Mujer trabajó en una escultura por 15 años sin saber que la estaba matando
Aunque la artista finalmente supo las causas de su envenenamiento, dijo que no guarda ningún rencor ante lo que la enfermó, sino que lo sucedido le dejó una gran enseñanza.
Gillian Genser, de 59 años, ha trabajado como escultora desde 1991, en Toronto, Canadá.
Al principio, la mujer hacía obras con materiales naturales, entre ellos, cáscaras de huevos, huesos de animales, corales e incluso plantas secas.
En 1998 culminó su escultura “Lilith”, la primera mujer en el folklore judío, hecha de cáscaras de huevo. Luego, decidió que su próximo proyecto iría más allá, así que empezó a trabajar en el primer hombre, Adam, pero esta vez con otro material: conchas de mejillón.
Estos caparazones llegaban desde la costa Atlántica de Canadá y Genser compraba a granel en el Chinatown de Toronto.
“Mi trabajo era un mensaje ambientalista. Es reconsiderar cuál debería ser nuestra primera percepción del ecosistema, más que la de que tenemos dominio sobre el resto de los animales”, contó a los medios.
Después de cocinar los mejillones a sus amigos, dos o tres veces a la semana, luego se sentaba a trabajar con las conchas de los moluscos, pasando hasta 12 horas diarias limpiando y lijando las corazas con un taladro de dentista hasta conseguir la forma que buscaba para los músculos de Adam.
A los pocos días, empezaron a surgir los síntomas.
Primero, comenzó a sentir dolores de cabeza y vómitos, pero pensaba que se trataba de los últimos signos de trastornos autoinmunes que había combatido durante años.
Sin embargo, esos transtornos se volvieron más extraños: se sentía agitada; se despertaba y casi no podía moverse; comenzó a perder la audición de uno de sus oídos; sus músculos se agarrotaban y se trababa al hablar.
Preocupada, Genser visitó a una larga lista de especialistas, pero ni los neurólogos ni los reumatólogos ni los endocrinólogos le supieron dar un diagnóstico definitivo.
Y es que cuando los médicos le preguntaban si trabajaba con algún material tóxico, ella respondía que no, que solo empleaba objetos naturales.
“Los síntomas empeoraron. Después de algunas horas picando conchas de mejillones, quedaba inmovilizada. Me dolían los músculos. Las manos se me acalambraban cuando tomaba mis herramientas”, explicó la artista.
Luego, en 2013, cayó en cama con fuertes dolores corporales. Empezó a sentirse desorientada y su memoria a corto plazo se vio afectada, al punto de olvidar nombres de sus amistades.
“Me volví combativa y fatalista, declarando que mi vida se estaba acabando. Mi esposo temía dejarme sola en casa, porque creía que cuando regresara me iba a encontrar colgando ahorcada del candelabro”, admitió.
Los psiquiatras se sumaron a la lista de especialistas a los que visitó, pero estos, aunque le prescribieron antipsicóticos y antidepresivos, no la ayudaron en nada.
Fue en 2015 cuando finalmente un especialista le realizó un examen de sangre y descubrió que contenía altísimos niveles de arsénico y plomo. "Me quedé estupefacta. Absolutamente pasmada", confesó Genser.
LA IRONÍA EN UNA OBRA
La escultora consultó a un profesor especializado en invertebrados del Museo Real de Ontario, que quedó horrorizado al saber que Genser había trabajado con los mejillones durante tantos años.
“¡La gente no sabe lo venenosas que son estas cosas!”, le dijo. Las conchas y los huesos acumulan muchas de las toxinas de su ambiente”, le explicó.
Los mejillones acumulan tóxicos como el arsénico y el plomo en sus años de vivir y alimentarse en aguas contaminadas. Al tocar las conchas y respirar el polvo de su trabajo, parte del metal ingresaba a su cuerpo.
Cuando lo supo, comenzó a abandonar su trabajo con las conchas, pero antes terminó su escultura.
“No podría haberla dejado inconclusa Todo el sufrimiento hubiera sido para nada”, contó. Ahora llama a su obra terminada “Mi hermosa muerte”.
Para ella, el envenenamiento que ha sufrido es profundamente irónico, ya que lo que buscaba al utilizar este material natural para esculpir a Adam, era representar la relación distorsionada de la humanidad con el mundo natural ahora contaminado.
“Mi cuerpo se estaba llevando un profundo mensaje sobre el envenenamiento que estamos causando en nuestro planeta”, concientizó.
Pero aunque ya no trabaje con las conchas, su salud no se recuperó totalmente. Todavía sufre náuseas y problemas de memoria y podría padecer Parkinson o Alzheimer.
Pero aún así, no guarda rencor contra las criaturas marinas que destruyeron su cuerpo.
"Me detengo a pensar en los mejillones y en cómo no pueden abandonar sus hábitats contaminados en los que acabamos de verter todo este veneno… Siento terrible pena por ellos. Les hicimos esto, ellos no me lo hicieron a mí".
ALARMA AMBIENTAL
La contaminación del medio ambiente es un tema que no se puede dejar pasar por alto.
Miles de animales mueren al año por la inconsciencia humana e incluso nuestra especie se encuentra en peligro por el escaso cuidado que tenemos con la madre naturaleza.
En un alarmante ejemplo, el portal web de Clarín publicó una galería de imágenes en la que un grupo de pescadores encontraron una ballena muerta en la orilla de la isla de Sulawesi, en Indonesia, y cuando abrieron su estómago, consiguieron 15 vasos de plástico, cuatro botellas y 25 bolsas.
El material encontrado en el organismo del animal pesaba más de seis kilos.
Los rescatistas del parque nacional de Wakatobi dijeron a los medios que aún no saben si el contenido en el estómago del mamífero fue la causa de su muerte. No obstante, admitieron que los hechos son totalmente horribles.
HERMOSA PERO PELIGROSA
La naturaleza es tan hermosa como peligrosa y este hecho lo corroboró el adolescente Logan Pergola, cuando “algo” lo puyó mientras acomodaba el jardín con su familia en Zephyrhills.
Luego de encontrar al insecto que lo picó, los padres del adolorido y pálido joven de 15 años lo llevaron al Hospital de Florida en Zephyrhills, donde los médicos lo atendieron inmediatamente.
Para saber qué le causó tal dolor a Logan Pergola, ingresa en este link.