Mujer anciana y enferma tiene que elegir entre 7 gatos y una hija alérgica - Historia del día
Cuando mi madre se rompió la cadera, la llevé a mi casa a recuperarse. Pero no contaba con la pequeña "sorpresa" que trajo consigo.
Creo que muchas madres e hijas tienen relaciones algo tensas cuando son más jóvenes. La mayoría parece acercarse más adelante en la vida. Pero ese no fue mi caso en lo absoluto.
Nunca me llevé bien con mi madre. Ni cuando era niña, ni de adolescente, ni ahora que soy una mujer adulta. De hecho, nuestra relación se hizo más difícil con los años. Y luego se mudó a mi casa.
Equipaje viejo. | Foto: Shutterstock
El teléfono sonó y una vecina de mi madre me informó que acababan de llevarla al hospital. Al parecer, mamá se había resbalado en la vereda de su casa, se había caído y se había dado un golpe terrible.
Inmediatamente tomé el coche y manejé hasta el hospital para estar junto a ella. Cuando llegué, los médicos me dijeron que se había roto la cadera y que tenía que hacerse una cirugía de emergencia.
Me dejaron verla, pero solo unos momentos. Yacía en la cama, pálida y frágil, y me entristeció verla así. "Mamá", dije, "aquí estoy...".
Lee más: Cajera echa a un anciano del banco pero un policía regresa con él ese mismo día - Historia del día
Abrió los ojos y me miró. "¡Ya era hora!", dijo enfadada. "¡Quiero que vayas a la casa y alimentes a mis gatos!".
"Estoy más preocupado por ti en este momento, mamá", respondí.
"Y yo estoy preocupada por mis gatos", dijo, "así que toma mi llave y ve a mi casa. La comida está en el armario sobre el fregadero".
Llaves de casa. | Foto: Pexels
Luego de su cirugía, cuando los médicos me dijeron que estaba descansando, fui a su casa. En el momento en que abrí la puerta, fui asaltado por una ola de gatos que ronroneaban y maullaban.
¡Eran demasiados! La última vez que estuve en esa casa, mi madre tenía solo tres gatos. Conté las colas meneándose frente a mí. ¡SIETE! ¡Ahora tenía siete gatos! Entré a la cocina, encontré la comida y la serví.
Cuando salí de la casa, sentí un molesto cosquilleo en mi garganta, picazón en los ojos. Supe que estaba sufriendo de una crisis alérgica. Saqué mis pastillas y tomé una. Siempre había sido alérgica al pelo de gato.
Dos semanas después, los doctores de mi mamá la dieron de alta, pero dijeron que necesitaba supervisión y apoyo. Naturalmente, ofrecí cuidar de ella en mi casa. Ella rechazó la idea y dije que estaría mejor sola.
Tuve que convencerla. No fue nada fácil. En parte por lo terca y obstinada que es, y en parte porque realmente no era algo que me emocionara mucho.
A fin de cuentas, la única forma de que aceptara fue acceder a que se mudara ella con sus siete gatos. Fue un infierno. Mi madre era tan desagradable como siempre lo había sido. Y ahora tenía un ejército de gatos para desatar mis alergias.
Siete gatos sobre sofá. | Foto: Shutterstock
Las pastillas para la alergia me daban mucho sueño, y hacían difícil trabajar y conducir. Sugerí usar un hotel de gatos, y expliqué mi alergia, pero mi madre ni se inmutó.
"¡No seas tan egoísta! ¡Es solo algo temporal, así que puedes aguantarlo!", dijo mi madre. Pero no fue tan temporal como esperábamos. Tres meses después, el doctor dijo que no había forma de que mi madre volviera a vivir sola.
Estaba digiriendo la noticia en el consultorio del doctor cuando oí a mi madre responder. "No hay problema, me quedaré con mi hija. Ya estamos bien instaladas. Ella es una solterona, así que no molesto a nadie", dijo.
Me sentí humillada por lo de "solterona" y enfurecida porque estuviera tomando decisiones por mí. "Te puedes quedar, mamá, pero los gatos tienen que irse. Puedes quedarte con uno, máximo".
"¿¡QUÉ!?", exclamó mi madre. "¿Quieres que me deshaga de mis gatos? ¡NUNCA! Me voy a mudar con tu hermano entonces. ¡Es un hijo cariñoso y obediente!", dijo.
Y eso hizo. Tres días después, la conduje más de 250 kilómetros hasta la casa de mi hermano. Todos los gatos fueron con nosotros en el auto, aullando todo el camino. Mi nariz no paró de gotear. Apenas podía respirar.
Gatito dentro de auto. | Foto: Shutterstock
Dejé a mi mamá, a su equipaje y a sus gatos en manos de mi hermano, me di la vuelta y me fui. ¡Por fin era libre! La decisión de mi madre fue una bendición. Ahora le tocaría a mi hermano y a su mujer lidiar con esos problemas.
Un par de días después sonó el teléfono. Cuando atendí la llamada, oí a mi madre llorando. "¡Sandra, es un MONSTRUO!", dijo.
"¿Mamá? ¿Qué pasó?", le pregunté.
"¡Tu hermano! Se casó con un monstruo. Ella lo obligó a llevar a mis gatos a un refugio. ¡Dijo que estaban destrozando sus cortinas!"
"¡Ay, Dios mío!", dije, fingiendo total seriedad. Por dentro, me estaba muriendo de la risa.
Mujer sonriendo al teléfono. | Foto: Unsplash
"Por favor, Sandrita, ¿puedo quedarme contigo?", preguntó. ¡Nunca había escuchado a mi madre pedirme algo por favor! Nunca.
"Mamá", dije, "sabes que tengo alergias, así que puedes olvidarte de los siete gatos".
"Claro mija, pero dijiste que podía tener uno...".
"Ok mamá, iré por ti y luego podemos buscar a un gatito en el refugio, ¿de acuerdo?".
Así que mi madre volvió a mudarse conmigo, y elegimos un lindo gatito al que llamamos Achú. Era realmente precioso, y no me daba tanta alergia.
No les voy a decir que mi mamá y yo nos llevamos de maravilla, porque sería mentira. Pero estamos aprendiendo a convivir, y tal vez aprendamos cómo querernos.
Mujer joven y madre anciana. | Foto: Shutterstock
¿Qué podemos aprender de esta historia?
1. No podemos imponer nuestra forma de vida a otras personas.
2. Aprende a ceder un poco, y podrías descubrir que hay mucho que ganar.
Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.
Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.