Pastor encuentra a pobre bebé en la puerta de la iglesia cuando no había más nadie cerca - Historia del día
Carlos Huerta era un pastor ejemplar. Dirigía a su congregación con amor e integridad. Ellos pensaban que él y su esposa no habían tenido hijos, hasta que un día se supo la verdad.
Carlos y Fiona Huerta eran los líderes ideales de la iglesia. Servían a su comunidad con amor y dedicación. Eran amables con todos los residentes de la comunidad y no solo con los miembros de su iglesia.
Como no tenían hijos, la gente a menudo les decía los buenos padres que serían en un futuro. Pero ninguno de sus feligreses se atrevió nunca a preguntarles por qué no tenían hijos. Tan solo susurraban posibles razones entre ellos.
Una cesta donde descansa un bebé en la puerta de una iglesia. | Foto: Shutterstock
“Tal vez ella no pueda tener hijos biológicamente”, comentaban algunos.
“O tal vez están tan enfocados en liderar la iglesia que no tienen tiempo para tener hijos”, decían otros.
A pesar de eso, la congregación confiaba a sus líderes sus secretos más profundos. Carlos y Fiona habían estado al frente de la iglesia durante cuatro años, que fue cuando llegaron al pueblo. Trataban a los miembros como familia e incluso cuidaban a algunos de sus hijos si tenían emergencias.
Un domingo por la noche, la iglesia organizó una noche de cine y juegos con los niños del orfanato. Algunos miembros de la Iglesia se ofrecieron para preparar bocadillos. También trajeron juegos de mesa y pasaron una velada maravillosa con los pequeños.
Cuando Carlos cerró la iglesia y se despidió de los niños, notó una canasta de mimbre al pie de las escaleras junto a la puerta. Se acercó a ella y vio que un bebé estaba acostado en la canasta.
El bebé dormía y se veía tranquilo, pero se dio cuenta de que se parecía a él. Carlos estaba en estado de shock e inmediatamente llamó a su esposa. “Fiona, necesito que vengas a la iglesia ahora mismo”, dijo.
“¿Qué está sucediendo? Suenas en pánico”, respondió Fiona.
“Es importante. Por favor, ven rápido”, dijo y colgó.
Un feligrés en un banco de la iglesia, con una biblia en sus manos. | Foto: Pexels
Carlos tomó rápidamente la canasta y regresó a la iglesia. La puso sobre uno de los bancos y lentamente extendió la mano para levantar al bebé. Mientras lo sostenía en sus brazos, notó que había una nota debajo de la manta.
La carta estaba dirigida a él y a su esposa, y estaba escrita por el novio de su hija. Decía:
“Sr. y Sra. Huerta, esta es su nieta, Susana. Nació hace cinco días y su hija Sara lamentablemente murió durante el parto”. Carlos comenzó a llorar. Cuando recuperó la compostura, continuó leyendo la nota.
“Soy el padre de la niña, pero sé que no podría cuidarla sin Sara en mi vida. Su nieta merece una vida mejor de la que yo le puedo dar; por favor, perdónenme”.
Cuando Fiona llegó, vio a Carlos sosteniendo a la bebé. Notó la tristeza en sus ojos y tomó la nota de su mano. Apenas comenzó a leer, las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas. Se acercó a la criatura y la acarició con amor. “Necesitamos decirle a la iglesia la verdad”, dijo Fiona.
“Sí. Hemos estado fingiendo ser perfectos durante estos cuatro años, desde que nos mudamos aquí, y ya no podemos ocultar nuestros errores”, dijo.
Carlos y su esposa convocaron una reunión de emergencia en la iglesia para el día siguiente. Los feligreses se dedicaron a especular al respecto. “¿Crees que se van a divorciar?”, preguntó un feligrés.
Un bebé recién nacido. | Foto: Shutterstock
“¡Nunca! Se ven tan enamorados”, respondió el otro.
La noche siguiente, Carlos se paró en el púlpito con la cabeza baja. Se sentía avergonzado por la confesión que estaba a punto de hacer a la congregación. Su esposa estaba a su lado, sosteniendo a la bebé, y preparada para apoyarlo.
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“Sé que probablemente todos se estén preguntando por qué los convocamos hoy”, comenzó.
“Hace cinco años, mi esposa y yo tomamos una decisión que lamentaremos por el resto de nuestras vidas. Sara, nuestra hija de 16 años, se mudó de nuestra casa después de que le prohibimos que siguiera sus sueños”.
“Ella quería ser modelo, y le dijimos que eso era inaceptable en nuestra familia religiosa y nos negamos a escuchar sus argumentos”.
La congregación quedó estupefacta. Nunca habían escuchado a la pareja mencionar que tuvieran hijos, ¡y resulta que tenían una hija adolescente!
Un miembro se puso de pie y preguntó: “¿Por qué nos guardarían ese secreto cuando pensábamos que todos éramos familia?”.
Dos mujeres conversan. | Foto: Shutterstock
“Estábamos avergonzados de nuestras acciones. Sabíamos que era hipócrita de nuestra parte mantener este gran secreto, pero teníamos miedo de ser juzgados”, explicó Fiona.
Carlos continuó la historia. “Unos días después de que Sara se fuera, comenzamos a buscarla por toda la ciudad, sin suerte. Llamamos a sus amigos y nos dijeron que estaba viviendo en esta ciudad”.
“Así fue como nos mudamos aquí para tratar de encontrarla, pero nunca lo logramos. Eventualmente, decidimos enfocarnos en servir a la comunidad, y así fue como comenzamos esta iglesia”.
Carlos estaba demasiado triste para seguir contando la historia, por lo que Fiona continuó: “Anoche, encontramos a esta bebé en una canasta y una nota que explicaba que es nuestra nieta”.
“La nota fue escrita por el padre de la niña, y decía que nuestra hija había muerto durante el parto algunos días atrás”.
Los feligreses estaban enojados. Se sentían traicionados por este gran secreto y cuestionaron la aptitud de la pareja para liderarlos. Carlos y Fiona admitieron que estaban dispuestos a hacerse a un lado y permitir que alguien más capacitado se hiciera cargo.
La congregación finalmente los perdonó, y la pareja nunca volvió a liderar la iglesia. Fiona y Carlos enterraron a su hija dos días después. Criaron a Susana con amor y cuidado y pasaron sus vidas trabajando con niños huérfanos. Aceptaron la decisión de la congregación de buscar un nuevo liderazgo y siguieron teniendo la mejor relación con todos.
Un pastor celebrando una misa. | Foto: Shutterstock
¿Qué podemos aprender de esta historia?
Los secretos siempre tienen una forma de salir a la luz. Si Carlos y Fiona hubieran sido honestos con sus feligreses desde el principio, no se habrían sentido traicionados al saber la verdad.
A veces, la única manera de lidiar con algunos errores es ayudar al prójimo. Fiona y Carlos aliviaron el dolor que sentían por no haber apoyado y respetado a su hija, ayudando a la comunidad y a los niños huérfanos.
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