Mi madrastra vendió toda la ropa de mi difunta madre, y mi papá la defendió - Historia del día
Cuando regresé del campamento de verano, descubrí que mi madrastra se había llevado toda la ropa de mi difunta madre. Mi papá se puso de su lado en la discusión. Pero luego, me enteré de algo que lo cambió todo.
Tenía apenas nueve años cuando mi mamá murió. Había pasado años luchando contra el cáncer. Verla desvanecer poco a poco a esa edad me obligó a madurar de forma acelerada. Mi papá quedó devastado, pero me cuidó lo mejor que pudo.
Pero a veces, una niña necesita a su mamá. Había cosas que simplemente nunca podría decirle a mi papá. La extrañaba muchísimo todos los días.
Niña triste. | Foto: Shutterstock
Tras su muerte, papá y yo nos acercamos más que nunca. Procesamos nuestro luto por mamá juntos, y ambos nos recordábamos lo mucho que ella nos había amado.
Unos tres años más tarde, mi papá conoció a Julia. Era una mujer dulce, y amaba a los niños, pero no podía tener hijos propios. En cuestión de meses, nos hicimos bastante cercanas, y sentía que podía contarle cualquier cosa.
Yo estaba empezando la adolescencia, y llena de hormonas. Julia me ayudó a superar eso. También apoyó mis sueños, y jamás intentó reemplazar a mi madre. Eventualmente, Julia se mudó a la casa y se casó con mi padre.
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Programaron su luna de miel cuando yo tenía un campamento de verano para que no me quedara sola. Pero nunca imaginé lo que encontraría al regresar a casa.
"¡Sienna! ¡Estamos tan felices de que hayas vuelto!", exclamó Julia cuando me recogió.
"¡Estoy tan feliz de estar de regreso también!", respondí. "¡Quiero saber todo sobre su viaje a Europa! ¿Qué tal estuvo? ¿Fue emocionante?", pregunté.
Chica abraza a mujer adulta. | Foto: Shutterstock
"¡Por supuesto! Pero te extrañamos mucho. La próxima vez vendrás con nosotros. Ahora, quiero saber cómo te fue en el campamento. Yo fui a varios cuando tenía tu edad, ¡y fueron bien alocados!", dijo Julia.
Al llegar a casa, abracé a mi padre. "¡Papá! ¡Estoy tan feliz de verte!", dije. “Sienna, te trajimos varios regalos. ¡Te van a encantar! Deja tus maletas en tu habitación y sal para mostrarte las fotos", dijo mi papá sonriente.
Subí las escaleras y me dirigí a mi habitación con una gran sonrisa cubriendo mi rostro. Puse mis maletas junto a mi cama, y comencé a desempacar un poco.
Había toneladas de ropa sucia que lavar. Pero cuando abrí mi armario, todo cambió. La ropa de mi madre había desaparecido. Desde que ella murió, papá y yo fuimos escogiendo qué piezas guardar y qué donar.
Yo había escogido varias prendas específicas para recordarla. Después de todo, la moda es cíclica, y las tendencias antiguas siempre vuelven a usarse luego de una década o dos.
Siempre me imaginé lucir algunos de sus atuendos más espectaculares cuando creciera y fueran de mi talla. Pero todo había desaparecido repentinamente.
Armario vacío. | Foto: Shutterstock
"¡Julia! ¡Julia!", exclamé, prácticamente gritando. Julia entró a mi habitación. "¿Qué pasa?", preguntó consternada.
"¿Dónde está toda mi ropa? ¿Los vestidos de mi madre?", pregunté. "Ah, eso. Bueno, estaba limpiando un poco, y vi que no tenías mucho espacio en tu armario. Como eran conjuntos muy viejos, los vendí", dijo Julia tranquilamente.
"¡Julia! ¡Julia!", llamé, ya conteniendo los gritos. Ella vino.
"¿Qué pasa?", preguntó.
"¿Dónde está mi ropa? ¿Los vestidos de mamá?", le pregunté.
"Ah, estuve limpiando y los regalé. No tienes espacio, y esos ya estaban pasados de moda", dijo, sin inmutarse.
"¿Tiraste la ropa de mi madre?", le pregunté, tratando de no estallar.
