramente, pero seguía mostrándose inseguro. "Pero ¿y si no quiero dormir allí?".
"Estarás bien", le tranquilizó Riley. "Es sólo por esta noche, y mañana haremos algo divertido, ¿de acuerdo?".
Por mucho que quisiera a Roy, necesitaba que aquella noche saliera bien. Le había organizado una fiesta de pijamas en casa de su amigo Kyle, algo que rara vez hacía. Pero esta noche era diferente.
Esta noche iba a ver si había futuro con Mitchell y, para ello, necesitaba centrarse en sí misma.

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No quería tener que preocuparse por Roy ni por las complicaciones que podrían surgir al mencionar que tenía un hijo demasiado pronto.
El taxi llegó a casa de Kyle y, con un último abrazo, Riley hizo entrar a Roy.
Sintió una punzada en el corazón al verlo subir los escalones, con los hombros ligeramente caídos, pero enseguida se recordó a sí misma que era necesario.

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No lo hacía sólo por ella: si las cosas iban bien con Mitchell, podría significar un futuro mejor para los dos.
Cuando el taxi se alejó de la casa de Kyle, Riley respiró hondo y trató de concentrarse en la velada que le esperaba.
Sabía que no iba a ser fácil, pero no podía evitar tener la esperanza de que quizá, sólo quizá, esta vez sería diferente.
Cuando Riley llegó al restaurante, vio a Mitchell esperando en una mesita cerca de la ventana. Llevaba un traje impecable, el pelo bien peinado y, cuando la vio acercarse, se le iluminó la cara con una cálida sonrisa.

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Los nervios se apoderaron de Riley de inmediato, pero se había esforzado por lucir bien esta noche: su vestido favorito, el maquillaje justo para sentirse segura de sí misma y unos tacones que la hacían sentir más alta.
Quería sentirse bien consigo misma, sobre todo porque esperaba que esta cita fuera algo más que algo informal.
Intercambiaron algunas palabras de cortesía mientras se sentaban, pero había una incómoda tensión en el aire.
Ninguno de los dos parecía saber qué decir para iniciar la conversación. La mente de Riley se puso a pensar en un tema para romper el hielo, pero Mitchell se le adelantó.

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"Entonces, ¿crees que el menú es un poco demasiado... lujoso?", preguntó Mitchell, con una sonrisa juguetona en la cara. "Es decir, nunca había visto tantos tipos de ensalada en mi vida".
Riley no pudo evitar reírse. La tensión se rompió y la broma la hizo sentirse más tranquila.
"Lo sé, ¿verdad? ¿Quién iba a decir que se podían tener seis variedades de lechuga?", respondió ella bromeando.
Así, la conversación fluyó con más facilidad. Empezaron a hablar de sus comidas favoritas, de anécdotas divertidas de sus trabajos y de algunos momentos alegres de su pasado.

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Riley se rió más de lo que lo había hecho en meses y, por un momento, sintió que podía disfrutar de la velada sin darle demasiadas vueltas a todo.
Pero cuando terminaron de cenar y salieron a dar un paseo, ese pensamiento persistente volvió a su mente. Aún no le había hablado de Roy.
Le pesaba la culpa. Mitchell le caía bien y se llevaban muy bien, pero ¿cambiaría eso si él supiera que era madre soltera?

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Respirando hondo, Riley decidió tantear el terreno.
"Mitchell, ¿qué opinas de los niños?", preguntó, intentando sonar despreocupada pero sintiendo que el corazón se le aceleraba mientras esperaba su respuesta.
La expresión de Mitchell cambió ligeramente. Dudó un segundo y luego cambió rápidamente de tema.
A Riley se le encogió el corazón. Su evasión era evidente, y eso la puso aún más ansiosa por contarle la verdad.

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No quería perder esta conexión, pero ocultar una parte tan importante de su vida le parecía mal.
Antes de que pudiera pensar qué decir a continuación, su teléfono sonó en el bolsillo. Sobresaltada, se excusó rápidamente y contestó. Era Kyle.
"¿Kyle? ¿Va todo bien?", preguntó, intentando ocultar su creciente preocupación.
La voz de Kyle era temblorosa. "Roy tuvo una mala caída y no para de llorar. Tienes que venir a buscarlo".

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A Riley se le subió el corazón a la garganta. Su hijo la necesitaba y no tenía ninguna duda sobre lo que tenía que hacer a continuación.
Riley respiró hondo, con el corazón latiéndole con fuerza, mientras se volvía hacia Mitchell. Sabía que no podía seguir evitando la verdad.
"Mitchell, tengo que decirte algo", dijo, con la voz ligeramente temblorosa.
Mitchell la miró con auténtica preocupación en los ojos. "¿De qué se trata?"

