Niña avergonzada de invitar abuela con manos temblorosas a cumpleaños se entera de que está en hospital - Historia del día
Una niña se niega a invitar a su abuela a su fiesta de cumpleaños porque se avergüenza de ella. La vida le da una valiosa lección cuando la mujer mayor se enferma un día antes de la celebración.
Cuando murió el esposo de Helena parecía que su corazón, así como su salud, la habían abandonado. Era una mujer encantadora y enérgica de 60 años que parecía diez años más joven. Sin embargo, al enviudar simplemente se derrumbó.
Su hijo, Alex, preocupado por la salud de su madre, la llevó a vivir a su casa con su familia. Pensó que al estar rodeada de sus seres queridos podría superar su tristeza y sanar su corazón roto. Pero todo fue en vano. Las cosas empeoraron con el tiempo y Helena comenzó a padecer Alzheimer.
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La nieta de Helena, Linda, que tenía solo 10 años, inicialmente simpatizó con la situación de su abuela cuando su madre le explicó que estaba enferma y necesitaba atención. Pero a medida que pasaba el tiempo, se irritaba con sus acciones y se impacientaba con todo lo que hacía.
"¡Mamá! ¿Podemos darle comida a la abuela en su habitación?", refunfuñó en una oportunidad Linda, mientras cenaban todos juntos en la mesa.
"¿Por qué, cariño? ¿Recuerdas lo que dijo tu padre? Necesitamos cuidar más a la abuela para que se recupere rápidamente", precisó Amanda, la madre de Linda.
"Pero mamá, no me gusta tener comida alrededor", se quejó Linda. "Sus manos siguen temblando, y ha dejado caer comida tantas veces. ¡ESTÁ TAN DESAGRADABLE!".
"¡Linda!", exclamó su mamá. "¡No deberías hablar así de tu abuela! Eso no es algo bueno".
"¡No me importa, mamá! No quiero estar cerca de ella. Ella es... ¡puaj! Comeré en mi habitación", y se alejó con su plato.
En dos semanas, Linda cumpliría once años. Amanda estaba profundamente preocupada por el comportamiento desagradable de su hija. Temía que arremetiera contra su abuela en la fiesta y que la pobre anciana terminara llorando.
"¿Qué vamos a hacer, cariño? Consideré invitar a todos sus amigos, pero según su comportamiento de hoy, me temo que también le gritará a tu madre en frente de los demás", le dijo a Alex cuando llegó del trabajo.
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"No, Amanda. Eso no está bien. El comportamiento de Linda no puede ser tolerado. Si no somos estrictos con ella ahora, seguirá actuando así y lastimando a mamá".
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"Pero cariño..." Antes de que Amanda pudiera decir algo, Linda irrumpió en el comedor y comenzó a gritarles a sus padres.
"¡Lo escuché todo! ¡Sé que ustedes quieren invitar a la abuela a mi fiesta de cumpleaños! ¡Pero no quiero que venga!".
"¡Linda!", respondió su padre. "Ella es tu abuela, te ama, ¿y estás hablando de ella así? Eso no está bien, pequeña".
"¡Pero papá! La abuela está enferma. Le tiemblan las manos y derrama comida todo el tiempo. ¡Mis amigos se reirán de mí!".
"Ella es mayor y necesita nuestra ayuda, Linda. Ayudarás a la abuela, ¿verdad? ¿No eres una buena chica?".
"¡NO, PAPÁ!", contestó levantando la voz. "NO ESTA VEZ. ¡NO QUIERO A LA ABUELA EN MI FIESTA!".
Su padre, enfurecido por sus acciones, casi le grita. "Esto no está bien, Linda. Tu abuela vendrá a la fiesta, ¡y no quiero escucharte de nuevo faltándole el respeto! Todos envejeceremos algún día. ¿Nos tratarás de la misma manera cuando envejezcamos y nos enfermemos?".
A Linda no le gustó la forma en que sus padres preferían a su abuela que a ella. Golpeó la mesa con el plato que había traído de su habitación, se dio la vuelta y se alejó con los ojos llorosos. Sin embargo, unos días después, lamentó haber sido tan dura con su abuela.