"Bueno, algunos estaban para tirar, otros...".
Niña preadolescente furiosa. | Foto: Shutterstock
"¡TIRASTE LA ROPA DE MI MADRE!", interrumpí, ahora sí, gritando. "¿CÓMO PUDISTE? ¡NO ERAN TUYOS!"
"Sienna, cálmate, no pensé...".
"¡Claro que no lo pensaste! ¡No eran tuyos para que hicieras lo que te venga en gana! ¡ERAN MÍOS! ¡MIS RECUERDOS! ¡MI MAMÁ!", interrumpí, y seguí gritando y llorando.
"¿Qué pasa aquí?", preguntó papá, acercándose.
"¡Tiró toda la ropa de mamá! ¿Cómo pudiste permitírselo?".
"Sienna, cálmate, Julia no hizo nada malo", dijo él.
"¡No puedo creer que la defiendas!", grité.
"Sienna, escucha...", rogaba Julia.
"¡No!", dije, y me marché corriendo.
Niña abriendo puerta. | Foto: Shutterstock
Salí corriendo por la puerta. Seguí corriendo por largo rato. No tenía dinero, pero logré llegar a casa de mi amiga Marta. Su madre, la Sra. Jiménez, siempre había sido muy amable conmigo, y me dejó pasar la noche.
Imagino que la Sra. Jiménez llamó a mis padres, porque al otro día estaban ahí para recogerme. Había pasado toda la noche llorando. Marta me calmó como pudo. Ya no estaba tan furiosa, pero seguía molesta.
Al llegar a casa, me pidieron que me sentara. "Escucha, Sienna. Julia no vendió las cosas de tu mamá así como así. Las vendió para donar el dinero a un fondo para niños con cáncer, como lo hizo tu mamá por años", explicó.
"Pero, ¿por qué tenía que ser la ropa de mi madre?", pregunté, con los ojos colmados de lágrimas.
"Eso es culpa mía, Sienna. Lamento no haber hablado contigo primero. Saqué ropa de todos los armarios, no pensé que fueses a usar esos vestidos. Pero en realidad no los vendí todos", dijo Julia.
"Sí. Deberías haber preguntado primero. Quería usarlos cuando estuviera más grande, y me quedaran bien. ¿Qué quieres decir con que no los vendiste a todos?", pregunté con la voz trémula.
Niña con mala actitud. | Foto: Shutterstock
“Algunos de los vestidos los mandé a reparar, porque algunos tenían manchas, y otros tenían agujeros de polillas", dijo Julia. "Oh. No sabía que eso podía pasar”, dije.
"Está bien, Sienna", dijo Julia. "Pero, escucha, creo que este es buen momento para que aprendas una valiosa lección: cómo dejar ir las cosas".
"Esos objetos no son tu mamá. Tu mamá vive dentro de ti, y nunca la olvidarás. Pero conservar todo lo que ella poseía en vida tampoco es muy saludable", agregó.
"Pero... yo no estaba lista para dejarla ir", respondí. "Ahora lo sé", dijo Julia. "Ese fue mi error. Debimos hacerlo juntas. Pero te prometo que no volverá a suceder".
"Has crecido tan rápido, y eres tan inteligente, que a veces se me olvida que sigues siendo una niña. Solo quería ayudar, pero no lo hice bien. ¿Puedes perdonarme?", concluyó Julia.
"Entiendo... y te perdono. Discúlpame por haberte gritado y haberme escapado", dije. Nos abrazamos un lloramos un poco. Me dieron los regalos que trajeron de su luna de miel, y días después llegaron los vestidos de mamá, reparados y hermosos.
Mi favorito estaba entre ellos. Años después, lo usé para mi baile de graduación de secundaria.
Vestido vintage sobre cama. | Foto: Shutterstock
¿Qué podemos aprender de esta historia?
Deja que la gente se explique. Sacar conclusiones precipitadas nunca es un buen plan. Necesitas tener toda la información para tomar la mejor decisión.
Es importante saber dejar ir las cosas. Aunque Sienna no estaba lista, Julia tuvo la idea correcta. Abarrotar su vida con recuerdos pasados puede no ser muy saludable.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.