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Un hombre sentado en un banco | Foto: Shutterstock
Un hombre sentado en un banco | Foto: Shutterstock

Mujer rica insulta a un vagabundo por cubrir a su hija friolenta con su abrigo - Historia del día

Vanessa Guzmán
01 oct 2021
11:30

Una mujer adinerada se indigna cuando un vagabundo le da su abrigo a su hija que temblaba del frío en un mercadillo al aire libre. Pero pronto todo se puso de cabeza y ella aprendió la lección.

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No había nada que le gustara más a Edith que ir a comprar antigüedades a los mercados de pulgas. Por supuesto, como amante de lo antiguo, sabía que para conseguir las mejores ofertas y piezas debía amanecer en el sitio.

Desafortunadamente, su mercado favorito lo instalaban los domingos, y la niñera de su hija Daniela tenía el día libre. Por eso la madre consideró no ir al mercado, pero luego tomó la decisión de llevarse a la niña de 6 años con ella.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

Ese domingo por la mañana, Edith puso su alarma a las 6:00 a.m. para asegurarse de estar en el lugar a las 8:00 en punto. A esa hora los vendedores ya estarían exponiendo sus productos.

Sacó a Daniela de la cama y le puso unos jeans y camiseta. "Vamos, huesos perezosos", gritó. "Vamos de compras". La niña no parecía emocionada por la salida y eso irritó un poco a Edith.

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Sin embargo, ya tenía lista a su hija cuando llegó el auto para recogerlas a las 7:20. A Edith le gustaba llegar a tiempo. El chofer las llevó al mercado de pulgas y le dijo al conductor que llamaría cuando estuviera lista para irse.

Luego, con su hija de la mano, se dispuso a explorar el fascinante y colorido laberinto de vendedores. ¡Este tenía que ser el mejor mercado de pulgas hasta ahora!

Edith vio a un hombre con una exhibición fascinante de los primeros tiempos de la cultura americana. También había otro con auténtica porcelana Spode.

Durante una hora revisó cada puesto, acumulando compras y sosteniendo a Daniela firmemente de la mano. Luego se detuvo frente a una mujer que exhibía camafeos en una mesa plegable cubierta de terciopelo.

"¡Eso es hermoso!", jadeó, tocando un delicado broche. "¿Cuánto cuesta?".

"Como puede ver, es plata esterlina y coral piel de ángel", le dijo la vendedora.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

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Edith se preparó para una dura negociación. Estaba batallando contra la mujer dólar a dólar cuando Daniela comenzó a tirar de su mano. "Mami", se quejó, "¡Tengo mucho frío!".

Edith miró a su hija. "No hace tanto frío, salió el sol, es solo la brisa", dijo y se refutó a sí misma por olvidar llevarle un suéter a la niña.

"¡Pero hace frío!", susurró la chiquilla. "¡Y quiero irme a casa!".

"¿Me quejo cuando me siento en ese estúpido parque hablando con mujeres aburridas los fines de semana cuando Rosa no está?", preguntó Edith. Con seis años Daniela sabía que era mejor no replicar a eso.

"¿Entonces puedo ir a mirar ese loro?", preguntó la niña. Edith miró al vendedor de al lado que tenía un enorme guacamayo rojo en una jaula. "Está bien, pero quédate donde pueda verte. ¡No te alejes!".

La mujer continuó hablando con la vendedora de camafeos. Miraba con frecuencia a su hija, que estaba de pie frente a la jaula del loro, con sus bracitos envueltos alrededor de ella. Finalmente selló el trato y metió la prenda con sus otras compras.

"¡Vamos, Daniela!", dijo. "¡Vamos!". La niña se acercó a regañadientes, con los brazos todavía envueltos alrededor de ella. "Dame tu mano", dijo Edith.