"Lo siento, Linda, pero no creo que podamos celebrar tu cumpleaños esta vez", dijo su madre por teléfono, recogiendo apresuradamente sus pertenencias para salir de su oficina.
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"¿Qué? ¡No, mamá! ¿Es porque dije cosas malas sobre la abuela? Bien, la invitaré a la fiesta. Por favor, no la canceles", suplicó la niña.
"No es por eso Linda", aclaró su madre. "Mientras estabas en la escuela esta mañana, tu abuela fue ingresada en el hospital. Tuvo un derrame cerebral después de estar despierta toda la noche tejiendo unos guantes para tu regalo de cumpleaños”.
Cuando Linda escuchó la terrible noticia, casi se le cae el teléfono de las manos. "¡Oh no! ¿La abuela se enfermó por mi culpa? Lo siento, mamá. No debería haber hablado así de ella".
"No, cariño, no es tu culpa", consoló Amanda a Linda. "La abuela simplemente se había esforzado demasiado. Ella estará bien, ¿de acuerdo?".
"¿Y si no se recupera, mamá?", preguntó Linda con los ojos llenos de lágrimas. "Fui tan mala con ella. ¿Puedo ir contigo al hospital? ¡Quiero verla!".
Amanda intentó varias veces explicarle a Linda que la llevaría con Helena más tarde, pero la niña insistió en ver a su abuela y su madre tuvo que ceder.
Cuando Linda llegó al hospital y vio a su abuela en la cama, se le llenaron los ojos de lágrimas. Silenciosamente, se acercó y le susurró una disculpa. "Ponte bien pronto, abuela. Sé que mamá no dice la verdad, pero sé que te enfermaste porque no dormiste en toda la noche. Lo siento".
Luego, cuando el día llegó a su fin y se acercaba su cumpleaños, Amanda le preguntó si quería una pequeña fiesta con sus amigos cercanos, pero Linda se negó.
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"No quiero celebrar hasta que la abuela esté bien. ¡Quiero que ella esté allí!", insistió, agarrando los guantes que Helena le había tejido y sentándose a su lado.
"¿Qué tal si intentamos algo nuevo este año, Linda?", comentó Amanda mientras la abrazaba y le secaba las lágrimas.
"¿Diferente? ¿Qué quieres decir, mamá?".
"Vamos a cortar un pastel por la noche, pero esta vez en lugar de pedir algo para ti, ¿por qué no le pides a Dios que la abuela se mejore pronto? Si deseas algo con buenas intenciones, ¡Dios te concederá tu deseo!".
"¿De verdad, mamá?", preguntó Linda. "Entonces, ¿podemos cortar el pastel aquí frente a la abuela? Quiero estar a su lado al cantar cumpleaños".
"Claro, cariño, pero déjame preguntarles a los médicos primero".
Amanda pidió un permiso especial del hospital ese día, le compró un pastel a Linda y lo llevó a la habitación de Helena. La niña sopló las velas, deseando ver bien a su abuela pronto. “¡Te amo abuela! Siento haber sido mala contigo. ¡Espero que te mejores pronto! Cerró los ojos y oró”.
Afortunadamente, la salud de Helena comenzó a mejorar unos días después y los médicos dijeron que pronto sería dada de alta. La pequeña Linda se alegró mucho cuando supo que su abuela estaba bien.
El día que Helena regresó a casa, Linda la abrazó con fuerza y la besó en las mejillas. "¡Estoy tan contenta de que hayas vuelto a casa, abuela! Mamá me prometió que podría celebrar mi cumpleaños correctamente este fin de semana. Vas a hacer mi pastel de chocolate favorito, ¿verdad?".
Helena le sonrió y asintió. "Por supuesto que lo haré, cariño. Después de todo, ¡tengo la nieta más adorable del mundo!".
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Las personas mayores necesitan amor y cuidado, y no debemos abstenernos de dárselo: Linda se dio cuenta de que se había equivocado al burlarse de su abuela por su enfermedad y juró no volver a hacerlo nunca más.
- A veces, los padres deben ser estrictos con sus hijos: Los padres de Linda no la dejaron ganar cuando expresó su disgusto por la asistencia de Helena a su fiesta de cumpleaños. Entonces, a veces, debemos ser estrictos como padres para poder enseñar a nuestros hijos lecciones valiosas.
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