Médicos no entienden por qué la niña odia a la bebé que acaba de tener - Historia del día
Cuando la joven parió a su bebé dijo que no quería verla y que deseaba darle en adopción. La partera se dio cuenta de que ella era la única que podía salvar a la recién nacida.
“Esto no me puede estar sucediendo", se repetía Adriana una y otra vez a sí misma con la prueba de embarazo positiva en sus manos.
Ella no podía estar embarazada. Tenía solo 17 años y no contaba con los recursos para criar a un bebé. Su primera opción fue el aborto, pero sus padres se lo prohibieron cuando descubrieron que estaba encinta. Le dijeron que era su responsabilidad.
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La joven estaba muy confundida. Pensaba que no podía hacerlo. Que no estaba lista para criar a un hijo. Por eso decidió escaparse de su casa y pasó todo su embarazo hospedándose con diferentes amigos hasta que entró en trabajo de parto.
Dio a luz en un hospital a una niña sana. A su lado estuvo una encantadora enfermera llamada Georgina. "Aquí está tu niña. ¿Te gustaría sostenerla?", le preguntó la mujer.
Adriana le dijo que no era necesario y argumentó que estaba cansada. Tras su respuesta cerró los ojos para no verle la cara a la trabajadora del hospital.
A la bebita se la llevaron para limpiarla, pero antes le advirtieron a la chica de 17 años que la traerían de vuelta para que la amamantara en unas horas.
Analizando la reacción de Adriana, Georgina se sintió un poco confundida. Sabía que la madre de la recién nacida era joven, pero no entendía cómo podía resistirse al olor de su bebé.
La enfermera regresó una hora más tarde y le dijo a la paciente que tenía que alimentar a su hija. Le preguntó si ya tenía un nombre para la niña.
Ella simplemente le dio dos "no" como respuesta. "No. Y no quiero amamantar. Mi religión no lo permite”, expresó. Sin embargo, se trataba de una mentira. Los médicos no entendían por qué rechazaba a su bebé.
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Georgina invitó a Adriana a llamar a sus padres para que conocieran a su linda nieta. Una vez más, ella le mintió. Manifestó que no tenía familia, que estaba sola en la vida.
En ese momento la trabajadora de la salud comprendió qué ocurría. La joven no era la primera que atendía y que rechazaba a su bebé. A algunas primerizas, y sobre todo siendo tan chicas, les costaba un poco sentirse cómodas con la idea de criar a un hijo.
Por eso, pensando en que Adriana estaba sola en el mundo, pensó que tenía que ayudarla.
"Escucha, cariño. No quiero entrometerme. Pero tengo toneladas de información sobre recursos para madres nuevas y jóvenes. No estás sola en esto. Puedo ayudarle. Sé que todavía eres una adolescente, pero este no es el fin del mundo", comentó la mujer.
La nueva mamá le comunicó que no necesitaba nada de eso y que solo quería tiempo. Luego le pidió el favor de que le quitara de encima a la bebé que no paraba de llorar.
Georgina no esperaba esa reacción, pensó que la recién parida todavía necesitaba recuperarse y se llevó a la niña. Poco después terminó su turno y la sustituyó una colega llamada Alexa.
Cuando fue a ver a la paciente, no la encontró en su habitación. Le preguntó a Georgina si sabía a dónde había ido y ella contestó que estaba en su habitación.
“No, Georgie. Ella se ha ido. No está en su habitación. Ya la han limpiado y mira, aquí están sus formularios de alta", precisó Alexa.
La enfermera que atendió a Adriana no entendía qué ocurría. Pensó en cómo la madre se había ido si su hija todavía estaba en el área de recién nacidos. "¿Ella abandonó a la bebé?", exclamó Georgina.
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Su compañera la consoló y le dijo que llamarían a Servicios Sociales. Le recordó que no era la primera vez que una madre adolescente hacía eso.
Georgina no quería que la chiquilla fuera a un orfanato, por lo que cuando llegó la persona de la institución pública le preguntó si ella podía acoger a la recién nacida.
Era inusual que las enfermeras hicieran eso, pero la señora aceptó una colocación temporal hasta que surgiera una solución más permanente.
Georgina llamó a la bebé Estela, y se la llevó a casa. Con el tiempo, se convirtió en la madre adoptiva legal de la niña. La enfermera la cuidó como nadie más lo haría. Era su hija, sin importar lo que dijeran.
Juntas vivieron felices por muchos años. Pero un día, cuando Estela tenía 18 años, Adriana apareció en su puerta.
Le preguntó a la enfermera si la recordaba y ella de inmediato contestó que jamás podría olvidarla. Le refutó que se escapara dejando abandonada a su hija.
Ella solo respondió que lamentaba lo que había hecho y argumentó que era joven y estaba asustada. Luego le dijo que descubrió que había adoptado a la bebé y comentó que quería conocerla y compartir con ella.
Georgina manifestó que lo lamentaba mucho, pero que la niña había muerto poco después de haberla adoptado. Expresó que no la podía conocer y acotó que había sido una hija maravillosa. Acto seguido le dijo adiós y cerró la puerta.
Había mentido, pero no estaba dispuesta a que esa mujer entrara y arruinara sus vidas ahora. Estela sabía que era adoptada y había expresado interés en conocer a su madre biológica en algún momento. Pero esto fue demasiado para Georgina. Ella había criado a esa bebé y nadie más afirmaría ser su mamá.
Al día siguiente Adriana regresó y Estela abrió la puerta antes de que Georgina pudiera detenerla. "¿Hola, quién eres?", preguntó la joven.
Su madre biológica le explicó su historia y le dijo que Georgina había mentido sobre ella el día anterior. La joven se sorprendió de que su mamá hiciera algo así y al reclamarle, le pidió disculpas y señaló que había entrado en pánico. No esperaba esa visita.
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Adriana invitó a la chica a tomar un café y ella aceptó. Durante hora, Georgina estuvo inquieta esperando que su hija volviera. Cuando la joven entró a la casa, su mamá se excusó una vez más por haber mentido.
“Mamá, cálmate. Sé por qué mentiste. Pero solo quería conocer a mi madre biológica y entender un poco mejor lo que sucedió”, le aseguró Estela.
"¿Obtuviste las respuestas que querías?", agregó Georgina. A lo que su hija contestó que en cierto sentido. Sin embargo, cuando le pidió que tuvieran una relación, la joven se negó.
Acotó que ella tenía una sola madre y que eso nunca iba a cambiar. Georgina lloró con sus palabras. Se abrazaron durante mucho tiempo y Adriana nunca volvió a aparecer en sus vidas.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- A veces, no hay segundas oportunidades: Es posible que te arrepientas de ciertas decisiones en la vida como lo hizo Adriana y que en el futuro no puedas rectificar.
- Tus padres son los que te criaron, no los que te dieron a luz: Estela sabía que Georgina era su mamá; ella solo quería respuestas.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.