Testigo temía que la madre de Julen pudiera suicidarse: "Quité los cuchillos que había por ahí"
Dos senderistas se encontraban paseando por la zona del pozo aquel domingo por la mañana cuando escucharon los gritos de auxilio de los padres de Julen, el niño que cayó en un agujero de 100 metros de profundidad y fue rescatado -días más tarde- sin vida.
Los alertaron los llantos de Vicky, la madre de Julen. De inmediato se acercaron a la boca del pozo y allí estaban los familiares del niño, muy nerviosos.
Inicialmente, creyeron imposible que el niño hubiese caído por allí, por las pequeñas dimensiones del hueco.
En la sede judicial, la mujer decía que, tras contemplar la escena, se tumbó en el pozo y comenzó a hablarle a Julen para tranquilizarle. "Mi intención era que me escuchara y estuviera tranquilo", dijo en ese momento.
El senderista, identificado como Francisco Javier, dijo que temió desde el primer momento por la vida de la madre de Julen.
En el juzgado, contó que la vio muy nerviosa envuelta en llanto. Desde el primer momento le dijo que había perdido a un hijo y que no podía permitir que eso volviera a pasar.
"Tuve miedo de que pudiese quitarse la vida y quité los cuchillos que había por ahí", destacó.
También relató que minutos después de que cayera Julen, el padre intentó meter un tubo en el pozo, pero él le advirtió que aquello podía ser incluso más peligroso para el niño.
Vicky ha tenido que atravesar por difíciles momentos. Julen es el segundo hijo que pierde.
El 14 de mayo de 2017, Vicky perdió a Oliver cuando caminaba por la playa Pedregalejo, con su hermana Anabel, su hija Martina. En aquel entonces Oliver tenía 3 años y Julen apenas 7 meses de vida.
De repente, Oliver dejó de respirar y cayó desplomado al suelo y cuando llegó a las urgencias del Hospital Infantil ya no tenía signos vitales. En ese momento, ella estaba paralizada y no quería soltar a Oliver. Durante tres horas lo sostuvo en sus brazos a pesar de que ya estaba muerto.
"Le hablaba, esperando a que José, su marido, llegara de la feria de Dos Hermanas, en Sevilla, donde estaba trabajando. No quería que le hicieran la autopsia hasta que llegara el padre del niño y pudiera cogerlo”, reveló Elena, la tía abuela de Vicky.
Desde entonces, la afligida madre nunca volvió a ser la misma. La depresión se instaló en su vida y de acuerdo al relato de algunos familiares, los recuerdos de su primer hijo hacían que la casa se les viniera encima.
Los afectados padres se mudaron a casa de Elena, sin embargo, el estado de Vicky no mejoraba. “Nunca quiso ayuda psicológica solo quería pensar y estar con su Oliver. Seguía hablando con él”, relató Elena.
De hecho, actualmente, a los 29 años, Vicky sigue hablando con Oliver como si estuviera vivo. “Tiene en casa la camisa del niño de cuando murió, que está abierta en dos de cuando los médicos intentaron reanimarle. También tiene su carrito y sus juguetes, para ella es como si estuviera vivo”, contó un familiar.
VARIAS DESGRACIAS
Esta familia ha tenido que lidiar con el dolor y el sufrimiento, pues, luego de la muerte de Oliver, en la búsqueda de un hermanito para Julen, Vicky tuvo un aborto.
Vicky García y José Roselló se conocieron hace 17 años en Las Protegidas, la zona residencial de casas bajas de pescadores de El Palo donde ambos se criaron y donde jugaban.
"Siempre fueron muy niñeros, les encantan los críos y soñaban con tener una gran familia”, asegura Remedios, la madre de Vicky, pero su sueño se truncó.
“Yo ya no puedo creer en Dios, no es justo todo lo que les ha hecho a mi hija y a mi yerno. Mi hija tiene una maldición encima, con lo buena y feliz que era de pequeña”, expresó la abuela.
PERDIÓ LA CONSCIENCIA
Antes del suceso que le quitó la vida a Oliver, el 23 de abril de 2017, el niño había perdido la consciencia durante unos cuatro minutos, sin embargo, los doctores no le dieron mucha importancia a lo ocurrido.
Pero un mes más tarde, Oliver murió por una cardiopatía y de acuerdo a lo declarado por un familiar, hubo negligencia médica desde un principio. Desde ese hecho, Vicky nunca se recuperó.
El psicólogo Jesús Matos explicó que la gestión del duelo en el caso del fallecimiento de un hijo es muy compleja y se necesita siempre de ayudas profesional.
Dice que el proceso tiene varias fases: "La negación; de esta manera amortiguamos el golpe emocional que supone la pérdida de un familiar. La ira ante la impotencia que supone perder un familiar. Más tarde, la negociación que supone una fantasía en la cual creemos estar en control de la situación. Fantaseamos con la idea de poder revertir la situación".
Luego viene la depresión. “En esta fase aparece la tristeza asociada a la pérdida de un familiar. Y por último lugar se impone la aceptación, cuando se aprende a seguir viviendo”, explicó.