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"Tengo un hijo de ocho años, Roy", admitió Riley, con el peso de las palabras suspendido en el aire. "No te lo dije antes porque... temía que te asustara".
Hizo una pausa, midiendo su reacción. Su rostro mostró un atisbo de sorpresa, pero permaneció en silencio, dejándola continuar.
"Esta noche lo he dejado en casa de su amigo para que tuviéramos algo de espacio, pero acaba de hacerse daño y tengo que ir a buscarlo. Lo siento mucho. Mentí y no debería haberlo hecho".

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Mitchell la miró fijamente durante unos instantes, y Riley se preparó para lo peor. Pero entonces sonrió suavemente y las comisuras de sus ojos se arrugaron de un modo que la tranquilizó.
"Riley, no pasa nada", dijo suavemente. "Lo comprendo. Y, sinceramente, yo también he estado ocultando algo".
Riley parpadeó, sorprendida. "¿Qué quieres decir?"
Mitchell soltó un pequeño suspiro, pasándose una mano por el pelo.

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"Tengo una hija. Tiene doce. No la mencioné porque temía cómo reaccionarías tú también".
El corazón de Riley se llenó de alivio. "¿Tienes una hija?", preguntó, con la voz suavizada por la sorpresa. No se lo esperaba.
Mitchell asintió.
"Sí, y lo entiendo, Riley. Ser padre es duro. Estás constantemente haciendo malabarismos con todo, tratando de asegurarte de que tu hijo está bien mientras intentas vivir tu propia vida. Salir con alguien es aún más difícil cuando intentas compaginarlo todo". Le sonrió cálidamente.

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"¿Por qué no voy contigo? Podemos ir juntos a buscar a Roy. Me gustaría conocerlo".
Los ojos de Riley se llenaron de gratitud, una mezcla de alivio y alegría la invadió.
Había tenido tanto miedo de contárselo, de que la juzgaran, pero allí estaba él, ofreciéndose a ayudarla.
"¿Harías eso?", preguntó, con la voz apenas por encima de un susurro.

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Mitchell volvió a sonreír, con una expresión tranquila y tranquilizadora. "Por supuesto. Sé lo importante que es para ti. Vamos a asegurarnos de que está bien".
Riley no podía creer cómo había salido todo. Le devolvió la sonrisa a Mitchell, sintiendo una sensación de paz que no había sentido en mucho tiempo. Juntos se dirigieron al auto, para ir a buscar a Roy.
Mitchell llevó a Riley a casa de Kyle, con las manos agarrando el volante con más fuerza de lo habitual. Riley se sentó a su lado, con la mente agitada por la preocupación por Roy.

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Apenas intercambiaron palabras, pero la presencia de Mitchell era reconfortante. En cuanto llegaron, ambos se apresuraron hacia la puerta principal, con los nervios patentes en sus rápidos pasos.
La madre de Kyle los saludó con expresión tranquila, claramente extrañada por su urgencia. "¿Va todo bien?", preguntó, mirando de Riley a Mitchell.
"Kyle llamó y dijo que Roy estaba herido", explicó Riley, con la voz temblorosa por la preocupación.
La madre de Kyle frunció el ceño, confundida, pero mantuvo la calma.

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"Seguro que está bien. Los chicos están arriba, jugando videojuegos. Vengan y vean".
Riley y Mitchell la siguieron escaleras arriba, con el corazón palpitante, aunque la actitud tranquila de la mujer los tranquilizó un poco.
Cuando llegaron a la habitación de Kyle, Riley empujó la puerta con cuidado, preparándose. Allí, sentados en el suelo, estaban Roy y Kyle, absortos en su juego, completamente ilesos.

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El alivio invadió a Riley cuando se arrodilló frente a Roy, con voz suave pero llena de preocupación. "Roy, ¿qué ha pasado? Kyle dijo que te habías lastimado".
Roy se sonrojó profundamente, jugueteando con el mando entre las manos. "Es que... te echaba de menos, mamá. Quería que volvieras".
A Riley se le derritió el corazón. Tiró de Roy y lo abrazó con fuerza, con los ojos llenos de lágrimas. "Oh, Roy. No tienes que inventarte historias para verme. Siempre volveré a por ti, pase lo que pase".

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Detrás de ella, Mitchell rió suavemente, disolviéndose la tensión en el aire. "Bueno, crisis evitada", dijo con una sonrisa.
Mientras conducían de vuelta a casa, Riley no pudo evitar reírse de cómo había resultado la noche. Todo el estrés y el miedo se habían desvanecido, sustituidos por la calidez del momento.
Miró a Roy, que charlaba alegremente en el asiento trasero, y luego a Mitchell, que le sonrió.
"¿Qué idea tienes para nuestra próxima cita?" preguntó Mitchell, con los ojos brillantes. "Pueden venir los niños".
Riley le devolvió la sonrisa, con el corazón ligero. "Me encantaría".
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Este artículo está inspirado en historias de la vida cotidiana de nuestros lectores y escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o lugares reales es pura coincidencia. Todas las imágenes tienen únicamente fines ilustrativos. Comparte tu historia con nosotros; tal vez cambie la vida de alguien. Si quieres compartir tu historia, envíanosla a info@amomama.com.