Paco Fernández Ochoa: un atleta que mantuvo su sonrisa incluso durante su lucha contra el cáncer
Se cumplen 13 años de la partida del primer medallista de España en los Juegos Olímpicos de Invierno, y se le recuerda por su calidez humana, su sencillez y su eterna alegría.
Corría el año 1972, en los Juegos Olímpicos de Sapporo, cuando Francisco Fernández Ochoa, popularmente conocido como Paco, obtuvo la medalla de oro en slalom gigante, para orgullo de todos sus compatriotas.
UN CAMPEÓN
Paco fue el primer hijo de una familia muy numerosa, que con él sumaron ocho hermanos. Nació en Madrid en 1950. Con apenas tres años ya practicaba el esquí, debido a que su padre trabajaba en una escuela para esquiadores.
Diez años después se convirtió en el campeón de España, primero de los 37 títulos nacionales que llegó a lograr en su vida. Participó en cuatro ediciones de los Juegos Olímpicos de invierno: Grenoble 1968 (Francia), Sapporo 1972 (Japón), Innsbruck 1976 (Austria) y Lake Placid 1980 (Estados Unidos), obteniendo una medalla de oro en 1972.
También participó en tres campeonatos del mundo, logrando la medalla de bronce en slalom en Saint Moritz en 1974. Decidió cambiar de categoría en 1981, compitiendo en Estados Unidos en esquí profesional donde resultó vencedor en el slalom gigante de la Copa del Mundo Profesional, retirándose un año después.
DESPUÉS DEL RETIRO
Su retiro coincidió con el ascenso de su hermana Blanca Fernández Ochoa como destacada esquiadora; él nunca se alejó mucho del medio. Fue miembro del comité olímpico español e integrante de la comisión de Atletas encargado de la supervisión de la villa olímpica durante los Juegos Olímpicos de España 1992.
Fue un invitado recurrente en muchos programas deportivos de la televisión española, donde destacó como un excelente comentarista, por lo que fue reconocido con algunos galardones.
VIDA FAMILIAR
Se casó para toda la vida en 1973 con María Jesús Vargas, con quien tuvo tres hijos: Bárbara, Paula y Francisco, quienes lo hicieron abuelo de un pequeñito llamado Amable.
Aficionado a los toros, tenía la tendencia a hablar con metáforas taurinas. Cuando recibió el fatídico diagnostico de cáncer linfático, se valió de ese recurso para expresar sus sentimientos.
“Pienso que hay que morir, si es posible, como un toro bravo, habiendo realizado una gran faena”, afirmó Paco.
Pero profundizando un poco más en el tema, hizo una reflexión muy interesante y que dice mucho de su naturaleza generosa y del gran amor que le profesaba a su familia.
“He tenido la suerte de que la enfermedad me ha tocado a mí, porque si hubiera afectado a mi mujer, a mis hijos o mis hermanos, lo pasaría muchísimo peor. En ese caso sufriría la impotencia, la rabia, pero como me ha tocado a mí apechugo con ello”.
Falleció a los pocos días de asistir en silla de ruedas y luciendo sumamente delgado pero con una gran sonrisa, a la develación de una estatua de piedra en Cercedilla, que representa el momento en que recibió su medalla de oro.