Pobre señora descubre que su esposo murió tras ganar $1 millón en la lotería - Historia del día
Una pareja de trabajadores gastó sus últimas monedas en un billete de lotería y ganó mucho dinero. Discutieron horriblemente sobre el dinero, y el hombre falleció. Pero lo peor estaba por venir.
José y Lydia Méndez siempre habían sido trabajadores. Ambos se acercaban a los 50 años cuando una horrible crisis económica golpeó a su país. Perdieron sus empleos y tuvieron que vivir de sus escasos ahorros.
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Ya habían perdido mucho dinero en tratamientos de fertilidad durante la última década y media, que para más no habían dado resultado, así que sus ahorros eran muy magros. Un día se encontraron con que solo le quedaban unos pocos dólares.
"Lydia, tenemos que vender la casa. Ni siquiera podemos pagar la comida. Veamos si puedes comprar lo suficiente con $5 para que dure unos días", le dijo José a su esposa. Ella asintió, angustiada ante la perspectiva de perder la casa.
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En el mercado, compraron varias verduras y algunos alimentos enlatados con descuento. Solo les quedaba $1 y el cajero les preguntó si querían comprar un billete de lotería. El premio de $1 millón lo anunciarían esa misma noche.
José decidió probar suerte. Lydia tenía sus dudas, y pensaba que tal vez debieron comprar algo más de fideos secos, pero no discutió. Esa noche se sentaron a la TV a ver el sorteo. Quedaron con la boca abierta cuando vieron que eran dueños del billete ganador.
"¡No puedo creerlo! ¡Es casi imposible ganar en estas loterías! ¡Pero lo hicimos! ¡Lo hicimos!", exclamó José. Lydia también sonrió, aliviada de que ya no tuvieran que renunciar a su casa. Pero el dinero es traicionero, y no les trajo felicidad.
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Discutieron horrores tras recibir el dinero. José quería invertirlo todo en un nuevo negocio y en comprarse un auto, mientras que lo que Lydia quería era guardar una parte para asegurar su futuro si las cosas iban mal.
"Abrir un negocio próspero en esta ciudad es muy difícil, creo que tenemos que ser más cautelosos con el dinero, José", decía ella.
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"Pero tenemos que hacer algo con el dinero. Si no producimos ingresos nos vamos a quedar sin nada en poco tiempo. Y no puedes montar un negocio rentable con monedas, ¿no crees que ya lo hubiera hecho si no?", discutía él, alzando la voz.
Un día, la discusión llegó al punto de terminar en un acalorado debate en el que se dijeron muchas cosas hirientes.
"¡Estaré en la cafetería!", gritó él, agarró su abrigo y tiró la puerta. Lydia quedó frustrada y angustiada.
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La amargaba que tuvieran que preocuparse tanto por el dinero para su vejez. Volvió a desear haber tenido hijos que los cuidaran en su ocaso. Y no quería seguir peleando con José. Decidió que daría el brazo a torcer con el asunto del negocio.
Después de unas horas, José no había regresado. "¿De verdad está tan enojado?", se preguntó ella mirando preocupada por la ventana. Lydia se quedó dormida en el sofá y solo se despertó alrededor de las 4 a.m. cuando alguien llamó a la puerta.
Vio las luces del carro de policía que se reflejaban en sus ventanas, y supo que lo peor estaba por venir. Un oficial le informó que José había tenido un paro cardíaco en medio de la calle. Lo habían llevado al hospital, pero no habían podido salvarlo. En el centro de salud le dieron sus pertenencias.
Meses más tarde, una amiga de Lydia le sugirió ir a un grupo de viudos y viudas. De mala gana, ella aceptó ir. La coordinadora se presentó: se llamaba Natalia.
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Natalia era mucho más joven que Lydia, y llena de energía. Hizo que varias mujeres del grupo empezaran a trabajar para ella, pero pronto Lydia se dio cuenta de que no pensaba pagarles por ello.
