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Un mendigo sentado solo | Foto: Shutterstock
Un mendigo sentado solo | Foto: Shutterstock

Niño escribe de nuevo su carta a Santa y le pide ayuda para maestro sin hogar - Historia del día

Mayra Pérez
31 dic 2021
07:30

Jaime estaba paseando con sus padres cuando se encontró con su maestro de inglés pidiendo dinero. Después, cambió su carta a Santa y le pidió que lo ayudara. Sus padres estaban tan conmovidos que hicieron algo extraordinario.

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Jaime, de siete años, caminaba de la mano de sus padres, Ava y Richard Díaz, por el mercado navideño y estaba deleitado con el ajetreo de la gente. Solo faltaban unos días para su fiesta favorita, y pensaba en lo que esperaba que Santa le trajera.

El elemento más importante de su lista era un iPad nuevo, ya que el anterior era demasiado lento para sus juegos. “¿Habrá recibido Santa mi carta, mamá?”, preguntó inocentemente. La mujer lo miró con dulzura y sonrió.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

“Estoy segura de que lo hizo, cariño. No te preocupes. En cualquier caso, la Navidad no se trata realmente de lo que recibes, se trata de pasar tiempo con tu familia y recordar todas las cosas buenas que te sucedieron este año”, respondió su madre.

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Ella esperaba que su hijo no creciera creyendo que los regalos eran una parte esencial de cualquier fiesta.

“Lo sé, mamá. ¡Pero estuve muy bien este año! ¡Merezco un regalo!”, Jaime continuó.

“Sí, estuviste bien. Estoy seguro de que Santa lo sabe. Tomemos un poco de chocolate caliente, ¿de acuerdo?”, sugirió su padre y se acercaron a un vendedor.

Mientras seguían caminando, Jaime gritó: “¡Sr. Mejías!” Soltó la mano de su madre y corrió hacia un hombre sentado en un banco junto a un árbol.

“¡JAIME!”, gritó la madre, presa de pánico. La multitud era demasiado grande y su hijo era solo un niño. Podría perderse fácilmente.

Pero Jaime había llegado a su destino donde estaba sentado su antiguo maestro de inglés. “¡Sr. Mejías! ¿Me recuerda? Soy Jaime”', le preguntó al hombre mayor.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Ah, sí, Jaime. ¿Cómo estás, chico? ¿Sigues leyendo?”, preguntó el maestro.

“Sí, me gusta mucho leer. Pero lo extraño, maestro ¿Por qué ya no está en la escuela?”, preguntó Jaime.

Desafortunadamente, el Sr. Mejías se había enfermado un año atrás y tuvo que faltar casi un mes a clases. A pesar de las notas de su médico y las pruebas de lo enfermo que había estado, el distrito lo había despedido. Era injusto, pero nadie podía hacer nada por él. Estaban recortando algunos gastos y no se toleraban las ausencias.

Después de perder su trabajo, ya no podía pagar su apartamento ni encontrar otro empleo, por lo que perdió su vivienda. Vivía en la calle y un restaurante le permitía lavar platos a cambio de comida. Pero se moría por volver a la enseñanza.

Enseñar a los niños a amar la lectura era una gran pasión para él. Las personas han perdido ese hábito con el auge de la televisión e Internet, pero a los niños aún se les podía enseñar a amarla. Recordaba perfectamente a Jaime; era uno de los mejores y siempre leía a un nivel mucho más avanzado que sus compañeros.

Al Sr. Mejías le sorprendió que el pequeño se acordara de él. Además, no tenía idea de cómo responder a su pregunta.

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“Pasé por un momento difícil, Jaime. No puedo volver por ahora”, respondió finalmente y notó que una mujer corría hacia ellos.

“¡JAIME! ¡Jaime! Oh, gracias a Dios”, suspiró ella, agarrando al chico y mirándolo directamente a los ojos. “¡No vuelvas a alejarte de mí!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

“Mamá, pero es el Sr. Mejías, mi maestro de inglés. ¿Lo recuerdas?”, preguntó Jaime, señalando al hombre.

El hombre le sonrió y ella le devolvió la sonrisa. “Ah, sí, señor Mejías. Es bueno verle”, dijo la mujer con torpeza, notando su ropa sucia y sus bolsas.

