Mi vecina no llamó al 911 por su bebé, sino que limpió su casa - Historia del día
Puede parecer extraño, pero mi vecina no llamó a la ambulancia y prefirió limpiar su casa. Sin embargo, ella no era del todo culpable de lo que había sucedido ese fatídico día.
Stephany y su esposo Mateo eran padre de siete hijos, a pesar de que la familia siempre había sido bastante pobre y luchaban para llegar a fin de mes. Además, dos años atrás, una de sus hijas, Mary, había muerto repentinamente con solo tres años.
La familia dijo que la niña murió de cáncer, pero después del suceso las autoridades determinaron que las relaciones en su hogar eran problemáticas.
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Mateo no trabaja, así que se ocupa de los niños mientras Stephany va a su empleo a tiempo parcial como vendedora.
Sí, podría buscar otros trabajos, pero sabe que no puede confiarle los niños a su marido todo el día. Por eso trabaja en un lugar cerca de casa.
Desafortunadamente, a pesar de todas las precauciones, una noche, sus peores temores resultaron ser ciertos.
Esa noche, Stephany regresó a casa temprano del trabajo. Cuando entró en la sala, descubrió que toda la casa estaba en desorden. La ropa estaba por todas partes, el sofá estaba lleno de papas fritas y los juguetes estaban esparcidos la residencia.
Perdió la calma cuando vio el estado en el que se encontraba su hogar. "¿Dónde diablos estás, Mateo? ¿Por qué la casa está tan desordenada?", gritó a todo pulmón. Pero nadie respondió.
"Bueno, si crees que puedes esconderte y salvarte, no creo que sea una buena idea", refunfuñó mientras buscaba en la casa. Pero Mateo no estaba a la vista.
De repente, su hijo de 13 años, Jhony, corrió hacia ella. "Mamá, mamá, Sebastián no puede respirar correctamente".
El corazón de la madre dio un vuelco. "¡¿Qué?! ¿Qué le sucedió? ¿Y dónde está papá?", preguntó ella, ansiosa.
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Jhony le respondió que estaban en el patio trasero. Dijo que no tenía idea de lo que había ocurrido. Que él estaba jugando cuando escuchó a Sebastián llorando y pidiendo ayuda.
El jovencito narró que cuando salió al patio corrió hasta el estanque y vio a su hermano en los brazos de su papá. La voz le temblaba al contarle a su mamá lo que había vivido.
Stephany salió corriendo de la casa con lágrimas en los ojos. Cuando llegó al estanque, encontró a Mateo sentado allí, sosteniendo a su hijo de dos años. Estaban empapados y el niño luchaba por respirar. "¡Dios mío! ¿Qué pasó?", expresó Stephany llorando.
"No tengo tiempo para explicar, Stephany. Dame tu teléfono, rápido”, dijo Mateo. "No, no puedo... no puedo hacer eso. Primero necesito limpiar la casa”, dijo la mujer con voz temblorosa.
Su marido le preguntó si había perdido la cabeza y le insistió en que le diera su celular. El hombre logró quitárselo y llamó a la ambulancia.
"Pero Mateo, ¿y si...?". Antes de que Stephany pudiera terminar la frase, su esposo la interrumpió. “No hay nada más importante que Sebastián en este momento. Entonces, espera aquí hasta que llegue la ambulancia”.
Ella se quedó un rato junto a su marido y su hijo casi muerto. Pero sabía que si le hacía caso a su pareja sería la última vez que vería a sus hijos. Entonces, corrió a la casa.
Nunca olvidaré lo preocupados que estaban ambos padres esa noche. Mientras Stephany se apresuraba a ir a la casa, todo lo que gritaba era: “Necesito limpiar rápidamente ahora. De lo contrario, se llevarán a nuestros hijos".
Su voz era tan fuerte que todos los del vecindario se habían reunido alrededor de su casa. Sí, eran una familia disfuncional, pero la tensión en el rostro de Stephany esa noche realmente era preocupante.
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Entonces, cuando nadie estaba mirando, perseguí a Stephany y la confronté. Le pregunté por qué seguía diciendo que se llevarían a sus hijos.
Y fue entonces cuando me dijo que los trabajadores del servicio social los habían amenazado con quitarles a todos los niños por sus malas condiciones de vida. Si encontraban la casa en mal estado, no dejarían que los niños se quedaran con sus padres.
Comencé a ayudarla con la limpieza, pero los trabajadores médicos irrumpieron en su casa antes de que termináramos. Sebastián fue trasladado de urgencia al hospital y, afortunadamente, se salvó.
Cuando Stephany preguntó más tarde sobre lo que había sucedido, Mateo dijo que ese día había comenzado a limpiar la casa antes de que ella regresara del trabajo. También le había pedido a Jhony que cuidara a su hermano menor.
Pero el joven decidió jugar con un amigo. Lamentablemente, no pudo ver a Sebastián corriendo hacia el estanque, pero sí lo escuchó cuando comenzó a gritar pidiendo ayuda.
Fue entonces cuando Mateo se apresuró en llegar al patio y se lanzó directo al agua. Sacó a su hijo del estanque y comenzó a darle reanimación cardiopulmonar.
Gracias a los esfuerzos del padre, Sebastián comenzó a respirar. Sin embargo, tenía problemas para hacerlo correctamente y decidió llamar a la ambulancia. Se dio cuenta de que cuando se metió al agua tenía el teléfono encima y había quedado sumergido.
Afortunadamente, Stephany había llegado temprano a casa y pudo pedir el servicio de emergencia dentro de un lapso que permitió que su hijo se salvara.
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Pero después de todo eso, los funcionarios del servicio social se llevaron a todos sus hijos a un orfanato. Mateo y Stephany estaban desconsolados. La madre les rogaba que le dieran una oportunidad más, pero los trabajadores se hicieron los sordos.
Honestamente, creo que esa fue la decisión correcta en ese momento. Si me preguntas si Stephany era culpable, diría que sí. Si tiene tantos hijos, debe estar segura de poder brindarles una educación adecuada a todos. Pero ella no era la única culpable.
Mateo no debería haber sido descuidado. No debió darle la responsabilidad del cuidado de un niño de 2 a uno de trece años. El personal del orfanato dice que los niños extrañan a sus padres, pero ahora se sienten más seguros.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- El servicio social debería prestar más atención a estas familias y deberían enseñar a los padres cómo criar a sus hijos.
- Ser padre requiere mucho compromiso. Es preferible no tener un hijo si no estás seguro de tu capacidad para cuidarlo.
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