"Natalia, venimos vendiendo tus productos hace semanas y no hemos visto un centavo", se quejó Kelly, una de las viudas. Lydia también tenía sus preguntas.
"Lo siento, pero mi negocio recién empieza, así que todavía no estoy en condiciones de pagar. Les ofrecí que me ayudaran para que pudieran pensar en otra cosa, que es importante. Entiendo que ninguno de los que están en esto buscaba un empleo, ¿verdad?", se excusó Natalia.
No muy convencida, Lydia decidió seguir en el proyecto. Después de todo, era cierto, tenía dinero, y necesitaba no pensar en su angustia. Pero un día, Natalia la invitó a su casa. Había varias otras mujeres del grupo allí, pero Kelly no estaba.
"Escuchen, una de las partes más importantes de superar una pérdida es soltar el pasado. Es necesario dejar ir todo aquello que no les traiga felicidad", dijo Natalia. Siguió disertando sobre deshacerse de lo material para ejercitar el desapego.
Luego les pidió que invirtieran dinero en su negocio, para hacerlo crecer juntas. Lydia no estaba segura, pero como todas aceptaron, ella también hizo un cheque. No era mucho, pero era parte de su dinero de la lotería.
Con el paso del tiempo, Natalia siguió pidiendo. Un día, Kelly se acercó a Lydia después de una reunión. "Dejaré el grupo", le dijo. "Esto se convirtió más en un culto al negocio de Natalia que otra cosa y ya me cansé", dijo.
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Lydia sabía que Kelly tenía razón, pero no quería cortar los lazos de amistad que había generado allí. Siguió trabajando para Natalia hasta revelar una idea muy delirante:
"Quiero que vivamos todos juntos como la gran familia que somos", dijo. "Es hora de dejar el pasado que les rompió el corazón, y construir una vida nueva".
"¿Y qué hay de nuestras casas y nuestras cosas?", preguntó una de las viudas.
"Bueno, las venderemos y compraremos una casona grande para todos", dijo. "O pueden dejarme las cosas a mí y yo me encargo".
Cuando empezaron los murmullos, Natalia terminó la reunión y dijo que la decisión quedaría para la semana siguiente.
Lydia no estaba segura de qué hacer. Vivir en una casa grande con otras mujeres le sonaba genial, porque estaba muy sola, pero resignar su propia vivienda le parecía mucho. Se había negado a venderla cuando José vivía. "¿Cómo puedo venderla ahora?", se dijo.
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Lydia se frotó las manos dentro del abrigo. Había tomado, sin pensarlo, el que pertenecía a su difunto esposo. En un pliegue del bolsillo dio con una servilleta que traía un mensaje.
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"No quiero que sigamos peleando", decía. "Debemos ahorrar". Así supo que su esposo había cambiado de opinión aquella noche. Lydia lloró, y algo se le removió en el corazón.
"¿Qué hago con ese grupo?", pensó, horrorizada. Era obvio que Natalia se estaba aprovechando de todas, y Lydia había estado demasiado deprimida para notarlo. Pero esa mujer no le sacaría nada más.
Llamó a otras damas y las urgió a no darle nada más a Natalia. Pero a fin de cuentas, esa era su decisión. También llamó a Kelly para agradecerle por sus advertencias y disculparse de no haberla escuchado.
Al final, Lydia, que no había llegado a dar mucho a Natalia, guardó la mitad del dinero de la lotería en un fondo para su vejez. El resto lo invirtió con ayuda de un reputado corredor de bolsa, y empezó a tener ingresos a partir de eso.
Eso sí, le quedó el dolor de que su José se hubiera ido antes de haber podido dejar las diferencias de lado y disculparse. Espera un día encontrarse con él en el Cielo, y darle un muy postergado abrazo.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- No dejes que el dinero se interponga entre tú y tus seres queridos. Lydia aprendió de la forma más dura que puedes perder muy rápido a quien amas y arrepentirte a perpetuidad.
- No tomes decisiones importantes cuando tus emociones están alteradas. Natalia se aprovechó de mujeres dolientes y Lydia casi cayó en su trampa.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.