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"¡Pero mami, tengo mucho frío!", manifestó de nuevo la pequeña. Edith se estaba divirtiendo y no iba a permitir que la pequeña rabieta de su hija le estropeara la diversión. Pronto vio algo más que quería y arrastró a la niña detrás de ella.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

Para su irritación, Daniela estaba arrastrando los pies y haciendo pucheros, haciendo todo lo posible para frenar a Edith. Soltó la mano de su hija y le dijo que se quedara allí a su lado mientras miraba un hermoso juego de candelabros de cristal de principios de siglo.

Cuando Edith volvió a buscar a Daniela, se sorprendió al verla con una vieja chaqueta de mezclilla cubriendo sus hombros. Ella inmediatamente dejó todo.

"Daniela", gritó. "¿De dónde has sacado esto?", exclamó mientras tocaba la prenda. Alguien lo había estado usando, todavía estaba caliente. La mezclilla era suave como la seda y muy limpia, pero a Edith no le gustaba la idea de que su hija vistiera la ropa de otra persona.

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Un hombre se acercó. "Hola, lo siento, vi a la niña temblando, así que le presté mi chaqueta". Edith miró hacia arriba y vio a un hombre alto de unos treinta y cinco años que vestía un suéter viejo de manga larga y jeans gastados.

A pesar de que estaba escrupulosamente limpio, Edith vio que era pobre, muy pobre y probablemente sin hogar. "¡Cómo te atreves a tocar a mi hija!", le gritó. "¿Y cómo te atreves a ponerle esa chaqueta sucia? ¡Probablemente se enfermará!".

"Mira, la chaqueta está limpia", dijo el hombre.

"Puedo ver que la chaqueta está limpia, pero ¿tú lo estás?", preguntó la madre con desdén. "Probablemente tenga alguna enfermedad repugnante como sarna”.

El hombre sacudió su cabeza. "Solo los perros contraen sarna", señaló. "¡Mantente alejado de mi hija!", le dijo Edith. "¿Quieres que llame a la policía, pervertido?".

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Para su profunda satisfacción, el hombre miró fijamente a Edith durante un largo momento, sacudió la cabeza y se alejó, dejando la chaqueta envuelta alrededor de Daniela.

Edith le quitó la chaqueta a su hija y persiguió al hombre entre la multitud. Unos minutos más tarde ella lo alcanzó.

Estaba de pie en medio de un círculo de personas admirándolo, firmando autógrafos. Edith vislumbró a un equipo de filmación que se instalaba en un área separada del mercado. "Espera...", gritó, pero el hombre no la escuchó.

"¿Quién es ese?", preguntó a las mujeres que estaban esperando para hablar con el hombre.

"Ese es Cordell Garson, la estrella de esa nueva serie de Netflix en la que un hombre sin hogar lucha contra el crimen", dijo una dama emocionada.

¿Una estrella de televisión? Edith se abrió paso con determinación entre la multitud hasta que llegó a al actor. "Señor Garson", dijo con su sonrisa más encantadora. "¡Solo quería devolver tu chaqueta y agradecerte tu amabilidad!".

Garson se dio la vuelta y vio a Edith. La miró y le quitó la chaqueta de las manos. "Gracias", dijo. "Eso es muy amable de tu parte. ¿Puedo preguntarte algo?".

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Edith le respondió: “¡Por supuesto!".

"¿Qué cambió entre ahora y hace cinco minutos cuando gritabas que era un sucio vagabundo? ¿Descubriste que soy actor? Sigo siendo el mismo hombre, pero tú, señora, eres una superficial egoísta. ¡Hipócrita!".

Uno de los fanáticos estaba filmando todo en su teléfono. Esa noche el clip se volvió viral en las redes sociales, y Edith estaba completamente avergonzada.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • No juzgues a las personas por su apariencia o estatus social: Lo que hace que una persona sea digna es su carácter y bondad.
  • Una persona es igual si lleva una camiseta gastada o diamantes Tiffany: Lo que cambia es la percepción de la sociedad en cuanto a su valor.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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