Niño desprecia a su abuela por darle regalos baratos hechos a mano - Historia del día
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Un niño desdeñó los regalos que le había hecho su abuela porque eran kitsch y baratos. Pero cuando menos lo esperaba, esos regalos hechos a mano lo salvaron en algún momento.
Daniel es un niño de 11 años cuyo sueño era obtener el nuevo iPhone. Pero como dice su mamá, "Trabaja duro cuando seas grande para poder comprar lo que quieras, o todo seguirá siendo solo un sueño".
Sus padres se habían divorciado cuando él era un bebé. Casi nunca veía a su papá. Vivía solo con su mamá. A veces lo visitaba su abuela, pero ella estaba envejeciendo, y sus visitas eran cada vez menos frecuentes.
Abuela besando a nieto. | Foto: Shutterstock
Su abuela era muy buena con las manualidades. Últimamente, había comenzado a tejer. Cuando Daniel cumplió años, la abuela le envió un suéter de rayas rojas que ella misma tejió.
Acompañó el regalo con una hermosa tarjeta de cumpleaños que ella misma había hecho. "Todo lo mejor para mi amado nieto. Espero que te guste este regalo que te hizo la abuela", escribió la dulce anciana en la tarjeta.
Daniel arrugó la tarjeta de papel y le preguntó a su madre: “¿Por qué las abuelas de mis amigos les dan teléfonos, auriculares y consolas nuevos, y yo siempre tengo algo tan aburrido? El año pasado fue una bufanda, ¿y ahora un suéter?".
"Cariño, sabes que la abuela no tiene mucho dinero. Ella hace lo que puede. Estoy segura de que hizo este regalo con todo el amor del mundo, y eso es lo más importante", explicó la madre de Daniel.
"Ella podría comprarme algo que me guste si realmente quisiera hacerlo", protestó Daniel. "No, mijo, así no es como funcionan las cosas. ¡Deberías estar agradecido por tener una abuela!", replicó la madre.
Daniel se fue corriendo a su alcoba. Semanas después, en el cumpleaños de la abuela, su mamá le dijo que la llamara para saludarla. Él se negó. "No quiero hablar con ella, mamá. Ella no me aprecia", dijo el niño.
"Eso no es verdad, Daniel. Ya hablamos de esto. El amor de tu abuela no tiene que ver con los regalos que te da", dijo la mujer. Pero Daniel no parecía entender.
La mujer se molestó y no supo qué hacer ni qué decirle a la abuela. "Lo siento mamá, Dani no se siente bien hoy, ¡pero te desea un feliz cumpleaños!", dijo por teléfono a su madre.
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Durante las vacaciones de verano, Daniel y sus compañeros organizaron un viaje de campamento a las montañas. "Toma Daniel, que no se te vayan a olvidar tu suéter y tu bufanda", dijo su madre cuando estaba preparando su mochila.
"No, mamá, es verano, ¡no hacen falta!", dijo el niño. "Sé que es verano, pero el clima siempre puede cambiar en las montañas, nunca se sabe. Toma, llévatelos", insistió la mujer.
Los niños estaban muy emocionados por el viaje. Pasaron semanas tachando días en sus calendarios y planificando cada detalle del viaje en los recreos. Cuando llegó el día, pasaron todo el trayecto cantando y jugando en el autobús escolar.
El viaje duraría entre 4 y 5 horas. Debían llegar al destino final a eso de las seis de la tarde. Luego de horas de camino por un terreno casi desierto, el autobús súbitamente se detuvo.
Los niños creyeron que era una parada para ir al baño y comer bocadillos, pero el autobús se había parado en medio de la nada. "¿Qué está pasando, señorita Suárez?", preguntó Daniel a la maestra.
"No estamos seguros todavía, niños, pero parece que el autobús tiene problemas mecánicos. El conductor está revisando, así que no se preocupen, ¡llegaremos pronto!".
Pero la maestra no estaba en lo correcto. Luego de un largo rato, el conductor volvió a subir al autobús, se acercó a la maestra y le susurró algo al oído.
A pesar de sus esfuerzos durante más de una hora, el hombre no había podido resolver los problemas del autobús. La señorita Suárez explicó la situación a los estudiantes.
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“Niños, por favor, escúchenme. El chofer necesita herramientas y repuestos para arreglar el autobús. Ya los solicitamos, pero entretanto, tendremos que quedarnos aquí, ¿de acuerdo?".
Así que los niños se quedaron allí, en medio de la nada, esperando ayuda. Estaban muy lejos de la ciudad, por lo que la ayuda tardaría horas en llegar, como mínimo.
Todos se pusieron a jugar en sus teléfonos inteligentes y tabletas. Daniel tenía un teléfono antiguo y sin juegos, y por un buen rato, envidió mucho a sus compañeros. "¿Por qué la abuela no me puede dar uno de esos?", pensaba el chico.
A medida que pasaron las horas, el sol fue bajando en el cielo, y la temperatura hizo lo mismo. Ya que el autobús no funcionaba, no había calefacción, por lo que todos comenzaron a sentir mucho frío.
Pero después de un rato, Daniel recordó que su madre había puesto el suéter y la bufanda que tejió su abuela en su mochila. Tomó las prendas y les dio un vistazo.
Se veían realmente cálidas. Se puso el suéter y la bufanda, y de inmediato sintió su temperatura corporal comenzar a normalizarse. Era como un abrazo de la abuela: cálido y suave.
Al ver a su alrededor, se dio cuenta de que todos sus compañeros estaban pasando frío, y se habían ya quedado sin batería. Entonces recordó las palabras de su madre sobre estar agradecido.
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Dani recordó a su abuela, y dijo en voz baja, para sí mismo: "Gracias, abuela".
Tres horas después llegó la ayuda. Todos los niños tenían mucho frío, y algunos incluso tuvieron que ser llevados al hospital para ser examinados por posible hipotermia.
Pero Daniel era el único que estaba sano, salvo y calentito. Su cómodo suéter y su gruesa bufanda lo protegieron de maravilla.
Cuando llegó a casa, ignoró a su madre y corrió directamente hacia el teléfono fijo. "Hijo, ¿qué pasó?", preguntó su madre, extrañada.
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"¡Espera mamá, necesito llamar a la abuela!", respondió el chico.
"¿Abuelita? Lamento no haber podido hablar contigo en tu cumpleaños, pero quiero contarte lo que pasó hoy", dijo el niño al teléfono, y procedió a contarle toda la historia.
Cuando terminó, dijo: “¡Gracias por hacerme un suéter y una bufanda, abuela! ¡Fueron los mejores regalos que pude haber tenido!"
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- No subestimes los regalos de alguien que te ama. Incluso si es algo que parece inútil al principio, debemos apreciar y estar agradecidos por cualquier regalo que recibamos. Daniel notó el valor de los regalos de su abuela cuando más los necesitaba.
- Siempre debemos apreciar a quienes nos aprecian. Daniel vinculó su valía y el amor de su abuela con obsequios costosos. Pero el amor y el aprecio no están relacionados con las cosas materiales, sino con los gestos.
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