“Bueno Jaime, tenemos que irnos. Dile adiós a tu maestro”, dijo, y el niño se despidió con la mano.

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“Adiós. ¡Espero que vuelva pronto a la escuela!”, dijo el chico.

Durante el viaje en auto de regreso a casa, Jaime hizo muchas preguntas sobre el Sr. Mejías. Cuidadosamente, su mamá le explicó que su maestro probablemente no tenía hogar después de haber perdido su trabajo.

“¿No hay nada que podamos hacer?”, quiso saber Jaime.

“Lo siento, cariño. No sé cómo podríamos ayudarlo”, respondió su padre, dándole a su esposa una mirada de preocupación por un segundo antes de concentrarse en la carretera nuevamente.

Pero Jaime tuvo una idea esa noche. Le escribió otra carta a Santa pidiéndole que ayudara a su maestro: “No necesito un iPad nuevo si mi maestro no tiene casa. Santa, por favor ayúdalo”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Cuando terminó, Jaime fue al dormitorio de sus padres: “Mamá, cambié de opinión sobre lo que quiero para Navidad. ¿Puedes dársela a Santa? Espero que no sea demasiado tarde”.

Su madre se sorprendió y tomó la carta. “Ay, cariño. Puede que sea demasiado tarde. No puedes pedir más cosas de las que ya pediste”.

“No pedí más cosas. Cambié lo que había pedido por algo que el Sr. Mejías necesita. La verdad es que no necesito nada de lo que pedí antes”, dijo Jaime, encogiéndose de hombros, y luego regresó a su habitación.

Ava abrió la carta y lloró, incapaz de creer la bondad y la consideración de su hijo. Se la mostró a su esposo, Richard, y pusieron en marcha un plan.

Primero, invitaron al docente a pasar la Navidad. Jaime estaba muy emocionado y le mostró todos los libros de su biblioteca. El maestro estaba tan agradecido que trajo un nuevo libro para que el niño lo leyera.

“Es mi copia vieja de uno de mis libros favoritos”, le explicó el hombre, luego de que el niño comenzara a hojear las páginas.

“Las aventuras de Huckleberry Finn. También es uno de mis favoritos”, intervino Richard y le sonrió al maestro.

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Después de Navidad, lo invitaron a vivir con ellos temporalmente. Más tarde, Ava llamó a los padres de algunos niños de la clase de Jaime y les contó sobre su antiguo maestro. Todos se mostraron dispuestos a ayudar.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Una de las otras madres fue a la escuela para hablar con la directora, la Sra. Prado, sobre contratar al hombre nuevamente. Sin embargo, no se podía en este momento debido a los recortes presupuestarios.

Entre todos crearon un fondo para el antiguo maestro y recaudaron dinero para que alquilara un pequeño apartamento nuevo, lo que tuvo lugar en enero.

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Mientras tanto, los padres de Jaime lo contrataron como tutor privado para su hijo y otros padres hicieron lo mismo hasta que el hombre encontró un nuevo empleo en la escuela secundaria local. Además, con frecuencia lo invitaban a cenar a su casa.

Una de esas noches, luego de que Jaime se quedara dormido, el Sr. Mejías dijo: “No sé cómo agradecerles todo lo que hicieron por mí estos últimos meses”.

“No nos agradezcas. Dale las gracias a Santa”, dijo Ava, sonriendo.

“¿Qué?”, exclamó sorprendido el señor Mejías.

“Jaime le escribió una carta a Santa y le pidió que lo ayudara. Dijo que no necesitaba ningún otro regalo”, explicó Richard.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

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El Sr. Mejías rompió a llorar y Richard le dio una palmada en la espalda. “Entonces, si alguna vez se pregunta si está marcando una diferencia en la vida de los niños, puede decir con confianza que lo está haciendo”, intervino Ava.

El maestro salió de su casa con una renovada pasión por la enseñanza.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Los docentes pueden marcar una gran diferencia en la vida de los estudiantes. Un maestro puede influir en los niños a los que enseña de la manera más hermosa.
  • Los niños deben aprender que la Navidad no se trata de regalos. Enséñales a tus hijos que esas festividades no se tratan de recibir, sino de dar.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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