Todos miraban a la pobre mujer dando a luz en un avión, pero nadie la ayudó - Historia del día
Judy fue muy valiente al atender el último deseo de su esposo. Se subió a un avión teniendo un embarazo avanzado.
Todos veían su enorme panza cuando entró en trabajo de parto en pleno vuelo. Iba a dar a luz dentro de la aeronave, pero nadie la ayudó.
Cuando la mujer entró en el avión y tomó asiento, supo que algo estaba a punto de suceder. La gente la miraba a ella y a su enorme barriga. Sin embargo, trató de mantener la calma.
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"Todo estará bien", se repetía a sí misma. Pero la vida actúa de maneras que no comprendemos completamente.
Cuando el vuelo estaba a mitad de camino de su destino final, Judy entró en labor de parto. "¡Oh no!". En lo más profundo de su ser sabía que eso sucedería. Pero no había tenido más remedio que entrar en ese avión.
Se volteó hacia el hombre de rostro serio y traje que estaba a su lado y le dijo: "¡Rompi fuente! ¡Llame a la azafata, por favor!".
Con actitud hostil, el sujeto le contestó que no era su sirviente. Que la llamara ella misma. La futura madre tenía 36 semanas de gestación e iba a parir dentro del avión.
"Esto es clase ejecutiva, señora, ¿puede callarse? Estoy tratando de trabajar aquí", manifestó el grosero pasajero que iba en el asiento siguiente al de Judy.
Otros pasajeros notaron lo que estaba pasando y también empezaron a molestarse con ella. "¡Tus gritos me están volviendo loco! ¡Quiero dormir! ¿Puedes por favor callarte? ¡Esto es clase ejecutiva, por el amor de Dios!", se escuchó decir desde el pasillo.
Incluso hubo uno que se atrevió a decirle irresponsable por viajar embarazada. En medio de todo, su bebé estaba en camino. El hombre a su lado expresó que era repugnante lo que estaba presenciando.
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Nadie parecía entender lo que estaba pasando. La asistente de vuelo escuchó el grito de la mujer. Judy estaba en el suelo, gritando. La zafata corrió hacia ella: "Oh, Dios mío, ¿qué pasó? ¿Estás bien?".
La mujer le explicó que estaba dando a luz y manifestó que necesitaba un médico de inmediato. Desafortunadamente no había ninguno a bordo. La azafata le preguntó si podía esperar unas horas hasta que aterrizaran. Judy contestó que su bebé nacería pronto y le pidió que la ayudara.
Uno de los pasajeros gritó: "Señorita, ¿puede sacarla de aquí y buscarle un médico? No quiero ver el parto".
La asistente de vuelo la ayudó a ponerse de pie y la acompañó hasta una sección de la clase económica donde encontró algunos asientos vacíos.
La azafata preguntó si había entre los pasajeros algún médico o enfermera. Precisó que lo necesitaban para atender a una mujer en trabajo de parto.
Pero los pasajeros fueron bastante agresivos. Uno de ellos dijo: "Incluso si fuera médico, no la ayudaría. ¡Ella no debería estar aquí!".
De repente, uno de los pasajeros se levantó. “Trabajé como enfermera durante unos años, pero haré todo lo posible para salvarla a ella y a su bebé”, dijo la mujer. Así lo hizo, y a pesar de todos los contratiempos, el parto fue exitoso.
La enfermera le dio primeros auxilios al bebé y la asistente de vuelo se hizo cargo de Judy. Cuando el avión aterrizó, llevaron a la madre con su recién nacido a la sala de emergencias del aeropuerto.
Los médicos que trabajaban allí los examinaron y ambos fueron declarados completamente sanos.
A pesar de eso, Judy pidió que la llevaran al hospital local de inmediato. Ella les dijo a los médicos y a la enfermera que la ayudaron durante el vuelo su razón: "Mi esposo está allí. Necesito verlo".
Uno de los galenos le respondió que no lo podía permitir. Alegó que necesitaba guardar reposo porque acababa de dar a luz.
Ella refutó la respuesta del médico y le explicó que necesitaba ver a su marido, que estaba internado en dicho hospital.
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Judy estaba casada con un soldado. El hombre había resultado gravemente herido en la guerra mientras rescataba a civiles. Los médicos hicieron todo lo posible para salvarlo, pero lamentablemente sus heridas eran muy graves y le quedaban pocos días de vida.
Al enterarse de esto, su esposa embarazada quiso estar con él, por lo que se arriesgó a subirse a un avión en estado de embarazo. Cuando finalmente llegó a donde estaba su pareja, le mostró a su hijo recién nacido. No pudieron contener las lágrimas.
"Te estaré eternamente agradecido, hasta mi último aliento... y más allá... por permitirme ver a mi hijo por primera y última vez", expresó el soldado.
Su mujer dijo que siempre lo amaría. Ese mismo día falleció el esposo de Judy. Periodistas locales se enteraron de la hazaña realizada por la mujer y decidieron contar su historia.
La recién parida compartió los recuerdos de su esposo: "Salvó a muchas personas a cambio de su propia vida. Su último deseo fue ver a su hijo. Por eso me arriesgué y viajé en un avión cuando faltaba muy poco para el parto".
Con los ojos llenos de lágrimas declaró que estaba muy alegre de haber tomado esa decisión porque su esposo conoció a su hijo antes de morir.
"Todos me juzgaron excepto dos mujeres de buen corazón. Sin su ayuda, él habría fallecido sin ver al bebé".
La historia fue realmente sensacional y todos se enteraron. Es una gran lección para cualquiera que se apresure a juzgar a los extraños sin conocer su historia.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- No juzgues a los demás sin conocer su historia: Cuando juzgas a los demás, no los defines, te defines a ti mismo.
- Siempre ayuda a alguien que lo necesite, incluso si crees que no puedes: En el caso de Judy, necesitaba ayuda médica, pero si las personas hubiesen sido más compasivas, habrían sido más útiles.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.